Las autoridades del moderno país asiático luchan por revertir el bajo número de nacimientos. Pero miles de surcoreanas consideran la maternidad como la presión de una sociedad que es mucho más dura con ellas. ¿Cómo protestan? Optando por cero hijos.
Por Jacinta Molina Inostroza
Los centros K-Beauty de Corea del Sur –con sus productos, tecnologías y procedimientos– no son los únicos lugares de ese país que sacan titulares en el mundo por su alto nivel de sofisticación; también lo hacen sus clínicas posparto de lujo, ¡el sueño de la maternidad que podría tentar a cualquier madre del planeta! Spa, batallón personalizado de enfermeras, terapias de belleza, masajes, yoga de recuperación. La definición asiática de wellness que ya se replica en otras metrópolis mundiales. Una invitación sin competencia para tener hijos en esa sociedad, a las que las surcoreanas responden con un “no”.
La respuesta la avalan las estadísticas. El año pasado fue un periodo atípico en la historia reciente de Corea del Sur porque, por primera vez (¡en casi una década!), su tasa de natalidad aumentó… un poco. El promedio de hijos que espera que una mujer tenga en su vida pasó de un 0,72 a 0,75. Una diferencia de centésimas que generó expectativas y, al mismo tiempo, también dudas. ¿Podía indicar esto el fin de la denominada “huelga de nacimientos” que vive el país?
Por años, los sucesivos gobiernos han desembolsado millones en ayudas económicas para las parejas –principalmente las casadas–, pues gran parte de la sociedad coreana aún considera al matrimonio como requisito sine qua non para la maternidad y así incentivar los nacimientos.
Es un problema conocido en el mundo, pero que en el caso surcoreano es dramático: la nación es la única integrante de la OCDE que tiene una tasa de natalidad inferior a 1.
¿Las razones? Algunas ya sabidas: mayor educación, aumento de la participación femenina en el mundo laboral y uso de métodos anticonceptivos. Pero en Corea del Sur hay algo más. Algo fuertemente arraigado a factores económicos y un fuerte machismo aún presente en la sociedad.
“Todo el mundo quiere ser exitoso y para lograrlo, la educación es lo más importante; eso cuesta dinero. Todos quieren que sus hijos aprendan inglés desde los cinco años y eso vale unos dos mil dólares al mes (casi 2 millones de pesos chilenos). También que vayan a un buen jardín infantil, lo que suma otros dos mil dólares… ¿quién puede pagar eso?”, se pregunta Jiyoung Min, una periodista surcoreana de 40 años que conversa con Velvet.
La competencia por surgir es altísima en la duodécima economía del mundo. “Hay una percepción social de que si quieres ser exitoso tienes que ir a una buena universidad, trabajar en una gran compañía; y para alcanzar eso gastarás mucho dinero”, agrega Dahye Kim, una cineasta de 43 años.
Ni Jiyoung ni Dahye tienen hijos. Jiyoung vive en Amsterdam junto a pareja. Por ahora, la maternidad no está en sus planes, pero cree que Países Bajos sería un lugar más agradable para la crianza. “Acá no escucho a la gente gastar millones en la educación de sus hijos”. Nos detalla que de unas 20 amigas que tiene en Corea del Sur, cinco se han casado y solo tres tienen hijos.
“No lo pueden costear. Tienes que elegir entre mantener tu estilo de vida o ser madre. No quieren una vida lujosa, sino seguir viviendo en su casa, viajar una vez al año y ahorrar para la jubilación”.
Dahye vive en la capital surcoreana Seúl y tampoco quiere ser madre. “No sé si podría continuar con mi trabajo si tuviese un hijo”, confiesa. Relata que muchas de sus amigas luchan por equilibrar su vida laboral con la familiar. “Incluso, si tu esposo está activamente compartiendo la crianza y apoya tu carrera, muchas mujeres se sienten más responsables”.
La situación ha impulsado el surgimiento de un movimiento feminista denominado 4B, que rechaza el matrimonio, la maternidad, el sexo y las relaciones heterosexuales. Se originó en 2016 tras el femicidio de una mujer en una estación de trenes, y se ha extendido principalmente a través de redes sociales entre las más jóvenes.
¿Sobrerreacción? ¿Descripción exagerada de una sociedad machista? En absoluto. Un ejemplo, a mediados del año pasado, expertos del Instituto Coreano de Finanzas Públicas –en una iniciativa con apoyo del gobierno– sugirieron que las niñas deberían iniciar antes la etapa escolar para aumentar la tasa de fertilidad. Apuntaban a que, como maduran antes, esto las haría más atractivas para los chicos de las generaciones superiores, lo que impulsaría el romance con el subsecuente camino al matrimonio. Así piensan los líderes políticos.
