Durante cinco años, actriz y cineasta se vincularon íntimamente en torno a Augusto Góngora por el documental “La memoria infinita”, que registra sus últimos años de vida con Alzheimer. Acá, ambas hablan de él, de la película y de su relación.
“Obvio que estaba enamorada de él”, dice Maite Alberdi, casi con un susurro, y mira de reojo a Paulina Urrutia, quien está sentada frente a ella tomando un café.
Es una fría mañana de invierno en Santiago y ambas se reencuentran después de semanas sin verse. Paulina viene llegando de un viaje. Acaba de presentar en Nueva York “La memoria infinita”, el documental de la cineasta que la registra a ella y a su esposo Augusto Góngora en sus últimos años de vida. Son días emotivos. Apenas han pasado semanas desde la muerte del periodista en mayo pasado, y el circuito de presentaciones y elogios internacionales para la película ha sido arrollador. En este café junto a revista Velvet, Paulina y Maite se detienen para conversar de la relación que surgió entre ellas durante la filmación y, por supuesto, del hombre que hoy la directora de premiados filmes como “La once” y “El agente topo” reconoce como un amor de adolescencia.
“Yo debo haber tenido unos 14 o 15 años”, continúa con su relato sobre su primera impresión de él. “Siempre vi muchas películas, y mi primera aproximación o fanatismo con Augusto fue por tener (en “Cine Video” de TVN) un espacio de escucha de esa área de interés. Entonces, para mí, él siempre fue una persona pública hasta que lo conocí. Y, lamentablemente, nunca tuve ninguna oportunidad de que me entrevistara (ya como cineasta). De hecho, creo que soy de las pocas personas a la que no le tocó… Y me da pena que no me entrevistara”.
“Es que justo él dejó de hacerlo… Eras muy chiquitita”, la consuela Paulina. Y, a su vez, comparte con Maite su primera impresión de él:
“Yo tenía unos 17 años y en el Campus Oriente de la Católica nos juntábamos a ver los videos de Teleanálisis”, dice en referencia al noticiero de revista Análisis, alternativo al de los medios masivos que durante los años de dictadura se distribuía en cintas de VHS. “Verlo era un espacio donde podíamos tener acceso a información que no estaba ni en la televisión ni en los medios de abiertos (…). Pero no lo encontraba guapo. Nada. Jamás pensé en él como pareja. Y viéndolo después en “Cine Video”, él era un señor con el que tenía tanta distancia, de un mundo tan ajeno, como Sergio Livingstone o Pedro Carcuro”, dice, y ríe con malicia.
“Ay, Pauli”, se queja, cómplice, Maite. “Si a mí me pasaba, editando videos de los archivos de los años 70, que lo veía y ¡era para morirse de guapo!”.
DE LO PÚBLICO A LO PRIVADO
En un diálogo cruzado por el humor y la sensibilidad, Paulina y Maite dan cuenta de las contribuciones públicas más reconocidas de Góngora, que atraviesan casi cinco décadas de la historia del país. Tal como él lo dice en “La memoria infinita”, Augusto Góngora fue un periodista que relató la crónica de un país que se levantó desde la muerte hasta que, una vez llegada la democracia, impulsó la difusión de la industria audiovisual. Sin embargo, el documental está lejos de ser sólo una pieza biográfica sobre él.
Paulina Urrutia, a semanas de la muerte de su esposo y días del estreno nacional del filme, aún descubre claves sobre la producción en esta conversación con Maite Alberdi. Y le pregunta:
– ¿Por qué una creadora se interesa, en estos tiempos, por mostrar esto?¿Por qué quieres contar esta historia?
Maite: “Lo fui descubriendo. Partí de un lugar muy distinto que era decir ‘yo quiero hacer una película de tu historia de amor con Augusto’. Y tú me decías: ‘¿Qué historia de amor? Si acá no hay ninguna historia'”, (ríe).
Paulina: “Yo me oponía tenazmente”, dice la reconocida actriz, ex ministra de Cultura y una de las mujeres más talentosas de la cartelera nacional que comenzó su romance con el periodista tras una función teatral hace más de 25 años.
Maite: “Pero desde el día uno yo me junté con los dos, y Augusto me dijo, ‘sí, por supuesto’. Esta historia para mí era muy excepcional porque he filmado muchas personas con demencia. Y nunca había visto el nivel de integración que tenías con Augusto, ese lograr ser pareja, más allá del Alzheimer, cómo se iban adaptando y lo iban pasando bien. Para mí eran una pareja con la que yo quería estar. O sea, tú estás con personas que te hacen bien. Y yo quería estar con ustedes. Entonces, muchos me decían ‘uy, qué terrible, estás filmando el Alzheimer…’. Y para mí jamás tuvo ni un dejo de dolor en la convivencia. Era sólo goce estar con ustedes”.
Producción Maite Alberdi & Paulina Urrutia Fotos Ozcar Producción Natalia Ramírez y María Francisca Pinochet Vestuario Paula Moreno Asistente de vestuario Paulina Godoy Maquillaje y pelo Victoria Tapia Agradecimientos @ec_nalca @kapuraoficial @lalalousantiago
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