Sus padres fueron amigos y, al igual que estos actores, vivieron juntos. Pero de esa complicidad “genética” solo se enteraron cuando murió el papá de Gonzalo. Ya llevan dos décadas de apoyo mutuo y, según cuentan, sus hijos también heredaron esa relación de afecto. En esta entrevista, los protagonistas de la teleserie Demente hablan sobre cómo se han acompañado a lo largo de estas dos décadas.
“Nos pusimos de acuerdo hasta en cuánto cobrar”, recuerda Benjamín Vicuña sobre el debut de él y Gonzalo Valenzuela en la TV. Fue en Piel Canela (2001), de Canal 13. Ese mismo año murió el papá de Gonzalo y, luego de su funeral, Benjamín se enteró de que sus padres habían sido amigos y que incluso vivieron juntos en su juventud.
Veinte años después, la teleserie Demente, de Mega, los vuelve a reunir. Reunir en televisión claro, porque su amistad ha madurado a la par con ellos. Vivieron juntos y, poco tiempo después, decidieron “embarazarse” y tener un “hijo en común”. Así se refieren al Mori, el teatro que fundaron en 2005, una idea que nació “después de 4 cervezas”, según palabras de Gonzalo Valenzuela. Sus vidas han ido por carriles similares y hoy sus hijos, de edades parecidas, son amigos también.
–¿Cuándo supieron que sus padres también habían sido amigos?
Vicuña: Fue bien loco. Yo venía del funeral del papá de Gonzalo; le comenté a mi papá y me dijo ‘¿el Chalo?’ y ahí me empezó a contar una historia increíble. Que habían vivido juntos, que fueron muy amigos. Entonces fue muy romántico y muy bonito saber que nosotros ya cargábamos con esa “genética”. Con Gonzalo nos unen cosas de la vida (…) Va a parecer una anécdota estúpida, pero cuando un amigo cercano experimenta cosas raras y curiosas, como subirse a un escenario o ir al Caupolicán o a un evento benéfico con 5 mil personas donde la gente aplaude y grita, es importante tener a alguien que te diga “hueón, seguimos siendo los mismos de siempre”. Al tener un amigo, te das cuenta de que es un rol pasajero, que no hay que creerse el cuento. Eso nos ayudó mucho. Después se cruzaron con nuestras historias biográficas en Argentina, con nuestros hijos que nacieron acá y allá, entonces hay muchas cosas en común. Luego hicimos teatro acá también (en Buenos Aires, donde está Vicuña en estos momentos); en teatro hicimos La Celebración.
Gonzalo: Y tenemos hijos de la misma edad que, cuando se ven, pareciera que se conocen de antes.
Benjamín: Ahí está la herencia genética; se va traspasando.
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–Benjamín, ¿por qué no le habías hablado a tu papá de Gonzalo antes del funeral?
–Es que mi papá no hizo el link y yo venía de estar peleado profundamente con él, al nivel de no hablarnos durante dos años, por mi decisión de estudiar teatro. Cuando yo entré a la televisión se estaba arreglando el feeling.
–Gonzalo, ¿tu papá tampoco te había comentado del papá de Benjamín?
–No, tampoco. Es que cuando yo me fui a vivir con Benja, mi viejo ya estaba enfermo.
–Me imagino que cuando empezaron a vivir juntos carreteaban y ahora, ya más maduros, no tanto. ¿Cómo es la amistad hoy en día?
Gonzalo: Va evolucionando, como la vida; como evoluciona el ser humano también. Y ahí va todo lo que significa la madurez… Podríamos entrar en un tema eterno, pero claramente hay tantas similitudes, compartimos tantos códigos comunes, que hay temas en los que yo sé que tengo un hermano para conversar. También tenemos que hablar de negocios y del Mori, y hablamos de los hijos y somos papás, y nos preguntamos cómo hace cada cosa y, por otro lado, nos toca trabajar juntos y lo gozamos desde ahí, pero siempre desde el disfrute.
