Revista Velvet | Rodrigo Delgado: “Volvería a la política en un contexto de reencuentro social”
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Rodrigo Delgado: “Volvería a la política en un contexto de reencuentro social”

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Rodrigo Delgado: “Volvería a la política en un contexto de reencuentro social”

POR Paula Comandari | 07 abril 2023

El ex ministro de Interior decidió competir por un cupo en la mesa constitucional, si bien sabe que eso le impide postularse a un cargo de elección popular por cinco años. El también ex alcalde insiste que este es su cierre al mundo público, aun cuando no descarta participar en un nuevo gobierno y en el Chile del futuro

Desde hace semanas, Rodrigo Delgado (48) está en campaña. Quiere convertirse en consejero constitucional y “ponerle cierre” a un proceso que ha sido muy complejo para el país. Su rutina es agitada: se reúne con gente, sale a la calle a volantear y va a los matinales para lograr visibilidad, de la mano de su equipo, conformado por seis personas.

El ex alcalde y ex ministro del Interior cuenta que pondrá a disposición de la mesa dos temas que le tocó liderar y que según él deben ser pieza clave de la nueva propuesta: la seguridad y la equidad territorial. En esta entrevista, Delgado además habla de su experiencia en el gobierno de Sebastián Piñera y analiza el primer año de la administración Boric.

¿Qué ha sido de Rodrigo Delgado desde que salió del Gobierno?

Fue un periodo bien complejo desde el punto de vista de digerir todo lo que fueron los últimos 15 años en la primera línea, en distintos cargos públicos: tres periodos como alcalde y casi un año y medio como ministro del Interior. Antes de asumir en el gobierno de Sebastián Piñera, me imaginaba cómo iba a ser el duelo de dejar el mundo municipal. En ese momento no pude cerrar el ciclo.

Imagino que ahora lo ha podido vivir.

Cuando el 11 de marzo entramos al Congreso con el Presidente Piñera en Valparaíso, y salimos ya como ciudadanos de a pie, tuve una sensación bien única: se vinieron todos los recuerdos de todos los años en el servicio público, en distintas instancias. Primero como funcionario público y después como alcalde (en Estación Central), luego como ministro. Fue un recorrido largo con todo lo que eso implica: con triunfos, con fracasos, con situaciones complejas.

Durante el último año, Rodrigo Delgado se reencontró con sus amigos de la vida, con muchos de los cuales ha concretado proyectos ligados al mundo privado: con unos asesoran startups; con otros, construyen infraestructura deportiva; además de involucrarse en el negocio que su familia tiene en La Ligua y convertirse en director de Palestino, su club desde que era niño.

Pero Delgado no dejó totalmente su relación con el mundo público. “He estado vinculado a la Asociación de Municipalidades. Creo que era muy egoísta irse para la casa y no poner a disposición mi experiencia”, dice. Por eso, estuvo a cargo durante el último año de un observatorio en materia de seguridad, y ha participado de un núcleo de investigación relacionado al tema territorial.

¿Ser candidato a la constituyente no significa renunciar a una eventual carrera política?

Mi señora se ríe siempre cuando digo que tomé la decisión de alejarme de la política.

Si gana la elección a constituyente, queda impedido legalmente de ejercer cargos públicos durante cinco años.

Exacto, no es un cierre sólo de palabra porque objetivamente no puedo participar. Esta fue una decisión personal. Antes de asumir este desafío, decidí que no quería ser candidato ni en la municipal ni en el Parlamento. Porque de verdad estaba y muy motivado con mis proyectos personales. Pero también creo que cuando uno tiene una trayectoria, no se puede llevar la pelota a la casa. Esta es una campaña corta, cinco meses para redactar y afinar la iniciativa de los expertos, lo que para mí significa un buen cierre desde el punto de vista de una elección de voto popular, sobre todo en un momento importante para el país y en un contexto de voto obligatorio.

¿Significa entonces un cierre en su carrera política?

Significa un cierre en el mediano plazo. Con esto hice refrendar mi decisión de que no quiero ser candidato. Ahora, es muy distinto si el día de mañana volvemos al gobierno como sector político y quien sea presidente o presidenta me quiere convocar a algo.

Algunos pensaban, incluso, que con los liderazgos municipales tan encumbrados usted iba a ser candidato presidencial.

