Fotos Bárbara San Martín
El Premio Nacional de Periodismo 2021 analiza el escenario en que gobernará el nuevo presidente de Chile y realiza sus pronósticos para este 2022. Asegura que se vive el mismo clima de la transición a la democracia, con la diferencia de que a Boric le toca una sociedad muchísimo más sofisticada, más rica en términos económicos, con menos pobres, y desde luego más compleja, considerando el rol de las redes sociales.
Pocas personas circulan a eso del mediodía por las instalaciones de la Agencia de Comunicaciones TIRONI, donde Ascanio Cavallo es uno de los directores. “Ahora la mitad de la planta adoptó el teletrabajo y posiblemente muchos seguirán así”, explica el Premio Nacional de Periodismo, columnista dominical de La Tercera, panelista semanal en T13 radio y autor de numerosos libros. Manteniendo a raya el entusiasmo, desmenuza los factores que sin duda convertirán este 2022 en un año a todas luces histórico.
Por primera vez en 30 años, una nueva generación –nacida en la postdictadura, parte de una coalición política fundada por exdirigentes estudiantiles y en su mayoría integrada por millennials– supera a quienes a lo largo de tres décadas detentaron el poder.
El 11 de marzo próximo, en el salón de honor del Senado de Valparaíso, Sebastián Piñera, con sus 72 años y dos períodos presidenciales, entregará el mando a Gabriel Boric, exdiputado y exdirigente estudiantil, fundador del Frente Amplio, quien apenas un mes antes (el 11 de febrero) habrá cumplido exactamente la mitad de su edad. “Son demasiados símbolos”, admite el autor de La historia oculta del régimen militar – junto a Manuel Salazar y Óscar Sepúlveda–, quien hoy trabaja en un nuevo libro sobre los gobiernos de Ricardo Lagos y Michelle Bachelet.
–Debe ser fascinante para usted analizar este momento político…
–Claro, por supuesto, aunque tampoco uno puede cometer el error de deslumbrarse con la novedad y dejar que te ganen los lugares comunes por sobre el análisis racional… Muy serio, advierte:
–No por ser jóvenes o nuevos necesariamente son perfectos o impolutos, como se quisiera creer…
–Muchos coinciden en que este 2022 será un año clave en nuestras vidas, ¿lo ve así?
–No sé si tanto, pero hay tres aspectos –hasta cierto punto dramáticos– que hacen de este 2022 un año bien especial. Primero, un cambio político gigantesco en el Poder Ejecutivo y en el Congreso, que determina una transformación en todo el resto de las autoridades. Se suma un proceso constitucional inédito, del que hemos sabido poco, con algunos prolegómenos que han sido largos, pero no más que eso.
Y, por último, un ambiente de crisis económica mundial por la lenta salida de la pandemia –la que aún es dudosa, por la variante Ómicron– y que ha tenido a la economía a media marcha. Diría que estos tres elementos hacen de 2022 un año muy tenso.
Mirando fijo, agrega:
–En ese sentido, creo que la tarea de Boric será muy parecida a la que tuvo Patricio Aylwin en 1990, en el sentido de tomar un país polarizado, súper tenso, mirando cada decisión con lupa, y con problemas muy similares…
–¿Qué tipo de problemas?
–Por ejemplo, resolver lo de los presos políticos. Aylwin tenía 400 cuando asumió y todos sus partidos también le exigían que al día siguiente de llegar al mando todos fueran liberados; finalmente demoró cuatro años y, cuando se fue, firmó el decreto con las últimas excarcelaciones.
–Interesante, efectivamente hay una similitud. ¿Quién tiene el panorama más complejo?
–Desde el punto de vista político, ambos enfrentan escenarios parecidos: un cuadro de enervamiento social, problemas puntuales con sus propios partidarios. En cuanto a los presos, para Boric es importante, porque significa una señal respecto de la violencia callejera que es una amenaza para su gobierno. La seguridad también fue un problema para Aylwin; los militares decían que los delincuentes iban a quedar libres. Es el mismo clima, la diferencia es que a Boric le toca una sociedad muchísimo más sofisticada, más rica en términos económicos, con menos pobres, y desde luego más compleja, considerando el rol que hoy juegan las redes sociales.
–Cuando Aylwin asumió, recién empezábamos a tener TV por cable.
–Y celulares tipo zapatófono (ríe)… Pero hoy tienes una densidad universitaria por habitante que ni se conocía en esa época. Somos un país mucho más urbanizado, con otra conectividad física, con caminos, carreteras. Y más consumista, desde luego, con hábitos que no existían en los 90.
