Entrevistas

Natalia Compagnon por primera vez junto a sus hijos: “Ellos me dan fuerza para seguir adelante”

Natalia Compagnon por primera vez junto a sus hijos: “Ellos me dan fuerza para seguir adelante”
Entrevistas

Natalia Compagnon por primera vez junto a sus hijos: “Ellos me dan fuerza para seguir adelante”

POR Paula Palacios | 27 abril 2025

A 10 años del Caso Caval, la exnuera de Michelle Bachelet detalla su reconstrucción personal y cómo fue volver a enamorarse. Nueva etapa para una vida marcada por el escándalo, el poder, la familia, los titulares y el impacto de las redes sociales y que ella pretende compartir –y exorcizar– en un revelador libro que ya está escribiendo. “Ahora confío en que viene la mejor parte de nuestras vidas”, dice.

Fotos @casa_emma Equipo @jesusferrerfotografia @jslabbe Maquillaje y pelo @lesliereynamakeup Styling @lamujerbarbuda.cl

Al cumplirse una década del estallido del Caso Caval (2015), considerado uno de los escándalos políticos-judiciales más grandes del último tiempo y que pegó de lleno en el corazón del gobierno de su exsuegra Michelle Bachelet –quien entonces estaba al mando del país–, al fin Natalia Compagnon (42) siente que se cerró ese capítulo en su vida.

Y una manera de ‘coronar’ ese final, detalla, es la reciente sentencia de divorcio de Sebastián Dávalos (46), el hijo mayor de la exmandataria, con quien, entre pololeo y convivencia, permaneció 18 años y tuvo dos hijos, Damián (16) y Lucas (15).

“Poner fin al matrimonio era importante, porque cierra un ciclo; ya es un tema resuelto… Más que una liberación, es como terminar de escribir el último párrafo de un capítulo para comenzar a escribir el siguiente”, dice expectante sobre el futuro y mientras toma un sorbo de café en su departamento en Las Condes, donde hoy vive junto a los adolescentes, quienes por primera vez presenta públicamente en Velvet, a petición de ambos.

“Siempre he tratado de proteger a mis hijos, sin embargo, ahora que están más grandes fueron ellos quienes quisieron aparecer conmigo. Es que hoy somos los tres, nos movemos como célula, ¡esto es lo que somos! Quizás es su forma de decir: Estamos bien, pasó de todo y se puede seguir… Y, de verdad, estamos bien, felices y tranquilos”, comenta mientras enciende un primer cigarrillo de varios durante esta entrevista.

Una tranquilidad que Natalia Compagnon no experimentaba en casi una década. El bullado Caso Caval, que comprendía un millonario negocio inmobiliario en Machalí, no solo le significaron años de juicios e investigaciones judiciales por tráfico de influencias, causas por estafa, entre otras –finalmente fue condenada por delito tributario y absuelta por la causa de estafa– y cargar con el estigma de ser la “mujer más mala de Chile”.

También quebró por completo su relación con la familia Bachelet, al punto que se cortaron los lazos para siempre y nunca más habló con su exmarido, exsuegra y cuñadas.

Ese polémico episodio arrasó con su matrimonio con Sebastián Dávalos, quien en septiembre de 2022 partió a España a cursar un máster en Comunicación y Marketing Político en la Universidad Autónoma de Barcelona.

La pareja, que se conoció en 2002 –cuando ambos eran estudiantes de Ciencias Políticas en la Universidad Central– no soportó la enorme sobreexposición, recriminaciones, causas en tribunales y estar bajo la lupa y juicio de un país completo.

En 2016 se separaron y en 2023 se enfrascaron en una feroz batalla judicial que incluyó una serie de demandas de Natalia contra su exmarido por pensión de alimentos y violencia intrafamiliar que le prohibieron acercarse a más de 200 metros.

