Las separaciones de pareja se dispararon durante los períodos de cuarentena, ya lo sabemos. En muchos casos la convivencia 24/7 detonó algo que ya estaba mal. Pero así como la cercanía replanteó relaciones amorosas, la lejanía también ha sido (o puede ser) una oportunidad para acabar con relaciones de amistad que son dañinas, esas que nos dejan con un gusto amargo tras cada encuentro. No hay que ver el distanciamiento como algo negativo. Al contrario. Es aliviador.
Desde que fueron compañeras en el colegio, Andrea consideraba a Sofía como una de sus mejores amigas. Andrea siempre estaba ahí para escuchar a Sofía, y aunque la prestada de oídos no era recíproca, lo dejaba pasar. A los 20 años, a Andrea le diagnosticaron depresión y llamó inmediatamente a Sofía para avisarle. Estuvo un mes y medio mirando el techo, con el Prozac y el Clonazepam siempre a mano. Durante esos 45 días recibió el llamado de varios cercanos, menos de Sofía.
Cuando Andrea estuvo un poco mejor llamó a Sofía para decirle que nunca esperó esa indiferencia. Sofía le argumentó que no estaba acostumbrada a ser quien apoyaba en la relación y que, por lo mismo, no supo cómo hacerlo. Le pidió perdón y prometió que todo sería diferente. Siguieron siendo amigas. Pero la dinámica no cambió mucho. Sofía normalmente aparecía cuando tenía problemas sentimentales o económicos. Andrea la escuchaba y muchas veces le prestaba plata. Sofía siempre se la devolvía, pero desaparecía otra vez. Prometía visitas que nunca cumplía y la mayor parte de las veces que se juntaban era porque Sofía tenía un problema.
En febrero pasado, Andrea (30 años) se separó y evidentemente triste llamó para Sofía para que la apoyara. Sofía prometió ir a verla, pero corrió cinco veces la visita; a última hora le mandaba un mensaje por WhatsApp y reagendaban. La última vez que la dejó plantada la llamó para disculparse y, luego de un rato de conversación, le preguntó si podía prestarle una buena suma de dinero para el pie de un departamento.
Andrea se quedó con un sabor amargo. No durmió y pensó toda la noche. Al día siguiente le escribió un mail. Le decía que no le iba a prestar plata, que había entendido que la relación era desigual y que la amistad estaba rota irremediablemente.
Andrea por fin había entendido que su amistad con Sofía era tóxica.
“La verdad es que durante la cuarentena reafirmé mi decisión, era una amistad que se mantenía por inercia, supongo que en honor a todos los años en que supuestamente fuimos amigas en la adolescencia. Me hacía mal y yo no lo asumía. Ella no me ha vuelto a llamar, pero si lo hiciera, ya no hay vuelta atrás”, dice Andrea.
A veces las personas tardan años en darse cuenta de que están en una relación de amistad que les hace mal. Y si bien durante la pandemia muchos de nosotros hemos extrañado a nuestros grandes amigos, este confinamiento también puede ser una oportunidad para revisar esas relaciones que, como la que tenía Andrea, terminan agotando emocionalmente.
“La pandemia abrió un espacio, pero ese espacio es insuficiente si uno no lo aprovecha. En ese espacio uno tiene que decir ‘ahora no estoy viendo tanto a tal persona, ¿cómo me voy sintiendo?’, es decir tomar conciencia del peso que produce esa ausencia en mí. Pero también es importante el cómo yo intenciono esa distancia, porque puede ser que yo no vea físicamente a esa persona, pero que le siga hablando y contestando todos sus correos, entonces eso tampoco sirve. Es un conjunto de factores lo que permite que uno pueda distanciarse de una relación tóxica. La pandemia puede ser un facilitador pero no es suficiente. Está como ‘la posibilidad de’. Hay personas que van a seguir en relaciones difíciles y complicadas porque están trabajando un montón, están tensas, no tienen más espacio para pensar y siguen en lo mismo. Pero los que saben aprovechar ese espacio, tienen la ventaja o la excusa perfecta para decirle a ese amigo ‘no puedo hoy…y tampoco mañana’”, dice Daniela Werner, psicóloga en la Unidad de Pareja y sexualidad de la UC y especialista en terapia familiar y de pareja.
“Toda la angustia que genera el enfermarse, el contagiarse y la muerte misma también hace que uno se replantee las prioridades y vea cuáles son las relaciones que realmente vale la pena conservar y cuáles no”, complementa la psicóloga Guila Sosman, académica de la Universidad Diego Portales.
“Los amigos son vínculos afectivos, de cariño, pero no siempre nos hacen bien y muchas veces lo que pasa es que uno ve sólo cierta parte de la otra persona, cierta parte del vínculo, se queda con esto de ‘somos amigos hace tanto tiempo. Lo quiero tanto, me conoce tanto’ y nos cuesta más percibir los aspectos dañinos de la relación. Nuestra mente suele seleccionar ciertos aspectos para seguir manteniendo esas relaciones, entonces es mucho más difícil tomar decisiones porque hay cariño, hay compromiso emocional”, explica Sosman.
