Revista Velvet | La maldición de las princesas de Gales
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La maldición de las princesas de Gales

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La maldición de las princesas de Gales

POR Claudia Guzmán | 25 mayo 2024

A lo largo de ocho siglos, sólo 10 mujeres han llevado el título nobiliario que hoy ostenta Kate Middleton. Sus historias están marcadas por la muerte, la enfermedad y la infidelidad. Además la presión del escrutinio público que acarrea su deber: dar un hijo al heredero del trono.

Apenas habían pasado 24 horas de la muerte de Isabel II (1926-2022) cuando el nuevo rey Carlos III (75) anunciaba que su hijo William (41) y Kate (42) eran los nuevos príncipes de Gales. Ella tomaba así un título nobiliario que estaba vacante desde la muerte de Lady Di (1961-1997). Esto, porque la longeva monarca nunca quiso otorgárselo a Camilla (76), ni siquiera tras casarse con su heredero.

El exclusivo ‘club de las princesas de Gales’ distingue a las mujeres que se casan con los primogénitos de la Corona. Y aparece con Juana de Kent, en 1361, marcado por el escándalo.

La noble era una atractiva viuda de 33 años, con dos matrimonios anteriores y cinco hijos cuando se casa, mediante una nulidad papal, con su amigo de infancia, el príncipe de Gales Eduardo de Woodstock. Sin embargo, el también llamado “Príncipe Negro” murió en batalla y nunca llegó a ser rey. Juana, quien tampoco alcanzó a convertirse en reina consorte, al menos logró darle un niño a la entonces gobernante casa Plantagenet: Ricardo II, quien llegó al trono con sólo 10 años de edad, tras la muerte de su abuelo Eduardo III.

Cuenta la historia que el principado de Gales –como institución que distingue al futuro monarca inglés– fue creado por Eduardo I. Quien conquistó con éxito la península al oeste de la isla de Gran Bretaña y dejó el territorio sujeto a su Corona. El primer príncipe de la tradición inglesa se inició 1301, cuando Eduardo I dio este título a su hijo Eduardo.

“A Eduardo I le tocó organizar la monarquía inglesa. Y dentro de esa organización estuvo también la consolidación territorial. Por eso, él tiene toda la disputa con los escoceses que se ve en la película ‘Corazón Valiente’ con William Wallace. Porque él se quiere apropiar de la Corona escocesa para dominar toda la isla. Y con Gales pasaba lo mismo, también era un reino independiente. Cuando Eduardo I se apodera de Gales justo hay un vacío de poder porque muere el rey local. Entonces, él logra meter esta institución para enlazar el reino de Gales con Inglaterra, dejando al que gobierne Gales como alguien de la absoluta y completa confianza del rey de Inglaterra. Y ese será su heredero”, explica Raimundo Meneghelllo, director de la Escuela de Historia de la Universidad Finis Terrae.

El título de princesa de Gales, no obstante, no se adquiere automáticamente por casarse con el heredero del reino. Bien lo sabe Camilla Parker-Bowles. “No le dieron el título de princesa de Gales. Eso lo da la reina. Fue ella la que autorizó, en este caso, que Kate fuese princesa consorte. Queda más bien al antojo del monarca de turno qué tan extensivo es el título”, agrega el académico.

Por eso no es de extrañar que –aunque a lo largo de estos ocho siglos de historia ha habido 22 príncipessólo han existido 10 princesas de Gales. En esa saga están Juana de Kent (1361-1376), Ana Neville (1470-1471), Catalina de Aragón (1501-1502), Carolina de Ansbach (1714-1727), Augusta de Sajonia-Gotha-Altenburgo (1736-1751), Carolina de Brunswick (1795-1820), Alejandra de Dinamarca (1863-1901), María de Teck (1901-1910), Diana Spencer (1981-1997) y Kate Middleton (2022-presente).