“Sebastián sintió que lo de Caval le llegó de rebote, y así fue… Era normal que sintiera rabia porque fue injusto para él, y tampoco uno sabe cómo reaccionar. Pero cuando tienes a una persona que todos los días te recrimina: Por tu culpa me está pasando esto, tú destruiste a esta familia, la convivencia se desgasta. La relación dejó de ser sana y se volvió tóxica… Aguanté lo más que pude, porque temía que me quitaran a mis hijos”, reveló en Revista Caras, en marzo de 2023.

ORDEN DE DESALOJO

En esos días, tras recibir una orden de desalojo, interpuso una demanda por contrato simulado en contra de todos quienes resultaran responsables, luego de que en julio de 2022, Sebastián Dávalos vendiera a su pareja, la doctora María José Cordero Rochet, la casa en que Natalia vivía con sus hijos y su madre.

Inmueble ubicado en la calle Julia Bernstein (La Reina), en el mismo condominio –y a 30 metros de donde reside Michelle Bachelet– y que su ex la vendiera a la mitad de su valor comercial.

Y si bien Compagnon logró detener una orden de desalojo, finalmente, a mediados de 2023 –una vez que la expareja logró llegar a acuerdo en tribunales de familia, donde se fijó una pensión de alimentos, cuidado personal y relación directa y regular de los niños–, ella optó por abandonar la residencia familiar y comenzar una nueva vida.

Desde su nuevo hogar en el sector oriente de Santiago, y con sus dos hijos, inició su reconstrucción personal y laboral. Hace un tiempo comenzó un emprendimiento de velas aromáticas de soya y aromatizadores que ha sido su propia terapia, dice. Además, asesora a un par de empresas en temas inmobiliarios y cuenta que está armando una consultora que se especializará en temas corporativos y estratégicos.

Entre tanto, consolidó su relación con el empresario Munir Hazbún, con quien cumplió cuatro años y sobre quien confiesa: “Cuando estás tan mal y ves que alguien, genuinamente, se preocupa por ti y por tus hijos, ¡te enamora!”.

“Todavía tengo el estigma, pero debo continuar”

–¿Qué pasó con la demanda por simulación que interpuso por la casa que su exmarido vendió a su pareja y a la mitad de su valor comercial? Acusó contrato simulado.

–No seguí con ese juicio; estaba súper cansada, agotada. Eran tantas las preocupaciones y las cosas que debía resolver para poder seguir, partiendo por rearmarme profesional, mental y emocionalmente. Fueron demasiados años de batallas legales, abogados; ya no tenía fuerzas ni ganas para seguir dando esa pelea. Y aunque pudimos parar el proceso de desalojo, con mis hijos ya no queríamos seguir en esa casa, nos hacía mal. En ese aspecto, el apoyo de ellos ha sido tremendo e incondicional.

–¿Se dio una especie de tregua?

–No sé si tregua, ocurre que fuimos cerrando etapas. Primero, el tema de los niños, que era lo más importante y, luego, terminar con el matrimonio, que fue entrar a un nuevo ciclo de mi vida. En diciembre pasado salió el divorcio, que cerró todo lo malo y ahora confío en que viene la mejor parte de nuestras vidas. Además, tenía que enfocarme en sacar a mis hijos adelante, estaba sola con ellos. Partimos una etapa nueva porque antes vivíamos con mi mamá, ahora ella sigue viniendo a ayudarnos todos los días, pero estoy viviendo sola con ellos; hoy somos los tres.

–¿Cómo ha sido ese proceso?

–Muy bonito. He disfrutado mi maternidad. Cuando chiquititos los bañaba, les cocinaba, los acostaba. Ahora que son adolescentes, si bien el apoyo de mi mamá es fundamental, estoy consciente de que dependen de mí, que soy la única voz que tienen. Y a esta edad se abren nuevos canales de comunicación, ya están más grandes, son jóvenes que piensan, tienen opinión. Cosas tan simples como sentarte en la terraza en la noche y que lleguen a contarte algo, o ir a dejarlos al colegio generan momentos de reencuentro, intimidad y complicidad muy ricos. Definitivamente, ellos me han dado las fuerzas para seguir porque esto no ha sido fácil.

