Revista Velvet | A 25 años de su muerte repasamos el último verano de Lady Di
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A 25 años de su muerte repasamos el último verano de Lady Di

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A 25 años de su muerte repasamos el último verano de Lady Di

POR Carlos Loyola Lobo | 18 agosto 2022

Estamos a pocos días de que se cumplan 25 años de la muerte de Diana de Gales. Aquel 30 de agosto de 1997, Diana Spencer y Dodi Al-Fayed tomaron un avión privado en el aeropuerto de Olbia, ubicado en Cerdeña, para viajar a París, donde aterrizaron a media tarde. Pasaron unas horas de compras cerca de los Campos Elíseos, hasta que fueron descubiertos por un grupo de paparazzis.

Tenían pensado permanecer en la capital francesa solo esa noche, porque Diana tenía planeado regresar a Londres para preparar el regreso a clases de sus hijos, William y Harry. Una vez en el Hotel Ritz, propiedad de los Al-Fayed, la pareja disfrutó de una cena y sobre las 12 de la noche, Dodi llamó a su padre y le dijo que habían decidido dirigirse a la mansión que poseía la familia en el distrito XVI, uno de los barrios más elegantes y lujosos junto al Sena. Su padre le insistió que se quedaran en el Ritz, pero Dodi no quiso hacerle caso y emprendieron camino rumbo a la mansión en su Mercedes a gran velocidad. En cuanto los vieron salir, los paparazzis fueron detrás. La persecución tuvo un trágico final en el Puente del Alma: el automóvil de Dodi se estrelló contra una de las columnas. El chofer, Henri Paul, y Dodi murieron en el acto, mientras que la princesa fallecería dos horas después en el hospital La Pitié-Salpetrière.

El último verano de Diana fue el primero que vivió como mujer divorciada, luego de haberse hecho oficial su separación del príncipe Carlos el 26 de agosto de 1996, inició esta nueva etapa en su vida con un gesto muy simbólico: un extraordinario reportaje en la edición de julio de Vanity Fair. Retratada por el fotógrafo Mario Testino, en una imagen que se convertiría en icónica, una sonriente Lady Di lucía resplandeciente en la portada. La princesa parecía estar renaciendo de una larga y traumática crisis matrimonial, aunque reconocía en la entrevista que todavía estaba lejos de estar del todo bien. Diana había planeado unos días de descanso junto a sus dos hijos en la Costa Azul, pero su agenda estaba comprometida con varios actos benéficos. Unos días antes de la portada de Vanity Fair, viajó a los Estados Unidos para encontrarse en Nueva York con la madre Teresa de Calcuta, cuya salud declinaba. Pasearon juntas por el Bronx de la mano. Fue una visita relámpago, durante la cual la Madre Teresa bendijo a Diana y le regaló un pequeño rosario, el mismo con el que apenas dos meses y medio después sería enterrada, sujetándolo con sus manos. La religiosa fallecería cinco días después de Diana, el 5 de septiembre a los 87 años.

La princesa voló a Washington después para encontrarse con Hillary Clinton, la entonces Primera Dama de los Estados Unidos en la Casa Blanca. El 22 de junio, Diana regresó a Nueva York, para presidir una gala en donde se subastarían varios de sus vestidos más icónicos. Era un evento organizado por la Cruz Roja y la casa de subastas Christie’s, en el que se buscaba recaudar fondos para concientizar sobre la necesidad de prohibir las minas antipersonales. Se recaudaron 3,25 millones de dólares. Entre los 79 diseños subastados estaba el vestido de terciopelo de Victor Edelstein con el que Diana bailó con John Travolta en la Casa Blanca. Se vendió por más 220.000 dólares.

El 1 de julio estuvo en Londres como invitada de honor en la celebración del centenario de la Tate Gallery. Era el mismo día que cumplía 36 años y la princesa parecía brillar en todo su esplendor. Su look en la jornada fue uno de los más icónicos de sus últimos años. Había dado un vuelco a su vida y sus atuendos, en los que destacaban vestidos ajustados que moldeaban su figura. Antes de amanecer, ya había 90 ramos de flores en su residencia y su hijo Harry junto a un grupo de compañeros de colegio le cantaron el Feliz Cumpleaños a través del teléfono. Su hermano, el conde Charles Spencer la acompañó a la gala de la Tate. Fue la última vez que se vieron.