“Los jóvenes coreanos tienen razones bien documentadas para no formar una familia, incluyendo los exorbitantes costos de criar hijos, viviendas inasequibles, malas perspectivas laborales y jornadas laborales agobiantes. Pero las mujeres, en particular, están hartas de las expectativas imposibles que esta sociedad tradicionalista impone a las madres. Así que están ‘renunciando’”, publicó The New York Times sobre este movimiento casi silencioso de protesta ante el machismo que es el 4B.
La letra “B” es homófona (suena igual, pero con distinto significado) de la palabra coreana bi (비/非), que significa “no”; y representa los cuatro principios del movimiento: bihon (no al matrimonio), bichulsan (no a los hijos), biyeonae (no a las citas) y bisekseu (no al sexo). Así lo explica un amplio ensayo de la respetada plataforma periodística y académica The Conversation.
Otra muestra de la atmósfera machista que viene desde el gobierno en la moderna e innovadora Corea del Sur llegó a titulares hace casi una década. En 2016 se lanzó un “mapa rosa” que visualizaba el número de mujeres en edad fértil por cada distrito del país.
Al año siguiente, en la partida de lo que sería la ola 4B, la plataforma de noticias coreanas www.womennews.co.kr constataba el descontento por la mirada hacia la población femenina de “máquinas para hacer guaguas”. Ahí nacía el eslogan, que todavía se mantiene, “¡No culpen a las mujeres!”.
El medio recalcaba la “cultura social misógina que considera el parto y la crianza de los hijos como trabajo de mujeres, no de los padres, y coloca la responsabilidad sobre ellas”.
Hoy, las marchas por Seúl de miles de mujeres del 4B apelan a que no hay vuelta atrás en su opción de cero hijos, mientras no exista una nueva forma de incluir a las mujeres en la sociedad más allá de su valor como potencial madres.
Sin suscribir al movimiento 4B, Dahye y Jiyoung apuntan a otros factores que llevan a su generación también a descartar la maternidad.
Al alto costo de la vida y las extensas jornadas laborales (40 horas semanales y 12 extraordinarias) se suma la presión social que enfrentan las mujeres para dejar sus empleos una vez que se convierten en madres.
“Imagina que fuiste a la mejor universidad del país, trabajas para la mejor empresa, te casas, das a luz y tu jefe espera que renuncies para que cuides a tus hijos, a tu marido y sus padres. No todas las compañías lo hacen, pero sí la mayoría, es algo cultural”, explica Jiyoung.
Ante eso, varias han optado por privilegiar sus carreras. “Esta es la primera generación de mujeres que ha accedido a una educación igual que la de los hombres. Llega un punto en el que te preguntas si quieres sacrificarlo todo después de estudiar tanto”, agrega.
Las calles surcoreanas son espejo de este cambio demográfico.
“Cuando era más joven, veía familias, madres, padres con sus hijos, pero eso es muy raro estos días”, recuerda Dahye, recalcando que eso se nota más en las grandes ciudades.
Este panorama también ha dado paso a un aislamiento social de las madres, pues cada vez son menos los espacios donde hay o, incluso, permiten, niños. “Mis amigos que recientemente han sido padres prefieren quedarse en casa con sus bebés, hay muchos lugares a los que no puedes ir. Por ejemplo, en un café, si el hijo llora, la gente te empieza a mirar”, detalla Dahye.
Hansol Park (31) y Ricardo Yun (37) administran una farmacia coreana en el barrio Patronato. De ascendencia surcoreana, se consideran más latinos. Hansol creció en Perú y Ricardo, en Argentina, pero hace años viven en Chile, y hace cuatro meses se convirtieron en padres. “Allá la vida es estresante para tener guaguas y acá también hay algo de esa mentalidad”, señala Hansol.
Su comparación no es azarosa. Recientemente, el Instituto Nacional de Estadísticas dio a conocer que la tasa de fecundidad en Chile llegó a su nivel histórico más bajo, situándose en 1,16 en 2023. Son números que no llegan a los de Corea, pero que de todas formas encendieron las alertas locales. Ricardo lo grafica de esta manera: “Acá, al menos, vemos gente con guaguas en la calle, allá no se encuentra eso”.
Así, la decisión de las mujeres surcoreanas trasciende lo financiero y plantea, principalmente, un desafío cultural. Si la leve alza de 2024 fue solo una excepción o un “levantamiento de la huelga”.