–¿Qué ha sido lo más complejo?

–Lo profesional ha sido súper difícil. Después de ser ‘la mujer más mala de este país’ –según mucha gente–, nadie te da trabajo, nadie te tiende una mano, ¡nadie nada! Y cuando eres madre de dos hijos que tienen que seguir viviendo tranquilos y desarrollarse lo más normal que se pueda, haces lo imposible. Pero, al final, ellos te dan el valor y la fuerza, porque tienes que levantarte e ingeniártelas, ya que una mamá nunca puede decir: No puedo. Piensa que recién en 2023 logramos un acuerdo en familia; entonces, todo costó mucho.

–¿Cómo se fue reinsertando en lo laboral?

–Llegó un momento en que dije: Necesito seguir viviendo y darles a mis hijos una buena vida. Y tal como les pasa a muchas mujeres en este país que deciden separarse o tomar rumbo propio, me preguntaba, ¿cómo lo hacía con dos hijos? Por fortuna, tuve una red de amigos, gente que me conoce de verdad, que me tendió una mano. El tema era que nadie podía contratarme porque todo lo que oliera a mí sería cuestionado.

Toma un sorbo de café y continua:

“Entonces, empecé de a poquito, haciendo informes, vendí pescados y mariscos congelados, hice huertos de madera, ¡lo que fuera para ganar lucas! Había que seguir pagando cuentas y colegios… Con mucho miedo e inseguridad de si podía cumplir con lo que me pedían, poco a poco empecé a agarrar vuelo… Sin embargo, hasta hoy me siento un poco insegura en algunas cosas, menos que antes obviamente. Pero ha sido difícil”.

–¿Siente que aún carga con un estigma?

–Sí, todavía tengo el estigma, pero debo continuar. Mis hijos tienen que seguir creciendo y como mamá tengo que cumplir con todo lo que necesitan.

–Se transformó en la villana, en la “mujer más mala de Chile” tras el episodio Caval. ¿Qué cree no le perdonaron?

–Hay una mezcla de cosas. Quizás si yo hubiera tenido una postura de víctima habría sido distinto, pero traté de estar siempre bien parada todo ese tiempo, porque no era víctima. O sea, me hago cargo de lo que hice y de lo que no hice. Sin embargo, es súper fácil en este país decir: Esta tipa es la mala, ¡y nadie te conoce! Nadie se ha sentado en tu mesa ni ha conversado contigo ni te ha preguntado qué pasó, ni por que tomaste las decisiones en determinados momentos.

–¿De qué se hace cargo?

–Probablemente, si hoy pudiera repetir la historia no lo haría por el costo familiar que tuvo, por el costo para mis hijos. Mi actuar fue súper temerario, pero entendiendo que pasó hace 10 años. Y hoy te hablo como una mujer de 42. Uno siempre debe hacer el mea culpa y decir por qué pasaron los hechos. ¿Fue un error? Sí, fue un error confiar y relacionarme con gente que nunca debí. Y lo pagué caro. Y lo sigo pagando caro.

–¿A quién se refiere puntualmente? ¿A su exsocio Mauricio Valero?

–Me refiero a mucha gente que estuvo metida en esa época. Nunca vi ni leí las entrelíneas de lo que querían, porque era más chica, confiada; tenía ganas de hacer cosas y andaba como súper empilada. Hoy, en cambio, soy una persona más desconfiada, que piensa diez veces antes de hacer algo. Pero, insisto, la culpa fue mía, de nadie más. No tuve la madurez o la visión para decir: Esto huele raro. Estaba enfocada en mi proyecto, que era bueno, pero no hice un control de daños previo. Me equivoqué, pero aquí estoy, siempre di la cara y hoy solo sé que hay que seguir. Ya pasaron 10 años.

–¿Y sus hijos cómo vivieron este proceso?

