Revista Velvet | Rosario Martínez: “Podemos hacer una bonita historia para los niños que pasan por el sistema”
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Rosario Martínez: “Podemos hacer una bonita historia para los niños que pasan por el sistema”

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Rosario Martínez: “Podemos hacer una bonita historia para los niños que pasan por el sistema”

POR equipo velvet | 27 enero 2021

Por Claudia Guzmán

La nueva directora de la cuestionada institución propone un cambio de paradigma ante los prejuicios. Dice que busca detener una guerra en una sociedad marcada por los abusos, la cultura de la violencia y el narcotráfico. Su misión es transformar el servicio en dos nuevos: uno para proteger a menores vulnerados y otro para reinsertar a jóvenes infractores de ley. Acá explica cómo. “Es responsabilidad de todos sacar a un niño Sename adelante”, agrega. 

ROSARIO MARTÍNEZ (37), LA TERCERA DE SEIS HERMANAS, dice que siempre quiso tener una familia grande. La nueva directora del Servicio Nacional de Menores (Sename) hoy tiene 133.000 niños que dependen de su gestión a lo largo de toda la red en el país y, desde octubre pasado, llegó a hacerse cargo de ellos como la primera responsable elegida mediante un concurso de Alta Dirección Pública. 

No llevaba un mes en su nueva responsabilidad cuando le tocó enfrentar el tipo de hechos que tiene al Sename como una de las instituciones del Estado más cuestionadas. Una que ha sido objeto de duras investigaciones parlamentarias, porque bajo su tutela han muerto 1.313 personas en los últimos 12 años. 

Ese día, en el centro Carlos Macera de Talcahuano, donde viven niños cuyos derechos han sido vulnerados, un joven se desestabilizó y los funcionarios pidieron asistencia a personal de Samu. Con ellos llegó Carabineros y la situación se descontroló al punto que se disparó contra los menores.    

“Llamé al ministro (de Justicia) y le dije ‘creo que tengo que ir’. Me daba demasiada angustia no poder saber de primera fuente qué pasaba”, recuerda Rosario. “En el fondo, me bajó la mamá. Quería conversar con ellos; no podía solo saber que los operaron y salieron bien. Para mí fue clave sentarme con ellos y hacerlos reír”, dice la directora, quien terminó presentando una querella contra los uniformados. 

Rosario Martínez –socióloga UC con magíster en Economía y Políticas Públicas UAI– es la autoridad número 13 en el puesto en los últimos 20 años. Su misión es transformar la institución en dos nuevos servicios públicos: uno que se haga cargo de la protección de los menores vulnerados en sus derechos, dependiente del Ministerio de Desarrollo Social, y otro que, desde Justicia, trabaje en la reinserción de los jóvenes infractores de ley. El primero ya se implementa y el segundo se tramita en el Congreso. 

“Creo y confío en mí. Y en que somos capaces de hacerlo mejor; podemos hacer una bonita historia para los niños que pasan por el sistema. No se ha hecho, no se ha trabajado con la fuerza, con el profesionalismo y el cariño que se necesita, pero sí se puede. Estoy convencida de que podemos hacer un cambio”, dice. 

 

–¿Cómo se explican entonces los resultados? 

–El Sename está mal administrado, es verdad. Está mal organizado. Y tenemos una oferta que no responde a la necesidad de nuestros niños, niñas y adolescentes. Pero eso se puede cambiar, y tenemos experiencia para cambiarlo. Porque en Chile hemos implementado políticas públicas efectivas, que tienen resultados concretos. El tema es que nunca se ha llevado ese nivel de expertise y profesionalismo al Sename. Y el Sename es donde más se necesita. 

Rosario alude a iniciativas como Lazos, que le tocó implementar en la Subsecretaría de Prevención del Delito, donde fue Jefa de la División de Programas y Estudios desde 2018 y hasta donde llegó después de trabajar a cargo de Seguridad Ciudadana en la Municipalidad de Providencia. Se trata de un programa que toma a jóvenes primerizos y les ofrece a ellos y sus familias un trabajo de apoyo multisistémico y profesional para evitar que sigan en esa senda y –por lo pronto– no lleguen al Sename. Basada en un modelo estadounidense, Lazos promete indicadores sobre 90% para no reincidencia, no deserción escolar y permanencia del niño en el hogar. 

 

–¿Cuántos niños han pasado por Lazos? 

–Se atienden alrededor de 10 mil niños al año y sus familias. La cantidad de cuestionamientos que hay sobre el Sename también tiene que ver con que nuestros terapeutas o psicólogos atienden a una población bastante compleja: no es lo mismo trabajar con niños a los que les han tocado papás que los quieren y los cuidan, versus niños con papás que les han pegado, los han abusado sexualmente y los han abandonado. Es mucho más difícil intervenir ahí. Y más aún si solo les decimos “interviene”, y no tenemos una metodología o herramienta común. Dependemos de los instrumentos o habilidades de cada profesional, y eso es muy variopinto. Entonces, puede pasar que sobre la base de ese informe un tribunal determine que un niño vaya a una residencia Sename, cuando el problema que tenía con su familia de origen no era tan severo como para sacarlo de la casa. 

 

–¿Qué tan extendida es la presencia del narcotráfico como explicación de la realidad que viven los niños con los que trabaja? 

–No hay ningún dato empírico que diga que la gente que comete delitos lo hace con consumo. 

–Lo pregunto como factor ambiental.

