Revista Velvet | La odisea cultural de Paloma Estévez: Una chilena en la batuta del Lincoln Center
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La odisea cultural de Paloma Estévez: Una chilena en la batuta del Lincoln Center

La odisea cultural de Paloma Estévez: Una chilena en la batuta del Lincoln Center
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La odisea cultural de Paloma Estévez: Una chilena en la batuta del Lincoln Center

POR equipo velvet | 08 marzo 2024

Después de tocar puertas y nunca rendirse, logró ser nombrada directora de programación artística del Lincoln Center, el más importante enclave cultural de Manhattan. Cuando mira hacia atrás, se sorprende de ella misma y de nuestra “estática” escena. “En Chile es la misma gente que sigue haciendo teatro o teleseries. Nada cambia”, sostiene.

Por Alfredo López

Fue un día de 2019 cuando la actriz y productora chilena Paloma Estévez (36) dijo, como si fuera una sentencia: “Yo quiero trabajar aquí”. De pie, frente al imponente complejo de edificios que ocupa más de seis hectáreas en el Upper West Side de Manhattan, sencillamente, escuchó sus sueños más profundos y se imaginó como parte de un equipo que, desde los años 60, lleva la bandera cultural de Nueva York con más de cinco millones de visitantes al año. Todo gracias a una programación permanente que, en paralelo, alberga la Filarmónica de Nueva York, la Ópera Metropolitana, el NY City Ballet, la Sociedad de Música de Cámara, la Escuela Juilliard y su renombrado Festival de Verano que, este año, nuevamente tiene a Paloma al frente.

Para ella, un hito trascendental en su carrera y también en su vida. “Postulé al menos cinco veces luego de terminar mi máster en producción. Fueron años duros, busqué en muchos lados, hice babysitting, todo para tratar de sobrevivir en Nueva York, donde hace frío y muchas veces con nada de plata. Había días en que iba a tres reuniones de trabajo… Intentar una y otra vez, ese fue el aprendizaje. La persistencia es una buena virtud, aunque también creo que hay un momento y un lugar para todo”.

Como directora de Programación Artística del Lincoln Center for the Performing Arts, su principal misión es producir el Festival de Verano, “además estoy a cargo del equipo general de productoras, lo que me hace responsable de los espectáculos”, dice. Actriz de profesión, formada en la Escuela de La Mancha, en Santiago, obtuvo un diplomado en gestión cultural en la Universidad del Desarrollo para luego cursar un MFA en Theater Management and Producing en Columbia University.

“Partí muy joven porque mis estudios de teatro sólo fueron dos años. Como actriz, junto a La Mancha, hacía cosas para empresas e instituciones. Al mismo tiempo, asistía a la productora de la compañía, Andrea Gutiérrez, una persona que quiero mucho. Fue así como comencé a enamorarme un poco de toda la logística, del backstage y me convencí de que los artistas necesitaban ayuda, organización y, de alguna manera, también experimenté y tuve conciencia de la falta de políticas culturales en nuestro país. Quería entender por qué las artes, por qué el teatro, no eran esenciales en la vida de las personas, como tampoco lo era para ningún gobierno”.

Luego, Paloma Estévez siguió su ruta en la Cámara Chilena del Libro. “Mi primer trabajo con horario de oficina e hice un par de ferias, como la Filsa y la Feria Infantil Juvenil de Providencia”. De ahí pasó al Ministerio de Cultura, entonces Consejo de Cultura, para producir la Cumbre Internacional de Cultura y también trabajó en la Fundación Cultural de Providencia antes de trasladarse definitivamente a Estados Unidos y dejar su mundo en Chile.

SERVICIO PÚBLICO

–¿Cómo fue su niñez? ¿Cuál fue el legado de su familia?

–Fue una bella infancia, crecí en Santiago. Vengo de una familia muy vinculada a la política: mis dos padres fueron exiliados, mis cuatro hermanos mayores nacieron fuera del país. Evidentemente, la política estaba muy presente en mi vida.

Hija de Jaime Estévez, quien fue presidente de la Cámara de Diputados en 1995 y luego ministro de Obras Públicas en el gobierno de Ricardo Lagos, su madre es la periodista Bernarda Aguirre, quien por muchos años trabajó como asesora comunicacional en el Ministerio de Relaciones Exteriores. Creció siempre muy atenta a lo que pasaba a su alrededor.

“Para mí, trabajar en cultura tiene que ver un poco con lo mismo, con el servicio público. No sé si he replicado un modelo familiar, tal vez un poco, pero al igual que mi papá, mis hermanos son ingenieros y eligieron un camino más convencional… Creo que estaban un poco preocupados por mí cuando salí del colegio. Era más bien rebelde, no me gustaba estudiar, no me gustaba el colegio”.

–¿El camino del arte fue algo más poderoso?

–A los seis años ya sabía que quería entrar al conservatorio de teatro y no entendía por qué tenía que ir al colegio si ya sabía lo que quería. Mi historia, en ese sentido, es muy cliché. De niña quería ser actriz o cantante. Era florero total, me gustaba rapear y todavía me gusta el hip hop. En las comidas familiares improvisaba obras de teatro con los primos. Desde tercero básico estuve en talleres de teatro y desde los 11 años en baile flamenco. De hecho, en algún momento, tuve la duda. No sabía si seguir con el baile o con el teatro.

–¿Qué decían sus padres?