¡No! Si tuviese una ambición presidencial, hubiese pensado, por ejemplo, en ser senador. Yo estoy cerrado a una elección próximamente. Si no salgo electo ahora, igual no voy a ser candidato, pero no me cierro a participar en un próximo gobierno o en el Chile del futuro. Volvería a la política en un contexto de reencuentro social.

¿Qué temas considera irrenunciables en una nueva Constitución?

Hay temas que son importantes: la institucionalidad de Chile, el respeto, la separación de los poderes. Eso se aprendió. Pero hay temas que llegaron para quedarse y que deben ser incorporados, como el crimen organizado. Hay que actualizar la legislación para que el Estado pueda proteger a las personas de todos los riesgos asociados. No estoy prometiendo más vehículos de seguridad para tu comuna, porque eso sería mentirle a la gente. Mi propuesta es discutir un quinto estado de excepción para enfrentar el crimen organizado.

¿Eso significaría un estado de excepción en zonas específicas?

Podría ser de unidades territoriales más pequeñas: una comuna, provincia, ciudad. Que eso sea dinámico y flexible, pero que esté asocia- do a indicadores de crimen organizado. Hay muchos que hablan de la importancia de la infraestructura crítica, pero durante nuestro gobierno, nos rechazaron sistemáticamente. Hoy lo que tenemos que hacer es ir más allá de la pequeñez, más allá del gallito político y articular lo que Chile necesita para el futuro con cierta ponderación. Creo que es un buen momento para nosotros, para la centroderecha o derecha, porque hay una forma de hacer política que se valorizó después de septiembre.

¿La seguridad va a ser su caballito de batalla?

Es una materia muy relevante que a mí me tocó administrar. En ese sentido, puede ser mi fortaleza. Pero tengo que abrir mi abanico y salir de mi zona de confort, intelectual e ideológica, y poder meterme en otros temas que van a ser relevantes a la hora de discutir. Siempre he sido crítico de aquellas autoridades que son monotemáticas. Ahora, hay que sumar el tema del rol de los municipios y la equidad territorial.

LO QUE LE DEJÓ LA MONEDA

Rodrigo Delgado aún se acuerda cuando llegó de forma oculta a almorzar con Sebastián Piñera a Palacio, el mismo día que fue designado ministro del Interior. Dice que siempre estuvo en ternas para todo, pero que jamás se le pasó por la cabeza jugar ese rol. Sólo se hizo patente cuando lo llamó Jacqueline van Rysselberghe, entonces presidenta de la UDI, y el senador Juan Antonio Coloma, quienes tanteaban su disponibilidad para asumir en Interior.

-No era una decisión sencilla: mi antecesor Víctor Pérez había durado 3 meses en el cargo, y la lógica me decía que en ese contexto era muy probable que el que viniera también durara poco. Hice un sondeo entre la gente más cercana y el rechazo ganó por amplia mayoría. Me decían que si estaba loco. Pero mi señora (Nicole Neff) me dijo: dale, démosle. Yo soy de los que cree que en la vida hay que tomar decisiones y no arrepentirse. Eso se conecta con esta decisión de ser convencional. Porque uno siempre puede sacar conclusiones, aprendizaje, lecciones. Por eso no me arrepiento de haber sido ministro. Después de eso cambió todo: mi visión de la vida, de lo que es la gestión pública, la visión que uno tiene del país, de la Policía, las Fuerzas Armadas y el Parlamento. Esa nueva visión se complementa con los años de alcalde. Tengo una a visión súper 360 de todo.

¿Cuán mal lo pasó como titular de Interior?

A ratos lo pasé mal. Creo que mi partida fue compleja. Veníamos del estallido social luego del cual se buscó que las autoridades tuvieran que ser más cercanas a las personas. Pero cuando yo asumí Interior, si bien el Presidente le quería dar ese sello, hubo reacciones transversales de que ‘a este gallo le falta’…

¿Carrete? ¿Experiencia?

Claro, todo apuntaba a que yo no era un panzer. Entonces de entrada tuve que lidiar con ese estigma de que un día antes era un gran valor –ser alcalde, cercano a las personas– y al otro que no tienes suficiente preparación.

¿Le dolió la crítica?

