Ser parte de la Familia Real no deja muchas elecciones al azar, y los nombres de los nuevos integrantes no son la excepción. Con el nacimiento de Lilibet Diana Mountbatten-Windsor, hija de Meghan Markle y el príncipe Harry, los ojos se pusieron en los nombres, pero una vez más olvidaron el apellido.
Una vez más, porque Mountbatten es un apellido con historia y de peso. Sin ir más lejos, es heredado del recientemente fallecido, duque de Edimburgo. Porque, recordemos, que el príncipe Felipe renunció a él cuando se caso con Isabel y esta se convirtió en reina de Inglaterra. De ahí su recordada frase: “Soy el único hombre en el país al que no se le permite darles su nombre a sus hijos”.
Fue en 2019 cuando nació Archie, el primogénito de los duques de Sussex, que la pareja decidió reivindicar el apellido del abuelo de Harry. Y ahora, vuelven a reforzarlo. Y de paso, han decidido honrar a la reina Isabel II y la princesa Diana con el primer y segundo nombre de la recién nacida.
Si bien el príncipe Felipe nació en Grecia, por sus venas corría sangre germana. Más tarde su familia sería exiliada de su país natal. Cuando tenía solo siete años, su familia se mudó al Reino Unido. Y fue educado en Inglaterra y Alemania. Asesorado por su tío, el lord Louis Mountbatten, aquel joven solicitó la nacionalidad británica y adoptó el apellido Battenberg de su madre pero traducido al inglés como Mountbatten. De esta manera pudo servir en la Marina Real británica, y encaminarse en el mundo de los nobles hasta conocer a la pequeña Lilibet.
Mountbatten es quizás un apellido olvidado, pero también muy controversial y polémico. Así lo demuestra el documental ‘Prince Philip: The Plot To Make a King’ estrenado hace un par de años. En este, se habla de su acontecido pasado familiar. Desde su exilio en una caja de frutas a los accidentes que le quitaron a sus seres más queridos. En una de las imágenes, aparece Felipe a sus 16 años en el cortejo fúnebre de su hermana Cecile, quien falleció en un accidente de avión. Y junto a él, ciertos miembros de su familia con el uniforme nazi.
Junta a esa fotografía, aparecieron más evidencias de la conexión de su familia con aquella oscura época de la historia. Incluidas sus otras hermanas. Es más, en una de las instantáneas aparece el mismísimo Hitler. Y fue precisamente aquel pasado familiar, el que no querían arrastrar a la Corona, por lo que ninguna de sus hermanas fue invitada a la boda real en 1947.
Ahora bien, nunca se puso en duda la oposición del duque de Edimburgo a dicho régimen. Es más, Felipe lucho en filas británicas contra los alemanes. Algo que no fue muy bien considerado desde la familia del príncipe consorte, quienes lo consideraron un demérito. Y en 2006, Felipe se refirió a su pasado nazi en una entrevista del libro Royals and the Reich. En ella solo comentó al respecto que “Había un sentido de esperanza después del deprimente caos de la república de Weimar. Puedo entender a la gente que se aferraba a algo o a alguien que llamaba a su patriotismo e intentaba que las cosas funcionaran”.
Lilibet en honor al nombre de cariños con el que trataban a la reina Isabel II cuando era una niña, y como el propio duque de Edimburgo la llamaba en la intimidad del palacio. Por otro lado, Diana, en honor a la madre de Harry, la princesa del pueblo. Y Mountbatten, el apellido del duque de Edimburgo que alguna vez adoptó para ser británico, y al que se vio obligado a renunciar para ser el esposo de la reina de Inglaterra.
Miss Lilibet Diana Mountbatten-Windsor no tendrá título de princesa, pero tiene un nombre cargado de historia.