Fotos Bárbara San Martín
El diputado y jefe de bancada en el Congreso, da cuenta del cambio de tono que hoy caracteriza a la nueva generación política del partido hoy en la primera línea. “Es importante saber hacer oposición. No se trata de ponerle una bomba atómica al que está gobernando”.
Jorge Alessandri Vergara (43) pertenece a una de las familias de mayor raigambre política en el país. Hijo del abogado y exdiputado Gustavo Alessandri Valdés y la periodista Constanza Vergara, entre sus antepasados se cuentan dos presidentes: Arturo Alessandri Palma (entre 1920 1924, marzo a octubre de 1925 y1932-1938), de quien es bisnieto, y Jorge Alessandri Rodríguez (1958- 1954), su tío abuelo.
“Mira, me veo igual”, dice medio en broma el parlamentario jefe de bancada de la UDI mientras se envuelve el cuello con una bufanda, al más puro estilo del expresidente Jorge Alessandri Rodríguez. “Me echan tallas porque dicen que quiero parecerme a él, pero nada que ver; lo que pasa es que soy súper friolento”, aclara.
De ahí que no deje de ser un dato importante que este Alessandri (diputado por el Distrito 10), parte de la nueva generación que hoy se encuentra en la primera línea en la UDI, dirigida por Javier Macaya, hoy dé por desahuciada la Constitución escrita por el fundador del partido (Jaime Guzmán) y lidere dentro de la centroderecha las tratativas para escribir la que sería la primera carta magna hecha en democracia. “Es un cambio de mentalidad”, reconoce Alessandri.
–También se les ha visto un cambio de tono menos confrontacional y más dialogante, ¿cuánto hay de generacional en esto?
–Hay algo de eso, aunque no es lo único. Al igual que el presidente de nuestro partido, el senador Javier Macaya o el exvocero de Sebastián Piñera, Jaime Bellolio, se venía instalando la línea de no visualizar al opositor como un enemigo sino como una persona con quien dialogar, a la cual convencer y encontrar puntos en común para, desde ahí, avanzar y generar acuerdos. Eso lo hemos demostrado con los “principios constitucionales”, donde hemos enumerado nuestros principios básicos o bordes, como le dicen algunos. Pero en el fondo se trata de sentarnos en la misma mesa y lograr acuerdos, lo que ha sido muy bien recibido. Es importante saber hacer oposición. No se trata de ponerle una bomba atómica al que está gobernando; la política de trincheras es de muy corto aliento.
–¿Cuánto tuvo que ver el shock del estallido social en este nuevo trato que ahora buscan propiciar?
–Fue un momento muy álgido. Incluso desde el Congreso, en lugar de poner paños fríos a la crisis, se le echaba bencina a la crisis. La prensa o los matinales también hacían lo propio… Se alimentaba el conflicto desde varias partes y muchos políticos se aprovecharon de esa tribuna.
Se queda pensando:
–Aunque también hay que ver las cosas buenas; me consta que a las personas empezó a interesarles la política. Desde hace tres años que no hay semana en que alguien no se me acerque a preguntarme sobre economía, constitución, poderes políticos, etcétera; se dieron cuenta de que no da lo mismo cómo funcionan las instituciones, porque afecta su pega, su día a día, sus estudios, su proyección como familia. Por eso fueron a votar ocho millones de personas el 4 de septiembre, algo inédito.
–Aunque ha asumido una postura bastante dura frente al gobierno.
–En muchos temas ha sido importante ser duro, aunque muchas veces las cuñas que escoge la prensa son las más polémicas. Pero también empleo una parte importante de mi tiempo en el Congreso, para tratar de llegar a acuerdos con los jefes de las bancadas de los distintos partidos, como del socialismo democrático y de Apruebo Dignidad. Hago muchos encuentros en mi casa y en mi oficina. Me preocupo de tener redes transversales y buscar los puntos que tenemos en común. Uno puede ser un buen fiscalizador y a la vez tener la capacidad de llegar a acuerdos sin perder tu identidad. No podría dormir tranquilo si mi leitmotiv fuera siempre pegarle al opositor. A pesar de las amenazas, me da energía cuando veo a dos visiones disímiles ponerse de acuerdo y avanzar.
–Antes la UDI era vista como el partido más duro. Ahora pareciera ser el más dialogante.
–Lo que pasa es que antes estábamos sentados en el extremo derecho de la mesa; cuando había que señalar a los ultrones, éramos nosotros. Ahora eso cambió y los que ocupan ese puesto son los Republicanos y con nosotros los prejuicios se han ido disipando… Algo parecido ocurrió con RN; antes ellos eran vistos como los más progresistas, hasta que apareció Evopoli y se le instaló al lado.
Hace una pausa.
–Ahora, tampoco es el único factor. Esta transformación también ha tenido mucho que ver por liderazgos como el de Javier Macaya, a quien le tocó ser presidente del partido y senador en un momento muy particular de nuestra historia y que él ha sabido leer muy bien. Entonces hay un cambio generacional, una transformación del mapa político con nuevos actores y personas que hoy brillan por su capacidad de entender el momento.
LA CASA DE TODOS
–En el partido se la están jugando por una Convención 100% electa, algo que en RN fueron aceptando a regañadientes.
