Por Carolina Honorato
Fotos Paola Velásquez Styling Sofía Pinto & Amanda Yankovic para DOBIWORLD Maquillaje y pelo Iván Barría Asistente de fotografía Felipe Díaz
De movimientos delicados y tonos dulces. La actriz Javiera Díaz de Valdés y su hija Rosa Mackenna se mueven en esa sintonía, que es tan sutil como especial. Su complicidad se nota en cada detalle, y se aprecia cómo su relación ha evolucionado con el tiempo, desarrollando una amistad profunda y de gran respeto mutuo. Para este Especial del Día de la Madre Velvet 2022, nos hablan del camino que hace 14 años recorren juntas, de sus proyectos y de las miradas que comparten de la vida, con todo el amor que se pueden tener.
Javiera Díaz de Valdés (40) y su hija Rosa Mackenna (14) se distinguen a lo lejos en la terraza del Hotel Bidaosa. Se las ve reír y conversar tranquilamente. Rosa es una adolescente muy femenina, preciosa y con bastante desplante. También es dulce y sorprende por lo reflexiva y llena de argumentos que es. Muy apegada a su padre, el poeta y conductor de radio y TV Pablo Mackenna.
Javiera no deja de contemplarla. Le da todo el espacio que necesita, la apoya y respeta y jamás olvida ser su madre, por muy amigas que sean. Han vivido mucho juntas y, por lo general, solas. Así han forjado una dinámica muy respetuosa, donde se cuentan y analizan todo. Una relación marcada por la sinceridad y la confianza. “Con mi mamá”, dice Rosa, “siempre hemos estado juntas. Somos como mejores amigas. Hace el rol de mamá, pero al mismo tiempo es mi amiga. Nosotras no peleamos. Yo le puedo contar cualquier cosa. Siento que es algo muy lindo”.
Rápidamente, Rosa agrega que quiere ser actriz, que ya ha tomado algunos cursos y que acaba de filmar en Chile una película para México (“Malcriados”, de la directora Gabriela Sobarzo), que debiera estrenarse pronto allá. “Siempre”, confiesa, “me gustó actuar, la cámara, el escenario, la moda y el espejo. No sé. Es algo con lo que crecí. Y bueno, mi mamá es un referente gigante. Además entiendo perfectamente el sacrificio que hay en esto, de tener que ser perseverante. Sé lo bueno y lo malo… No me da vergüenza estar al frente de gente, hablar y actuar”.
–Rosa, cuéntanos un poco sobre cómo llegaste a hacer tu primera película.
–Mi mamá me ayudó. Le dije que quería hacer una película, que quería entrar más a ese mundo y me consiguió un casting. Cuando supe que había quedado estaba emocionada. Fue increíble.
–¿Te da miedo la exposición?
–No es nueva y no me molesta. Probablemente en el futuro dejaré de ser la hija de la Javiera, pero nací con eso.
–¿Y las redes sociales?
–Son un mundo. Pueden llegar a ser peligrosas, pero uno también se puede cuidar para no pasar malos ratos.
–Los tiempos han cambiado y hoy todo es muy expuesto. También hay mucha experimentación…
–Me gusta que la juventud conozca, experimente. ¿Por qué no? ¿Por qué no probar?
–¿Es una moda?
–No, no diría que es una moda. Es bueno que nuestras generaciones estén más abiertas a distintas orientaciones sexuales, a la diversidad de identidades. Siento que está muy bien porque mucha gente ya ha logrado descubrirse. Al mismo tiempo, puede haber confusiones también, pero eso es normal. Creo que todos tenemos derecho a experimentar.
–Rosa, ¿cómo definirías a tu generación?
–Libre, responsable. Está conociendo y experimentando para ver qué vida quiere tener. Creo que está bien lo que estamos haciendo y que nos estemos permitiendo experimentar. No creo que estemos en un extremo todavía. Somos un poco más libres. No está mal.
