Por Alfredo López
La hija menor de Grace Kelly convirtió el diminuto balneario de la Costa Azul en un escenario de romances y escándalos, con episodios que hasta tuvieron a una ¿ conocida chilena como damnificada. Ahora, lejos de sus años como musa de Dior, la princesa es una abuela protectora que no usa maquillaje y vive casi oculta en el palacio familiar.
Desde niña parecía adivinar que su vida sería un torbellino. Le molestaba profundamente cómo los paparazzi se encaramaban por los muros del palacio de Montecarlo para captar un plano fugaz de su madre Grace Kelly, la rubia favorita de Alfred Hitchcock. Entonces, manifestaba su molestia y protestaba. Sacaba la lengua frente a los fotógrafos, interrumpía discursos oficiales y hasta llegaron a expulsarla del exclusivo colegio Saint-Dominique de Neuilly por sus pésimas notas y fumar en el recreo.
Mientras avanzaba hacia la adolescencia, buscó refugio en el piano, la danza. Y rápidamente comenzó a articular una personalidad fuerte que, con los años, se convirtió en una desatada rebeldía. Una que su padre, Rainiero III, trató de detener a tiempo, aunque sin buenos resultados.
De esa época fue testigo y, de alguna manera también víctima, una conocida productora de modas santiaguina que vivió más de 10 años en el principado. Aunque prefiere no decir su nombre, “porque no se trata precisamente de una historia linda”. Recuerda que Estefanía prácticamente la odiaba porque siempre pensó que era la novia de un chileno “muy guapo” que, por entonces, vivía en Mónaco.
“Una vez Estefanía entró al club Jimmy’z, uno de los más conocidos de Montecarlo, y me vio sentada muy feliz conversando con mi amigo. Ella definitivamente estaba enamorada, obsesionada con él y creía, firmemente, que yo era su novia. Esa vez me lanzó un vaso por la espalda. No sé si era agua o copete. Tuvimos que irnos. No quisimos enfrentarla porque sabíamos que ella estaba con guardias y era meternos en un lío mayor. Además, yo era más amiga de Alberto, el actual soberano… Entonces, ¿para qué?”, relata la reconocida productora chilena.
Después de eso, el acoso se mantuvo. Cada vez que Estefanía la veía, le gritaba cosas, la insultaba. En la calle, en un bar, le daba lo mismo. “Tiempo después, bailando un lento con Alberto, me dijo: Por favor, no tomes en cuenta a mi hermana, ni la mires. Ahí confirmé lo que yo pensaba…, que ella no estaba muy bien. Después de eso, su padre la internó”. Todo el mundo supo que era por drogas.
Sus arranques fueron un permanente dolor de cabeza para sus progenitores, al igual que sus romances y matrimonios con guardias de seguridad y domadores de elefantes. Todo ese pasado, sin embargo, ahora no es más que una sombra.
En una de sus últimas apariciones públicas, dos semanas antes de cumplir 60 años, el pasado 1 de febrero, presidió el 47º Festival Internacional del Circo de Montecarlo y manifestó su felicidad por haber sido abuela de una segunda nieta.
Aun así, lo que generó más impacto fue su aspecto, el que rápidamente fue descrito por la prensa internacional como de “absoluto descuido”. Con cero maquillaje dejó ver surcos y arrugas porque –como siempre ha dicho– es reacia a los retoques estéticos.
Su actual look –con anteojos, simple camiseta y jeans– estaba lejos de sus acostumbrados trajes de gala de antaño. “Poco queda de aquella princesa rebelde, ícono fashion de los 80 por su espectacular físico, sus escándalos y hacer todo lo que no debe hacer una princesa”, comenta a Velvet la periodista de LOC El Mundo, Consuelo Font.
La española experta en realeza añade que la hija menor de Grace y Rainiero pasa su tiempo casi recluida entre las cuatro paredes del departamento que tiene un asignado en el palacio Grimaldi de Montecarlo, que no tiene pareja, tampoco viste modelos de firma y vive bajo la tutela de su hermano Alberto.
“Sus días, como ella misma ha deslizado, están destinados a obras benéficas y, sobre todo, a sus tres hijos: Louis, Pauline y Camille, nacidos de sus romances con sendos guardaespaldas, además de sus dos nietas”, agrega Consuelo.