Y la especialista Werner ahonda en el tipo de relaciones que son, de frentón, dañinas: “Hay amistades que son maltratantes. Vínculos donde uno es más maltratador y el otro es más sometido. Puede ser, por ejemplo, dos amigos que trabajan en lo mismo y son colegas. Uno constantemente le pide a otro que le haga la pega; ‘oye, ¿me ayudas con este excel?’, ‘Tengo que presentar este trabajo teórico ¿me lo puedes revisar?’, y de repente pasa a ‘oye, quédate conmigo hasta las cuatro de la mañana haciéndolo’, y ‘oye ¿y lo teníh listo o no? Termínamelo’. Empieza a haber alguien que, de alguna manera, explota al otro. Y también puede ser una persona que puede explotar al otro emocionalmente, que siempre le cuenta todos sus problemas, todas sus dificultades, le llena el espacio, pero no es capaz de chequear cómo está el amigo, y cada vez que el amigo quiere contar algo de cómo se siente, es ignorado, la persona sigue hablando de sí misma. Ese maltrato está en un nivel más sutil, esto no es blanco o negro, hay gradientes”.
Y agrega: “De repente el amigo (sometido) piensa ‘chuta, me duele la cabeza, estuve como dos horas hablando y no pude contar nada de mí’ y dice ‘ya bueno no importa’ y después se da cuenta de que ese ‘ya no importa’ termina siendo la tónica de la relación, se vuelve algo crónico. No es un nivel súper tóxico, pero sí hay un nivel de toxicidad, porque hay uno que no está siendo considerado en el vínculo”.
Pero no sólo las relaciones tóxicas han sido replanteadas en este contexto de Covid-19, también ha habido tensión en amistades que eran normales. “Hay personas que se han visto en un dilema importante respecto de continuar o no continuar una amistad por cómo se vive la pandemia, el autocuidado y la responsabilidad de enfermar a otros. Tengo pacientes, por ejemplo, que dicen ‘yo no salgo, no me junto, no carreteo, porque entiendo que, si yo me contagio, eso puede generar contagio a otro persona que no conozco y que eso incluso puede generar la muerte de una persona que tampoco conozco, y eso me hace responsable’. Y eso ha generado tensión con otras de sus amistades que dicen ‘no es para tanto, juntémonos igual’ y se empiezan a distanciar por cosas que antes no eran parte de una dinámica de distanciamiento”, dice Carlos Varas, magíster en psicología clínica, académico de la Universidad de Valparaíso y experto en psicología clínica para adultos, parejas y familias.
“Dado que la pandemia implica repriorizar aspectos más vinculados al cuidado y a la familia, no es raro que las amistades hoy estén en paréntesis y que se estén distanciando mucho más que antes, y eso puede ser visto como una oportunidad; hoy ya no doy espacio a ciertas amistades que eran un gran desgaste psíquico y emocional. Hoy día no tenemos energía para tener un desgaste extra, ya tenemos suficiente desgaste con las propias vidas. Efectivamente acá se están generando mayores rupturas y mayores distanciamientos; de algún modo puede ser una oportunidad”, dice el experto, pero hace un alcance: “De todas formas a esas personas (que deciden no salir adelante con una amistad) también es importante decirles que, en la medida de lo posible, traten de mantener vínculos con quienes son cercanos y son importantes para ellos, dado que en hoy día el apoyo social es fundamental para algunas personas que están más solas, más aisladas, personas que no tienen parejas, que solamente trabajan en la casa y no viven con nadie más, entonces creo hay que preocuparse de eso también”.
Pero qué se hace cuando finalmente se decide terminar una relación de amistad. Los tres profesionales coinciden en que es importante, al igual que en las relaciones de pareja, hablar con ese otro. “Yo no estoy obligado a estar en una relación que no me hace bien, por eso es súper saludable decidir y en algún minuto decirle al otro ‘¿sabes qué? no somos compatibles en la amistad, esta amistad nos hace pelear y discutir constantemente’. Yo siempre invito a poder tener ese espacio de diálogo y reflexión profunda para intentar reparar nuestras diferencias: ver si es un malentendido o lo podemos re comprender y ver si hay una forma de mantener esta amistad. Hay personas que pueden reparar eso y otras que no”.
La psicóloga Sosman también explica la importancia de romper una amistad mediante una conversación: “De esa manera uno le da la oportunidad a la otra persona de poder expresar lo que está pasando, de resolver ciertos conflictos, y de ver cuál es la mejor y más sana manera de poder cerrar este círculo. Pero en relaciones donde hay mucha asimetría, donde ha sido muy dañina la relación, ahí sí es mejor distanciarse solamente (sin hablar) porque muchas veces en estas conversaciones la persona que hace daño vuelve a entrampar a la otra. Cuando es una situación muy dañina, es mejor tomar distancia y alejarse para siempre”.
Lo mismo cree Daniela Werner: “Aunque lo ideal es dialogar, a veces en relaciones maltratantes es mejor sólo distanciarse, lo ideal es que después de esa distancia uno igual pueda decirle algo al otro, pero hay ocasiones en que es complejo”.
Ahora bien, tampoco se trata de que en medio de esta pandemia nos quedemos sin amigos o que nos cerremos a sumar a otros. “Creo que es importante también ampliar el espectro de amistades y ver si hay otras amistades que también me pueden orientar, recomendar cosas, pero sin ser tan destructivas o descalificadoras en el comentario, que sean personas que me orienten, me estimulen y que también me corrijan”, finaliza Carlos Varas.