La mayoría de ellas marcadas por una serie de historias que hablan no sólo de poder y belleza. Sino también de muerte, enfermedad, admiración y una presión pública que no cualquier mujer podría tolerar.

Así lo detalla el doctor en historia José Manuel Cerda, director del Laboratorio de Humanidades de la Universidad San Sebastián: “Por cierto es que se trata de un título de mucho reconocimiento en el Reino Unido y que genera grandes expectativas. Es la mujer que acompañará al monarca, que será su gran apoyo y consejera. Pilar de la estabilidad que se espera del reinado que cumple un rol fundamental como madre del futuro rey, eslabón fundamental en la sucesión al trono”.

ENEMIGAS EN LA CORTE

El rol de las distinguidas con el noble título antiguamente cumplía con infundir a la monarquía alianzas políticas, además de asegurar la sucesión.

Luego de la “Bella Doncella”, como fue apodada Juana de Kent, la siguiente princesa de Gales realmente poderosa no llegaría hasta el siglo XVIII.

Las muertes prematuras, reinas y reyes sin hijos y la violencia de la época medieval hicieron que pasaran más de dos siglos hasta que apareciera Catalina de Aragón, hija de los Reyes Católicos de España. Quien fue prometida en matrimonio a sus tres años al príncipe Arturo, heredero del trono inglés.

El enlace se realizó en 1501. Sin embargo, Arturo murió cinco meses después. En 1509 contrajo matrimonio con Enrique VIII, hermano menor de Arturo, quien lo había sucedido al trono recientemente. Y entonces, a la tragedia de su primera viudez se sumó la de la infertilidad e infidelidades.

Lo peor que le puede pasar a un reino es una lucha de sucesión. Es decir, que al morir el monarca exista más de un pretendiente al trono. Cuando un rey no tiene hijos legítimos, la tradición siempre dice que hereda el pariente hombre más cercano automáticamente. Es decir, un hermano del rey o un sobrino. Pero en el caso de que el único hijo hombre haya sido de una relación ilegítima, entonces el primo hermano o el tío puede reclamar la Corona y oponerse a ese hijo. De ahí que la corte se suele dividir entre los que apoyan al bastardo y los que apoyan al pariente, generando un enfrentamiento que puede llevar a una guerra”, explica Raimundo Meneghello.

El académico agrega sobre el caso de Catalina de Aragón: “Enrique VIII se divorcia de ella porque no le ha dado hijos hombres, porque ha fracasado en su deber. Ella termina siendo una enemiga de la corte por esto, porque el gran tema de Enrique VIII y sus seis esposas es la búsqueda del heredero. Con todas ellas tuvo sólo tres hijos, de los cuales dos fueron mujeres. Una de ellas Isabel I, que será quien terminará reinando largo tiempo y que, al no tener hijos, testará a favor de un sobrino”.

Otro nombre que contribuyó a dotar al título de princesa de Gales de encanto fue Carolina de Ansbach. Distinguida como una mujer de inteligencia superior. Dicen historiadores ingleses que, aunque su esposo, el rey Jorge II, tuvo numerosas aventuras, adoraba a su reina. En 1737, en su lecho de muerte, ella suplicó a Jorge que volviera a casarse. Se cuenta que él le respondió entre lágrimas: “No, no. Tendré amantes”.

Pero no fue hasta Alejandra de Dinamarca –la séptima en ostentar el privilegio– que el título de princesa de Gales comenzó a relacionarse con el glamour. La noble de 19 años se casó en 1863 con Eduardo, príncipe de Gales y futuro Eduardo VII. Su figura fue objeto de la adulación del público, que se agolpaba en torno a su carruaje cuando entraba en la ciudad.

Está documentado que el propio Charles Dickens quedó arrobado por ella. “No era el rostro de una novia ordinaria, ni el de una muchacha tímida y retraída, sino el de una mujer con carácter propio, preparada para representar un gran papel”, escribió el autor.