Javiera complementa: “Si hay una moda o levedad en esto, siento que siempre la ha habido en otras áreas, incluso en casarse o en llevar ritos que debes cumplir. Creo que hay una levedad en todo tipo de formas, tanto en el experimentar como en seguir la tradición. También hay modas o ansiedades por el afán de cumplir expectativas… Mientras no haya una reflexión con respecto a la búsqueda o lo que quieres de tu vida, va a haber levedad”.
“Lo más importante”, agrega, “es el respeto al prójimo. Hay parejas muy tradicionales que no tienen ningún tipo de respeto entre ellas y hemos seguido paradigmas respecto a las relaciones de pareja como que ‘hay que vivir juntos’, ‘hay que dormir en la misma cama’, ‘estar para siempre juntos’, y no siempre ha habido respeto a la otra persona al llevar las formas tradicionales”.
“También me parece muy fundamental respetar la individualidad de cada uno, la autonomía. No sé si en la monogamia, aunque yo he sido monógama siempre, pero también es una cuestión de que el que quiera abrir sus relaciones, que lo haga. Tenemos muchos paradigmas sociales que nos han castrado y es momento de romperlos, porque quizás no han dejado que sigamos nuestras propias naturalezas o nos han hecho no pensar, no reflexionar. El pensamiento propio es lo más relevante, creo”.
DE LA TV A LA BELLEZA, DE LA BELLEZA AL CINE
Javiera acaba de terminar unos años bien “trabajólicos” como ella los define, y es que ha estado involucrada en diversos proyectos, desde la televisión y el cine al mundo del emprendimiento.
De “Verdades ocultas” –la popular teleserie de Mega que llegó a tener seis temporadas– comenta que la intensidad fue alta, pero quedó feliz con su participación en los tres papeles que tuvo: Agustina Mackenna, Samantha Müller Pérez y Julieta Müller Pérez. “Para mí fue maravilloso volver a los sets, porque estuve muchos años sin hacer teleseries”, dice. Respecto a la conducción de la segunda temporada del programa de jardinería “Te quiero verde” en 13C, en tanto, destaca que le encantó hacerlo: “Soy jardinera, mi familia es jardinera. Además tengo una carta astral que es puro aire y agua, por lo que siempre me aconsejan tocar la tierra”.
Ahora su caballito de batalla es Libra –www.serlibra.com–, una marca de cosméticos para el cuidado del rostro, orientada a todo tipo de piel, edad y género, que creó en 2020. Gran parte de sus energías las puso en este emprendimiento con el que, junto a un equipo interdisciplinario, ha desarrollado desde aceites faciales de mar a tónicos hidratantes de Lúcuma. “En pandemia, las personas consumieron mucha belleza, fue impactante”, comenta Javiera.
Y como si todo esto fuera poco, en medio de esta vorágine laboral estuvo rodando “El vacío”, la próxima película de Gustavo Graef Marino (“Johnny 100 pesos”, 1993), donde es coprotagonista con Francisco Reyes. El estreno debería ser este año, pero todavía no hay fecha exacta. ¿De qué se trata? De una pareja que vive encuentros y desencuentros en su relación a lo largo de los años. “Una película”, detalla, “que se hizo entre muy pocas personas. Un trabajo súper íntimo. Fue exquisito tener la oportunidad de hacer cine. Es como estar en otra dimensión durante un período de tiempo”.
“COMO FAMILIA QUIERO QUE ASPIREMOS A LA ALEGRÍA”
Los recuerdos que tanto Javiera como Rosa tienen de los momentos más complejos de la pandemia se perciben sanos. Por supuesto que les afectó –como a todos–, pero lograron sobrellevarla. Rosa se trasladó a la playa a vivir un tiempo con su papá y Javiera tuvo la oportunidad de no dejar de trabajar: “Yo salía todos los días con un salvoconducto a grabar, paseaba por calles vacías, veía a mis compañeros… Me sentí muy privilegiada. Fue muy intenso. Hablábamos mucho con el elenco, nos convertimos en familia, muy agradecida de esta convivencia divina”.
