“Tuve relaciones sexuales con mujeres, pero nunca me enamoré de alguna”, “me carga envejecer y fui de las primeras que se puso bótox”, revela la destacada actriz y gestora cultural. Si lo hubiera dicho en los años 80 o 90 habría causado un escándalo. Pero hoy, a sus 60 años recién cumplidos, viene de vuelta y no le importa la repercusión de sus palabras. En realidad, nunca le importó.
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El día en que nos sentamos a conversar con Patricia Rivadeneira en su acogedor departamento ubicado en Providencia, la reconocida y premiada actriz nos recibe impecablemente bien vestida con un pantalón crema, un abrigo corto de tweed en los mismos tonos que el resto del conjunto, que combina a la perfección con los aros y el resto de los accesorios que luce. Con los rayos del sol de este frío invierno su piel resalta y sus ojos verdes cambian de color mientras más se acerca a la luz. Está sentada en su sofá blanco de tres cuerpos.
Todo pareciera combinar de manera perfecta. De fondo, sobre el muro se despliega una estantería llena de libros, premios y la portada histórica del disco de Las Cleopatras, conjunto musical que formó a fines de los 80 con Cecilia Aguayo, Tahía Gómez y la artista y exesposa de Jorge González, Jacqueline Fresard; todas ellas son hasta hoy sus eternas amigas y juntas planean sacar una nueva canción y la remasterización completa del disco original muy pronto. Con ella, hablar del paso del tiempo no tiene lugar.
Patricia acaba de cumplir sesenta años y cuenta que no hizo una gran celebración, sólo se reunió con su esposo, su hijo y algunos amigos a comer. Es que, entre el final de las grabaciones de la teleserie de Mega, “Al sur del corazón”, que la trajo de regreso a la pantalla chica y la exitosa temporada de la obra que montó junto a Antonia Zegers, “Una mujer llena de vicios” en el Nescafé de Artes, no hubo mucho tiempo para festejos: “Siempre he trabajado mucho, a lo mejor inconscientemente decidí celebrar los sesenta trabajando… La verdad es que no me queda otra porque podría jubilar pronto, pero si voy a mirar mi fondo de pensiones, es para llorar a gritos. Nunca fui buena para ahorrar”, cuenta.
–Pero tuviste y sigues teniendo una participación importante en las teleseries.
–Pero nunca fui protagonista, siempre tuve papeles secundarios. Nunca recibí millones por un personaje. Tampoco nunca fui una diva, siempre trabajé mucho y lo sigo haciendo; pero los noventa fue una época en que había poca regulación sobre los derechos laborales, había que hacer algún chanchullo para poder ahorrar. Igualmente, ser una actriz de soporte en la tele me permitió ser gestora cultural y hacer teatro.
–¿Tienes muy poca plata en tu AFP?
–Muy poca, como la gran mayoría de los chilenos. Saqué los retiros (de la AFP) en pandemia porque no trabajé. Antes de que me fuera a Italia en 2001 como agregada cultural, a los actores no nos imponían. Teníamos que hacer una especie de empresa trucha y teníamos que facturar; casi todos lo hacíamos, cada uno tenía su “empresa”. En rigor, yo no era empleada de nadie, a pesar de que trabajaba en televisión y era conocida por mi trabajo.
–¿Tuviste que pasar períodos muy complicados en esos años? ¿Alguna vez te faltó para comer o pagar el arriendo?
–Sí, claro que nos pasaba. Este es un privilegio de trabajo porque tienes una gran vocación, pero conlleva lo otro, ya que en Chile no hay industria. Hacíamos teatro y había momentos difíciles, pero dentro de esa precariedad había mucha juventud y mucho deseo. Nadie creía que tener cosas materiales solucionaba las cosas en la vida. No pensábamos en eso.
–¿Y cuándo cambiaste esa percepción?
–Nunca la he cambiado (se ríe). Pero hubo un cambio en general de que las cosas te dan estatus. Hubo un bichito en nuestra sociedad que, de alguna manera, se apoderó de todos nosotros en ese sentido.
–¿Qué queda de esa Patricia rebelde, de la musa del under, de aquella mujer que se crucificó en el Museo de Bellas Artes para una performance de Vicente Ruiz hace más de treinta años?
–Queda ese espíritu muy curioso. Quizás soy la musa de mí misma hoy en día, hay algo muy simbólico en eso. La verdad no tengo mucha idea de qué queda de aquella mujer. No lo sé, la verdad.
Quizás Patricia Rivadeneira hoy no sepa dimensionar el impacto que las performances en que participó, para denunciar formas de discriminación hacia las personas viviendo con VIH o hacia el pueblo mapuche, tiene en una nueva oleada de artistas. Pero quienes siguen haciendo vanguardia, tributan con admiración a su generación para dar nuevas batallas por una sociedad un poco más justa y libertaria.
