11 Preguntas

Miguelo y Andrea Yarur: ¡Enamorados, como de 30!

Miguelo y Andrea Yarur: ¡Enamorados, como de 30!
11 Preguntas

Miguelo y Andrea Yarur: ¡Enamorados, como de 30!

POR Paula Palacios | 20 abril 2025

Fotos Bárbara San Martín

Después de cuatro décadas sin verse, se reencontraron en pandemia, se enamoraron y casaron a fines del año pasado. Construyeron una familia ensamblada entre sus ocho hijos en común y cinco nietos. Deporte, viajes, música y familia es la tónica de la nueva vida del intérprete del hit “filo contigo” y su mujer, con quien ya cumplió cinco meses de matrimonio.

Se ubicaban de vista desde la década de los 80 y, aunque nunca se perdieron la pista, tuvieron que transcurrir más de 40 años y correr bastante agua bajo el puente para que Miguel Esbir (68) y Andrea Yarur (55) se conocieran, enamoraran y casaran.

Porque, si bien ambos pertenecen a la colonia palestina en Chile, tenían pocos puntos en común e hicieron caminos muy distintos. El popular cantante hizo su trayectoria en el mundo de la música, alcanzando inolvidables y pegajosos hits –como “La colegiala”, “Filo contigo” y “Leyla”–, y también como exitoso empresario nocturno, dueño de los míticos El Café de Miguelo, Romeo, El Café de Miguelo y Checho, además de Entre Negros. En este último fue por varios años socio de Miguel ‘Negro’ Piñera.

Andrea, en tanto, trece años menor que él, educadora de párvulos y licenciada en educación es la mayor de cuatro hermanos, hija de la reconocida galerista Patricia Ready y del empresario Juan Carlos Yarur, quien fue integrante de unos de los principales grupos económicos chilenos, dueño del Banco BCI, Empresas Salcobrand, Inmobiliaria JY, entre otras compañías.

Aun así, en sus tiempos juveniles la pareja coincidió varias veces en el taquillero sector del ‘Cementerio’ de Reñaca durante los veranos ochenteros. “En esa época yo era un artista underground, tenía el Café de Miguelo, en Viña, y El Mezón con Z, en Reñaca, hasta donde llegaban mis parientes, amigos paisanos y algunos familiares de Andrea. Sin embargo, a ella nunca la vi en alguno de mis pubs”, recuerda él.

“Es que no me dejaban salir. Ir a uno de eso lugares, ¡era impensable! Mi papá me decía: Mira, hasta que no te vayas de la casa –me fui como a los 26– aquí las normas las pongo yo. Llevaba una vida muy disciplinada: los sábados, conservatorio de flauta, ballet clásico, tocaba guitarra, hacía equitación. Entonces, los veranos no eran para salir de noche y dormir de día; a las 9 am tenía que estar lista para partir a Coraceros o a Quillota para montar a caballo”, rememora ella, de voz suave, pero firme, vestida de completo denim, zapatos ultra altos, con pelo y maquillaje perfectos.

“Una vez le hablé, mientras caminaba por la playa…”, cuenta Miguelo. “¿Dónde va esa crespita tan linda?, le dije. Su casa era famosa; era la clásica casa de Reñaca donde llegaban las estrellas: Miguel Bosé, Julio Iglesias…”. Desde entonces, pasaron más de cuatro décadas sin verse; toda una vida y también muchas historias de alegrías, logros y dolores a cuestas. Miguelo en esos años se casó, se separó, tuvo cuatro hijos, cinco nietos y, en febrero de 2024, vio partir a su hijo Sebastián (33), quien cuando apenas tenía dos años y medio cayó a una piscina, lo que le causó parálisis cerebral. Andrea, entre tanto, casada y divorciada en dos oportunidades, también es madre de cuatro hijos y, en 2022, le tocó despedir a su padre, de quien era en extremo cercana.

Finalmente, ambos se reencontraron en abril de 2021. Miguelo había vendido hace poco el pub Patria Vieja, que había inaugurado en Vitacura el 18 de octubre de 2019 –en pleno estallido social–, el cual debió cerrar al poco tiempo a causa de la pandemia y que lo obligó a reinventarse vendiendo tortas a domicilio.

“En eso estaba, algo más descansado, saliendo del estrés que significó la pandemia y luego vender un negocio, cuando con Andrea comenzamos a escribirnos por redes sociales. Ya llevábamos como 10 meses hablando por Instagram hasta que un día le pedí el teléfono. La llamé al instante y le dije: Hagamos una cosa, juntémonos en el Tavelli de Las Tranqueras, mañana a las 12”.

El inicio de un romance que Miguelo cuenta mientras mira a su mujer, quien está sentada a su lado en el living de la casa que ambos comparten en el sector oriente de Santiago.