En el plano amoroso, Javiera no está en pareja. En junio de 2020 se separó del destacado crítico literario Juan Manuel Vial, quien murió en agosto de 2021 de un cáncer fulminante: “A pesar de estar separada, legalmente soy viuda. Con Manuel jamás dejamos de ser amigos, hablamos hasta el último día. He tratado de no dar muchas explicaciones por respeto a su familia. Éramos como hermanos ancestrales. A mí me gustaba como 10 años antes. Teníamos mucha complicidad”.
–Rosa, ¿qué recuerdos tienes de Manuel?
–Él era casi como un segundo papá. Me acuerdo de que, cuando la mamá y Manuel se casaron, yo estaba súper celosa. Pero al pasar el tiempo, siento que él y yo formamos un vínculo cercano a la paternidad, que era muy lindo. Los fines de semana siempre pedíamos comida, me enseñó a comer comida india. Me contaba sus experiencias de viajes. Era muy divertido escuchar todas sus historias, cuando navegaba por el mar o cuando viajaba por tantos países increíbles.
Y luego comparte una anécdota: “Una vez fuimos a Pirque y lo pasamos muy bien. Me hizo probar la lengua de vaca. Pero cuando nos estamos volviendo a Santiago le dije que tenía el cuerpo lleno de moretones de todo lo que habíamos hecho. Estaba frustrada, a lo que él me contestó: ‘Entre más heridas tienes, eso significa que mejor lo pasaste’. Y nunca se me olvidó. El otro día estaba con una amiga que me dijo que tenía muchas heridas o algo así y volví a recordar lo que dijo Manuel. Ahora no me la puedo sacar de la cabeza. Es una frase muy linda y son esas cosas chiquitas que te quedan para siempre, recuerdos lindos que te llegan de personas importantes. Manuel era muy importante para mí y lo sigue siendo”.
Javiera cuenta que en su casa le tiene un altar, que le prenden velas, le ponen flores, le traen conchitas de mar. También le escriben cartas y le hablan. “Tenemos plantado todo el jardín, con las plantas que a él le gustaban”, cuenta.
–Javiera, ¿cómo ha sido este proceso para ti?
–Es la primera muerte cercana que vivo. Muy raro. Raro procesar la muerte, porque no está, porque uno no sabe qué pasa. Es raro pensar que alguien deja de existir. Ha sido paso a paso. Además, Manuel era una persona demasiado viva. Nunca dejamos de querernos. Era un amor profundo. Con mucho respeto.
“Este luto”, añade, “ha sido un viaje eterno y quizás no termine nunca. La pena va a ser para siempre. Por alguna razón siento que aparece todos los días, en todas las esquinas, en lo que comemos, en las decisiones que tomamos, en lo que leemos. Quizás lo estamos invocando siempre. Aparece todo el tiempo de manera súbita. Es muy raro, es como que estuviera todo el tiempo con nosotros. Siento que me guía. Sueño con él demasiado, y en los sueños paseamos, vamos a bares, nos reímos, nos volvemos a casar. Después nos volvemos a separar, después peleamos. Amanezco llorando”.
–La vida es frágil. ¿Estás más aprensiva? ¿Qué esperas para la Rosa?
–Quiero que la Rosa sea feliz. Como familia quiero que aspiremos a la alegría, a no complicarnos con estupideces, a no perder el tiempo en eso. Quiero viajar, que trabajemos, que vivamos. Y obvio que espero volver a enamorarme, aunque yo soy súper enamoradiza (ríe). Pero por ahora vamos a descansar. Yo estaba muy sobrecargada. A veces me canso, pero también estoy llena de ideas. Por eso, por ahora a buscar el centro, pero lo que sí sé es que yo no me voy a echar.
–Rosa, ¿tienes pololo?
–No. Hubo un tiempo en que sí me tenía que gustar alguien, supongo que era más ansiedad, y sufría. Ya no. Hoy tengo amigos y lo pasamos bien. Siento que mientras crezco voy entendiendo más el amor. “Yo también”, agrega Javiera con una sonrisa. “De hecho”, agrega, “no volvería a vivir con nadie. Han bajado las intensidades. Para mí el espacio de una pareja es el espacio de descanso. Y de pasarlo bien”.