–¿Tal ese es el legado de Patricia Rivadeneira?
–Qué bonito que se recuerde aquello, para mi es un halago. Sigo siendo una persona que no se conforma y cree que las normas existen para romperlas, que las respuestas fáciles son mentirosas, que la libertad no es transable y que hay muchas maneras de vivir la vida y que esa libertad, así como la democracia, es un anhelo que hay que cultivar. Es por eso que decidí hacer una adaptación al teatro del ensayo feminista “Teoría King Kong” (Una mujer llena de vicios) que estrenamos el mes pasado con Antonia Zegers y la dirección de Alexandra von Hummel, más la adaptación de Manuela Oyarzún, creo que esos son los temas que me interesan hoy; la violencia hacia las mujeres, el patriarcado y otros más reflejados en estas dos mujeres que son distintas, pero al final, somos todas a la vez. En esa obra trabajamos sobre temas que son tan explosivos, hablar sobre la posibilidad de decidir sobre tu cuerpo, sobre la prostitución, ponerle nombre a las agresiones que callan por muchos años las mujeres cuando son violadas y decir que esa violación es parte de un sistema político de sometimiento por parte del patriarcado. Bueno, esos son los temas que me motivan hoy en mi trabajo y creo que algo queda de aquella “musa del under”. Siempre estoy buscando temas que me hacen evolucionar y crecer. Estos tópicos no los manejaba cuando tenía veinte años. Cuando era más joven creía poco en la posibilidad de un amor pleno, de la espiritualidad.
–¿Te arrepientes de algo en esa locura juvenil?
–De muchas huevadas pues (se ríe). Pero quizás me arrepiento mucho de haber dejado de actuar un tiempo cuando me fui a Italia. Podría haber hecho las dos cosas al mismo tiempo, pero sentía muchas envidias del mundo político porque, cuando me fui de agregada cultural, no era diplomática de carrera. Me puse un límite porque sentía que había mucha gente en desacuerdo con ese nombramiento, el que fue muy polémico en esa época.
Al seguir conversando con Patricia Rivadeneira, da la sensación de que toda esa vanguardia que la caracteriza, en rigor, nunca la tomó como bandera de lucha; pero la verdad es que queda de manifiesto que le sale por los poros el ímpetu con el que toma determinados temas. Como aquel que le empezó a preocupar desde el 6 de agosto de 2023, cuando esta actriz, madre y esposa cumplió 60 años.
Mientras toma un vaso de jugo de frutas antioxidante confiesa que siempre le ha tenido terror a la muerte, pero más a envejecer. Al listado de tratamientos estéticos que saca a colación y de los que se arrepiente, cuenta de una que otra inyección de bótox que no volvería a repetir:
“La última me dejó con una ceja mucho más arriba que la otra y era tan evidente que me había hecho algo en la cara que todos en la grabación de la teleserie ‘Demente’ en Mega se dieron cuenta”, relata mientras se ríe de esa anécdota. Añade que llegar a los sesenta no es menor, que el cuerpo va pasando la factura, pero que el yoga, una buena alimentación y el trabajo han sido sus grandes aliados para envejecer de una manera digna sin tener que recurrir de forma extrema al bisturí:
“Lo que hago hoy en materia de estética son más que nada unas inyecciones de vitaminas en el rostro que potencian mis rasgos naturales, pero que también dejan ahí, a la vista de cualquier mortal, las arrugas que cargo a esta edad. Las mismas que traté de ocultar por tanto tiempo hoy las luzco con orgullo y, más que nada, mucha aceptación”.
–Precisamente, en tus últimas entrevistas y en los posteos que haces en tu Instagram has dejado claro que la lucha contra el edadismo es tu próxima gran batalla…
–Contra el edadismo y contra la forma en que nos reprimen. Pensándolo ahora, creo que fui muy perseguida por la opinión pública al punto que me sentí muy reprimida. Cuando estaba en Italia no hacia striptease en la playa, me daba vergüenza; y eso es por el famoso qué dirán. Qué loco porque nunca lo había pensado hasta ahora. Entonces, el tema de la Revolución de las Viejas, que nace en Argentina con tremendas exponentes, tiene que ver también con quitarse la vergüenza, el miedo al ojo crítico de los demás sobre ti; y ahí viene el tema de asumir la edad como un camino recorrido importante que debe dejarnos muchas lecciones, pero también disfrutar del hoy, a los sesenta, setenta y ochenta. La Revolución de las Viejas tiene que ver también con exigir mejores derechos, mayor participación política y mucho más desde esa propia realidad que le toca vivir a las mujeres. En Chile, hasta hace poco el mismo hecho de ser actriz era mal mirado. Era casi sinónimo de ser puta, de cierto libertinaje, asociado a la noche, a la fiesta… ¡todo verdad! (se ríe). Pero hoy es, en parte distinto, aunque las condiciones precarias siguen existiendo, hay toda una generación que está rompiendo los moldes.
