Revista Velvet | Giorgio Jackson: “Espero que este octubre sea de celebración”
Entrevistas

Giorgio Jackson: “Espero que este octubre sea de celebración”

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Giorgio Jackson: “Espero que este octubre sea de celebración”

POR Paula Comandari | 11 febrero 2022

Fotos Maglio Pérez

Ha debido renunciar a tiempos importantes con su familia y sus amigos. Incluso, cuando optó por una carrera política, decidió que no sería padre. Ha enfrentado desafíos y dado pasos agigantados. “Hasta que tuvimos que estar listos”, dice. Hoy el vértigo se apodera de él varias veces al día, entre la expectación y la ansiedad de asumir el poder este 11 de marzo. Para distraerse, quien será Ministro Secretario General de la Presidencia en el gobierno de Gabriel Boric, juega ajedrez por las noches y ya prepara los cambios que se vienen. “Aquí no hay moderación, sino que apertura”, aclara.

Con el presidente electo, el próximo Ministro Secretario General de la Presidencia, Giorgio Jackson, juega de memoria. Desde que se conocieron hace años en El señor Cook, un boliche fuera de la Universidad de Chile donde se juntaban “a conversar y comer completos”, antes de que Gabriel Boric asumiera como presidente de la Federación de Estudiantes de ese plantel académico.

Por eso, a nadie le extrañó que decidiera postergar sus estudios en Londres, donde su sueño era “leer y cultivar la mente”, para convertirse en pieza clave en la campaña de su compañero de ruta, y ahora del nuevo gobierno, el que tendrá desafíos extremos: concretar cambios profundos, administrar el virus y enfrentar la “resaca” que ha dejado la pandemia. Además, está consciente de que la gente puede movilizarse y manifestarse en contra de ellos, si siente que no se están cumpliendo las promesas. “Estos procesos no concluyen con un acto eleccionario. Las personas tienen distintas expectativas y el desafío del gobierno es poder mostrar una hoja de ruta que las haga realizables. Es muy importante generar comunicación ciudadana”, dice.

–En solo cinco años, un proyecto político nacido al alero de las manifestaciones estudiantiles logra llegar a la presidencia. Un ascenso explosivo. ¿Qué significado tiene para usted?

–Cuando viajas en auto no te das cuenta de la velocidad a la que vas. Este viaje ha sido muy rápido: hace 10 años estábamos concluyendo un proceso de protestas por el derecho a la educación, en el primer gobierno de Sebastián Piñera, y en ningún caso nos imaginábamos que este sería el futuro. Se generan desafíos crecientes, vas tomando opciones y se genera una identidad. En estos dos periodos parlamentarios se forjó un carácter que nos hizo pensar que estábamos listos antes de lo previsto.

–¿Realmente llegó ese momento o es una manera metafórica de decirlo?

–Tuvimos que estar listos. Llegamos a un paradero que todo Chile conoce: La Moneda. Es bien vertiginoso el ascenso, pero eso no nos ha paralizado. El liderazgo de Gabriel ha ayudado a mirarlo con perspectiva, sin cultos a la personalidad, sin creer que esto se trata de la particularidad de nosotros.

–Se convirtió en un actor político antes de los 30 años. ¿Qué es lo bueno y también lo malo de haber experimentado este camino tan “precoz”?

–Lo primero que uno pierde, y que es irreversible, es la intimidad, el anonimato. Esto a partir del movimiento estudiantil. Uno se acuerda de cuando era chico y pensaba en los famosos, la gente que sale en la tele, idealizando la idea de ser conocido. Después te das cuenta que tiene su lado dulce, pero el lado agraz no te lo cuenta nadie. La parte más sensible es esa sensación permanente de que tus acciones no pasan desapercibidas; no puedes hacer cualquier cosa, porque siempre hay alguien que puede emitir una opinión. Eso te hace perder libertad. Me imagino que es lo que le pasa a la gente cuando está en un reality, todo el día con una cámara y un micrófono: hay ciertas cosas que no dicen y que no hacen. Esto tiene algo de eso. Es bien estresante, en el sentido más profundo.