Su diario de princesa juvenil debe ser uno de los más fascinantes de su tiempo, con romances que se desplegaban en el papel couché sin pausa. Paul Belmondo, Anthony Delon, el cantante Ron Bloom, el actor Chris Lambert, pilotos de automovilismo, futbolistas de Mónaco, monitores de esquí, el acróbata Adans Peres, crupiers del casino de Montecarlo, camareros y el dueño de un circo, Franco Knie, con el que se unió en su caravana.
Cuando despegó con su carrera de cantante lo hizo en 1986 con un disco superventas titulado “Irresistible” e internacionalizó la canción “Ouragan” (titulada “Irresistible” en la versión en inglés). Ahí, en los planos del videoclip, aparecía como un ser andrógino propio del estilo new romantic de la época. A tal velocidad crecía su fama que Michael Jackson grabó con ella la canción “In The Closet”, la misma que originalmente se le había ofrecido a Madonna.
Rostro de Dior y fanática de las pesas, Estefanía además era el rostro de su propia marca de trajes de baño. Llamada Pool Position, era una colección sexy que apostaba por profundos escotes, rebajes reveladores y delgados tirantes. En medio de frenéticas noches de fiesta cultivaba una faceta extravagante, muy cercana a Grace Jones o Annie Lennox.
Como toda estrella, necesitaba guardaespaldas. Así fue cómo la rebelde princesa, quizá buscando protección fuera del espacio familiar, rápidamente se involucró con el guardia Daniel Ducruet con quien tuvo a sus hijos Louis (32) y Pauline (31). A los años nacería Camille (26) de su matrimonio con el también guardaespaldas Jean-Raymond Gottlieb.
Esa vida agitada, rodeada de polémica, quedó muy atrás. “Fui rebelde, ya no. Es así desde hace muchos años. Ahora soy mujer, madre, abuela y también princesa”, manifiesta. Al mismo tiempo, agradece la protección de su hermano Alberto (67) y la de su mujer, Charlene (47), a quien adora. “Ni soñando encontraría una cuñada mejor”. Con su hermana Carolina (68) prácticamente no tiene relación, pues esta nunca aprobó su forma de vida y, además, siempre fue la favorita de Rainiero.
Estefanía ahora admite que detesta los grandes eventos, como el tradicional Baile de la Rosa, que recientemente tuvo a Carolina y Charlene como anfitrionas. Prefiere participar en causas solidarias, como la ONG Fight Aids que ella fundó en apoyo a los enfermos de VIH.
Asimismo, le gusta ejercer de ‘mamá leona’ de su clan. Su primogénito Louis asesora proyectos deportivos, está casado con Marie Chevalier y es padre de Victoire (2) y de Constance, nacida en diciembre. Su segunda hija, Pauline es diseñadora y en el 2018 creó su propia firma Halter Designs. Y finalmente Camille, la menor, se dedica al marketing digital.
El 14 de septiembre de 1982 es una fecha que quedó grabada en su memoria para siempre. Esa vez acompañaba a su madre en el trayecto de la casa de campo de los Grimaldi en Roc Agel hasta Montecarlo. No quisieron la asistencia de un chofer y prefirieron hacer juntas el camino por los escarpados caminos. En una pronunciada cuesta, Grace perdió el control del volante para precipitarse varios metros. El impacto la dejó gravemente herida y, a las pocas horas, murió en el hospital que ahora lleva su nombre.
Se rumoreó que conducía Estefanía, que no tenía licencia y hasta que se había modificado la escena del accidente. Luego se especuló en torno a una fuerte discusión entre ambas, al punto que habría descompensado a Grace. Traumatizada, Estefanía lo negó: “No sé qué le ocurrió a mi madre, confundió el freno con el acelerador”.
Años después, la muerte de Rainiero, un 6 de abril de 2005, dio paso a un profundo vuelco existencial en su hija menor. A partir de este momento, aseguran, la princesa enterró el icono fashion que alguna vez fue. “Aun así, no rechazo ni un segundo de mi existencia, todo me ha convertido en la mujer que soy ahora. Mi estatus principesco sólo me sirve a nivel mediático para ayudar a la gente”, decreta en paz.