Entrevistas

Isabel Allende: “Me llamaron para identificar el cadáver (su padre), pero no pude porque no lo había visto nunca”

Isabel Allende: “Me llamaron para identificar el cadáver (su padre), pero no pude porque no lo había visto nunca”
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Isabel Allende: “Me llamaron para identificar el cadáver (su padre), pero no pude porque no lo había visto nunca”

POR Claudia Guzmán | 02 junio 2025

La escritora chilena más internacional acaba de lanzar Mi nombre es Emilia del Valle, novela ambientada en la guerra civil de 1891, donde roza el abandono paterno que sufrió. “Mi papá se murió en la calle de un ataque al corazón y me llamaron para identificar el cadáver, pero yo no pude porque no lo había visto nunca”, cuenta en esta entrevista con Velvet.

No importa cuántas veces pueda uno hablar con Isabel Allende Llona, siempre te sorprenderá. Y no precisamente con sus historias de ficción. Acaba el mes de abril y la escritora mujer más vendida en lengua española se ve más que feliz. Radiante. Enérgica. Al otro lado de Zoom, la siempre elegante autora chilena está ansiosa de hablar de Mi nombre es Emilia del Valle, su última novela. Una historia que –admite– le ha permitido jugar más que en títulos anteriores, porque en la voz de su protagonista ha vuelto a conectar con la niñez. Es con ese registro infantil que comienza la narración.

“Muchos me han preguntado si este personaje es mi alter ego, porque es una niña de padre chileno que comienza a escribir como periodista, pero te prometo que no pensé en eso para nada. No se me ocurrió hasta que la gente empezó a decírmelo”, cuenta.

Ambientada a fines del siglo XIX, la trama de Mi nombre es Emilia del Valle cuenta las peripecias de una mujer que nace en San Francisco, EE.UU., del romance de una exnovicia de ascendencia irlandesa con un chileno que se trasladó al país del norte en busca de riqueza en tiempos de la fiebre del oro. Tal como Hija de la fortuna y Retrato en sepia, la ambición de la época le permite ambientar de buena forma las aventuras de una joven que, tras el abandono paterno, puede desarrollar sus aptitudes literarias y termina siendo una de las primeras corresponsales de guerra mujer. El conflicto que a Emilia le tocará viajar a cubrir –incluso en el campo de batalla– es la Guerra Civil de Chile en 1891, que termina con el suicidio del presidente José Manuel Balmaceda.

–¿Cómo llegas a interesarte en ese periodo?

–Nunca sé cómo ni cuándo llegan las historias, pero las cosas se van dando. Tengo la sensación de que tengo muchas historias adentro mío. Algunas maduran y están listas para contarlas, y otras están ahí germinando por años y no va a pasar nada. Tal vez nunca. No alcanzaría a contarlas. Sí me interesaba el periodo porque tiene ecos con lo que sucedió en Chile en el 73. También se trataba de un presidente progresista que se echó encima a la derecha y el país se dividió. Y ambos presidentes terminaron trágicamente suicidándose. Entonces, había algunos paralelos que eran interesantes, a pesar de que no están para nada resaltados en el libro, porque el libro está contado por una persona que no podía saber lo que iba a pasar después.

La familia Del Valle, a la que pertenece su protagonista, ya había estado presente en sus novelas de época, y ahora retoma ese clan ficcional para rozar elementos de su propia biografía que tenía dentro, sin germinar, como el abandono paterno de Tomás Allende Pesce y la presencia de un padrastro que cría con amor y complicidad: Ramón Huidobro Domínguez. En su libro de memorias Mi país inventado había revelado: “Cuando yo tenía alrededor de 4 años, mi papá salió a comprar cigarrillos y no regresó jamás”.

–En esta novela, Emilia viaja a Chile, conoce a su padre biológico y termina sintiendo compasión por él. ¿Hay algo de tu historia personal puesto ahí?

–Bueno, lo que la gente me ha señalado es esto de que Emilia no conoce a su padre, porque su padre la abandona. Y que tiene un padrastro maravilloso que la forma, que es lo mismo que tuve yo. Mi padre desapareció de mi vida cuando yo tenía 3 años, y la persona que realmente fue mi padre fue mi padrastro, el tío Ramón. Entonces, claro que hay un homenaje al tío Ramón. Hay homenajes al tío Ramón en muchas de mis novelas, personajes iguales a este padrastro que aparecen disfrazados: es el chino Tao Chi’en en Hija de la fortuna, el mercader árabe en Eva Luna o el Popo en El cuaderno de Maya. Siempre son personajes que no son el padre, pero cumplen esa función y la cumplen mejor que nadie.

