Revista Velvet | La señora del padre
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La señora del padre

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POR Juan Yarur | 19 noviembre 2021

Mi familia siempre ha sido cercana a la iglesia ortodoxa. Es una iglesia cristiana, que se separó de la Católica en 1054 y llegó a Chile junto con la inmigración de familias desde Palestina, Siria, Jordania y Líbano a fines del siglo XIX. Por lo mismo, mi papá siempre tuvo con ella una relación cercana. Cuando murió, en 2006, intentamos velarlo en la iglesia que estaba en la esquina de mi casa, pero se negaron porque él era un hombre separado; finalmente hicimos todo el rito en la iglesia ortodoxa que está en la calle Pedro de Valdivia, en Providencia. Más tarde, mi hermana se casó ahí.

Cuando llegó la hora de bautizar a Cora, la experiencia fue parecida a la que tuvimos con mi papá. Para mí no era tema bautizarla, pero para Felipe sí. Intentó organizar el rito por la Iglesia Católica y no fueron, por decirlo así, muy welcoming. En cambio, en la Iglesia Ortodoxa el acercamiento hacia nosotros fue totalmente distinto. Fueron súper amorosos, súper cariñosos. Y Cora se bautizó ahí, en una ceremonia que es diferente a la católica, porque no se moja solamente la cabeza de los niños: ella tuvo que meterse completamente en el agua.

En este proceso me fueron pasando varias cosas. En general, cuando me toca ir a una iglesia católica como que me aburro con los sermones, me dan un poco de lata, en cambio desde la primera vez que escuché al padre de esta iglesia, quedé un poco anonadado. Era como escuchar un TED Talk: todo es interesante. Siempre habla sobre el amor y sobre cosas que me hacen un montón de sentido. Además, me tocó conocer a su mujer, que era la secretaria. En la Iglesia Ortodoxa, los hombres casados se pueden ordenar como sacerdotes, y esta mujer ha sido todo un descubrimiento. Ella, de alguna forma, ha tocado en mí fibras que me han hecho valorar el creer en algo superior.

Por más tiempo del que me puedo imaginar, mi tema con la fe ha sido un poco complicado. Pero empecé a hablar con esta mujer, a quien hoy considero mi amiga, sobre las creencias, sobre cómo creer, y mi idea sobre la fe fue cambiando. Ella es tan graciosa, tan coloquial, que me hizo pensar que tal vez quiera ser parte de la Iglesia. Me ha mostrado que la fe, más allá de que esté bajo una Iglesia o no, es un sentimiento de cariño y amor. Es algo difícil de explicar en palabras, justamente porque es un sentimiento profundo.

La verdad no sé cuál es mi camino de fe hoy; cómo va o a donde va. Pero lo que sí se es que ella ha hecho grandes cosas en mí y me ha mostrado un sentido de la religión que va más allá de los ritos, de las formas, de ser católico o ser ortodoxo o ser cualquier otra cosa. Y se lo agradezco.

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