–Creo que les hubiera gustado que, por lo menos, yo hubiera entrado a una universidad para estudiar teatro. Pero no fue lo que escogí. En medio de mi rebeldía, pienso que la escuela de teatro me disciplinó, me enseñó, por ejemplo, a ser muy puntual con los ensayos. En ese sentido, había mucha exigencia.

–¿Echa de menos algo de ese tiempo de teatro en Chile?

–Extraño la idea de tener 18 o 19 años y sentir que uno puede contribuir a mejorar las cosas. También a Andrea Gutiérrez y la Compañía La Mancha, que fue mi base. Fue una época muy creativa. Para ser productora hay que tener mucha esperanza todo el tiempo, en el Consejo de Cultura pude trabajar con eventos más grandes y de alto vuelo. Fue un gran aprendizaje.

–Si mira hacia atrás, ¿qué es lo más difícil en Chile o Latinoamérica en políticas públicas culturales?

–¡Ufff! El hecho de que exista sólo una posibilidad de financiamiento para un proyecto me parece de lo más triste. Que la gente tenga que poner todas sus esperanzas en un Fondart es algo que sepulta la industria cultural, al menos en Chile. Genera una competitividad que no me parece sana. Obviamente, lo más grave es el problema de recursos. Y segundo, que no se entienda la cultura como una industria, una más entre otras, como la energía, el deporte o la televisión. Aquí las artes no tienen menos importancia en el ecosistema profesional, o sea el nivel de seriedad que existe es igual a lo que puede pasar en otras esferas, como el mundo de las leyes o la bolsa.

LINCOLN CON LIDERAZGO FEMENINO

Cuando en abril se anuncie el programa de Festival de Verano, con más de 200 presentaciones, Paloma Estévez confirmará su estilo luego de cumplir tres versiones del certamen a su cargo. Su sello ha sido vincular la cultura latinoamericana a través de espectáculos como el de Mon Laferte, el año pasado, junto a una orquesta de mujeres mexicanas. “Fue un gran orgullo para mí, algo memorable en medio de esta ciudad”.

–¿Qué le parece Nueva York? ¿Qué es lo más le gusta y lo que menos?

–Es una ciudad dura, eficiente, rápida, productiva, entretenida y que te ofrece todo lo que se te ocurra en el sentido de la persona que quieres ser, sobre todo, en el ámbito profesional. El nivel de trabajo es muy intenso, a un nivel que yo no conocía, pero me viene bien y me siento cómoda.

–¿Vive sola? ¿Cómo lo hace para mantener sus vínculos con Chile?

–Así es, vivo sola, con mis plantitas. Ahora cómo lo hago para mantenerme vinculada con Chile, la verdad es que mucho se pierde. Uno cambia y hay gente que quiere que tú seas la misma persona. Pero cada vez que vuelvo –o vienen mis amigos a verme– me doy cuenta de que se mantiene el mismo cariño. También nos mandamos muchos mensajes por WhatsApp. Tengo diez sobrinos y con ellos me encanta mantener el vínculo, son lo que más me importa.

En estos años, ha confirmado la diferencia entre las audiencias. Mientras el público de NY le parece más bien serio y absolutamente explorador, en Chile se da una mirada más fundada en los prejuicios. “Sucede, por ejemplo, que los musicales son para los estadounidenses casi una religión. Crecieron con ellos en la cocina de su casa. Hay una relación con el show business muy enraizada, algo que viene de los tiempos de los inmigrantes, de los primeros cabarets e inmediatamente se desarrolló una industria con fines de lucro. En todos los otros países es al revés, donde primero funcionaba la figura del mecenas o el rey que entregaba en dinero para el artista pintara o compusiera. Ese modelo europeo de que el arte se subsidia. Aquí partió al revés, como un negocio”.

–Y en Chile, ¿considera que la cultura es un bien de lujo?

–Pero aquí también se da eso. He visto cómo se han producido muchos problemas, en otras partes (instituciones), por lo elevado del precio de las entradas. Por eso estoy tan orgullosa de que toda la programación del Lincoln Center es gratuita o con la opción de que cada uno escoge lo que paga. En Chile, el sistema me parece más estático. Yo me fui hace ocho años y observo cómo la misma gente es la que sigue haciendo teatro o teleseries. Nada cambia. Siempre las mismas compañías son las que se ganan los concursos y se presentan en los mismos lugares.

–Usted trabaja con muchas mujeres, ¿cuál es su postura frente a temas de paridad en el trabajo?

–Es algo que está en nuestras conversaciones todo el tiempo. Mis jefas son todas mujeres, al igual que mi equipo. La verdad es que esta organización está muy liderada por el género femenino.

–¿Es una política o una coincidencia?

–Ambas cosas. No sé si con la mujer específicamente, sino que tiene que ver con una política en torno a que los puestos de liderazgo del Lincoln Center no sean ocupados sólo por hombres blancos. Les importa que haya representación femenina, black, queer. Son temas muy presentes en una ciudad tan multicultural y diversa como NY.

–Con su experiencia, ¿tiene algún sueño, una idea de algo que le gustaría enfrentar en Chile, un espectáculo, una presentación, un festival tal vez?

–Buena pregunta. Yo creo que sí. Pero no sé qué es todavía. Ahora mi plan es traer a mujeres chilenas para acá, a mujeres power, no sólo de mi país, sino también de toda Latinoamérica. Así como traje a Mon Laferte, tengo otros proyectos… Pero no puedo adelantar nada. En abril sabrán todo.

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