–Más individualistas también.
–Claro. En los 90 éramos un país más solidario, pero también temeroso, tímido, más respetuoso de Dios, con más presencia de la religión y la Iglesia que tenía total credibilidad. Era otro mundo.
–¿Cómo ve parado a Gabriel Boric frente a este escenario?
–Él ha sido, con toda razón, muy favorecido por esta entrada novedosa. Es visto como una figura de renovación, una esperanza, y no solo en Chile, sino que en el mundo entero. La naturaleza de la presidencia de la República incide en que rápidamente la figura del mandatario se vaya desplazando respecto de quienes lo acompañan, incluso de su gabinete, su círculo cercano y también de su polola.
–¿Qué tipo de situaciones enfrentará?
–Cosas como que el presidente tiene que hablar con Putin, con Biden. Es bastante loco, porque Boric viene de la dirigencia estudiantil y ahora tiene que hablar con autoridades mundiales y, además, tener que decir algo medianamente inteligente o novedoso. Es muy complicado.
–¿Cómo lo ve parado ahí?
–Él ha mostrado que tiene un rasgo de personalidad que puede ser interesante: al parecer es una persona de carácter autónomo, que piensa por sí misma y que toma decisiones sin importarle mucho lo que opinen los demás. Podría interpretarse como principio de un rasgo mesiánico, pero no llega a serlo porque hay más condiciones dando vueltas y, además, porque todavía es muy joven.
Explica:
–Un ejemplo está en el acuerdo de noviembre de 2019 (por la Paz y la nueva Constitución), que le significó la ruptura con su partido (Convergencia Social, donde incluso lo pasaron al Tribunal de Disciplina). Su personalidad también queda reflejada en que, por ejemplo, no le gusta almorzar con su grupo en el Parlamento… Estos pequeños bits forman un personaje que, al parecer, busca ser distinto del resto, incluso respecto de su generación.
–¿Busca? A lo mejor son rasgos que constituyen su carácter.
–Claro, y no quiere esconderlo, eso también lo creo.
–La pregunta es si se trata de atributos deseables para una figura presidencial…
–Todos nuestros presidentes, por el peso de la figura como máxima autoridad, tienen un rasgo de autonomía muy importante y lo han tenido siempre. Allende, por ejemplo, fue muy autónomo respecto de la Unidad Popular, así como Pinochet lo fue de su propia coalición política. Otros llegaron a ser autónomos una vez en el poder, como Patricio Aylwin, quien el día antes de asumir era un militante dócil… Pero aquí se da el caso de rasgos que vienen de antes, que son propios del nuevo presidente y que hasta ahora hemos percibido a fragmentos. Como en la caverna de Platón, solo hemos percibido sombras, todavía no vemos al sujeto completo.
–Por lo que cuentan, desde muy pequeño Boric quería ser presidente. En la entrevista que le hizo Mario Kreutzberger, el exdiputado leyó una carta que envió a sus compañeros de colegio cuando apenas tenía nuevos años. Bajo el título de ‘Postulación para presidente’, escribió: “Si votan por mí les prometo ser un buen presidente, tal vez no les regalaré chocolates, ni les complete el álbum. Tal vez no sea como Eduardo Frei, ni como Fujimori, ni como Bill Clinton, pero estoy seguro de ser por lo menos un buen presidente de curso…”.
–Sí, lo ví (ríe). Bueno, y los de Podemos (el partido político español de izquierda) cuentan que cuando él era dirigente estudiantil y Boric fue a España a verlos, les dijo: voy a ser presidente de Chile. Si juntas esos datos, se va configurando un tipo que es distinto del resto. Que viene sobre una ola generacional donde él es el surfista, no la ola. Hay una distancia respecto de los demás.
–En una de sus columnas en La Tercera dijo que la sociedad veía en Boric un producto propio, por lo cual esperan cosas que ellos mismos le atribuyen…
–Más bien diría que Boric es la producción de un momento social que lo configura como un presidente distinto. Lo que sí me llama la atención es que su triunfo prácticamente se debe a las mujeres jóvenes y eso tiene que ver con el feminismo, con el miedo a Kast como un retroceso en términos de derechos adquiridos, pero también con el imaginario de un líder que puede ser diferente de los anteriores.
La entrevista completa léela en la nueva edición de Revista Velvet.