Benjamín: Es verdad que las relaciones de amistad van cambiando, van mutando, evolucionando. Hemos tenido diferencias pero, con el amor y el cariño, terminan siendo anecdóticas. Creo que en toda buena relación de hermanos y de familia a veces existen esos pequeños quiebres, pero una de las claves de nuestra amistad ha sido el respeto y la admiración. También en ese sentido somos parecidos: evitamos enojarnos o sentirnos por cualquier cosa. Por ejemplo, si a este hueón se le olvida mi cumpleaños y llama al otro día a las 9 de la mañana, no es para cortarse las venas. Hay un código y eso no lo aplico en otras relaciones, donde soy un poco más sentimental, más “sentido”.
Gonzalo: Benjamín es más exigente con las amistades, y también es bueno autoexigirse. Pero aquí hay mucha historia también, demasiada historia.
Benjamín: Y también sabemos que hay un rol para huevear, hay un rol para hablar en serio, y hay un rol profundo para preguntarse cosas, porque hemos vivido cosas fuertes muy parecidas. Y hay un rol también para hablar de trabajo o de negocios, entonces hay un pequeño desdoblamiento. Nos permitimos eso, para luego volver a lo más auténtico: el cariño y la amistad.
–A propósito de la madurez, supongo que les molestaba que los medios fueran tan catetes con ustedes en tiempos de farándula. Ahora se toman con más humor esas cosas, ¿o les enoja igual?
Gonzalo: Las cosas han cambiado. Nosotros fuimos los últimos en vivir esos acosos. Para nosotros como chilenos vivir allá (en Argentina) todo ese acoso de los medios era muy extraño, pero fuimos los últimos que vivimos eso. Hoy día, con las redes sociales, por suerte eso ya se terminó. Para nosotros fue loquísimo, pero es parte de una historia y ya es como anécdota nomás.
Benjamín: A mí se me había olvidado esa aparición y desaparición de la farándula. Nosotros no teníamos referentes porque los actores un poquito más grandes no lo habían vivido, y los de una generación más tarde que la nuestra no lo vivieron. Fuimos como una prueba de error que tuvimos que padecer. Pero uno tiene que reconciliarse con esas cosas, o sea yo he tenido que reconciliarme con un René Naranjo que estaba sentado en ese programa, o la misma Pamela Jiles, que ahora está como presidenciable y estaba sentada en esos programas. Yo creo que es parte de la historia y hay que querer y abrazar la propia historia. Trato de no renegar ni de lo bueno ni de lo malo. Ya nos estamos poniendo medio profundos, pero está conversa finalmente es honda. Esas cosas las padecimos, no eran simpático sufrir acosos o persecuciones, o que te saquen fotos y todo eso que estábamos importando de Argentina. Es verdad lo que dice Gonzalo, que ahora por las redes sociales se descomplicó mucho eso, porque uno mismo pone su foto. Pero nosotros vivimos una cosa muy loca, y la gente que nos acompañaba no daba crédito a que nos siguieran paparazzi en una moto, es loco poh, y es ridículo. O sea “por qué me están siguiendo, loco, si me voy a tomar una piscola con un amigo, hay cero glamour”.
Gonzalo: Claro, esa industria ya terminó por suerte, caducó. Había revistas que hacían telenovelas donde éramos los protagonistas, porque ponían tu foto pero inventaban lo que hacías, lo que comías. Era una novela que ellos iban inventando, pero necesitaban la foto. Hoy la gente publica su foto y nadie tiene miedo de decir dónde está y quién es, no existe ese morbo que era la única manera de entrar en la vida de estos personajes de estas “telenovelas”.
–¿Nunca pensaron que quizás no era buena idea ser socios? Se dice que no es bueno hacer negocios con familiares o amigos.