No, no me dolió. O sea, me dolieron algunas declaraciones de personas que primero no me conocían. Y otros que siendo de mi sector político, hicieron críticas. Encontré que había mucha hipocresía, pero rápidamente lo asumí como parte del juego. Uno tiene que estar preparado para los elogios, pero también para la crítica.

¿Cómo era su relación con Piñera? Dicen que no demasiado cercana, que no había tanta interacción.

Eso tiene que ver con las críticas iniciales. Qué tan panzer era yo. En ningún momento consideré que la relación no era fluida con el Presidente, todo lo contrario. Gran parte de mi agenda estaba relacionada con subir al segundo piso, de la reunión, la llamada. Pero no tengo punto de comparación.

¿Con quienes asumieron antes ese mismo desafío?

-Si me comparan con Andrés Chadwick, una persona que ha trabajado con Piñera toda su vida, y que además son amigos, obviamente mi relación no era la que tenían ellos. A lo mejor era más de la que tenía con Víctor (Pérez). Pero hubo horas de conversación, horas de trabajo, harta reunión. Yo subía cuando quería hablar con él y me atendía siempre. O le planteaba los temas telefónicamente. Nunca consideré que no estaba siendo escuchado. Me acuerdo del momento en que terminé internado por COVID y el Presidente no fue contacto estrecho. Dijeron: ‘Ahí se nota que no se relacionan’. Fue muy mala leche, porque justo esa semana me tocó estar fuera de Santiago. Fue una casualidad.

 ¿Hoy tiene relación con Sebastián Piñera?

Sí, él invita continuamente a un grupo de ex ministros, casi todas las semanas. El mandatario sigue siendo el mismo de siempre, no ha bajado el ritmo. Algunos se preguntan si eso refleja que quiere volver a ser presidente. Yo creo que es muy difícil interpretar eso, porque su ritmo tiene que ver con su forma de ser.

¿Considera que su gestión como ministro del Interior fue exitosa?

Es una pregunta compleja. Mi análisis es que logramos sacar adelante los temas, y avanzar en términos de seguridad. Me hubiese gustado tener más éxitos desde el punto de vista de las elecciones que nos tocó vivir: nos fue mal en la municipal, la Constituyente y la presidencial. Los resultados nos golpearon fuerte. Ahora Interior es un monstruo gigante: tienes que lidiar con la irreparable muerte de una niña, una encerrona, y los problemas con parlamentarios. Uno hace el mayor esfuerzo para hacerlo bien, pero hay factores exógenos que lamentablemente a veces ponen cortapisas.

¿Cómo evalúa Interior con la ministra Tohá a la cabeza?

Creo que el gobierno perdió seis meses valiosísimos en materia de seguridad. No solamente por la falta de gestión, y por haber estado demasiado preocupado del Apruebo, sino porque ha dado señales demasiado confusas. No sólo relacionadas con dejar de lado la legislación, sino que al hablar de estado de excepción acotado, de Wallmapu y de indultos, es como si dijeran ‘nosotros no vamos a hacer mucho en contra de quienes sean más violentos’. Efectivamente, la ministra Tohá ha demostrado tener mucho más experiencia, más muñeca, más manejo. Su pasado como alcaldesa y parlamentaria también la ayudan. Pero también se ha jugado su capital político en temas que han fracasado.

¿Como el acuerdo de seguridad, del que la derecha decidió bajarse?

Decidimos no seguir en esa mesa, porque mientras en el primer piso estábamos firmando un acuerdo, en el segundo se firmaban los indultos. O sea, mientras el gobierno trabajaba para atrapar delincuentes, se estaba firmando un acuerdo para liberarlos. Por eso digo que las señales son importantes. Creo que Carolina Tohá comenzó con un buen despliegue en distintos temas, con mucho más joystick, más fortaleza de coordinación, en el lenguaje y en la ejecución de temas de seguridad. Pero vino un antes y después cuando habló de ´querer bailar cueca con un acuerdo constitucional firmado’ o con la mesa de seguridad que terminó cayéndose, porque puso su capital a disposición de esos procesos que no resultaron. Eso la dejó debilitada. El impasse con el general Yáñez fue absurdo: ‘tirarle las orejas’ cuando prácticamente el 90% de la gente aprueba la labor de Carabineros. Si yo hubiese sido el ministro del Interior, hubiese llamado al general, pero para felicitarlo.

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