–¿Y en el encuentro de Emilia con su padre biológico buscaste un cierre, algo terapéutico, quizás?

–No sé si tendrá algo terapéutico, porque, para serte franca, nunca vi a mi padre. Nunca traté de acercarme a él, nunca me interesó para nada. Para nada. O sea, si él puso como condición para darle la nulidad a mi mamá el no tener que hacerse cargo de los hijos y no tener que verlos, ¿por qué iba a querer yo verlo a él? Creo que habría sido más doloroso tenerlo a medias, pero no lo tuve. No tuve ningún rastro de mi papá tampoco, ella destruyó las fotos, no había imagen de él, nunca se mencionó. No existió. No existió.

Luego, Isabel da un respingo y, como quien recuerda una nimiedad de su relación con Tomás Allende Pesce de Bilbaire, lanza un plot twist:

“Oh, sí, sí. Mi papá se murió en la calle de un ataque al corazón y me llamaron para identificar el cadáver, pero yo no pude porque no lo había visto nunca, ni en una foto. Entonces, llegó el tío Ramón y él me dijo: ‘Ese es tu papá’. Fue la única vez que lo vi”.

–Debe haber sido impactante.

–No, fíjate, porque no tenía ninguna conexión con ese señor. Pues sí, el impacto de haber visto un muerto, pero no sentí ninguna conexión ni nada. No había nada ahí… Mira, he estado en terapia varias veces y siempre el terapeuta trata de indagar en eso, como si yo tuviera algún trauma de la infancia, y la verdad es que no tengo ninguno. No voy a perder más tiempo con eso. Estoy súper bien. He encontrado paz.

REGRESO A CHILE

Isabel Allende relaciona su paz con el amor. Dice que en su tercer matrimonio, con el abogado estadounidense Roger Cukras, ha logrado estabilidad.

“Estoy con un tercer marido que ha resultado fantástico. Es una persona cariñosa, con sentido del humor, presente, atento, educado, que tiene sus propios intereses. O sea, no me jode para nada. Me ha resultado muy bien y vivimos bien. Tenemos una vida bastante privada. Yo estoy trabajando en la casa ahora. Y luego voy a hacer gira de libros por primera vez desde la pandemia”.

–Hace un año decías que ya no estabas con ganas de viajar. ¿Qué cambió?

–Pues sí, no quiero viajar y tampoco quiero hacer esto, pero voy a hacer el último esfuerzo. Este último esfuerzo, y ya. Después se acabó la vida pública, voy a vivir como una ancianita (dice, y se larga a reír con una jovialidad casi adolescente a sus 82).

–Estás lejos de verte como una ancianita.

–Es broma, pero sí quiero dedicarme solo a escribir, que es lo que me gusta; a jugar con mis perros, a estar con mi marido. Ahora él anda con ellos en el veterinario.

–¿Volverás a Chile?

–Sí, en septiembre voy a ir a Chile. Voy a ir a Santiago a hacer la promoción del libro y después voy a ir a la Argentina por 24 horas a hacer un evento. Y bueno, quiero ver en Chile a la poca gente que me queda. Casi no me queda familia. Me queda la Berta, que fue la empleada de mis viejos por 41 años y es mi hermana. A ella la tengo que ver. Y a la Pía Leiva, que es mi hermana también… A la Delia Vergara, a la Adriana Santa Cruz y a la Elizabeth Subercaseaux. Y ya no tengo a nadie más.

(prima segunda por lado de padre)?

–No, seguramente no la voy a ver. Tenemos una relación cordial, pero nunca hemos sido muy íntimas.

–¿Qué te ha parecido lo que sucedió con su carrera política?

–Me da mucha pena que termine así, porque es una tontería. O sea, ¿cómo se les fue a pasar el contrato a todo el mundo? Estaban pajareando.

–¿Cómo ves a Estados Unidos con Trump?

–Bueno, aquí está todo pésimo. Desde mi punto de vista. Desde el punto de vista de la gente que votó por Trump, seguramente está todo muy bien.

