Revista Velvet | Mario Desbordes: “La primera persona que me pidió ser candidato fue Ximena Rincón”
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Mario Desbordes: “La primera persona que me pidió ser candidato fue Ximena Rincón”

Mario Desbordes: “La primera persona que me pidió ser candidato fue Ximena Rincón”
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Mario Desbordes: “La primera persona que me pidió ser candidato fue Ximena Rincón”

POR Claudia Guzmán | 06 diciembre 2024

El nuevo alcalde de Santiago revela que la senadora de Demócratas pensó en él antes que los dirigentes de su sector. Criticado por los más duros de “izquierdizar la derecha”, quien arrebató el principal municipio al PC, asegura no guardar rencores. “Estoy en un plan positivo, quiero rodearme de buenas energías”, dice. También cuenta cómo mejorará la educación y frenará la construcción de una cárcel de alta seguridad en su comuna.

Fotos Bárbara San Martín

Mario Desbordes sabe de movilizaciones estudiantiles. Ha sido parte de ellas. El nuevo alcalde de la comuna de Santiago tiene en sus prioridades entrar de lleno a mejorar la situación de la educación pública en su comuna, devolver los liceos emblemáticos a su sitial y aplicar todo el rigor de la ley contra las manifestaciones violentas, como las que se planeaban en el INBA antes de que explotaran las molotov que dejaron a cinco jóvenes en riesgo vital. Desbordes cree firmemente que la intolerancia política y la incapacidad de dialogar, que se ocultan detrás de la violencia, son una amenaza para la democracia. Lo cree porque lo vivió como adolescente en 1986:

“El Movimiento Lautaro nos amenazó de muerte a mi hermano y a mí. Tiraron panfletos con nombre y apellido fuera de nuestro liceo. Yo era presidente del centro de alumnos, y mi hermano era presidente de curso. En esa época, ellos tenían un brazo estudiantil. Se estaban tomando los liceos y nosotros éramos los que nos cruzábamos a la toma. Evitamos que tomaran mi liceo. Y, la verdad, es que nuestros propios compañeros nos acompañaron durante varios meses; no nos dejaban ni un segundo solos, para evitar que nos pasara algo. No sufrí violencia directa, pero obviamente una amenaza de muerte es una forma de violencia”, recuerda hoy, sentado en una oficina que mira al cerro Santa Lucía, desde donde ha preparado la llegada a su nuevo lugar de trabajo, frente a Plaza de Armas, tras desalojar con el 51% de los votos a Irací Hassler (PC).

–Como hijo de la educación pública, ¿qué le parece la situación de los liceos de Santiago hoy?

–Soy hijo de la educación pública, y de la más humilde: de la Escuela 556 de La Cisterna y del Liceo 14 de El Bosque. Muy orgulloso de eso. Soy el primer alcalde de la comuna de Santiago hijo de la educación pública desde el retorno a la democracia, y eso para mí es una responsabilidad importante. Quiero ayudar a que la educación pública de la comuna vuelva al lugar que le corresponde, siendo el principal motor de movilidad social. Pero hoy las matrículas caen, mientras los liceos emblemáticos enfrentan bajos rendimientos. Es crucial abordar primero la inseguridad fuera de los establecimientos, que afecta a los estudiantes porque los asaltan al llegar. Luego, recuperar el respeto y diálogo dentro de las aulas. Además, se deben buscar soluciones financieras viables, como fusionar cursos, porque hoy los hay de 10 alumnos.

–¿Y respecto de las manifestaciones violentas? Ha dicho que irá más allá de Aula Segura, que usará el código penal.