–Siempre traté de mantenerlos aislados, de protegerlos, porque el contexto familiar ya es muy jodido. Hay una exposición de su círculo o de quienes podrían ser su círculo más cercano. Entonces, siempre he tratado de que ojalá ni los vean… hasta ahora, que quisieron participar de esta sesión de fotos por tratarse de un especial de madres.

–¿Por qué accedió a presentarlos?

–Fue una decisión de ellos, pero no fue fácil porque la gente habla sin conocerte. Quizás fue su forma de decir: Hoy somos los tres, estamos bien, pasó de todo y se puede seguir; con todas las ganas y las fuerzas, contentos, felices y llenos de amor. Recién, en 2021, conversé con ellos (sobre el Caso Caval); tenían que saber lo que había ocurrido y, por fortuna, entendieron lo que debían para su edad. De ahí para adelante todo ha sido conversación. Cuando han salido noticias o he aparecido por algún tema en los medios, los niños me preguntan y ahí me siento a explicarles, porque no puedes dejarlos en la incertidumbre. Creo que han sido súper resilientes con las cosas que nos han pasado.

–¿En qué nota esa resiliencia?

–Es cosa de verlos. Son tan ricos; son cabros buenos, amorosos, que te contienen, te quieren, te abrazan; me llenan de amor y de orgullo, son el motor para que todo funcione. O sea, para mí todavía es un lujo que me quieran acompañar. Estoy tratando de disfrutarlos lo más que pueda porque lo más probable es que en un par de años van a tener agenda propia y no me van a pescar.

MICHELLE BACHELET, SIN RELACIÓN CON SUS NIETOS

–¿Qué ha sido lo más difícil para sus hijos este último tiempo?

–Lo más difícil, lejos, lejos, lejos, fue cuando nos llegó la orden de desalojo de la casa donde vivíamos. Fue lo más fuerte, porque –como niño– que te saquen de tu hogar es súper violento, algo que nadie se espera. Yo nunca lo esperé, ¡imagínate ellos! Obvio que me preguntaron por qué estaba pasando eso. La razón era una: se vendió la casa y supieron por qué.

–¿Se le ha hecho muy cuesta arriba criar sola?

–Estoy bien, contenta, tranquila. Tengo el apoyo incondicional de mi mamá, que además es una gran abuela, ella da la vida por sus nietos. Mis niños me ven como alguien que, además de amarlos profundamente, los contiene, en quien pueden refugiarse. Y cuando tus hijos te ven en paz, repercute en ellos y se les nota en que viven tranquilos, sin grandes presiones. A Lucas, el menor, le gusta la historia, la actualidad, ver documentales, es muy inteligente, dulce y amoroso. Le digo ‘Petete’, siempre te entrega ese ‘dato rosa’. Damián, el mayor, es mi partner, cómplice; va a cumplir 17 y ya está en la edad de salir con los amigos, juega mucho online y raya con la Fórmula Uno. Está demostrando interés por algunas cosas y no descarta abrirse paso en el mundo publicitario.

–¿Qué relación mantienen ellos con su padre?

–Siempre han tenido el canal de comunicación directo. Si quieren comunicarse con él tienen cómo hacerlo, en eso no me meto. Su papá vive fuera; la última vez que vino fue a fines de 2023. Por lo mismo, trato de que tengan ese espacio porque, además, ya son grandes. Si hay relación o el tipo de relación que mantienen depende ellos.

–Y con su abuela Michelle Bachelet, ¿tienen contacto?

–Ocasionalmente algún mensaje, pero no hay una relación. No hay un vínculo, ni un día a día. La última vez que se vieron fue cuando Sebastián vino a Chile en el año 2023.

–¿Cómo interpreta ese distanciamiento?

–Hace muchos años se cortó la relación… Lo único que puedo decir es que en la vida no puedes mezclar las relaciones de adultos con las de los niños.

–¿Quiere decir que ella al cortar con usted, también cortó con sus nietos?