–¿Tiene algún mentor, personas que hayan marcado su vida?

–Mi madre, sin duda.

–¿Cómo es su relación con ella?

–Ahora, mi contacto con ella es menos frecuente de lo que me gustaría, y menos de lo que le gustaría a ella. Pero es una relación muy intensa. Es así desde que me tuvo, porque fue en circunstancias muy difíciles: cuando estaba en su vientre, mi padre tuvo un accidente cerebrovascular, estuvo en un coma extendido cerca de seis meses, y después quedó postrado por el daño del accidente durante 28 años, hasta que falleció el 14 de febrero de 2015. Ella tuvo que hacerse cargo sola de dos hijos chicos, mi hermana mayor y yo. Uno siente, de manera imperceptible, lo que eso significa. Y en retrospectiva, uno ve todo lo que hizo para que saliéramos adelante. Eso nos acercó mucho. Con mi papá nos comunicábamos, pese a que él no podía hablar. Siempre estuvo lúcido, pudimos tener una relación afectiva, distinta, pero le guardo mucho amor.

–¿Quiénes son figuras claves en su vida profesional?

–Tuve una especie de formación a partir de todo lo que fueron los trabajos voluntarios (Un Techo para Chile, Infocap). Felipe Berríos fue una persona que en una etapa influyó bastante en lo que hacía, en términos vocacionales. Cuando me metí en política, Miguel Crispi fue una persona muy cercana. La gente con la que entré en la Feuc fue importante: yo no sabía nada de política, y encontré un grupo interdisciplinado que me marcó mucho. Mis primeros referentes fueron mis formadores deportivos. Te forman el carácter: todo lo que es el trabajo en equipo, la perseverancia, la resiliencia. Después uno deja de ocupar la palabra mentores, porque nosotros nos formamos nuestro propio camino, no había un maestro o una maestra.

–¿Hay alguna convicción espiritual que lo mueva?

–Nunca fui practicante de una fe de manera activa, pero sí hubo pasajes en los que tuve un motor más espiritual, cercano a los jesuitas. Soy más bien agnóstico, muy curioso del origen de la vida, de dónde venimos, pero no lo desarrollo desde el ámbito espiritual, sino que desde el lado científico. La espiritualidad la vivo más desde lo comunitario, tratando de encontrar espacios con amistades, con la familia, para tener ciertos ritos periódicos importantes. Hay un motor que es más sobre lo inmanente, y la idea de cómo hacer para que las injusticas que estén ocurriendo, se reduzcan.

–¿Qué renuncias ha tenido que hacer para dedicarse a la política?

–La familia y los amigos son una renuncia muy fuerte. Y el deporte: durante un periodo estuve en el centro de alto rendimiento y entrenaba hasta dos veces al día todos los días, y de pronto te encuentras que estás con hartos kilos de más; te duelen las rodillas cuando te agachas más de 5 minutos, uno dice ¡mierda! A los amigos los puedes ver menos, entonces no cultivas lo mismo. Estás con tantas cosas en la cabeza, que al final te juntas y hay menos temas de conversación en común. Se produce un distanciamiento natural, más allá de que el cariño siga siendo el mismo.

–¿El distanciamiento también ocurre en la propia familia?

–Con la familia es aun más doloroso: tengo la suerte de tener una familia muy achoclonada, con primos y abuelos vivos, entonces esos vínculos que te acostumbraste a vivir desde chico, esos momentos que eran sagrados, se van perdiendo. También la idea de proyectar tu propia familia. Yo a los 25 años tuve la impresión de que no iba a ser papá. En el momento en que me dije que iba a competir para tener un cupo en el Parlamento, en mi cabeza tuve la reflexión de que iba a tener que postergar muchas cosas, incluso la paternidad, porque lo que no quería era ser un padre ausente. Hoy tengo pareja, pero no está en mis planes tener hijos. Puede que en algún momento eso se tenga que revisar, pero se ha mantenido desde ese momento.