–Sí, ambiental yo creo que está afectando mucho, porque tenemos barrios más violentos. Y tenemos niños que cada vez se crían más en contexto de violencia. A mí me llamó mucho la atención una charla que escuché de la boxeadora Crespita Rodríguez; ella decía que aprendió a boxear para sobrevivir en su barrio. Eso está cada vez más acentuado. Los niños están aprendiendo que la violencia es un modo de comunicación y de sobrevivencia. Y eso hay que combatirlo. No podemos esperar que en la terapia el niño no tenga reacciones violentas, porque lleva años acostumbrado a ese tipo de relación. Reacciona así porque cree que es normal. 

 

–¿Cómo se trabaja eso cuando son familias enteras las que viven en esa relación? 

–Lo que uno tiene que trabajar es resignificar la violencia y hacer que el niño tenga otras herramientas para comunicarse. Hacerle confiar en que van a funcionar, y si lo trabajo con la familia, hago que funcione (…) Actualmente, cuando se interviene a los niños y a los padres, solo se les consulta para saber qué tan grave es la vulneración del niño. Pero hasta ahí no más. No se trabaja para que esos niños se mantengan en el hogar y es lo más importante. Necesitamos que el niño pueda vivir con su familia, porque le hace mucho daño no vivir con ella. Es muy duro. Tenemos que invertir no solamente en el niño, sino también en el adulto significativo que tenga ese niño, para poder ir modificando los espacios donde se desenvuelve: la familia, la escuela. Para que todo vaya haciendo una conducta que le estoy tratando de enseñar y pueda introyectarse en el ser del niño. 

 

–Usted trabajó en una cárcel mujeres. Hay familias que dependen económicamente de la venta de droga. Es una realidad del trabajo femenino en las poblaciones. 

–Hice mi tesis de grado en la cárcel de mujeres y efectivamente lo que más teníamos era robo hormiga, un rubro compatible con la maternidad por el horario. Y narcotráfico también empezó a aparecer. Cada vez que hay crisis económica, aumenta el desempleo en las mujeres y ellas se incorporan al mundo del microtráfico para mantenerse en el cuidado de sus niños y tener los ingresos suficientes para poder alimentarlos. Tenemos mucha jefatura de hogar femenina, por eso es muy importante la intersectorialidad (…). Este un trabajo intersectorial, Senda tiene mucho que aportar con su programa Elige Vivir Sin Drogas, para combatir esta cultura de consumo problemático que se ha visto.

En este punto del diálogo la trayectoria profesional de Rosario Martínez se cruza con su vida personal. La socióloga está casada con Carlos Charme, Director Nacional del Servicio Nacional para la Prevención y Rehabilitación del Consumo de Drogas y Alcohol (Senda). Juntos tienen cuatro hijos, uno en común y tres del matrimonio anterior de él. 

 

TRAS LA MUERTE DE LISSETTE

Parte de las primeras tareas de Rosario Martínez ha sido cumplir con la promesa de cerrar los Cread (Centro de Reparación Especializada de Administración Directa), trístemente célebres por hechos como la muerte por asfixia de la niña de 11 años Lissette Villa, en 2016, por apremio de sus cuidadoras. El enfoque ha sido reemplazarlos por residencias, donde se aplica la misma dinámica que se da en una familia.  

“Los Cread eran centros masivos, con muchos niños y poco personalizado; con poca capacidad de poder darle a cada niño el trato que cada uno merece. Yo tengo cuatro hijos, y los cuatro niños en mi casa demandan una Rosario distinta. Uno demanda que sea más cariñosa, otro que sea más pesada. Son distintas personas y uno tiene que lograr responder de distintas formas, porque ellos lo necesitan. En las residencias no son más de 15 niños donde tenemos 26 funcionarios, o sea, más funcionarios que niños. Eso permite más personalización y un vínculo más profundo, que genera una esfera de protección distinta. Hay puertas abiertas. Los niños se van al colegio solos si están en edad; pueden invitar amigos, sus papás pueden ir a almorzar. Queremos que sientan que es su casa y no un lugar donde el juez los obligó a estar”. 

Las residencias que funcionan actualmente están en Valparaíso, Viña, Arica, Coyhaique y Punta Arenas. En la Región Metropolitana se han abierto en Santiago, San Miguel y tres en Providencia. “Hemos trabajado harto con la alcaldesa Evelyn Matthei para poder incorporar a estos niños a la red municipal y que sean un vecino más”.

 

–¿Se ha encontrado con alcaldes que no estén abiertos a recibir residencias de niños Sename en sus comunas? Por ejemplo, las tres comunas que estuvieron por el rechazo en el plebiscito. 

–Hay hogares de organismos colaboradores en esas comunas y sí estamos también contactándolos para pedirles ayuda con este nuevo desafío que tenemos para este año, de cerrar cuatro Cread más. Hay algo que es difícil de cambiar: el prejuicio que ve al niño Sename como un niño malo. Lo que tenemos que entender es que el niño Sename no es un niño malo, es un niño que lo ha pasado mal, y que es responsabilidad de todos sacar a un niño Sename adelante. 

Con sus propios hijos, Rosario también ha compartido cómo la desprotección de la niñez es una herida mundial. A ellos les ha contado su experiencia como voluntaria en Gujarat, India, donde se fue a los 25 años a trabajar con niños en situación de calle a través AIESEC, una organización internacional que elige jóvenes líderes que algún día puedan generar un impacto social tan grande como ayudar a frenar una guerra.   

 

–¿Qué tipo de guerra cree que ayuda a detener desde el Sename?

–Es una forma de evitar una guerra entre nosotros mismos. El estallido social refleja cómo la sociedad está enferma del abuso y la falta oportunidades. Somos una sociedad que no ha logrado avanzar en ese tema: tenemos mucho abuso y no existe la promesa de que si yo estudio en la universidad voy a poder lograr más cosas. Esa promesa incumplida ya no aguanta más. Y esa promesa incumplida es aún más drástica en los grupos más vulnerables.

 

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