Tiene 25 años y hace siete meses lanzó su marca homónima con el traje sastre femenino como único foco de interés, y el desafío de distinguirse en un terreno con tanta historia y referentes. “Encontré ahí una forma de transmitir fuerza femenina desde la sofisticación y el diseño consciente”, dice. Esta es su primera entrevista.
Por Rita Cox F. Fotos @simonpaisthomas
Es jovencísima y recién hace algunos meses estrenó su marca, Josefina Lira. Sin embargo, desde el logo que sintetiza su nombre hasta su showroom comunican que esto va en serio. Nos recibe su mano derecha en temas de comunicaciones y redes sociales en la entrada del edificio Tánica, en Av. Santa María.
En el cuarto piso, la planta entera la ocupa la empresa familiar, menos una oficina en la que brillan varios percheros con trajes de tres piezas: blazer, pantalón y gilet (vest, le dicen los -30); negros, el guinda de moda, pardos, cafés, tonos chocolate y unos celeste-grisáceo preciosos. Todos de silueta actual, hechos en una mezcla de poliéster y viscosa en un taller en la comuna de Providencia.
Son pasadas las 19 horas y aún instalada frente a un enorme MAC está Josefina, de jeans y chaleco. Se tituló como diseñadora de vestuario en el Duoc en 2023 y si dijera que tiene 20 años, sería creíble. La acompaña el tercer vértice de su equipo: el encargado de los números; de que la caja cuadre. Uno de los muros está cubierto por una de las propuestas de Papel Pintado.
–¿Por qué escogiste dedicarte a la sastrería, que tiene referentes tan exigentes? Armani, Tom Ford, Tom Brown, en el plano internacional; en Chile, Charlie & H.
–La sastrería me fascina porque es una combinación perfecta entre estructura y delicadeza. Me encanta cómo una prenda bien construida puede transformar a quien la lleva, porque da presencia, seguridad, elegancia. Encontré en la sastrería una forma de transmitir fuerza femenina desde la sofisticación y el diseño consciente. Las prendas hechas a medida suelen seguir líneas clásicas y elegantes que no pasan de moda. Una buena chaqueta o traje sastre puede ser tan relevante hoy como dentro de diez años. Una prenda de sastrería no se desecha fácilmente; se puede ajustar con el tiempo, reparar o actualizar. Muchas personas les toman cariño, porque sienten que esas prendas cuentan su historia. Me interesa que cada pieza sea versátil: que puedas usarla para una reunión importante, pero también con zapatillas y sentirte increíble.
–¿Te ayudó haber estudiado diseño de vestuario?
–Sí, absolutamente. Me dio una base sólida en lo técnico y teórico, en el conocimiento de los textiles y en marketing. Me formó en entender los procesos que aplico directamente en mi marca, como diseñar mis prendas desde cero, desde el dibujo y el patrón, hasta verlas terminadas. Lo que más valoro es que, gracias a esa formación, hoy puedo hablar de moda con fundamentos. Puedo diseñar desde el instinto y desde el conocimiento. Eso me permite sostener una marca propia, crear colecciones con identidad, pensar en cómo quiero que mis prendas hablen por sí solas.
–¿Qué te faltó?
–Tal vez una conexión más directa con el mundo comercial y empresarial, con el objetivo de tener claros aspectos muy relevantes: cómo vender, cómo comunicar una identidad con coherencia, cómo manejar los números. En definitiva, cómo llevar este negocio. Todo eso lo he ido aprendiendo con la práctica. Ha sido importante, también, observar el trabajo que han hecho otros que han partido antes, como Sisa, Munay Sisters y Pas Denom, que han logrado mantenerse en el mercado chileno, adaptarse y crear audiencias fieles. Eso me ha motivado y me ha demostrado que sí se puede construir desde lo propio algo espectacular y único.
–¿Qué tipo de mujer imaginas vistiendo tus trajes?