¿MODERACIÓN O PRAGMATISMO?

–¿Cómo definiría a Giorgio Jackson en la interna?

–Me creo chistoso, pero todos dicen que soy fome. Trato de que no pasemos por alto los conflictos. En el camino, desde 2011 hasta ahora, he encontrado formas para traer conflictos a un espacio que no signifique rupturas. Creo que cuando los conflictos se miran de frente, son menos graves que cuando los miras de reojo. Puede fracasar la solución, pero al menos lo intentaste. Traigo los conflictos, pero no me siento conflictivo: tengo buena relación interpersonal con la gente; valoro la lealtad que se forma en los grupos.

–¿Qué aspectos no le gustan de usted?

–Todo este fenómeno de estar expuesto por tanto tiempo me ha vuelto un poco ermitaño. Me gusta llegar a la casa y meterme al celular a jugar ajedrez, en esa aplicación que se conecta con personas en distintos países. Sirve cuando quieres salir de la contingencia: 15 minutos en las noches o a la hora de almuerzo.

–Algunos insisten que usted es el cerebro de este gobierno. ¿Qué responde?

–No hay nada más lejano de la realidad. A la gente le gustan las simplificaciones para entender las cosas. Si bien creo que ocupo un lugar importante en el diseño y despliegue de muchas decisiones, me parece de una injusticia tremenda, con toda la gente que le ha puesto no solo igual o más empeño. Buena parte de las decisiones de la campaña pasaron por otros y no por mí. Me tocó tener un flujo de decisiones altas y eso me pone en un lugar de mucha responsabilidad. Pero, cuando decimos que esto se construye de manera colectiva, muchos pueden pensar que es un cliché, una estrategia comunicacional o una parada, pero no es así. Si cometemos el error de pensar que se debe a atributos personales, nos va a ir muy mal.

–¿Es efectivo que si hubiese sido por usted, no se habría optado por la moderación en el programa de Boric para la segunda vuelta?

–Ha habido mucha interpretación de eso. Sobre el Gabriel Boric de primarias, primera y segunda vuelta. La gente ya escogió que quiere cambios, que en cualquier año, desde el 90 hasta 2018, hubieran sido considerados radicales. Hoy no estamos jugando en si vamos a tener o no un sistema de seguridad social en vez de una cuestión volcada al ahorro individual; no se está jugando en si queremos seguir teniendo la división entre Isapre y Fonasa o, como lo proponemos nosotros, que las Isapres pasen a un seguro de segundo piso. Esas cosas ya están. Lo que sí cambió, y tenía que cambiar por la composición del Congreso, y porque calza con quién es Gabriel, es que tuvo una predisposición de apertura, a juntarse con quien fuera para lograr los objetivos de gobierno, y eso algunos lo leyeron como una moderación. Para mí, el atributo es más bien pragmatismo. Querer llegar a acuerdos para ir avanzando.

–¿No hay una moderación real?

–No hay moderación, sino que apertura. El eje principalmente es de inclusión y escucha, que es algo que falta mucho. Gabriel es alguien capaz de persuadir, pero también de ser persuadido. Eso, lo pueden interpretar como moderación. Yo lo entiendo como alguien que no es dogmático.

EL PRÓXIMO OCTUBRE

–Dijo que el gobierno de Boric la va a tener difícil, ¿por qué?

–Primero la pandemia, que es pura incertidumbre. Esa capa de preocupación que antes los gobiernos no tenían nos va a mantener ocupados. Es un tema que se puede escapar de las manos y que afecta a la economía y a las familias chilenas. La otra complejidad es económica: el 2020 enfrentamos mucha dificultad económica, el 2021 una recuperación acelerada que generó un sobrecalentamiento, una caña. Nos va a tocar administrar esa resaca. El primer año estamos constreñidos presupuestariamente. Cualquier gobierno sabe que es más fácil cuando tienes holguras presupuestarias a las cuales puedas echar mano.

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