En los últimos días del intercambio estudiantil que llevó a Mateo Ruiz a la capital francesa, un agente de moda le pidió sacarle fotos a pasos de la Torre Eiffel. Parecía una estafa, pero se convirtió en lo que su padre llama el “Cuento Disney”: Hoy Mateo vive en Europa y, además de ser el único chileno que actualmente desfila para Gucci, lo hace para Ferragamo, Givenchy y Dolce & Gabbana, entre otras marcas de lujo. Acaba de cumplir 20 años.
Por Marisol Olivares
Jugar Hockey y hacer un intercambio. Esa fue la razón por la que Mateo Ruiz Navarrete, quien entonces tenía 17 años, viajó a Inglaterra en agosto de 2022. Como era alumno de promedio 6.7, su colegio, el Nuestra Señora del Camino, lo autorizó para estar ausente por tres meses y luego regresar en noviembre a terminar tercero medio con sus compañeros. Pero eso no pasó.
Mateo estuvo primero tres semanas en Guilford, jugando hockey, y luego se fue a Londres a estudiar a la escuela Speak Up, en plena Oxford Street.
Un tío abuelo lo recibió en su casa. “Fue un intercambio casero”, como él le llama, porque salía mucho más barato que uno real. Antes de dar el examen de Cambridge, las normas sanitarias de la pandemia se habían aminorado y por eso su mamá lo alentó a que siguiera viajando. Varias de las amigas de ella, conocidas desde el colegio y la universidad, lo recibirían y pasearían por Ámsterdam, Bruselas, Bélgica y París.
Fue en esta última ciudad donde comenzó la historia que su padre, Cristián Ruiz, describe como “el cuento Disney”.
Mateo, 1.87 m de estatura, 75 kilos, ojos y pelo café, sonrisa alba y una nariz recta que se respinga en la punta partió a conocer lo que más anhelaba: la torre Eiffel. “Salí del metro a la calle y veo que estaba lleno de gente. Era la fashion week, pero yo no sabía de qué se trataba. Me quedé mirando y cuando camino firme y decido a subir a la torre, un tipo se me acerca y me habla en francés. Le dije que no entendía, y resultó ser argentino. Me preguntó si alguna vez había modelado o si lo había pensado. Le respondí que no. Me contó que era agente de modelos y que me quería sacar unas fotos para presentarme. Me dio su Instagram y quedamos en vernos al día siguiente”.
No era la primera vez que a Mateo le llegaba una chance de improviso. A los 12 años estaba jugando una pichanga playera en Guanaqueros con su hermano Agustín, cuando se les acercó el entrenador de hockey del Country Club, porque le llamó la atención lo fibrosos que eran ambos para ser tan chicos. Él, que nunca había tomado un bastón, terminó en la Selección Nacional Sub 17 y ganando el máximo premio del club.
En otra oportunidad, su mamá vio que en el GAM se haría un casting a niños para actuar en la obra La Conquista. Llegaron 150 a la prueba y Mateo quedó entre los 12 que estuvieron en escena por seis meses. Pero esta vez fue distinto. “De verdad (lo que me dijo) hizo un ‘clic’ en mi cabeza, porque mucha gente me había planteado lo del modelaje. Claro, nunca pensé que me iban a parar en la calle en Europa, pero de verdad algo sentí y sabía que cuando lo contara, mi papá se iba a hiperventilar. Por eso cuando lo llamé a él y a la Nata (esposa de su papá), saqué una captura de pantalla del momento exacto en que les contaba lo que me había pasado”. Hoy en su celular hay una captura de dos adultos con los ojos bien abiertos, tapándose la boca y nariz con las manos de pura sorpresa.
Su mamá pensó que era mentira. Todos sus cercanos chequearon las redes del agente para ver si era cierto que se dedicaba a eso. Pero Mateo estaba convencido. Luego, los consejos se repitieron: solo fotos en la calle, nada de entrar a casas ajenas, compartir ubicación y no tomar ni agua.
París no está libre de delitos ni estafas.
“Me pidió que fuera de negro. Así se hacen las fotos para books. Y que fuera con pantalones, polera negra y unas botas vaqueras, pero no tenía, así es que fui con zapatillas: unas air force blancas que me encantaban. Me sacó fotos con un iPhone. También me pidió que caminara y me grabó. Yo encuentro que caminé mal. Intenté posar. Fue raro”.
