El presidente de la Fundación Chile y fundador de NotCo fue nombrado por el presidente Boric en esa tradicional institución. Apuesta por una radical transformación en la política productiva del país a través de la innovación y sentencia: “Chile tiene que cambiar, tiene que tomar pasos transformacionales profundos”.
Por: Carolina Urrejola Scantlebury Fotos: Bárbara San Martín Suckel
Me reúno en un café de Providencia con Pablo Zamora, presidente de la Fundación Chile, consejero de BancoEstado y miembro del consejo asesor de política exterior de la Cancillería. Zamora es, además, fundador de NotCo, una de los startups más exitosos de nuestro país; una de las llamadas Unicornio, es decir, empresas de menos de 10 años valorizadas en más de US$1.000 millones, un logro que recién se alcanzó acá en el año 2021 con Cornershop y NotCo.
“Perdón, ¿tú eres Zamora? Felicitaciones por tu contribución a la patria”, le dice un comensal al salir. Le pasan seguido este tipo de cosas, me comenta este melipillano de meteórica y brillante carrera académica. Bioquímico de la USACH, doctor en Biotecnología y posdoctorado en la Universidad de California, actualmente está detrás de la startup de biotecnología Spora, que produce cuero en base a hongos. Además, junto a su esposa están a cargo del colegio que crearon en un sector rural de Melipilla, donde viven junto a sus dos hijos en una casa autosustentable. Desde allá viaja diariamente a la sede de la fundación, en Santa María de Manquehue, Vitacura.
–El Presidente Boric te propuso como presidente de la Fundación Chile. ¿Cuál es la impronta que quieres darle?
–La fundación ha sido bien valiosa y la gente no tiene necesariamente el conocimiento respecto a los aportes que ha hecho históricamente. Ha sido pivotal en la creación de oportunidades en Chile, por ejemplo la industria del salmón. La fundación fue mandatada para explorar posibilidades de desarrollo económico cuando Chile tenía la economía cerrada, cuando no teníamos los TLC y era muy difícil emprender en algo. Otro ejemplo es que Fundación Chile compró 100 hectáreas para plantar arándanos y demostrar que ese cultivo de Australia era compatible con nuestro suelo. La primera empresa de energía solar cien por ciento pública fue con plata de la Fundación Chile. Cuando se abre la economía, obviamente estas estructuras se debilitan porque son menos necesarias. Y como entidad público privada, tiene que ponerse al día respecto a cuáles son las necesidades de Chile hoy. Creo que el llamado que hizo el Presidente Boric cuando me convocó fue en el sentido de hacerme cargo de una institución que era poco entendida en el mundo privado y mucho menos por parte del mundo público, y que no tenía necesariamente ni la visión ni el músculo para poder empujar transformaciones. Mi mirada de agilidad en lo que estaba haciendo el último año, me hicieron candidato para hacerme cargo de esta entelequia que era también poco entendida por el gobierno que estaba asumiendo.
–Entiendo que has cambiado la estructura de la fundación y que incluso has bajado los sueldos más altos.
–Hemos hecho una serie de procesos de reflexión para convertir a la fundación en un organismo más empático con Chile, con estructuras de poder más democráticas, con un directorio que tenga mayor agilidad, con una estructura de sueldo distinta, más acorde a lo que se espera de una organización que lidia con el mundo público.
–¿Y cómo recibieron los trabajadores esa decisión?
–Con buenos ojos porque había ciertas demandas que por visiones políticas no habían sido atendidas. Vengo de un mundo que tiene una mirada más convocante, transversal y abierta que otros presidentes que vinieron antes, ligados al mundo económico. Tengo la juventud para meterme en todos los temas. Entonces, cuando hay cosas que no me gustan, las cambio. Creo en un Estado sofisticado, con capacidades técnicas profundas, que impulse el desarrollo hasta el nivel de una política industrial, y eso requiere de aliados. La Fundación Chile debiese convertirse en un aliado estratégico del Estado para impulsar políticas públicas, hacer transformaciones en los territorios. Si no ayudas a esta estructura, no la vistes de capacidades, tiene menos posibilidad de impactar a más personas.
La descentralización también ocupa a Pablo Zamora, quien planifica la apertura de Fundación Chile Norte en Antofagasta y Fundación Chile Sur en Concepción. Lo dice con la convicción de quien viaja todos los días desde Melipilla a Santiago.
“Tenemos que descentralizarnos nosotros mismos. La descentralización es un proceso mental. Fundación Chile siempre ha estado solamente en Santiago y en un lugar que no tiene alta exposición, que es Vitacura, en una especie de isla. Y para que la gente que está convocada a formar parte del proyecto tenga más sensibilidad respecto de lo que está ocurriendo, tiene que estar afuera, donde están los problemas y donde tienen que ocurrir las transformaciones”, apuesta.