Gonzalo: Tengo un pensamiento medio encontrado con eso. Para mí siempre fue un gran plus que fuéramos amigos, que hayamos vivido juntos y que tuviésemos historias en común, porque hay un tema de confianza que para mí es sumamente importante. Después pueden venir los errores y miles de cosas, pero hay una confianza mutua que yo creo que ha hecho de Mori lo que es.
Benjamín: Igual no es por sacarle el poto a la jeringa, pero más que un negocio fue una pasión, un hobbie. Tiene que ver con la vocación, es algo sumamente romántico. Además tenemos un tercer socio, que es Cristóbal (Vial), el ingeniero y el que ve el tema de las lucas, que funciona como mediador también.
Gonzalo: El ‘papá’.
Benjamín: Nosotros podemos estar en un rol un poquito más altruista.
–¿Y se echaron de menos cuando dejaron de vivir juntos? Benjamín: No secuestraron nuestras respectivas pololas, eso pasó. Gonzalo: Fue terrible acostumbrarse a vivir con otra persona después de vivir con Benjamín. Es muy difícil (ríe). Se lo puedes preguntar a todas sus exmujeres y te van a decir lo mismo…
Benjamín: Es verdad.
–¿Cuántos años alcanzaron a vivir juntos?
Gonzalo: La idea no es llorar, ¿ah?
Benjamín: Todavía me acuerdo de cómo Gonzalo me planchaba la ropa, jaja.
–¿Se dan consejos como padres?
Gonzalo: Aunque suene cliché, ser papá es el mayor desafío y es lo que te da un equilibro para todo. Es de lo que más hablamos.
Benjamín: Sí, además que es súper curioso, pero nuestros hijos tienen las mismas edades. Más que preguntarnos cosas –porque no sé si alguno de los dos es tan humilde como para hacerlo– nos escuchamos y nos acompañamos (…) Me gusta mucho como es el Gonzalo como papá, cómo cría a sus hijos. Quizás son cosas que no se dicen, pero uno igual las va tomando como referentes. Es una especie de diálogo constante.
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–¿Quién de ustedes es más aprensivo como papá?
Benjamín: No sé, no sé.
Gonzalo: La pregunta es quién es MENOS aprensivo. Y ahí puede que sea yo un poco menos aprensivo.
Benjamín: Cuando dicen “más abrigado que hijo único”, yo siento que no soy tan aprensivo en ese sentido, pero sí se me va mi vida por mis hijos. Así y todo, creo que crío con bastante libertad. Y Gonzalo también. Son niños libres, niños felices.
Gonzalo: Sí. Además, no tenemos muchas estructuras a las cuales aferrarnos, entonces compartimos eso.
–¿Cómo están enfrentando la administración del Mori? ¿Qué han pensado para los próximos meses?
Benjamín: Por ahora es una situación crítica y trágica para todo el medio de la cultura, sobre todo para los trabajadores, los técnicos, por ejemplo. Porque hay muchas personas que pueden diversificar sus trabajos. Algunos actores podemos hacer tele; otros hacen docencia, pero el técnico y otros trabajadores clave para el teatro están directamente en la calle y eso es súper doloroso. Por lo mismo, estamos buscando maneras y subsidio para salvar y ayudar a esa gente. Pero nada, ya llevamos un año con la sala cerrada y metiéndole la mejor de las ondas y optimismo, inventamos un festival de teatro online, hicimos funciones por streaming, y ahora vamos a volver con algunas cosas presenciales, pero de a poquito. Hay gente que te dice “oye, pero por qué ustedes no se reinventan, así como las revistas cuando eran en papel y pasaron a ser digital”, y no poh, porque el teatro es el teatro y es presencial en tiempo, forma y horario. Debe ser vivo. Pero tenemos la certeza de que el teatro no va a morir ni con esta pandemia ni con nada, sólo hay que esperar. Vamos a tener un regreso maravilloso que esperamos sea durante la primavera en Chile y de manera progresiva. Haremos una campaña grande para que la gente pierda el miedo y poder volver a hacer lo que más nos gusta.