Y prosigue: “Como soy puntual y medio inglés para la hora, ahí estaba a las 12, arriba de mi moto, esperando… De pronto, llegó Andrea, la misma que no veía en años, con sus mismos rulos”.

“ME PIDIÓ POLOLEO, A LA ANTIGUA”

–¿Qué tal ese primer encuentro, Andrea?

–Me dio risa porque él estaba todo ‘choro’ con su chaqueta apoyado en la moto… No sé qué imaginaba, quizás que llegaría toda canchera. La verdad es que soy muy dependiente y llegué acompañada del chofer. Me estacioné toda ‘cortada’, me bajé del auto, nos sentamos en una mesa y no paramos de hablar.

Miguelo: Nos miramos a los ojos y algo pasó, una magia muy fuerte. Estábamos faltos de cariño, de atención… Fue tan fluido y tanta la confianza que no dejamos de conversar; al final, el café estaba de adorno. Juntémonos mañana, le dije. Nos costó despedirnos. Al otro día la pasé a buscar, fuimos a dar una vuelta a un mall, le regalé una flor y le di un beso, ¡al tiro!

–Ah, pero amor fulminante.

Andrea: Salió con las flores del supermercado y me dio un beso, ¡hasta el guardia se rió! Después llegamos a la casa y yo, que igual soy súper formal, le pregunté: ¿Y esto qué significa? Y me pidió pololeo, a la antigua. Fue súper bonito.

–¿En qué etapa personal se encontraba en ese momento?

Andrea: Separada hace mucho, tranquila, aunque siempre en la vida uno quiere estar con algún amor. Fui muy dependiente de mi papá, súper regalona suya. Soy muy de estar en mi casa, de hacer deportes, nunca fui buena para salir. El otro día le decía a Miguelo: Cuántas veces pensé en ir a uno de sus pubs con amigas y no me atrevía. Nunca me liberé, no sé por qué…

–¿Y la fama de artista bohemio en su tiempo no le complicó a la hora de emparejarse?

Andrea: No, porque logré ver en él su profundidad de alma y siempre conmigo fue transparente. Cada uno conocía la historia de vida del otro. Y uno, cuando quiere realmente, tiene la capacidad de ver la fragilidad del otro y protegerlo. Además, tenemos los mismos ancestros, valores que, aunque creas que no son importantes, lo son. Son muy marcadas las familias árabes en distintos aspectos. De repente, estamos hablando y Miguelo me dice: Andrea estás hablando igual que mi tía.

Miguelo: Fíjate que nunca había pololeado con una paisana, ¡qué increíble! Y es distinto, se nota en el concepto de familia, la generosidad, en cómo atiende a su gente, tan acogedores… Se me hace muy familiar, así era mi papá, pero se me había olvidado porque me fui temprano de mi casa.

–¿Pensó alguna vez que se enamoraría a sus casi 70?

Miguelo: No me lo esperaba, aunque me siento de 30 y con mucho amor por entregar. Siempre me sentiré cabro chico. Bienvenido este amor por mí, por mis hijos, que les encanta la relación que tenemos, que me ven muy bien.

–¿Y por qué decidió casarse a estas alturas?

Miguelo: Porque para Andrea era importante y también para mí, en lo espiritual.

–Andrea: Nunca he perdido las esperanzas de tener una familia. Para nosotros es importante pertenecer a algo y, a la vez, les da estabilidad y seguridad a tus hijos, tengan la edad que tengan. Cuando los hijos de Miguelo vienen, saben que llegan a su casa. Y acuestan a las guaguas, lo pasan bien y tienen claro que pueden contar conmigo para lo que sea.

–Miguelo: Pero lo más importante es que la magia del amor existe y no hay edad para eso.

–¿Y cómo ha resultado esta nueva familia ensamblada?

–Andrea: Bastante fluida, porque los niños han puesto mucho de su corazón. Cuando ven a su mamá y a su papá bien, ellos también están felices.

–Miguelo: Sí, pero tú eres la gran culpable de tener un corazón enorme, generoso. Te veo con mis nietos, siempre preocupada de los detalles. Veo esa entrega tuya.

–Andrea: Es que soy o no soy, no puedo ser a medias. Si formo familia, me entrego con todo, de lo contrario, no sirve.

–¿Lo enamora eso?

–Miguelo: Me enamora mucho. Eso me conquistó, su generosidad, su corazón, su mirada maravillosa; pero, más que nada, cómo es con mis hijos, mis nietos y nueras. Encuentro increíble que me esté pasando esto y lo quiero disfrutar. Ojalá que Dios me dé hartos años más para seguir disfrutando a mi mujer.

–Andrea: Además que lo pasamos tan bien juntos, hacemos harto deporte, bicicleta, viajamos, nos gusta estar en la casa, ver películas, comer algo rico, conversar.

–Les tocó acompañarse en momentos de duelos importantes. Primero, con la partida de su padre, Andrea. ¿Pudo a conocer a su suegro?