–¿Qué sabías del modelaje hasta ese minuto?
–Nada, Zoolander. El lado chistoso, lo hallaba medio tonto. En Chile no es usual. Pero en Europa todos trabajan y en los colegios siempre hay 3 o 4 modelos. Es parte de la cultura.
–¿Te gustaba la ropa?
–O sea… normal. Me compraba ropa en Zara y H&M cuando necesitaba.
Después de esa caminata torpe en Champ de Mars, empezaron los llamados. La agencia 16 París lo citó al día siguiente. Mateo no alcanzó a lavar la ropa y volvió a posar. Sin entenderlo, esta vez se sintió cómodo caminando. El director de la agencia encontró que lo hacía de manera masculina, con presencia e intensidad, y le ofreció un contrato. Por ser menor de edad, sus papás debieron firmar a distancia.
Esa misma tarde, sus fotos ya estaban circulando por las redes. Y al otro día, tenía ofertas en otras 12 agencias en Milán y la plata justa para el pasaje.
Su mamá siguió expandiendo el alojamiento por la ruta de las amigas. En pocos días firmó con permiso notarial para tres países –Francia, España e Italia– y volvió a Londres para dar el examen que tenía pendiente en la Speak up!
Cuando debía volver a Chile le ofrecieron participar en el Fashion Week de París. Mateo cuenta que en el colegio le permitieron cerrar el año con las notas del primer semestre. Por otro lado, la ruta de las amigas renovó estadía por un mes. Esos 30 días Mateo hizo abdominales, fue preseleccionado para trabajar con Prada (aunque finalmente no quedó), perdió su certificado de inglés en un McDonald’s, su mamá, hermano y padrastro llegaron de sorpresa a verlo y desfiló para la marca Dhruv Kapoor, reconocida por GQ entre las 50 mejores marcas indias, por 300 dólares.
–¿Qué significó esa experiencia para ti?
–Me sirvió para saber de qué se trataba todo esto. Pero no lo cuento como mi debut. Mi debut fue en Gucci.
El 2023 era un año importante. Mateo se graduaría de cuarto medio. Al llegar a Chile, sus fotos desaparecieron de las agencias europeas, pero su agente le insistió que regresara para la próxima fashion week. Entró al preuniversitario, se retiró de hockey y posó para Falabella y Ripley, lo que le permitió ganar plata para lo que vendría. Dio la PAES, quedó en lista de espera en Ingeniería Comercial en la Chile, pero no tenía tiempo para esperar: se matriculó en la Adolfo Ibáñez y el 31 de diciembre partió de vuelta a Europa.
“El 1 de enero de 2024 llegué a París donde la Carola, la amiga de mi mamá, me alojó por una semana. Ahí se hicieron los precastings para elegir a los mejores modelos y caras nuevas”.
–¿De nuevo vestido de negro y con botas?
–No tenía botas. Tenía unos zapatos negros de H&M que compré para mi graduación, súper incómodos, pero parecían botas y me los llevé. Fue intenso: hacía cinco castings diarios. París es grande, tienes que moverte siempre y los zapatos me dejaban ampollas. Imagínate caminando por París con ampollas y con frío. Estuvo difícil, pero ahí empezó todo: me llamaron de DM Castings, que tienen contactos de marcas famosas como Gucci, Givenchy, Bottega Veneta.
–¿Cómo viviste todo eso?
–Fue extraño. Todos flacos, mínimo 1.85 cms. Ahí están los casting directors, que te hacen caminar dos veces sin polera y te sacan una foto. Cuando me iba, uno me dijo que volviera. Tenía en la mano mi foto, mis medidas anotadas (90-76-92) y sobre mi cara escrito: Gucci. Me mandó al baño a mojarme el pelo, peinarme y posar para otra foto. Cinco minutos después me dijeron que Gucci me consideraba para su show.
–¿Qué sentiste en ese momento?
–Estaba impresionado. No quise contar nada porque me había traumado con lo que pasó con Prada. Me fui a Milán y pensé que estaba listo, pero éramos como 500 en el casting y quedamos 60. A los tres días me llamaron para probar ropa y al día siguiente firmé exclusividad con Gucci.