–¿Cómo fue vivir en Estados Unidos? Hay gente de izquierda que desprecia a ese país…
–Yo tenía bastantes prejuicios con Estados Unidos, sobre todo por su política exterior. El intervencionismo gringo y el hecho de convertirse en la policía del mundo siempre me ha molestado. Lo primero de que me di cuenta es que las personas que habitan el territorio no tienen por qué comulgar con la política exterior de
su país. Y California es un lugar bastante abierto, con espacio para la reflexión, la vida comunitaria y con gente muy respetuosa. Creamos una comunidad acogedora entre chilenos y latinos. De hecho, le pusimos a un lugar Little Chile porque vivimos muchas familias chilenas juntas, compartíamos un jardín común, las casas eran abiertas, no había delincuencia. Sobre todo me gustó que en Estados Unidos la gente confía mucho en tu capacidad, que es una diferencia con Chile. El límite de las personas no está supeditado al colegio donde estudiaron. De hecho, no contrato a gente que pone el colegio en su currículum. Que se haga mención al colegio como un gadget, un artilugio para poder conseguir empatía, no. No me gustan esos códigos que tiene la élite, son endogámicos. Allá, independiente del país de donde vengas, lo que importa es tu capacidad intelectual y la energía que le dedicas a los temas.
Con Gabriel Boric coincidieron en una premiación de El Mercurio en 2012 cuando el Mandatario era presidente de la FECH y Zamora había logrado inventar un sistema de fertilización natural a partir de los ancestros de las plantas. Un descubrimiento sumamente innovador para la industria agrícola que le valió importante reconocimiento en la Universidad de California, donde realizó su postdoctorado. Años después, cuando Boric enfrentaba la primaria presidencial, Pablo Zamora habló públicamente de incluir los temas de ciencia, tecnología e innovación en los programas de los candidatos. Lo llamaron de varios comandos, pero el telefonazo de Giorgio Jackson lo convenció.
–Como hombre de izquierda cercano al Frente Amplio, ¿qué crees del modelo económico actual, hay que reformarlo o transformarlo completamente?
–Yo tengo una necesidad refundacional de facto. No me acomodo con las estructuras e intento cambiarlas todo lo que puedo. Cuando hay algo con lo que estoy en desacuerdo puedo reunir los argumentos necesarios para convencer a las personas de hacer los cambios. Por ejemplo, nos fuimos a vivir al campo y no había una escuela. Decidí crear una para hacer el tipo de educación que creíamos que era necesaria para ese territorio. O hay un tipo de alimentación que yo tengo y no había suficientes productos, así es que decidí crear una compañía. Creo que Chile tiene que cambiar, tiene que tomar pasos transformacionales profundos.
El diagnóstico que tiene Pablo Zamora también viene acompañado de ideas de intervención:
“Tiene que haber una nueva óptica respecto al desarrollo económico. La investigación, desarrollo e innovación son claves para el Chile que necesitamos para los siguientes 200 años. Hay una gran cantidad de nuevo empleo que no está absorbiendo la empresa tradicional. CODELCO no puede absorber más gente. La misma se CMPC no puede absorber más. O sea, tienen una cuota, un tope. Entonces, ¿dónde incorporamos nuevo talento, a los nuevos becados que estamos formando en las mejores universidades del mundo?, ¿dónde enchufamos toda esa capacidad intelectual que puede ser transformadora para Chile? Bueno, generando un nuevo tipo de economía, basada en el conocimiento, que estimule la creación de ecosistemas de innovación sofisticados y que genere empleos de calidad que pague el salario digno que permita que las compañías nuevas desafíen al status quo”.
También es agudo a la hora de asignar responsabilidades:
“Creo que la captura de parte del poder político por la élite económica ha hecho que el país avance a un a paso mucho más lento. La ciencia y la tecnología son conductores agnósticos de cambio y son profundamente transformadores. Tengo una mirada muy radical de cómo tienen que ocurrir los cambios económicos en Chile”, asegura.
–Dame un ejemplo.
–El desarrollo de polos industriales y políticas industriales profundas, donde se mandate a la academia y a la industria a desarrollar impacto territorial basado en las capacidades propias de esa región. Incorporar tecnología, hacer que los conocimientos desarrollados en los centros tecnológicos y las universidades con la plata del contribuyente termine impactando en el desarrollo de la sociedad. Hay mucho conocimiento contenido que no está facilitado para que impacte a nadie más que a la relación académica, y eso no le sirve el resto de la sociedad. Cambiaría también la estructura de la universidad, esta entidad que se mira a sí misma no le hace bien a Chile.
