Revista Velvet | Paolo Bortolameolli: “Siempre he sentido la música como una misión”
Entrevistas

Paolo Bortolameolli: “Siempre he sentido la música como una misión”

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Paolo Bortolameolli: “Siempre he sentido la música como una misión”

POR Claudia Guzmán | 17 junio 2025

Fotos Bárbara San Martín

A este director de 42 años no le basta con la titularidad de la orquesta filarmónica y de la sinfónica juvenil, además de ser invitado a dirigir la sinfónica adulta y
agrupaciones internacionales. Todo solo en este mes. La batuta más importante de chile también quiere llevar la música a espacios como carpas de circo, escribir libros sobre ella y cambiar la vida de niños; tal como a él le pasó.

Días antes de que Paolo Bortolameolli se parara por primera vez en la dirección de la orquesta filarmónica del teatro municipal de Santiago, lo imprevisto sucedió. Un incendio declarado en las bodegas de vestuario del tradicional edificio del centro de Santiago hizo que los planes cambiaran. Varió la locación, pues el joven de entonces 31 años tuvo que ponerse frente a los músicos en el menos clásico Teatro Caupolicán, pero la calidad en la ejecución de su batuta se mantuvo intacta.

Corría 2013, y con los compases de “La consagración de la primavera”, en el popular escenario donde suelen alternarse conciertos de rock, pop y tropical, Paolo logró ser aclamado por el público y la crítica, que lo premió. El debut fue auspicioso, pero entonces algo faltó:

“Siempre que dirijo a la Filarmónica miro al palco 12, que era el palco de mi papá, donde me sentaba con él a escuchar conciertos desde los cinco años de edad”, cuenta hoy, a los 42 años, instalado sobre la felpa roja de uno de los asientos del Municipal como su flamante director titular. Paolo acaba de terminar su primera serie de conciertos en esa calidad en este escenario, le ha tocado liderar el programa que inaugura la celebración de los 70 años de la agrupación, y todavía intenta procesar las emociones que le causa haber logrado el sueño de su niñez. Fue a los siete años cuando supo que su destino sería estar frente a una orquesta, y a los 14 se paró por primera vez frente a una.

La majestuosidad del anfiteatro de calle Agustinas con San Antonio era el patio de juegos de Paolo. El responsable de su amor por la música fue su padre, Rodolfo Bortolameolli, un melómano empedernido que lo apoyó siempre en su deseo de ser director, pese a que eso significara verlo partir desde los 14 años cada fin de semana hacia Mendoza para tomar sus lecciones allá:

“Él era funcionario de una empresa naviera, y para él la vida comenzaba a las cinco y media de la tarde, cuando podía salir de la oficina y venirse al Teatro Municipal. Venía a la ópera, al ballet, a los conciertos de piano. Entonces yo crecí acompañándolo, recorriendo todos los pasillos de este lugar”, recuerda sobre quien falleció hace algunos años.

–En tu debut como director titular, varias personas del público contaban que te habían visto crecer acá. ¿Cómo tomas eso?

–Efectivamente, literalmente me vieron crecer en el teatro, primero como público. Y después empezaron a verme crecer como músico. Todo fue paulatino. Primero fui estudiante de piano, después pasé a ser becado de los Amigos del Teatro Municipal, que también son parte crucial de mi familia musical; después me fui a estudiar a Estados Unidos, debuté como pianista, como director, y me empezaron a invitar distintas orquestas. Quizás lo más impactante para ellos fue cuando empecé a trabajar con la Filarmónica de Los Ángeles o con la Ópera de París. Ellos han seguido todo esto siempre.

–Eres el niño maravilla, el Alexis Sánchez de los melómanos locales.

–(Sonríe). Siempre me han preguntado si las expectativas en torno a mí me ponen nervioso y yo digo: “¿Cómo me voy a poner nervioso si son expectativas que vienen desde el cariño?”. O sea, yo me siento súper acompañado. Siempre. De hecho, pienso que estos conciertos como titular de la Filarmónica simbolizan el final de toda esa historia que viví acá, desde que descubrí que quería ser director de orquesta a los siete años, y el comienzo de otra.

ALLEGRO MA NON TROPPO

La agenda futura de Paolo Bortolameolli es como la partitura de una sinfonía. Con los tiempos ajustados, medidos, perfectos para dar armónica cabida a cada una de las actividades de este director de orquesta, que por estos días ocupa –casi monopólicamente– buena parte de los cargos de mayor importancia en la escena musical local. Director titular de la Orquesta Filarmónica del Teatro Municipal de Santiago, de la Orquesta Sinfónica Juvenil que reside en CorpArtes, y de la Clásica No Convencional (CNC), que se presenta en espacios como carpas de circo, galpones y subterráneos; pareciera que no cabe ni un solo compromiso más en su programación.

Pero no es así. Su calendario profesional permite sorpresas, como la que dio en febrero pasado cuando aceptó ser parte del jurado del Festival de Viña del Mar. Por cinco noches cambió la levita por los jeans, caminó por una alfombra roja junto a su polola, la cantante lírica María Gracia Aguilera, y se hizo amigo de sus colegas de jurado Claudio Narea y Nicolás Oyarzún.