–La cuarta parte del plan es erradicar de estos establecimientos a grupos muy minoritarios de violentistas, que son responsables en buena medida de la fuga de matrícula. Estos violentistas agreden verbalmente a los profesores, amedrentan al resto de los estudiantes y a los apoderados… y hay apoderados que son “profesionales” en esto; que han sido apoderados de cinco, seis o siete estudiantes distintos, y son activistas de extrema izquierda o anarquistas. A mi juicio, esos apoderados son cómplices de la comisión de delitos, porque cuando tú lanzas una molotov, dejas de ser un estudiante con problemas; pasas a ser un delincuente (…) Lo que vivieron los estudiantes del INBA no se lo deseo a nadie, y ojalá se recuperen sin ninguna secuela. Pero también reconozcamos que las lesiones que ellos sufrieron son las que buscan provocar quienes lanzan la molotov a un carabinero, a un militar o a una micro. A esos grupos hay que enfrentarlos con todo lo que nos da la ley: Aula Segura y el Código Penal. Si aceptamos el discurso de la extrema izquierda de que esto es parte de las formas legítimas de lucha, estamos flaqueando en la defensa de la democracia.

COMO GIULIANI EN NUEVA YORK

Cuando camina como flamante alcalde electo por las calles de Santiago, Mario Desbordes Jiménez (56) no deja de recibir saludos, bocinazos y apretones de mano. “Yo voté por usted”, “lo estábamos esperando” y “mano dura, no más” son algunas de las frases que le dicen al pasar. Claramente, su perfil de hombre de orden se ha construido en el ojo público a partir de su paso por Carabineros –estuvo en la institución por siete años y medio, hasta que renunció cuando no le dieron permiso para casarse– y Gendarmería –otros 5 años–. En 2000, entró de lleno a la arena política al alero de Renovación Nacional y en 2018 se tituló de abogado, roles en los que se desempeña hasta hoy.

–¿Cómo recuerda sus años de carabinero?

–Fueron años intensos. Mi primera aparición en un diario fue un 12 de abril, foto central de portada de La Tercera. Estoy de pie, de uniforme, porque habían asesinado a un compañero mío, lo mató el Frente Manuel Rodríguez. Yo tenía 20 años, Juan Carlos tenía 21. Tuve que recoger a Juan Carlos, llevarlo a la autopsia, ser testigo y firmar la autopsia (…) También fui escolta policial de la mujer metralleta. Yo estaba destinado en Talca y teníamos que venir a buscarla a Santiago para llevarla a Concepción; estábamos en el punto medio. Veníamos en un radio patrullas, con una UZI, chaleco blindado y desplazamientos diseñados con Gendarmería: por ejemplo, qué lugares íbamos a usar para cargar combustible. Era todo un dispositivo de seguridad súper estricto. Y fíjate que el Lautaro del ‘91 es un niño de pecho al lado del Tren de Aragua que conocemos hoy día.

–Como exfuncionario de Gendarmería, ¿qué le parece el proyecto de la Cárcel de Alta Seguridad en Santiago?

–Creo que es un error técnico. Las cárceles de máxima seguridad no deben estar en los centros urbanos. En segundo lugar, los reos de máxima peligrosidad no deben ser trasladados desde el penal a los juzgados de garantía o juzgados orales. Para eso hay que modificar la legislación para que se haga de manera telemática. No es cierto que los internos de máxima peligrosidad de la Región Metropolitana van a ir todos al Centro de Justicia (colindante), como se ha dicho. El presunto homicida de cinco venezolanos en Lampa, que acaba de ser detenido en el extranjero, va a tener que ir a los juzgados de garantía de Colina, y hacia allá lo van a tener que trasladar en un vehículo. Es un tremendo error tener circulando por la capital a los líderes del Tren de Aragua. Imagínate el riesgo de eso.

–Por su perfil en seguridad, ¿le acomoda la etiqueta de sheriff?

–No, esa es una caricatura. Yo no soy partidario ni del populismo penal que busca meter a todo el mundo preso ni del buenismo penal que pretende que el delincuente es una víctima, que los malos somos los ciudadanos honestos. No me gustan los extremos del populismo ni del buenismo penal. Creo que hay que tener una posición equilibrada.