–¿Cómo vives hoy los sesenta?
–Lo encuentro espantoso, en verdad, no me quiero morir, no puedo aceptar el hecho de que me tengo que morir. Pero sí, si no ocurre una enfermedad o un accidente, tengo que prepararme. Encuentro muy interesante que envejecer no es un deporte para cobardes, entonces tengo que aprender; como aprendí de la menopausia, entre otras cosas. La verdad es que es como cualquier huevada. Trato de consumir mucho oxidantes, vitaminas, pero nunca he sido muy buena para el deporte más que el yoga. Tomo mucha agua, leo mucho y no paro de investigar los temas que me apasionan. Me puse bótox en los ‘90 cuando era mucho más joven y nadie lo hacía en Chile, pasé piola pero no me volví adicta al bótox. Cuando tenía treinta me quería operar las pechugas para poder decir “quiero ser una señora con tetas grandes”, pero la verdad es que le tengo pánico al bisturí y esas fueron ideas locas que una tenía (se ríe). Hace unos años ya solté la presión por el cuerpo y por mantenerme joven. Ya no gasto plata en esas huevadas. No te cuento la cantidad de tratamientos que me hice para la celulitis, si me hubieran dicho póngase un pulpo en la cara, me lo hubiera puesto, pero hay una época en que uno suelta. Ya no compito con mi yo más joven. Hoy tengo una rutina de skincare, tomo colágeno, vitamina C, betacaroteno y creo que eso me ha ayudado a verme como me veo físicamente a mis sesenta. Si estoy muy pobre, me compro unas cremas más baratas, si no recurro al canje porque viste que ahora me manejo mucho con las redes sociales. Eso también es otro punto de la Revolución de las Viejas: subirse al carro de la modernidad. A mí me costaba mucho, pero entendí que es parte del juego y lo disfruto mucho.
En 2001, cuando fue designada por el expresidente Ricardo Lagos, como agregada cultural de nuestro país en Italia, a Patricia Rivadeneira le cambió la vida en varios sentidos. Junto con su destacada y, a la vez, criticada, labor como gestora cultural, la mítica actriz que venía saliendo de una vorágine personal conoció a Andrea Orsini, el italiano que le robó el corazón, con quien en 2006 se casaron y tuvieron un hijo. “Antes de conocerlo, yo no creía mucho en esta figura del amor bien correspondido. Tuve muchos amores, incluso estuve con hombres homosexuales porque para mí las etiquetas no van mucho, creo que eso ha quedado claro”, cuenta.
–¿Tuviste amores con mujeres también?
–No, pero me hubiera encantado. Sí me acosté con algunas mujeres y tuve alguna que otra experiencia sexual, pero relación amorosa con alguna mujer, no. La verdad es que yo probé de todo. Y hoy, a los 60 hasta la sexualidad se vive de forma distinta debido a la baja hormonal. Igual qué bueno, porque qué lata andar con ganas todo el rato.
–¿Cómo es tu relación con tu marido? ¿Cómo se llevan?
–A veces peleamos, nos queremos mucho.
–¿Cuál es la clave para llevar más de veinte años juntos?
–¡Piezas separadas! Fíjate que vivimos juntos en este departamento en Santiago, pero tenemos una casa en la playa, en donde él suele estar más y cuando viene a verme acá le gusta sorprenderme en la noche entrando a mi pieza, cuando yo ya me saqué el día de encima. Eso lo encuentro más sexy y romántico que estar conviviendo con alguien las 24 horas del día los siete días de la semana. Creo que el respeto por el espacio personal del otro, en cualquier tipo de vinculo, es fundamental para que una relación sea duradera, aparte del amor, claro.
–Antes de conocerlo a ti no te gustaba la monogamia…
–Bueno, la verdad es que nunca he creído en que los seres humanos seamos monógamos por naturaleza y lo sigo sosteniendo. Está relación está basada en la confianza, en el amor libre, pero entendido de una forma en que él y yo nos respetamos, tenemos nuestros acuerdos y sabemos que estamos el uno con el otro siempre. Pero si mi marido se va de viaje por trabajo, yo no voy a andar preguntándole si se metió con alguien o no, lo mismo en mi caso. Cuando logras liberarte de lo que se te impone como debe ser una relación de pareja, es cuando logras esa libertad y ese compromiso total. ¿se entiende?