–Me quedo tranquila con que el canal para comunicarse con ellos siempre ha existido. Jamás les he prohibido algo, pero tampoco puedo hacer más. Una vez le dije a ella que ojalá la relación sea permanente. Veo el vínculo que mi mamá tiene con los niños y es exquisita, de día a día, de quererse, apapacharse; una relación muy linda, ¡es la mejor abuela el mundo! En fin, estoy en otra etapa, ya dejé atrás a la familia Bachelet.

“ES UN HOMBRE INCREÍBLE”

En su camino de reconstrucción, Natalia cuenta que sus grandes apoyos han sido su madre, Margarita Soto; algunas de sus catorce tías por el lado materno, su mejor amiga Paula –“quien ha sido fundamental y admiro profundamente”–, y otros amigos de la vida que ha recuperado en el tiempo. “Al principio, tenía la casa llena de gente, después no llegaba nadie… A medida en que fueron pasando cosas, terminó el caso (Caval), me separé, empezaron a regresar a mi vida personas que en un momento se habían ido. Hoy tengo mucho menos amigos, pero están los de verdad”, afirma.

Su pareja, Munir Hazbún, también ha sido su gran soporte. Un amor que apareció en 2021, en medio del torbellino personal y familiar, pero que aun así Natalia supo verlo y darle una oportunidad.

Se ubicaban hace 20 años, pero recién hace cuatro surgió el romance, a una edad más madura; ambos ya con hijos y con complejas separaciones a cuestas. “Un día hablando con una persona por un proyecto, me dijo que me contactara con Munir, a quien conocí cuando tenía 19 años en una reunión de amigos. Me pasó su contacto, lo llamé, nos juntamos una vez, dos veces, ¡10 veces! Y aquí estamos”, revela entre risas.

–Venía saliendo de una separación compleja, qué difícil tener cabeza para una nueva relación en medio del torbellino.

–Creo que, independiente de que a uno le pasen cosas, que se mande embarradas de repente, que lo pase mal, sigues viviendo y el corazón latiendo. Y me encontré con un hombre excepcional.

–¿En qué sentido lo dice?

–Es un hombre increíble, bueno, amoroso; me encanta cómo es con sus hijos, es un tremendo papá, siempre preocupado, los ama por sobre todo, y ellos son un encanto. Tiene unos ojos que te dan paz y una sonrisa que te alegra el alma. Es un hombre que me hace sentir amada, respetada y protegida. Con Munir conocí lo que es tener una pareja en todos los sentidos, que está siempre para mí, para mis niños. Que se preocupara de Damián y Lucas, ¡fue todo!; desde cómo están, qué hacen y llevarlos a distintas partes. Me tomó con el paquete completo. Y cuando estás tan mal y ves que alguien, genuinamente, se preocupa por ti y por ellos, y les da cariño, ¡te enamora!

¿Y sus hijos? ¿Cómo fue presentarles a su nueva pareja?

–Al principio, como lo hace todo el mundo: Es un ‘amigo’, porque estás insegura, no sabes para dónde va la cosa y también andas a la defensiva. Te diría que más que a nuestros tiempos, nos acomodamos a los tiempos de ellos, con mucho respeto y contención. Yo era de las que afirmaba: Me la puedo sola, sin embargo, llegó alguien que me dijo: Sé que tú puedes sola, pero ya no estás sola, yo estoy contigo.

–¿Eso la hizo bajar las barreras?

–Claro. Sin embargo, cuando logras abrirle el corazón a alguien, también quedas vulnerable; era un riesgo porque involucré a los niños. Me arriesgué, ¡y gané! Estoy feliz. Además, su familia nos recibió con los brazos abiertos, han sido un tremendo apoyo y nos llenan de amor cada vez que estamos juntos. Su madre es un encanto y mi cuñada, Alexia, es genial. Son tremendas mujeres, me siento muy agradecida por el cariño que les han dado a mis niños.

