La presidenta de Icare tiene varios desafíos en mente: establecer un puente con las generaciones más jóvenes y lograr mayor participación de los grandes empresarios en el debate político. Vive en contacto con ese mundo a través de la encuestadora Cadem, de la que es socia y que mide la aprobación del Gobierno cada semana.
Por Paula Comandari Fotos Bárbara San Martín
La nueva presidenta de Icare, la primera mujer en 70 años, quiere unir mundos. Que se converse más. Y que el sector empresarial vuelva a ser un interlocutor para conseguir acuerdos, lo que le permitiría al Presidente Boric dejar un legado importante. Karen Thal cree en las buenas intenciones del Mandatario, si bien discrepa del camino que ha diseñado para mejorar la vida de los chilenos. Por eso, ha entrado al debate y en estos cinco primeros meses se ha dedicado a reunir a empresarios y políticos para intentar acercar posiciones.
Sicóloga y MBA de la Universidad Católica, llega a dirigir una institución ligada al empresariado tradicional, donde se agrupa a 520 compañías de todos los tamaños y representativas de los sectores de producción, el comercio y los servicios (mineras, retail, clínicas, bancos, etcétera).
Y aunque dice que ella no pertenece a ese mundo –“no soy católica, no juego golf y no quiero una casa en la playa”, define– ha estado involucrada a través de Cadem, la empresa de la que es socia, presidenta del directorio y donde se vincula con las grandes compañías del país. Desde ese lugar, critica la desconexión que tiene el empresariado con la sociedad, y recalca que las mujeres deben vencer “el Síndrome del Impostor”, una epidemia que las cruza.
–¿Cuán empoderada se ha sentido la primera mujer en 70 años a cargo de Icare, un mundo vinculado al empresariado tradicional?
–He podido hacer todo lo que he querido, desde que llegué a este cargo. Icare es un espacio muy abierto a la diversidad. No es un mundo súper tradicional. Hay de todo: hombres, mujeres, personas de distintas religiones.
–Usted es sicóloga y durante su vida se ha encargado de hacer focus para entender mejor a las marcas y personas. Con ese bagaje en el cuerpo, ¿cómo definiría al mundo empresarial?
–El mundo empresarial chileno es diverso: en Chile hay un millón de empresas. Entonces, depende de quién estamos hablando.
–Hablo del mundo convencional de las empresas, el que ha liderado históricamente Icare, ¿cuál es su principal mal?
–Hay falta de conexión del mundo empresarial, de las empresas más antiguas, más grandes, con la sociedad. Creo que Chile es un país súper segregado, es un país chico, donde la élite vive toda junta y vive toda junta en Santiago. Entonces, el mundo que ve no es el mundo, no es Chile. Creo que el estallido social fue muy bueno en ese sentido, porque así como Chile despertó, el mundo empresarial despertó bastante, pero aún persiste el problema. Cuando les escucho decir: ‘Yo no entiendo que haya un 30% de aprobación al Presidente Boric, si hablo con toda la gente y todos desaprueban’. Eso demuestra que hay una desconexión: significa que hablas con la gente que está en ese 10% que es el ABC1, pero el 90% de Chile no está ahí.
–¿Cómo se relaciona con ese mundo?
–Yo no soy parte de la élite tradicional chilena: no me gusta jugar golf, no soy católica, no tengo casa en la playa ni pretendo tenerla. Pero llevo toda mi vida en el mundo empresarial, a través de Cadem, una empresa que trabaja para todas las grandes compañías. Tengo muchos contactos y amigos en el sector. Mi padre fue director de Icare, y gerente general de una multinacional muy importante, entonces viví en ese mundo, pero era un hombre muy austero y si bien ganaba mucha plata, siempre vivimos en una casa de un tamaño razonable, tenía un auto caro pero que no se notaba. Entonces, claro, yo no voy a misa los domingos, no voy a la playa, pero no vengo de un lugar tan distinto.
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