“En seguridad, adhiero a ‘La teoría de las ventanas rotas’, de Wilson y Kelling, que se ha plasmado posteriormente en los planes de tolerancia cero, que busca fundamentalmente prevenir el delito, prevenir la ocurrencia de delitos”, agrega en alusión al principio de que las señales visibles de la delincuencia y el comportamiento antisocial, como los vidrios quebrados, fomentan los delitos y el desorden en el entorno.

–¿Cree que Santiago está hoy día como estaba Nueva York antes de la era del alcalde Giuliani y su Tolerancia Cero?

–Sí, fíjate que a fines de abril me di el trabajo de revisar videos de la época de Nueva York. Cuando uno hace el análisis de lo que Giuliani plantea sobre lo que se estaba viviendo, era básicamente un medio ambiente físico muy deteriorado, rayado por todos lados, mucha gente en situación de calle, comercio ilegal en todas partes, oscuridad, suciedad, ausencia de Estado. No había ninguna herramienta de control. El centro de Manhattan y de Brooklyn cerraba a las 6:00 o 7:00 p.m. Todos los restaurantes estaban llorando porque iban a cerrar. Exactamente lo que yo escuché acá durante la campaña.

–¿Es verdad que lo sondearon primero para ser candidato a gobernador?

–Sí, la primera persona que me pidió ser candidato fue Ximena Rincón (Demócratas). Me invitó a almorzar al Congreso con Matías Walker. No sabía de qué iba la reunión, pero allí me dijeron: “Mario, necesitamos un perfil más moderado en Santiago y en la gobernación. Santiago no será ganado por alguien de derecha dura, y nosotros no tenemos candidatos fuertes. Creemos que tanto Sebastián (Sichel) como tú pueden ganar”. Esa fue la primera vez que se me plantearon ambas alternativas. A la semana siguiente les respondí que no estaba buscando ser candidato. Luego, Chile Vamos y Republicanos también se acercaron, todos en el mismo tono: “Santiago necesita a alguien con tu perfil: seguridad, canas de experiencia y una postura política más moderada”. Después, Evelyn Matthei también me llamó. Le dije que primero hablaría con mi señora, porque no tomo decisiones sin consultarle. Ella, aunque con algo de angustia, me dio el visto bueno, diciendo que sabía que me apasionaba el desafío. Así que decidí evaluar la candidatura.

–¿Es la alcaldía de Santiago un trampolín para otros puestos?

–No. Quien busque otros cargos, como el de senador, debería evitar la alcaldía de Santiago. La experiencia muestra que, en los últimos 25 años, este cargo desgasta a quienes lo ejercen. La alcaldía de Santiago es como una moledora de carne. Sería un milagro usar este cargo como trampolín, y no lo veo como tal.

–¿No cree en milagros?

–(Sonríe) Soy católico, creo en los milagros, pero no en política.

LIMAR ASPEREZAS EN LA DERECHA

Casado en segundas nupcias, con dos hijos del primer matrimonio y una tercera del actual, Mario Desbordes comenzó a militar en Renovación Nacional en 2000. En el primer gobierno de Piñera fue nombrado subsecretario de Investigaciones y en 2017 fue elegido diputado por el distrito 9 de la Región Metropolitana. Al interior de su partido ha ocupado los máximos cargos, de secretario general y presidente: “El momento en que RN ha salido con la mejor evaluación histórica de todos los partidos políticos en las encuestas”, destaca sobre el período en que coincidió con el estallido social y el inicio de la pandemia. Fue cuando él apoyó el Acuerdo por la Paz y los primeros retiros de fondos de las AFP.

Hoy, Desbordes recuerda que en esos días agitados recibió un llamado del colegio de su hija que lo descolocó: “Ella tuvo un papá ausente en el período donde estuve en la cresta de la ola, lleno de amenazas de muerte, trabajando de lunes a lunes, llegando a casa cuando ella estaba durmiendo y yéndome antes de que se despertara. Un día nos llamaron del colegio para que ‘sinceráramos nuestra situación’. Nos preguntaron si estábamos separados, porque mi hija decía que el papá ya no vivía en casa, simplemente porque no me veía”.