–¿Cómo logró que él pudiera verla sin carteles ni estigmas?

–Es que Munir conocía a la verdadera Natalia, entonces, al reencontrarnos fluyó solo…

–¿Cómo es esa verdadera Natalia?

–La que ves hoy: una mujer preocupada de sus hijos, tratando con todas las ganas y energías de seguir adelante. Quizás ya no tan osada como fui en su momento; más calmada, madura, observadora, cautelosa de todo. Hoy no tengo apuro de nada, estoy disfrutando esta etapa de la vida

–¿Qué disfruta hoy?

–De todo; desde tomarme un café contigo, ir a buscar a mis hijos al colegio, sentarme sola en la terraza a fumarme un pucho, salir a comer un día con Munir. Disfruto irme un fin de semana con los niños a alguna parte, salir con mis amigos… Al final, te das cuenta de que necesitas tan poco para ser feliz.

–¿Diría que ese ha sido el gran aprendizaje a 10 años de Caval?

–La Natalia de hoy es mucho menos ambiciosa que la de antes. A veces, te sentías en la cresta de la ola ¡y querías conquistar el mundo! Y te das cuenta de que no lo necesitas. Al final del día lo único que requieres es estar en paz, tranquila, ya no es necesaria la emoción, el vértigo. Hoy, por fortuna, yo elijo lo que quiero hacer y eso es un lujo. Ahora prefiero tener tiempo, que mis hijos estén bien y llevar una vida tranquila.

–¿Cree que se confundieron sus ganas de “comerse el mundo” con una ambición material desmedida?

–Sí y, probablemente, estuve metida en proyectos grandes, de gente muy power, sin embargo, nunca he tenido una vida de lujo. Jamás he sido una persona que gaste en carteras, joyas ni en grandes cosas. Todos somos ambiciosos en cuanto a que queremos estar bien y darles a nuestros hijos una buena vida.

Carlos Correa Bau en su reciente libro, “Error en el sistema”, dedica un capítulo al impacto de Caval en la administración de Michelle Bachelet. La acusa de ser una estratega y que intentó chantajear al gobierno de su exsuegra.

–Creo en la libertad de expresión, que cada persona pueda decir lo que quiera, pero con responsabilidad y en un marco legal. Me llama la atención que gente hable tan livianamente de otros, den opiniones sin conocerlos y sin consecuencias. A ese señor no lo conozco, nunca he estado con él. Me imagino que está haciendo su pega para vender su libro.

–¿Qué opinión tiene de la política? Usted la vivió desde adentro.

–Es difícil hablar porque no tengo la mejor opinión… Es como un mundo paralelo. Creo que es necesaria, pero cómo se articulan las redes es lo complejo. La política es un terreno pantanoso, en donde los egos son muy potentes y muchas veces los causantes para que no se lleguen a acuerdos o se logren cosas. Es muy fría y calculada, un lugar donde yo, definitivamente, no quiero estar.

–¿Siente que usted fue el ‘hilo más delgado’ por donde había que cortar?

–Creo que, en su momento, hicieron lo que ellos pensaban que tenían que hacer. Había un bien superior que era mantener la estabilidad del gobierno y daba lo mismo el costo, y yo asumí ese costo. Insisto, sin quitarme responsabilidad de mis errores ni dándomelas de pobrecita. Todos estos años he seguido pagando el costo de lo que pasó. Había que extirpar el tumor. Y mientras más lejos yo estuviera, mejor. Pero toda esta reflexión de la política y lo que viví puertas adentro lo contaré en un libro que estoy escribiendo…

–¿De qué tratará su libro?

–Quiero que la gente conozca lo que yo viví y sentí; que sepa de primera fuente lo que me pasó a lo largo de estos 10 años. Contar situaciones desconocidas y qué cosas me obligaron a tomar ciertas decisiones. Un libro con mis vivencias es una buena manera para cerrar este ciclo negro de mi vida.

Te puede interesar