–Pero el miedo al virus sigue existiendo.
Gonzalo: ¿Qué es eso?
Benjamín: Yo sí tuve miedo cuando empezaron a caer los cuchillos cerca, tuve miedo cuando pasó lo de Tomás (Vidiella), me dolió y me generó pavor, porque fue como una estocada en lo más profundo de la actividad teatral. Fue muy simbólico también. Era una obra emblemática para volver a los escenarios, volvieron a hacer teatro y murieron dos personas, uno del elenco y después el estilista (Patricio Araya), entonces son esas cosas en que dices: “hueón qué onda el guion de esta vida, de esta pandemia, cómo tan cruel”. Después mi mujer tuvo Covid, y mi exmujer también. Entonces empecé a pensar que los niños, que el esposo… Es una paranoia importante, pero yo en lo personal no tuve y ya estoy con mis dos vacunas así que aparentemente debería zafar, y si me pega, debería ser más suave.
–¿Cómo lo hicieron para protegerse cuando grabaron Demente? ¿Les hacían el PCR a menudo?
Gonzalo: Sí, nos hacían PCR todas las semanas y después cada 72 horas dependiendo del protocolo. La verdad es que empezamos a grabar con interrupciones y no hubo ningún contagio, impresionante. Y eso fue gracias a la preocupación de todos, partiendo por el canal, la gente de MINSAL, del equipo, de cada persona. Se puede hacer. Es más difícil, es más complejo, pero se puede hacer, lo hicimos.
Benjamín: Fue increíble. Yo también lo comento acá en Argentina por- que estamos grabando la primera ficción (El Primero de Nosotros) que se hace desde principios de 2020. Están todos asustados y yo vengo con mi experiencia y les digo “de verdad que se puede, es seguro. Nosotros no tuvimos ningún contagio”. ¿Es incómodo? Sí. ¿Afecta la historia?
No. Nosotros nos teníamos que sacar la mascarilla porque estábamos actuando, pero, en las peores épocas, había compañeros disfrazados de astronautas durante todo el día, con trajes de plástico. Es incómodo, pero da resultado, fue muy prolijo y la verdad es que estamos todos agradecidos del personal de salud y de la gente de Mega que apostó por esto, porque podrían perfectamente haber cortado esta historia y no salir al aire.
Gonzalo: Y la productora de Pablo Díaz asumió toda esta cuestión. El miedo de la pandemia es el miedo colectivo, es el miedo que todos tenemos, el miedo a la incertidumbre. Estamos todos en el mismo saco de ese temor.
–Más que a la muerte de uno mismo, es a la de un cercano, ¿no?
Gonzalo: Y también a la de uno, y a la de los cercanos, y a la muerte de la economía y a la muerte del trabajo. Y a la muerte de ciertos oficios y de la educación, del sistema de salud… Son muchas cosas las que están cayendo. En las crisis todos vamos a perder algo, pero soy optimista porque viene una oportunidad. Creo que todos debiésemos vivir en esa tensión; estar atentos, por ejemplo, a qué se ganó con la experiencia de grabar bajo las condiciones que Benja te narró recién; qué oportunidades nacen, cómo puede funcionar mejor la industria desde ahora.
Benjamín: Maturana hablaba una cosa muy bonita sobre el terror que genera la incertidumbre y, efectivamente, hoy estamos frente a un cambio de paradigma. Es muy fuerte lo que estamos viviendo, pero creo que ya no estamos en la mitad del río, ya podemos pisar una orilla del otro lado. En ese sentido yo también soy optimista y quiero ser optimista. Y no hay muchos caminos. Como dice Gonzalo, hay una oportunidad; después de una crisis, aparece algo mejor. Creo que nosotros, por nuestros propios sueños y por nuestros hijos, tenemos el deber ético de seguir luchado. No queda otra.