Ya en 2020, en medio del quinto cambio de gabinete de la segunda administración de Sebastián Piñera, Desbordes tuvo que dejar el Congreso tras ser convocado como ministro de Defensa. Abandonó la cartera al año siguiente para ser el abanderado de RN en la primaria presidencial del sector. Salió último, tras Sebastián Sichel, Joaquín Lavín e Ignacio Briones.

–¿Ha sentido el apoyo de su partido en su carrera? Se ha dicho que usted “izquierdiza” a la derecha.

–Si acepté la petición del Presidente de irme al Ministerio de Defensa, fue sabiendo que eso terminaba con cualquier opción mía en una primaria presidencial, aunque nunca tuve una opción real. Mi plan era ser senador por Santiago en ese momento, no Presidente de Chile. Entrar a Defensa me sacó de la primera línea política. Las encuestas bajaron mucho en el momento que entré al gobierno. Y cuando salí de Defensa a competir en la primaria, también a petición del presidente, sabía que iba a pelear por el tercer lugar. No es que me jugara la vida. Y sí, efectivamente había una evaluación en ese sentido de sectores más duros de la derecha que, a mi juicio, tenían una visión macro equivocada de lo que estaba pasando en el país. (…) La situación no daba para más. Yo he tratado de ser objetivo en cuanto a lo que pasó, condenando la violencia con mucha claridad. Pero al mismo tiempo reconociendo que había una manifestación pacífica de millones de personas en Chile y que era legítima. Intenté plantear una posición equilibrada, porque hay un sector en la derecha que ve solo violencia en el estallido y no quiere reconocer la movilización social pacífica, y un sector en la izquierda, sobre todo el Frente Amplio y el PC, que ve pura maravilla.

–También se le critica apoyar una Nueva Constitución.

–Cuando firmé el acuerdo el 15 de noviembre, lo hicimos pensando en una salida política a la crisis. Siempre dije: “Démosle la posibilidad a la ciudadanía de elegir el órgano que redactará la propuesta. Si la propuesta es buena, la aprobamos; si es mala, confiamos en que la ciudadanía la rechazará”. Eso fue lo que finalmente pasó, aunque había quienes decían que la gente aprobaría cualquier cosa. Esa actitud demuestra poca fe en el chileno de a pie. Yo siempre confié en que, si la propuesta era mala, la íbamos a rechazar. Yo voté ‘apruebo’ desde el principio y me comprometí con todo en el rechazo final. Creo que la mayor causa de odiosidad conmigo en la derecha es por los retiros del 10%, los dos primeros, más que por mi rol en el estallido. Hay sectores majaderos que siguen insistiendo en que fue la peor política pública de la historia. Nunca fue una política pública, fue una política de emergencia. Muchas veces reiteré que era una pésima decisión sacarle la plata a la gente de sus fondos de pensiones y que, por favor, no recurriéramos a eso. En la primera votación me abstuve porque intentamos negociar. Yo creía que había un riesgo de otro estallido si no se tomaban medidas más robustas, sobre todo en plena pandemia.

–¿Nunca pensó dar un paso al costado definitivo y no volver a la primera línea?

–No. Tomé una decisión en la segunda vuelta presidencial de ese año, cuando apoyé a José Antonio Kast, de intentar ayudar a la centroderecha y la derecha a tener un poco más de unidad. Aunque me tocó un período complejo con el estallido y la pandemia, decidí centrarme en lo familiar, recuperar el hogar, y ayudar en lo público para que la oposición, nosotros, aprendiéramos de lo vivido. Desde esa época del estallido he intentado ayudar a limar asperezas con casi todos los que nos peleamos en su minuto. No es sano andar con una mochila llena de negatividades.

–¿Por ejemplo?

–Me han dicho varias veces que haga un libro como otros que se adjudican el acuerdo del 15, pero no he querido, porque tendría que dar mi visión de algunas personas y terminaría hablando mal de unas y bien de otras. Estoy en un plan positivo, quiero rodearme de buenas energías. Aunque el partido vivió un nivel de violencia interna nunca visto, no les guardo rencor.

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