“Para mí es muy importante comunicar, que la gente se entere de lo maravilloso que es todo lo que pasa en torno a la música, en torno a este teatro. Por eso fui al Festival de Viña. Si acepté ser jurado de una fiesta tan transversal, con gente que sigue a Kid Voodoo, a Marc Anthony y a Myriam Hernández, que son estilos súper distintos al mío, fue para estrechar la conversación sobre la música”, explica el director, que además es activo generador de contenidos en sus redes sociales, autor de un libro infantil, orador de una TED Talk y embajador de marcas como Carolina Herrera.

–¿Sientes que comunicar es parte de tu misión?

–Siempre he sentido la música como una misión. Siempre he sentido el arte como una misión. Y comunicarlo es fundamental. Si yo me quedara solamente en ser un director de podio, que busca llenar un teatro y brindar una oportunidad recreativa –profunda, por supuesto–, sentiría que no estoy haciendo lo que se debe hacer. Me sentiría insuficiente. Mi propia meta es que dirigir la orquesta sea una oportunidad de comunicación permanente. Primero está la comunicación con la orquesta, porque el director de orquesta no toca ni una sola nota: su rol es concertar todas estas notas, liderar de una forma súper horizontal y sumar los múltiples liderazgos que hay en una orquesta. Después viene la otra comunicación, que es la de los 180 grados. Esa sucede al darte vuelta y comunicarte con el público. Y desde ahí en adelante, tu misión es infinita. Comunicarte con los medios masivos me interesa muchísimo; para mí es capital la divulgación y la difusión, no quedarme en el nicho, en el público cautivo que se merece todo mi respeto y cariño, pero que no es suficiente. Me interesa que la narrativa de los artistas esté conectada con el crecimiento saludable de todas las estructuras de la sociedad. Ese es mi compromiso.

Dentro de los eventos programados de su calendario está este abigarrado mes de mayo. Ya le ha tocado dirigir la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar y el Coral Nacional Simón Bolívar, de Venezuela. El jueves 29 de mayo tomará la batuta de la Sinfónica Juvenil en CorpArtes, y el viernes 30 y sábado 31 será el turno de la Orquesta Sinfónica en el Teatro de la Universidad de Chile.

“Yo ya sé lo que voy a dirigir el 2027. Tengo un mánager que me ayuda a estar dos años avanzado en mi programación. Si no, no podría. Son demasiadas cosas, muchas orquestas. Entonces, alguien tiene que organizarlas, hacer el trabajo de contratación”, explica.

DOLCE, CRESCENDO

Dentro de las instrucciones que tiene el mánager de Paolo Bortolameolli está procurar que el maestro no pase más de dos semanas seguidas fuera del país. La razón es su hijo Andrea, de 10 años.

“Parte del trabajo del mánager es tener súper claras mis prioridades personales. Una de mis ellas es no estar ausente por periodos muy largos para poder estar con mi hijo acá. Y si los periodos son largos, porque no me queda otra, entonces ahí Andrea viaja conmigo y con mi mamá, que es la que lo cuida en el día a día”, cuenta sobre el niño que quedó a su cargo tras su separación matrimonial.

–¿Cómo ha sido para ti criar solo?

–Es un poco injusto decirlo así, porque la verdad es que mi mamá es una gran partner, es de las figuras más esenciales de mi vida. O sea, sin mi mamá este engranaje no se podría llevar a cabo, así que jamás diría que crío solo; todas las flores y todos los chapós son para mi mamá. Yo siempre quise ser papá, amo a Andrea y él es mi inspiración. Entonces, nunca lo he visto desde lo heroico, sino desde lo amoroso. Sí es cierto que esto es una carrera compleja, es una vida poco normal, pero bueno, es la vida que tenemos y la hacemos funcionar.

–La niñez parece ser muy importante para ti. Llevas años trabajando con la Fundación de Orquestas Juveniles e Infantiles (FOJI).

–Sí, en el primer concierto con la Filarmónica incluí una obra basada en el trabajo de Jorge Peña Hen, porque más allá de la tragedia de Peña Hen –creador de las orquestas infantiles, fusilado por la Caravana de la Muerte en 1973–, que por supuesto me causa dolor desde un punto de vista humanista, creo que nuestra labor como artistas siempre tiene que ser perpetuar el legado de su visión de que se puede cambiar la vida de los niños a través de la música. Lo que él hizo en La Serena en su vida terminó siendo el inicio de algo mucho más grande, no solamente acá en Chile, sino que en muchos países del mundo que tomaron su semilla y hoy dan frutos con orquestas juveniles e infantiles. Porque más allá de la política, lo que trasciende es el arte. Eso es lo que pesa más. Su obra es un testimonio de cómo el arte realmente es un vehículo de comunicación como ninguno. Porque ahí donde las palabras fallan o quedan obsoletas, es donde nace la música. El arte es una expresión natural e inevitable de nuestra necesidad de comunicarnos de manera profunda.

 

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