–Miguelo: No, llegué justo cuando había fallecido, no alcancé… Pero Andrea me habla todos los días un poco de él, así es que es como si lo conociera.

–Andrea: Estuve mucho con mi papá en el último tiempo. Me iba a alojar a la playa con mis padres, entonces, gracias a Dios, lo aproveché bastante. Y fue triste porque al final me vine cuatro días a Santiago y le dije: Papá voy y vuelvo. Entonces, me quedó mirando y me respondió: Pero hija, la casa es grande. No entendí nunca el mensaje… Me vine a Santiago cuando me llaman para decirme que había fallecido… Lo extraño, fue un padre excepcional. Lo llamaba hasta cuando se me echaba a perder algo en la casa. Y Miguelo pasó a ocupar un rol súper importante porque, como también es árabe, es sobreprotector, se preocupa mucho de mí y lo demuestra en pequeños detalles.

–Coincidió la partida de su padre con su llegada.

–Andrea: Cuando nos encontramos, logramos tanta afinidad y tan nivel de transparencia, que él conmigo se soltó mucho. Salíamos a caminar y yo percibía su tristeza por su hijo Sebastián; de repente se quebraba… Así nos fuimos uniendo y así fue también cómo me enamoré de Sebastián. Lo traíamos a la casa, se reía, le teníamos las cosas que le gustaban, lo aprovechamos bastante. Y fue algo bien increíble porque me tocó a mí decirle a Miguelo que Sebastián había partido.

–¿Cómo fue eso?

–Andrea: Estábamos de vacaciones fuera de Chile, y cuando ya veníamos de regreso, como teníamos poca señal, sus familiares comenzaron a escribirme. Recuerdo que estábamos en un aeropuerto y no encontraba la manera de decirle. En un momento que Miguelo fue a buscar un café, vi la oportunidad y le conté. Llegamos directo al velatorio y a la misa, que fue preciosa.

–Miguelo: Sebastián partió rodeado de mucho cariño, fue un niño que dio puro amor. Ya cumplió un año de que se fue y todavía estoy de luto, por eso no había hablado del tema. Ahí estoy, lo tengo muy presente, cuando viajamos, cuando miro las estrellas, ¡en todas partes!

–Andrea: Y cuando nos pusimos las argollas mandé a hacer una torta llena de camellos en que salía Miguelo, yo, Sebastián y mi papá. Nos casamos el 26 de noviembre. Y todos los 26 de cada mes me regala flores.

“CON EL ‘NEGRO’ PASARON 27 AÑOS SIN VERNOS”

–¿Y cómo se ha dado la relación con su suegra, Patricia Ready?

–Miguelo: Bien, una persona que ha hecho tanto por el arte y los artistas en Chile tiene todo mi respeto. Pasamos la Navidad juntos y hace unas empanadas de queso… ¡Uf, exquisitas!

–Andrea: La vamos a ver siempre, conversan, ha sido muy cariñosa. Trabajé con ella un tiempo en la galería. Sé de arte porque desde chicos –en tiempos en que Bororo recién estaba empezando– mi mamá nos decía que había que invertir en arte. Me fui perfeccionando, después tomé clases. Y acompañaba a mi mamá a todas las ferias: Art Basel, ArcoMadrid, la Bienal de Venecia…, siempre me moví en un ambiente muy cultural.

–¿Y le gustaría continuar por esa línea, ser la heredera de su madre en lo cultural?

–Andrea: No seguí por ese lado; me dediqué más al deporte, a mi familia, a Miguelo.

–¿Y le ha tocado acompañarlo a algún show o presentación suya?

–Andrea: Sí, aunque pocas veces. Porque, la verdad, él va, canta y vuelve.

–¿Y le canta a su mujer?

–Miguelo: ¿A la Andrea? ¡Siempre! …Hace falta que te diga que me muero por tener algo contigo… (le entona). ¡Ahí se derrite! Me encanta tocarle la guitarra y hago que cante también, ¡tiene una voz preciosa!

–Hablando de canto y guitarra, ¿cómo lo pilló la muerte de Miguel Piñera?

–Miguelo: De viaje, estábamos fuera de Chile. Vivimos una etapa con el ‘Negro’ que fue corta, intensa.

–¿Nunca más se vieron?

–Miguelo: Nunca más. Me atrevería a decir que pasaron 27 sin vernos, ¡27 años!, Aunque él sabía de mí, y yo de él.

–¿Tampoco se reconciliaron?

–Miguelo: Es que uno se aleja cuando hay temas comerciales, hay un desgaste. Y pasan los años y nunca supiste por qué te alejaste tanto, pero te alejas.

–¿Se pudieron haber acercado en algún minuto?

Miguelo: Puede ser. Entremedio, inauguré algunos negocios, él también, nunca se nos ocurrió invitarnos. No se dio. Ojalá que esté en los brazos de Dios nomás….

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