–Pero el modelo económico que tradicionalmente ha impulsado la izquierda en el mundo tampoco digamos que ha sido exitoso.
–Yo tengo una mirada bastante poco tradicional para la izquierda. Tengo un ángulo completamente distinto, no vengo de la militancia y no tengo la disciplina como para hacer que ideas ajenas me impongan mi modo de actuar. Traigo una mirada fresca y más actualizada respecto de cómo debiésemos avanzar en la economía.
–¿Te sientes resistido por parte de izquierda?
–Creo que no. Cuando logras darle cuenta a la izquierda de que estas transformaciones le hacen bien al resto, más allá de si son o no ideológicamente cercanos, no hay resistencia. Yo soy un empresario, mal que mal. Genero compañías y estoy en el mundo del desarrollo de tecnologías, patentes, venta de productos. Pero eso no me resta de querer tener una visión de sociedad.
–¿Cómo evalúas la gestión del Gobierno hasta ahora?
–Creo que hay una intencionalidad en no generar consensos de ningún tipo. Cuando Rosario Navarro, presidenta de la Sofofa va a juntarse con el Presidente Boric en uno de sus primeros actos públicos, la criticaron desde todos lados, porque no hay intención, de parte de muchos actores, de que estos consensos realmente lleguen. Y cuesta mucho que el Ejecutivo se ponga de acuerdo y no genere un disenso. La polarización hace que los impulsos que vienen del Gobierno, por el mero hecho que emanen del Gobierno, sean rechazados. Con esa falta de generosidad la clase política se sigue beneficiando. Sus disensos impactan a la ciudadanía, pero no se hacen cargo de las consecuencias porque sus vidas siguen exactamente igual. Tienen sus propias normas, sus propios códigos. Entonces más allá de que si creo que el gobierno tiene musculatura para poder hacer los cambios, veo una resistencia intrínseca a cualquier cambio porque no hay capacidad de generar acuerdos, y eso me duele profundamente como chileno. Entonces veo a un Gobierno con capacidades desplegada y con una muralla China en frente. Por ejemplo, en el tema de la reforma tributaria sabemos que Chile tiene que hacer uso de más recursos públicos para impulsar ciertos cambios sociales y hasta Lavín presentaba un presupuesto de captura de parte del PIB mayor a que la propuesta tributaria actual, entonces es muy insensato lo que ocurre.
–Saliste de NotCo hace un año y medio. ¿Qué decidiste hacer con los beneficios que obtuviste del desarrollo de esa exitosa start up?
–Varias cosas. Primero fortalecer el tema de educación a través de una fundación. Hicimos una escuela que impacta en una comunidad donde no existe educación transformacional con mi esposa Paulina, profesora de formación con experiencia en desarrollo comunitario e innovación educativa. Además decidí apoyar a otras compañías. Invertir, meterle cabeza a nuevas startups. Yo creo que quedarse en Chile para todos los que estamos en el mundo de los privilegios hoy día es una decisión política. Vivir fuera de Santiago y pegarme el pique todos los días a trabajar involucra que tengo que hacerme cargo y preguntarme cómo devolver la mano. Yo fui a un colegio particular subvencionado en Melipilla y a la Universidad de Santiago, soy hijo de la educación pública. Mi papás son de Antofagasta, él electricista y ella profesora normalista. Tengo una conciencia de clase importante, fui dirigente estudiantil, entonces tengo una sensibilidad muy particular por Chile. Yo veo la política como un servicio público y me gusta que, viniendo del mundo privado, me vaya después. No tengo la vocación de perpetuarme en un rol como este. Eso hace que tenga la mochila liviana.
–Frente a tantas deficiencias que existen en Chile, ¿qué tema elegirías como prioridad para avanzar?
–Salud y educación son lo más importante de resolver. El conservadurismo se beneficia de que los avances no ocurran. Hay personas que ponen piedras en el camino, que no quieren cambios porque el mero cambio los debilita en sus posiciones de poder. Entonces maximizan su renta basados en las crisis sociales. Hablo de bancos de segundo piso y personas naturales de alto patrimonio. ¿Por qué acumular más de lo necesario, por qué no permear más y permitir que el otro se beneficie de las transformaciones y progresos del país? ¿Por qué pensar que existen dos Chiles? Un Chile que merece los beneficios y vive en el primer mundo –porque circulan en una ciudad desarrollada–, se vinculan con gente que está calificada, tienen empleos de calidad, comen en los mejores lugares y que no quede eso para el resto. Eso a mí me genera una distorsión profunda respecto de la falta de humanidad de personeros en Chile. Muchas veces no de forma intencionada, el comportamiento de.la elite es un comportamiento heredado. Y el descontento y las marginaciones sin una mejor educación van a seguir ocurriendo.