Indomable, rebelde, audaz. Margarita habría encontrado su lugar en el mundo en una pequeña isla del Caribe. Fue su amigo Colin Tennant, Lord Glenconner, compró tierras en la pequeña isla Mustique, ubicada en San Vicente y Granadinas, y le regaló dos hectáreas a la hermana de Isabel para que construyera su refugio. En esas tierras salvajes donde ni siquiera había agua potable, la princesa Margarita fue feliz. Pero también en Mustique representa el comienzo de su decadencia, en 1998, cuando sufre su primer accidente cerebrovascular. Debido a sus años de tabaquismo, trece años antes Margarita se había sometido a una cirugía para quitarse parte de un pulmón, pero las huellas de los 60 cigarrillos diarios que fumó hasta 1991, se convirtieron en problemas circulatorios.
Hacia el cambio de siglo, según recordó Lord Glenconner, la princesa vivía con “un sentimiento profundo de agitación y desesperanza”. Ese sentimiento de depresión se prolongó hasta que, en 2001, Margarita fue hospitalizada porque prácticamente había dejado de comer. La incomprensión de la familia real británica, en particular de su hermana, la reina Isabel II, la hicieron sentirse desamparada y sola.
Margarita Rose Windsor nació el 21 de agosto de 1930, en el Castillo de Glamis, en Escocia. Fue la hija menor de Jorge VI y de Elizabeth Bowes-Lyon. Como nieta de soberano por línea paterna, Margarita tenía el tratamiento de alteza real y princesa del Reino Unido desde su mismísimo nacimiento. Fue educada junto con su hermana mayor Isabel por la institutriz Marion Crawford. Margarita tenía muy buena voz y cantaba considerablemente bien, algo que en el futuro arruinaría con su hábito de fumadora.
Tal como se cuenta a lo largo de las cinco temporadas que lleva The Crown, cuando Margarita tenía unos 20 años se enamoró de un ayudante de su padre, el capitán Peter Townsend. Ser buenmozo, héroe de guerra y hombre de confianza del rey Jorge VI eran muy buenos atributos. Salvo por dos motivos: él le superaba por 16 años y estaba casado. Aunque luego se divorció, para los cánones de la época eso resultaba intolerable, sobre todo para la Corona. Pero ellos lograron llevar con éxito durante unos años un romance clandestino.
Las normas que habían hecho abdicar a su tío Eduardo VIII seguían en pie y la historia de Margarita y su capitán tuvo un final anunciado. Ella lo dijo así: “Antepongo mis obligaciones a mi vida personal”. Luego de esa ruptura trascendió solo un romance de la princesa: John Napier Turner, un hombre que luego sería primer ministro canadiense. La vida continuó. Ella disimulaba su dolor por Townsend, con una vida mundana y llena de placeres. Pero tiempo después, cuando Townsend se comprometió con una joven belga de 19 años, Margarita enloqueció. Se sintió humillada y herida. Tanto que rápidamente decidió casarse.
Corría 1960 y el elegido fue nada menos que un plebeyo, aunque educado en el exclusivo colegio Eton, el fotógrafo Antony Armstrong-Jones, quien inmediatamente luego de la boda adquirió el título de conde Snowdon. Se habían conocido en una comida en 1958. Pero recién habrían empezado a coquetear cuando Antony fue elegido para fotografiarla. Se veían en secreto en su estudio fotográfico y coincidían en las frecuentes fiestas londinenses. Ni la prensa ni la familia sospecharon absolutamente nada hasta que el compromiso de Townsend con aquella joven se hizo público y Margarita ahogó sus penas arrojándose de inmediato a los brazos del fotógrafo.
Nadie se animó a oponerse esta vez. Debieron tragarse que el candidato fuera plebeyo. Después de la primera e infeliz historia de amor de Margarita, su hermana la reina -que se sentía un poco culpable- quería que fuera feliz. El fotógrafo, por otro lado, era educado y querido por ellos, aunque no cumpliera con el requisito de tener estirpe de nobleza. Creían, además, que Margarita estaba sentando cabeza. Sería todo lo contrario. La ceremonia sumaba un nuevo condimento a la historia: por primera vez, en cuatro siglos, había en la realeza una boda con un plebeyo. Sería el primer casamiento moderno de todos los que, inevitablemente, llegarían en el futuro.
El fotógrafo devenido en conde seguía trabajando en lo suyo, viajando y ausentándose con frecuencia por motivos profesionales. A los reclamos de Margarita, él respondía abiertamente que no pensaba retirarse de sus actividades. Esa vida le resultaba infinitamente más atractiva que la que sucedía dentro de las paredes del palacio. Poco tiempo después, comenzaron los malos tratos. Despreciaba el protocolo y maltrataba a Margarita. Antony tomó como costumbre dejar a su mujer notas, con insultos desagradables y denigrantes, en los cajones o entre las hojas de las revistas de moda.
Margarita, con la autoestima destruida, fue perdiendo su natural alegría para sumirse en el alcohol y en el tabaco. Llegó a consumir unos sesenta cigarrillos por día y, antes de que llegara cada mediodía, ya había bebido una copa de vodka y media botella de vino. Con el paso del tiempo se convirtió en una alcohólica crónica y su carácter se volvió desagradable, rozando la mala educación. Sus propios demonios y las conductas de Antony la afectaban demasiado. Así y todo, el matrimonio de Antony y Margarita duró mucho, 18 años. En 1978 se divorciaron. Era el primer divorcio en la realeza desde el rey Enrique VIII en 1540, famoso por haberse casado nada menos que seis veces. En cuestión de romper reglas, Margarita seguía siendo una pionera.
En 1974 tuvo una crisis nerviosa de proporciones. Una seria hepatitis, varias gastroenteritis y una severa neumonía la aquejaron durante 1978, el año de su divorcio de Antony. Su salud estaba claramente deteriorada por sus hábitos de fumadora empedernida, el alcoholismo y las drogas. Fue así que en 1985 tuvieron que extirparle una parte de un pulmón por un cáncer. Vivía, además, acorralada por las migrañas, las laringitis y las bronquitis.
Pese a las renuncias de Margarita, las hermanas Windsor eran muy unidas. El primero fue la educación que había recibido Isabel, a quien se sabía heredera al trono desde la abdicación de su tío Eduardo VIII, que incluyó lecciones de historia con profesores de Eton, mientras que a Margarita una institutriz le enseñaba música y danza. En enero y en marzo de 2001 sufrió otros dos ACV, que afectaron su visión y la movilidad del lado izquierdo de su cuerpo. Para Margarita, la fría relación con su familia solo exacerbó su estado de salud.
La princesa tenía 71 años cuando murió, luego de haber asistido —entre sus últimas obligaciones, efectivamente en silla de ruedas— a la celebración del cumpleaños 101 de su madre y a la del cumpleaños 100 de su tía, la princesa Alice, duquesa de Gloucester. El 9 de febrero de 2002 Margarita murió en Londres. Había vivido entre el glamour y las lágrimas. No se sabe si alcanzó la felicidad que tanto buscaba.