La Costa Azul y, en especial Saint Tropez, fue de nuevo el escenario para sus vacaciones con sus hijos y algunos amigos de ellos. Anduvieron en motos de agua y se dice que la princesa arrendó una discoteca durante dos horas para que los niños junto a sus amigos bailaran sin ser molestados por la prensa. Diana había aceptado la invitación del multimillonario egipcio Mohamed Al Fayed, dueño de los almacenes Harrods de Londres y del hotel Ritz de París. Diana y sus dos hijos se alojaron en la mansión del millonario, junto a su hijo Dodi Al Fayed. La villa de 30 habitaciones se llamaba Castel Sainte-Therèse y Diana volvió a ella en compañía de Dodi en varias ocasiones durante el mes de agosto.

Pero ese mes de julio no traería buenas noticias para Diana. El 22 de ese mes tuvo que hacer una pausa en sus vacaciones para asistir a Milán al funeral del diseñador Gianni Versace. El modisto había sido asesinado una semana antes frente a su mansión en Miami. La princesa y el diseñador tenían una relación muy cercana y ella no podía faltar a su último adiós. Se habían conocido con motivo de una producción para la portada de la revista Harper’s Bazaar en 1991. Él fue uno de los grandes apoyos para Diana durante sus peores momentos y en aquel verano de 1997, poco antes de que Lady Di viajara a Saint-Tropez, habían estado juntos porque la princesa había estado escogiendo nuevos diseños pensando en el otoño.

En una entrevista a Vanity Fair, Versace reconoció que Lady Di se encontraba en un buen momento: “Está tan serena… Es un momento en su vida en el que se ha encontrado a sí misma y está viviendo de la manera que quiere vivir”, expresó el diseñador. Lady Di lució un vestido negro corto sin mangas y un collar de perlas. En el funeral, se sentó al lado del músico Elton John, que estaba desconsolado. Nadie imaginaría que, semanas después, él mismo conmovería al mundo con su interpretación de “Candle in the Wind”, para su amiga.

Su último compromiso la llevó a Bosnia, el 10 de agosto, para cumplir con su agenda humanitaria en la capital del país, Sarajevo, donde volvió a manifestarse contra las minas antipersonales. Esta campaña fue de las últimas causas que apoyó antes de morir. La visita duró tres días y fue privada, según declaró la princesa. Visitó las casas de las víctimas y se entrevistó con médicos y expertos en rehabilitación. Sin embargo, para la prensa británica todo se concentraba en los rumores sobre su relación con Dodi Al-Fayed. Luego del funeral de Versace en Milán, la princesa había retomado sus días de descanso frente al mar. Volvió a citarse con Dodi Al Fayed, esta vez sin la compañía de sus hijos.

La prensa publicó fotografías de la pareja viajando por el sur de Francia, por Cerdeña y por las costas de Portofino, a bordo del lujoso yate de lujo de Dodi Al-Fayed. Y fue entonces a finales de ese mes de agosto, cuando un fotógrafo italiano logró captar la fotografía que confirmó su relación: un esperado beso entre la princesa y el millonario, un reportaje por el que varios medios, entre ellos The Daily Mail, The Sun y France Dimanche, pagaron hasta 450 mil euros. Todas las alarmas se dispararon. Se especuló sobre el nuevo romance de la princesa y se llegó a decir que en Paris, el día antes de morir, Dodi había encargado un anillo de compromiso para pedirle matrimonio, un detalle que nunca se confirmó.

Sin embargo, tras las fotografías se escondía en realidad, la tristeza de una mujer que había sufrido un nuevo fracaso amoroso. Su amiga Rosa Monckton contó, años después de la muerte de Diana, que decidió pasar el verano con Dodi Al Fayed para darle celos a su verdadero amor, el cardiólogo pakistaní Hasnat Khan, al que Diana se refería como Mr. Wonderful. Ese mismo año, en mayo, Diana habría viajado a Lahore, capital de Pakistán, para recaudar fondos para una clínica de cáncer fundada por su amigo y político Imran Khan. Al parecer, Diana y el cirujano Hasnat Khan vivían una relación con idas y vueltas. Llevaban dos años juntos y ella quería casarse, según reveló Monckton. Diana estaba profundamente enamorada. Pero Khan no podía sobreponerse a la persecución de la prensa. Durante ese verano, Diana estaba renaciendo y al mismo tiempo, viviendo el luto por el que muchos consideran fue su gran amor.

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