–Mi marca está pensada para todo tipo de mujeres que valoran el diseño, los detalles y la calidad. Mujeres que quieren verse bien sin esfuerzo, que trabajan, que viajan y que buscan construir un guardarropa atemporal, elegante, funcional y de calidad. Tienen estilo propio, identidad, pero también buscan inspiración. No necesariamente siguen todas las tendencias y saben reconocer cuando una prenda tiene intención y oficio. Encuentran en la sastrería un lenguaje visual que las acompaña en distintas etapas y roles: profesionales, maternales, creativas o introspectivas. El target de mi marca no se define por una edad, sino por la actitud frente a la vida de quienes la usan. Pero lo que realmente la define es que capturamos la elegancia de lo clásico y la fusionamos con la frescura de lo moderno, logrando un equilibrio atemporal que conecta generaciones.
Josefina dice que su interés por la moda nació cuando era niña y de forma silenciosa. Antes de saber que quería dedicarse a esto, era ya una espectadora atenta, que miraba cómo se vestían las mujeres de su entorno y cómo una prenda podía transformar una actitud.
O cómo ciertos colores hablaban de un estado de ánimo o de una época. También miraba revistas, seguía diseñadores por redes sociales y siempre estaba pendiente de cómo vestían las personas que la inspiraban. Pero, dice, su verdadera conexión con la moda comenzó cuando dejó el colegio y entró a la universidad, donde se encontró con personas muy distintas a ella. “Noté cómo el estilo de cada una revelaba fragmentos de su historia, sus inseguridades, sus rebeldías. En ese escenario yo también tuve que adaptarme y descubrir cómo quería mostrarme al mundo. Fue entonces cuando empecé a entender que vestirse no es solo cubrirse, sino construirse”.
–¿Cómo es hoy tu relación con la moda?
–Más profunda. No solo la aprecio, la diseño y le doy propósito.
–¿Tienes referencias, diseñadores y marcas a los que sueles volver?
–En el diseño de vestuario, admiro profundamente a Phoebe Philo por su enfoque minimalista y elegante, que logra comunicar fuerza sin necesidad de exageraciones. También me interesa lo que hace Jacquemus, especialmente su forma de trabajar la sastrería con ligereza y sentido de humor visual. La alta costura en París, aunque más asociada al diseño femenino, comparte raíces con la sastrería en su enfoque artesanal y exclusivo. Casas como Chanel, Dior y Givenchy han elevado el oficio de la moda a la categoría de arte. Hay libros que me han servido mucho, como The End Of Fashion, de Teri Agins, que explica cómo la moda ha cambiado frente al lujo hecho a medida. Pero mis referentes no se limitan a la moda. También encuentro inspiración en el cine. Pienso en Sofia Coppola y en María Antonieta, donde retrata lo femenino con melancolía y estética cuidada; esos vestidos pastel con zapatillas Converse, por ejemplo.
Josefina dice que su trabajo se enfoca en tres pilares: identidad clara, calidad de las prendas y elegancia. Sabe que no basta con diseñar algo lindo: hay que entender qué necesita la clienta, cómo se mueve el mercado y también cómo comunicar valor. “Estoy aprendiendo sobre ciclos de producción, proveedores locales, inversión inteligente en marketing digital. Trabajo mucho en redes sociales para mostrar el detrás de escena. No quiero solo vender ropa: quiero construir una comunidad que se identifique con lo que hago y pueda disfrutar de mi trabajo. Desde que inicié mi marca he buscado un modelo de producción responsable, basado en cantidades limitadas y colecciones pensadas para tener vigencia más allá de una temporada. Me interesa diseñar prendas que no dependan de la urgencia del consumo, sino que construyan un vínculo duradero con quien las lleva. La sastrería suele ser más ética y sostenible. Al producir bajo demanda, se evita el desperdicio textil y el consumo innecesario. Además, muchas sastrerías apoyan el comercio justo y el trabajo local”.