Se convirtió en reina en 1901. Lo que la hace ser la mujer que llevó por más tiempo el título de princesa de Gales. No obstante, su vida marital no fue fácil pese a la popularidad que ganó en su contacto con los ingleses, en su forma cercana de criar a sus hijos y en la filantropÍa que demostró al cuidar a John Merrick, en quien se inspiró el filme “El hombre elefante”.

En 1867, cuando la entonces princesa tenía 23 años y dio a luz a su tercer hijo, el parto se complicó con un ataque de fiebre reumática que amenazó su vida. Y la dejó con una cojera permanente. Paradójicamente, ese defecto al andar fue imitado por las damas de la época, que vieron en ese vaivén una muestra de elegancia y distinción. Su estado de salud nunca se recuperó, y sólo empeoró.

Según el biógrafo Christopher Hibbert, “tenía dolores espantosos en la pierna y la cadera, y permaneció durante días en el estado más lamentable”.

La enfermedad de Alejandra de Dinamarca se prolongó durante meses, pero la actitud de su marido no mejoró. Sus salidas nocturnas se incrementaron y los rumores de romance llegaron a relacionarlo con actrices y mujeres de la alta sociedad. Entre ellas, Alice Keppel, bisabuela de la actual reina Camilla.

PRINCESAS MODERNAS

Los académicos Raimundo Meneghello, de la Universidad Finis Terrae, y José Manuel Cerda, de la Universidad San Sebastián, ambos expertos en monarquías, coinciden en destacar a Diana Spencer como la mujer que dotó al título de princesa de Gales, a ojos de la opinión pública, de su investidura actual.

Diana recibió el título en 1981 tras casarse con el ahora rey Carlos III. “Ella marca un cambio donde, efectivamente, se empieza a ver como antinatural que sólo sea la mujer que produce al heredero de la Corona sin tener más rol que eso. Lady Di fue un gran personaje, fue muy rupturista: eligió un colegio que no era el tradicional de la monarquía. En ella vemos por primera vez el empoderamiento femenino del cargo. Diana de Gales era efectivamente una mujer moderna, no netamente la consorte”, dice Meneghello.

Y agrega: “Es en el siglo XX, con Lady Di, cuando todos los procesos cambian para las mujeres y que las princesas de Gales empiezan a valer por mucho más que su útero”.

Es por eso, dice el académico, que el pueblo se volvió contra Carlos cuando, tras tener a su primer hijo con Diana, la dejó de lado y comenzó a visibilizar su relación con Camilla Parker-Bowles.

José Manuel Cerda avanza hasta Kate: “La sufrida historia de Lady Di es mundialmente conocida. Con el anuncio del cáncer, Kate Middleton se suma a la lista de tragedias, pero ella ha ostentado el título con mucha dignidad, entereza y prestancia. Representa todo lo que podría esperarse de una princesa de Gales y será una maravillosa reina consorte”, dice.

Raimundo Meneghello, añade un matiz de criterio de realidad: “Si nos vamos al sentido estricto, Kate cumplió. Herederos hay. Ahora tenemos que pensar qué es lo que va a hacer Inglaterra. Después de un reinado larguísimo de Isabel II, tienen un rey que nunca fue muy querido y siempre tuvo la marca de haber engañado a Lady Di. Además, asume con mucha edad, por lo que siempre se planteó que iba a ser un rey de transición. También, si vemos que el resto de las coronas europeas están, en la práctica, abdicando cuando son muy mayores, todas las fichas están puestas en William. Por lo tanto, es importante que esté bien afianzada la tradición monárquica de los príncipes de Gales como herederos. Entonces, con un Carlos III con cáncer y ahora una futura reina consorte con cáncer, hay problema un comunicacional fuerte. Supongamos que Kate muere, ¿qué va a hacer William? Se puede casar de nuevo, pero cualquier relación que tenga va a estar en el escrutinio público. Y la que venga va a tener que lidiar con la imagen de Kate y de Lady Di”.

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