–Eres el único chileno que desfila para Gucci…
–Entiendo que ahora sí. Es una locura. Firmé al tiro para la temporada de invierno. Después me llamaron de Givenchy, Dolce & Gabbana y Armani, pero me la jugué por Gucci. Desfilamos 40 hombres, solo cinco teníamos exclusividad. Yo era de los últimos. Todos con trajes y chaquetas y yo sin polera, eso llamó la atención. El desfile fue mundialmente visto, tiene como 6 millones de reproducciones en YouTube, entonces muchas marcas me querían contratar de una. Decidí no volver más a Chile y congelé la universidad antes de entrar.
–Chile es bien tradicional con esto de ir a la universidad. ¿Cómo lo tomó tu familia?
–Les dije que esto era demasiado exclusivo para dejarlo pasar. Tiene que venir algo bueno y me apoyaron mucho, me dijeron que le diera nomás, que estaban 100% conmigo.
–¿Tu plan es dedicarte a la moda?
–En Chile estaba presionado para estudiar en la universidad, y saber qué quería. Ahora es todo autodescubrirme. Sentir que tengo tiempo. En Chile entras a la universidad sí o sí antes de los 20, en Europa no. Este año lo dedico al modelaje y creo que el próximo año estudiaré, pero más establecido en Europa. Puedo estudiar negocios, Fashion Business, dedicarme al arte, la música o quizás estudiar tecnología. Tengo tiempo.
–¿Para cuántas marcas de lujo has desfilado o hecho campañas desde tu debut?
–Dolce & Gabbana, Armani, Moncler, otros desfiles de Gucci, Urban Revive y un diseñador asiático. También he trabajado con marcas top en China, fui portada de L’Officiel Austria con Ferragamo y hace poco hice un D-Squared tremendo, por ahí.
–El mundo de la moda muchas veces se describe como lleno de competencia y prejuicios. Hasta lo que tú has visto, ¿es cierto?
–Eso viene de afuera. Me carga cuando voy a Chile y los que no me conocen me dicen “el modelo”, o creen que uno es más femenino, superficial o vanidoso. ¡Yo no me vestiría así, soy súper básico! (se ríe). Si necesito ropa, sigo yendo a Zara y H&M, sigo jugando futbol y si voy a Chile me junto con mis mismos amigos y familia.
–Y la relación entre modelos y agentes, ¿es como la película El diablo se viste a la moda?
–Para nada. Eres rostro de la marca, así es que te cuidan. Entre nosotros tampoco hay rivalidades. Quizás entre mujeres sí, pero aquí no. Hay comunidad. Somos pocos, nos representamos entre todos, es fácil hacerse amigos, tenemos grupos de whatsapp. El año pasado fui a Nueva York, hablé con un modelo y me metió a un grupo para jugar fútbol. Soy bueno, así que también me invitaron a jugar en Milán. A veces hacemos asados.
–¿Cuánto hay de body positive en la industria del lujo?
–Nada. Cero. No hay ningún modelo talla grande. Al contrario, hay que ser muy flaco, sobre todo en Francia. En Italia puedes tener algo más de brazos, pero flaco, un poco marcado, pero no musculoso.
–¿Te ha costado eso?
–No, siempre he sido flaco. Me cuido con la comida, ahora sé lo que una hamburguesa le hace a mi cuerpo.
–¿Qué almorzaste hoy?
–Arroz, pollo y ensalada. Si voy a hacer fotos, como menos carbohidratos. No voy al gimnasio, pero sí hago abdominales cada cierto tiempo en casa. Para brazos y piernas nada, porque no me entraría la ropa.
–¿Has visto trastornos alimenticios entre los modelos?
–Nunca he sabido de alguien con certeza que tenga anorexia o bulimia, pero he visto compañeros, sobre todo en París, que se ven muy huesudos. Nadie por genética puede ser así.
–¿Y qué ha sido lo más difícil para ti?
–Caminar en pasarela frente a mucha gente.
–Para un desfile de D-Squared lo hiciste con unos tacos muy altos.
–Sí, enormes. Nunca había caminado con tacos y tuve 20 minutos para aprender. Me costó, pero me dijeron que salió bien.
–Qué es peor: ¿caminar con tacos en una pasarela o con los zapatos H&M en París?
–Los zapatos H&M, lejos peor.
–¿Te compraste botas?
–Mmmm, todavía no. Pero tengo zapatillas negras.