La actriz, una de las líderes de la campaña del Rechazo a través de “Una que nos una”, habla de las críticas y las amenazas que ha recibido por distanciarse de la izquierda y entablar lazos con la derecha liberal. “No dejaré de decir lo que pienso; no callé en dictadura, menos lo voy a hacer ahora”.
Tal vez sea una de las figuras más controvertidas del espectro político. Admirada por algunos, resistida por otros, a Javiera Parada Ortiz no le perdonan el que se haya despojado de los estrictos idearios de izquierda para abrazar lo que hoy define como un “centro progresista liberal”.
“No soy un símbolo, soy un ser humano”, advierte esta actriz y ex agregada cultural en el gobierno de Michelle Bachelet, ex militante de Revolución Democrática. En 2013 fue una de las gestoras de la campaña Marca tu Voto, que buscaba impulsar una Asamblea Constituyente a cargo de escribir una nueva Constitución.
Ahora, Parada fue una de las líderes del Rechazo, a través de la campaña “Una que nos una”, la que entre otras figuras contó con el expresidente ejecutivo de Codelco, Oscar Landarretche (PS); el exsenador y exconstituyente, Felipe Harboe (PPD); y el exministro de Hacienda, Andrés Velasco (Ciudadanos). El año pasado, para las primarias presidenciales de la derecha, la actriz fue jefa de campaña de Ignacio Briones (Evópoli), exministro de Hacienda de Sebastián Piñera.
“A veces la gente que vivió la dictadura y el asesinato de mi padre, que me vio siendo una dirigente estudiantil cuando recién regresaba la democracia, cree que debiera cumplir un rol que ellos mismos me asignaron en su imaginario. ¡No, no tengo por qué!”, se defiende la nieta del militante comunista Fernando Ortiz, detenido desaparecido en 1976, e hija del sociólogo José Manuel Parada, funcionario de la Vicaría de la Solidaridad, secuestrado y degollado junto al profesor Manuel Guerrero y el dibujante Santiago Nattino, en uno de los casos de violaciones a los Derechos Humanos más dramáticos de la dictadura.
El día del plebiscito de salida, Estela Ortiz, madre de Javiera Parada, escribió en Twitter: “Apruebo con obstinada esperanza por mi padre detenido desaparecido y por mi marido degollado”. Javiera, en cambio, ante el aplastante triunfo del Rechazo, dice que sintió una “enorme paz”.
–Debe haber sido un día duro familiarmente, de emociones encontradas…
–Para nada. Mi familia es respetuosa, diversa, y el amor que nos tenemos es mucho más grande que las diversas opiniones políticas que podamos tener. Ese día nos escribimos, nos hablamos, y nos dimos mucho cariño y amor porque creemos en la democracia, en la pluralidad y sobre todo en el respeto a los seres humanos. Nosotros sufrimos la exclusión política cuando un sector quiso exterminar a otro y eso es algo que jamás repetiremos como familia.
–Fue la jefa de campaña en la precandidatura presidencial de Ignacio Briones. Sus más críticos dicen que se pasó a la derecha…
–No me he ido a la derecha. El día que lo haga lo diré sin problemas; no hay ningún conflicto moral, intelectual o político en eso. Parte de los problemas de la izquierda es que existe un grupo grande que cree que la oposición está inhabilitada moralmente para gobernar. Pero la derecha de hoy no es la que hizo el golpe ni la que defendió a la dictadura; las nuevas generaciones entienden la importancia de los Derechos Humanos, de la democracia, y han cambiado la visión tan dogmática que tenían hace 50 años.
“EL COMUNISMO NO ES UNA RELIGIÓN O UNA SECTA”
En 2012, la exencargada de asuntos culturales en el comando de Michelle Bachelet y agregada cultural durante su gobierno se integró las filas de Revolución Democrática. Renunció en noviembre de 2019, tras la decisión del partido de respaldar la acusación constitucional para destituir a Sebastián Piñera (“Me desilusioné; no se comprometieron con la democracia”). Ahí partió su acercamiento con Cristóbal Bellolio, excandidato a constituyente por el Apruebo, hoy parte del colectivo “Una que nos una”; Hernán Larraín Matte, exvicepresidente de la Convención y expresidente de Evópoli; Ignacio Briones, presidente de Horizontal. También, por la campaña de “Una que nos una”, ha entablado vínculos con el exministro Andrés Velasco y Óscar Landerretche.
“Me siento muy cómoda haciendo política y conversando con ellos y los mundos que representan. Discutimos, pero en general estamos de acuerdo en un 80 %. No sé cómo se llamará nuestro sector: un centro progresista o liberal, no tengo idea”.
–¿Se sintió culpable por renunciar a la izquierda?
