Revista Velvet | Ximena Ducci Budge: “Poco a poco volví a mí”
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Ximena Ducci Budge: “Poco a poco volví a mí”

Ximena Ducci Budge: “Poco a poco volví a mí”
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Ximena Ducci Budge: “Poco a poco volví a mí”

POR equipo velvet | 16 junio 2025

Por Alfredo López J Fotos Bárbara San Martín

La artista, que pertenece a un clan de mujeres destacadas de nuestro país, dice que utiliza la cerámica como un medio escultórico, uno que hoy, además, se ha convertido en su refugio personal. Con sus preciadas casas en oro y barro, admite que ha podido avanzar por un camino de creación y, por fin, de absoluta libertad.

En su casa había disciplina absoluta por parte del padre, recuerda ahora la escultora Ximena Ducci. Pero, sobre todo, quedó marcada la figura de la madre, doña Isabel Budge, quien quedó viuda al tener a su séptima hija y tuvo que hacerse cargo de las decisiones del hogar. “Creo que todas mis hermanas se destacaron en sus cosas porque son muy trabajadoras. Nuestra mamá era una mujer muy especial y que admirábamos mucho. Imagínate, quedó viuda, embarazada, esperando a mi hermana más chica. Aun así, era una mujer alegre, entusiasmada por la vida, que disfrutaba de las cosas. Era de lucha, pero siempre contenta. Entonces todas mis hermanas tomaron ese ejemplo y le pusieron todo su corazón a lo que hicieron”.

Estudió arte en la Universidad Católica, paradojalmente, con especialidad en grabado y no en escultura. Después, por largos años, fue productora editorial de decoración, en los tiempos en que revista ED, a cargo de Ignacio Pérez-Cotapos, marcaba el estilo de la elite nacional. En la misma época, junto a su entonces marido Patricio Cummins, el empresario inmobiliario que murió el año pasado y que era ampliamente reconocido como un referente de buen gusto, formaban una dupla imbatible en la escena del diseño de interiores, con maravillosas casas en Beranda y la Quinta Nicolasa, una de las mejor conservadas de Las Condes de estilo portugués e italiano.

“Un sueño que era más de él que mío. Claro, lo pasamos increíble y fue una etapa muy entretenida, pero poco a poco volví a mí”, dice ahora Ximena, vestida con simple delantal, en el taller Huara Huara, un espacio también en Las Condes que posee hornos de gran tamaño y que hacen posible, por ejemplo, la obra de artistas como Bárbara Bravo, Fernando Inostroza, Pilar Maturana, Jacquie Shapiro, Benjamín Lira y sus cabezas monumentales. Es su silencioso lugar de trabajo, donde se conecta con su fijación arquitectónica y su pasada mirada de interiorista, para dar forma y volumen a laberintos, torres y casas.

EN ORO Y BARRO

“Cuando empecé a investigar en el tema de las casas me entretuve demasiado con las posibilidades de esta imagen. Tratándola como un símbolo, algo que todos conocemos y que hemos visto desde niños. En resumen, el símbolo del hogar. Evoca el refugio, el reposo, el consuelo, lo íntimo, lo secreto, lo particular, lo que te cobija. También la familia y la pertenencia”, dice.

Sus proyectos escultóricos van de la mano de la cerámica “un material y un oficio muy antiguo, que partiendo de un simple barro da pie a un proceso increíblemente mágico: tierra, agua, aire y fuego se entrelazan para llegar a un resultado final, siempre azaroso”.

En ese camino agradece a sus maestros, como Ruth Krauskopf, Eduardo Vilches, Ernesto Rodríguez y Adolfo Couve en la universidad. “La pasión de Adolfo era impactante, fascinaba como profesor”, recuerda de sus primeros pasos antes de casarse.

Lo hizo muy joven, a los 20 años. Apenas terminó su carrera tuvo que dedicarse a la familia como mamá de tres hijos. Fueron tiempos de decisiones y asume que su actividad como artista se detuvo, pero las inquietudes quedaron latentes hasta que la cerámica la salvó.

–¿Cuándo sintió que volvía a articular un lenguaje?

–Primero trabajé mucho. Y luego comencé a desarrollar el tema de las casas, algo que empezó a fluir como algo muy propio. He visto artistas que han tomado el tema, pero fue a posterior de que yo lo hiciera. Confirmé que había hecho algo propio, después de varias exposiciones colectivas en el mismo taller. Luego, en 2009, hice mi primera exposición que se llamaba “Fachada exterior” en la galería La Sala y, desde ahí en adelante, apareció un imaginario que ha dado muchas satisfacciones,

–¿Se podría decir que ese imaginario todavía persiste en usted?

–Hay mucho de eso. No se acaba nunca, además tiene eso de que uno siempre quiere volver a él. Aun así, estoy pensando en partir con otra línea. Ahora se podría decir que hice la última de esta gran serie, de una altura de 40 centímetros. Algo que pidió el taller a todos para celebrar los cuarenta años de aniversario de Huara Huara. En todo este camino, hay cosas nuevas y que evidentemente aparecen como variables de mi trabajo anterior.

LA HUMILDAD COMO UN PROPÓSITO

–Cuando presentó “Alquimia” en la Corporación Cultural de Las Condes sumó el oro en su obra. ¿Cuál fue reflexión?

–Apenas lo descubrí, sentí que me atraía como material, con todas sus posibilidades técnicas. Además, simboliza luz, pureza, es un metal tan especial que no se corroe. Manifiesta nobleza.

Por otra parte, está todo el tema de la alquimia que encierra. El hombre siempre persiguió transformar la materia en oro. Detrás de eso hay una historia espiritual, de creer que podemos construir paraísos que todos soñamos. He hecho piezas enteras en oro, algo muy innovador en su momento.

–¿Sintió en alguna vez que estaba al borde de romper los límites de la cerámica?

–Fíjate que sí. Al principio tenía un poco de miedo y me preguntaba, ¡cómo voy a estar haciendo esto! Creía que estaba traicionando los principios de la cerámica porque empezó a aparecer esta cosa metálica. Pero yo me defino como una escultora que acude a la cerámica para hacer su trabajo y, de ese modo, puedo actuar con total libertad.

–En pocas palabras, ¿cómo ve el trabajo escultórico en Chile?

–Lo cierto es que este país tiene grandes escultoras, todas fabulosas. Rebeca Matte, Lily Garafulic, Marta Colvin. Me llama la atención el número de mujeres, algo que se ve en pocos lados. Todas ellas tienen algo en común que nos enseña que para hacer escultura hay que actuar siempre con un propósito de mucha humildad.

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