–No seré yo quien critique a RN ni a su presidente, Francisco Chahuán. No es con él con quien me entiendo en la Cámara de Diputados sino con Andrés Longton, que es el jefe de bancada de los diputados de ese partido. Nos llevamos bien, lo que no significa que en privado no discutamos; de hecho, tenemos peleas bastante grandes y largas, pero cuando salimos a enfrentar una posición legislativa o de fiscalización, vamos unidos. Eso no pasaba con la generación anterior, que resolvían sus diferencias por la prensa. Ahora somos nosotros los que jugamos de titulares y no queremos repetir esa forma de hacer política.
–Sin embargo, ha sido la UDI la que puso sobre la mesa su capital político al dar por muerta la Constitución del 80, cuyo autor fue nada menos que Jaime Guzmán, fundador del partido. ¿Qué pasaría si RN llegara a quitarles el piso? Ha costado harto convencerlos…
–Ellos dicen que son un partido diverso, con más corrientes internas… Pero nosotros también tenemos una gran diversidad de opiniones respecto a muchos temas.
–Sol Serrano, Premio Nacional de Historia, dijo en La Segunda que este momento constitucional puede ser una gran oportunidad para la derecha para dejar de ser vista como codeudora solidaria de su pasado antidemocrático.
–Es por eso que después de cada reunión, cuando tenemos que enfrentar a los medios, reiteramos que la derecha cumplirá con sus compromisos. Y eso lo repite incluso Francisco Chahuán (presidente de RN). Me paro justo detrás de él así que lo sé (ríe). Lo diré una y cien veces: cumpliremos nuestro compromiso de firmar una Constitución suscrita democráticamente. Es la única forma de lograr un pacto que sea duradero. Por eso es muy importante que sea a través de acuerdos transversales, no como en la anterior CC, donde creían que ellos ponían la música porque eran mayoría. Es fundamental lograr legitimidad democrática en el más amplio sentido.
Y advierte:
–Si nos dejamos llevar por las encuestas –donde al parecer hay una mayoría que no está por un nuevo proceso– los fantasmas del pasado siempre nos rondarán. Por eso en la UDI estamos dispuestos a decir mil veces que vamos a cumplir. Por lo mismo, estoy dispuesto a darle a RN todo el tiempo que sea necesario para que dialoguen con sus bases. Lo que suceda en los próximos 12 meses marcará nuestros próximos 40 años y tampoco habrá otra oportunidad; sería imposible un tercer texto… Por eso es tan importante no dejar a nadie fuera de la mesa. Tenemos que ser muy cuidadosos, porque si nos equivocamos el costo puede ser muy alto.
–¿Sería un fracaso para la centroderecha si esto no se logra?
–Por supuesto, para nosotros y para todos. También para la izquierda y el socialismo democrático porque nuestros errores tendrán impacto en todos los ciudadanos. Nos jugamos algo súper importante. Por eso, daré toda mi energía, mi tiempo y mis esfuerzos para que tengamos un acuerdo que sea realmente masivo en el espectro político, donde esta casa de todos se cumpla.
“HAY QUE SER REALISTAS; NO HABRÁ ALMUERZO SIN COCINA”
“Veo con esperanza al presidente Boric cuando reconoce que está por un texto más minimalista, con ciertos principios comunes. No está pensando al país en los tiempos de su mandato de 40 meses, sino que a 40 años”, sostiene el diputado.
–Sin embargo, desde la izquierda algunos apuntan al Presidente de ser parte de la cocina.
–¿Acaso quieren que no dialoguemos, que no busquemos acuerdos, que no nos sentemos a la misma mesa? Lo creería si es que no llegara a concretarse un plebiscito de salida que otorgue legitimidad democrática al texto, por ejemplo, o que este se realizara entre cuatro paredes. Pero hay que ser realistas; no habrá almuerzo sin cocina.
–Hay grupos de ultraderecha que los han funado en la UDI. Javier Macaya, por ejemplo, fue acosado un domingo en la mañana, a fines de septiembre, por el llamado “team patriota” mientras se dirigía Canal 13. Algo similar ocurrió con otros directivos a la salida del Teatro Municipal de Las Condes.
—A mí también me pasó cuando estaba en la sede de la UDI en Providencia… En una democracia las personas tienen el legítimo derecho de opinar, pero no de funar, cancelar o violentar a nadie. Critico con igual fuerza a Pancho Malo que a los que en el estallido hacían ʻel que baila pasaʼ. Se puede disentir, tener otra opinión, pero en una democracia tenemos derecho a andar tranquilos por la calle, entrar a un canal de TV, a la sede de un partido o a un teatro sin que te hagan una encerrona.
–El fenómeno de la ultraderecha se ha expandido globalmente y ya vemos a figuras como el excandidato José Antonio Kast aplaudiendo a Bolsonaro por lograr la segunda vuelta, y algunos miembros del Partido Republicano han ido a España a reunirse con la gente de Vox.
–Sabíamos que la pandemia produciría este tipo de remezones; que el empobrecimiento atraería al populismo porque muchos de quienes nunca habían dependido de la ayuda del Estado ahora tuvieron que recurrir a él. Eso produce movimientos, liderazgos nuevos, gente que cae y que surge.
Y sobre los republicanos, señala:
–Creo que deberán moderar sus posturas si es que quieren aprobar alguna ley en el Parlamento. No porque hayan tenido un candidato presidencial competitivo o se atribuyen el triunfo del Rechazo,.pueden pasar la retroexcavadora y arremeter contra el país. Tanto en la ultraderecha como en la ultraizquierda hay discursos peligrosos. Pero insisto: no creo que tengan la fuerza para conformar verdaderas mayorías.