–No por provenir de una familia comunista tendría que escuchar de por vida a Quilapayún, Inti Illimani y andar con sandalias. El comunismo no
es una religión ni una secta… Viví 13 años en Europa y no me importaba Chile; estaba preocupada de aprender a actuar, conocer gente, participar de los movimientos de música electrónica, hacer performance, conocer gente de lugares que ni sabía que existían. En mi familia jamás nos educaron con la obligación de ser o pensar de cierta manera.
–La han tratado con dureza. ¿La ha afectado anímicamente?
–Duermo bien. No ando angustiada y me deprimo muy poco, la última vez creo que fue hace diez años. Lo paso muy bien y estoy tranquila con las opciones que he tomado.
–Vivimos en tiempos de cancelación y agresividad en las redes sociales. Tampoco debe ser tan fácil…
–Intento no meterme en Twitter. Cuando en la franja del Rechazo lanzamos el video del puente (inspirada en la icónica pieza publicitaria de la campaña del Sí y el No del plebiscito de 1988) me llegaron un par de amenazas, pero no quiero hablar de eso… Intento no hacerles caso. No dejaré de decir lo que pienso; no callé en dictadura, menos lo voy a hacer ahora.
Y apunta:
–Desde el estallido he venido insistiendo en que la convivencia cívica se puede encauzar dialogando con todos, no insultando o denostando, porque podemos provocar un escenario peor. De ahí mi llamado a los presidentes de los partidos, a los parlamentarios y autoridades políticas, a cuidar el tono. Cuando se pierde la amistad cívica se fomentan los discursos de odio. Buena parte de lo que pasó el 73 tiene que ver con que la clase política no cuidó el diálogo y así llegamos al golpe de Estado.
“HAY UN ESPACIO POLÍTICO EN CONSTRUCCIÓN”
Javiera Parada reconoce que no esperaba un triunfo tan amplio del Rechazo para el plebiscito de salida. “Habló el pueblo de Chile, un pueblo democrático, que cree en las instituciones, que aspira a realizar cambios, pero con gradualidad. Un país que no quiere quedarse en el statu quo pero que tampoco cree en el radicalismo. Un pueblo de profundas convicciones democráticas que confía en que sabe que para avanzar tenemos que construir acuerdos amplios. Que no se identifica ni con la izquierda ni con la derecha sino con un modelo de sociedad más solidario, sin exclusiones. Sin grandes acuerdos los países no pueden progresar, ese es el gran desafío que tiene la política chilena”, declara.
–El plebiscito demostró que existe un amplio espacio en el centro que no está representado políticamente. ¿Cree que podría ser llenado por un nuevo partido entre Amarillos, algunas figuras de la centro izquierda por el Rechazo y ustedes en de “una que nos una”?
–Uno de los fenómenos más interesantes en este proceso es que se acabó el clivaje del plebiscito de 1988 del Sí y el No. Por supuesto que tenemos que hacernos cargo de las fracturas y los dolores de nuestro pasado, pero los países y las sociedades evolucionan. Hoy tenemos acuerdos que antes no existían. Un ejemplo es Javier Macaya, que ha jugado un rol fundamental desde la UDI, cuando dio por muerta la Constitución de la dictadura, y se comprometió —en un partido que había sido el guardián de la Constitución del 80—, a la construcción de una nueva carta fundamental. Entonces, claro que hay un espacio político en construcción, que se está alejando de los extremos y se está recién definiendo, pero ponerle un nombre todavía es muy apresurado… Esta reconfiguración nos permitirá entender que podemos estar de acuerdo y hacer política con personas que antes jamás habríamos pensado. Si nos damos esta nueva oportunidad y lo aplicamos en el nuevo proceso constituyente, saldremos fortalecidos.
Agrega:
—El Presidente Boric tiene una enorme oportunidad de encauzar este nuevo ciclo; creo en sus capacidades humanas y políticas. Él está llamado a ser el Presidente que le ponga su firma a una Constitución escrita en democracia, que incluya a todos los sectores políticos. Sin haber votado por Boric, tengo plena confianza en que lo logrará. Si el Presidente aspira a traspasar el poder a alguien de su sector, necesita que su gobierno sea exitoso. Por eso es clave el rol del socialismo democrático en este gabinete, no solo por su mirada y capacidad de convocar a grandes mayorías, también porque tienen experiencia de gobernar, lo que ayudará a los diálogos necesarios para habilitar la nueva etapa del proceso constituyente y también a reordenar las prioridades del gobierno.
–¿Cómo ve el rol de Apruebo Dignidad? Algunos de sus representantes dentro del gabinete han sido apuntados de soberbia por compararse con la ex Concertación…
–En algunos existe una mirada moralista de la política; que ellos son impolutos y el resto unos corruptos, dispuestos a transar todo. Es peligroso… Si todos hacemos un esfuerzo y aprendemos de nuestros errores, lo que viene puede ser muy bueno.