Mientras prepara su nuevo espectáculo, el comediante se alista a volver desde el 17 al 28 de julio al Teatro Municipal de Las Condes con “El último concierto”, su show más íntimo que en diciembre cumple tres años agotando las localidades en todas las regiones de Chile.
Por Claudia Paz González Fotos Natalia Espina @tm_lascondes
“Volver al Teatro Municipal de Las Condes me tiene entusiasmado. Todos mis estrenos fueron ahí y siempre pensaba ‘¿cuándo voy a poder ir con un show ya aceitado?’. Finalmente, se dio la oportunidad con ‘El último concierto’, que arrancó en Lollapaloza 2022”, cuenta Stefan Kramer (42). Y lo hace sentado en uno de los salones de su productora en Vitacura, el mismo espacio donde graba su primer podcast. Y en el que debutó con la imitación del director técnico de la Selección Chilena de Fútbol, Ricardo Gareca; convirtiéndose en viral en pocas horas.
–¿Te costó meterte en la frecuencia de los podcast?
–Siempre estuve en la duda de si integrarme o no a lo que todos están haciendo, y hablar de uno desde la parte humana. Pensaba ‘si todos están haciendo esto y mi valor agregado es hacer personajes, ¿para qué?’. Era ‘¿me meto o no?’. Y hace poco, por el hecho de mover las energías y porque a uno le gusta hacer cosas, fue creciendo la idea de llevar a un personaje mío a este mundo moderno de los podcasts; y terminé en el espacio “Mano a mano” con Alexis Sánchez, a quien hice por primera vez hace 14 años en el programa “Halcón y camaleón”, de Felipe Camiroaga. Lo estudié harto para actualizarlo y el resultado fue maravilloso. Una improvisación perfecta que nos sorprendió a todos.
–Una apuesta ganadora.
–Pasó algo interesante. En el último tiempo me había encerrado mucho aquí, cuidando cada detalle –porque soy perfeccionista– y siento que con esto dejé todo eso de lado. Fue compartir con la gente como comparto con mi equipo, que les pregunto cualquier estupidez, me voy a almorzar y sigo comiendo como el personaje. De alguna manera, fue desprenderme de ese cuidado extremo, dar el paso a hacer algo mío e invitar a la gente a conversar.
En un día frío que amenaza con lluvia, el hombre de las mil caras transmite una mezcla de templanza y plenitud que no impide que fluyan espontáneamente sus ganas de hacer reír al otro. No importa el tema, se las ingenia para buscar con esa rapidez que es su marca registrada. Sin embargo, detrás de eso también aparece un hombre reflexivo que aprendió a convivir con sus contradicciones. No le gustan las entrevistas y cuando lo invitan a paneles a conversar, prefiere restarse:
“Hoy, estoy en una etapa de disfrutar, de estar más en el presente, aunque suene cliché”, confiesa al tiempo que reconoce que “ser famoso es lo que menos me gusta. Lo tengo asumido con todo lo que eso implica. Por ejemplo, para el Día de los Patrimonios quise salir con mi familia y me dijeron: ‘Contigo, no’”.
El artista que en el Festival de Viña de 2008 marcó el peak de sintonía con 61 puntos, se nutre de todo a la hora de componer sus caracterizaciones. “Siempre he dicho que, a veces, cuando tú estás muy en el presente y te ocurre algo que tú no esperas hacer, la creación llega a ti. Por ejemplo, voy a conversar con alguien o veo la tele, pero como estoy pensando en divertirme, no me doy cuenta de que estoy observando en presente la vida; y, al rato después, algo pasa, puede ser un comentario o una imagen, y me doy cuenta de que logré dar con la caricatura que andaba buscando. Ese es el camino más natural y precioso; el otro es el del estudio, que significa leer y ver todo lo que encuentre de la vida de la persona. Ahí, se vuelve un poco más mecánico, pero es clave para poder improvisar”.
–¿Qué te pasa cuando el personaje en cuestión rechaza tu imitación?
–Bueno, siempre he estado viviendo las consecuencias de mi trabajo, en el sentido de que muchas veces a los personajes les incomoda y me hago cargo. Frente a eso, nunca he sido indiferente. Además, por mi personalidad, no me gusta hacer sentir mal a la gente, pero soy consciente de que trabajo en algo que provoca eso.
–¿Alguna vez te has sentido culpable por alguna imitación?
–No, porque nunca está en mi mente la mala intención. Tengo claridad de que, en el ejercicio del humor, siempre va a existir gente a la cual no le va a gustar lo que uno haga. Afortunadamente, está el otro lado que son las personas con las que se da una sinergia, como en su momento ocurrió con Rodrigo Sepúlveda.
–¿Cuáles son tus personajes favoritos?
–Nunca he sabido bien qué contestar frente a esa pregunta. Son tantos en momentos tan importantes que me cuesta definirlo, además porque soy una persona que intenta trabajar en desapego en todo. Soy como un futbolista que jugó un buen partido y la prensa lo apoya, pero que siempre quiere meter otro gol.
Cuando era un alumno más del Colegio Inmaculada Concepción, Stefan ya era popular por hacer reír a sus compañeros y profesores. “En ese entonces, tenía claro que lo mío era el camino artístico, claro que no me atrevía a reconocerlo y menos decirle a mis papás que quería estudiar teatro. Mi familia era más bien convencional y esa opción simplemente no existía, aunque en el fondo de mi alma tenía clarísimo que era lo que yo quería hacer. Me acuerdo que cuando veía esas típicas vans de TVN, siempre pensaba ‘yo voy a estar ahí’”.
Su primera aparición televisiva fue el augurio del éxito que vendría con el tiempo. Desde que se decidió a acompañar a un amigo al programa de televisión “¿Cuánto vale el show?”, al que llegó con la única expectativa de que el premio le sirviera para comprarse juegos para la Play Station, nunca más paró. Con el beneplácito de la prensa, brilló en estelares, teatros y cines, donde sus dos películas se ubicaron dentro de las más vistas del cine chileno. “Tengo la suerte de poder haber convertido mis sueños en realidad y de poder hacer lo que más amo. Adoro sentirme nervioso antes de salir a escena, es como mi terapia, algo que realmente me sana. Es una verdadera fortuna que mi hobby sea mi trabajo”, asegura.
–¿Qué te pasa con el rechazo?
–Bueno, esto es así, el público manda. La otra vez me tocó ir a un festival en Curicó donde el plato fuerte era Pailita y el público estaba esperándolo a él, y salieron las pifias. Así que hice el show rapidito y me fui, sin dramas.
Aunque su primer intento de internacionalizar su carrera terminó en una desilusión, Stefan Kramer no se cierra a la posibilidad de volver a intentarlo. “Es algo que me encantaría como también me gustaría actuar en comedias, escribir y dirigir. Lo que tengo claro es que me proyecto en esto hasta el final”, sentencia.
–Al inicio “El último concierto” dices que estás cumpliendo el sueño de ser cantante, ¿pasar por los estudios de grabación es una posibilidad?
–No, y en la obra lo dejo claro cuando digo que sé que tengo que cumplir con las expectativas de la gente que está esperando mis imitaciones. Lo gracioso es que igual termino cantando unos temas que son míos y la gente se sorprende de momentos y cuadros que no son imitaciones.