–¿Votas allá?

–Sí, soy ciudadana americana y chilena. Tengo pasaporte de las dos partes.

–¿No eres de las que votó por él?

–¡Por supuesto que no voté por Trump! (lanza un grito). Lo terrible de Trump es que ha sido mucho más violento y mucho más rápido de lo que nadie pensó; hay una vuelta dramática a la derecha. Están cortando los derechos de las mujeres, están cortando cosas como los almuerzos escolares. Hay un montón de niños para los que esa es la única comida que tienen al día. Se han metido con las universidades y están tratando de eliminar cualquier cosa que sea diversidad, que sea inclusión, que sea igualdad. Todo es muy, muy dramático. Pero ahora, a mi edad, ya sé que todo pasa. Entonces, no estoy tan alterada como habría estado cuando era más joven.

–En el estado de Florida han prohibido libros tuyos en las bibliotecas públicas porque hay personajes homosexuales. ¿Cómo lo tomas?

–Mira, no me afecta para nada, porque basta que prohíban un libro para que todo el mundo lo quiera leer. Así que no importa.

MEMORIAS EN CAMINO

Es sabido que cada 8 de enero, Isabel Allende comienza el proceso de escritura de cada libro. Así han nacido sus más de 30 títulos publicados desde La casa de los espíritus (1982), incluyendo novelas, memorias, relatos y literatura infantil. Su obra ha sido traducida a más de 42 idiomas y ha vendido más de 80 millones de ejemplares en todo el mundo.

–Ya estás trabajando en tu próximo libro. ¿Qué puedes adelantar?

–Empecé una memoria, así que estoy en eso. Y ha sido mucho más difícil de lo que creía. Mientras no termine esto, no tengo nada en la cabeza, no estoy pensando en nada más.

–¿Qué es lo difícil?

–Es que ya se ha contado tanto de mí, y mucho lo he contado yo en Paula, en Mi país inventado, y no sé cuánto… de los días (La suma de los días)… Ya ni yo me acuerdo (sonríe).

–¿De qué época será?

–Esto es nada más que un periodo muy cortito. Es el periodo entre que terminó mi matrimonio con Roger. Un periodo de soledad, de reflexión, para luego encontrar el amor con Roger. O sea, es muy contenido.

–Quieres decir Willie Gordon, tu segundo marido.

–(Vuelve a reírse de sí misma). ¡Ay, perdona, sí! Willie fue… Se me confunden a veces. O sea, se me confunden los nombres. Nunca los gringos, porque son bien distintos; completamente distintos.

–¿Y qué es lo que te interesa contar de ese periodo?

–Cuando me divorcié a los 74 años, todo el mundo me decía: “Oye, pero después de 28 años, ¿cómo te vas a divorciar a los 74 años? ¿Estás loca?”. Y me he dado cuenta de que se requiere mucho más valor para quedarse en algo que no está funcionando que para vivir sola. Es mucho más fácil vivir sola (…) Estuve casada 28 años con Willie; 8 demás. Estuve casada con Miguel (Frías) 29 años; 9 años demás.

–En retrospectiva, ¿por qué fue?

–Por falta de claridad. Por no decir: “Yo primero. Voy a ver cómo voy a sobrevivir esto”. Uno tiende primero a tener consideración con el otro, porque hiciste votos de fidelidad, porque esto, porque lo otro… que los hijos… Tanta cosa que venía antes que uno.

–¿Explica eso que cada vez menos mujeres quieran ser madres?

–Ahora las mujeres jóvenes lo piensan mucho antes de casarse y están mucho más dispuestas a defenderse, a no dejar que los traten mal, y cuando eso pasa tienen más posibilidades de salir de esa relación que cuando yo era joven. Piensa que cuando yo era joven no había ni divorcio en Chile. Además, está todo el tema de que no hay ninguna ventaja para tener hijos. ¿Por qué vas a tener hijos si los permisos maternales no existen, si toda la seguridad social la inventaron los hombres? Ahora, sí tengo que decir que a mí me encanta ser mamá. La época más feliz de mi vida fue cuando tuve a Nico y Paula. Eso no lo puedo olvidar. Estuve ahí con ellos como estuve para mis nietos, pero eso pasa y sigue la vida. Uno tiene muchos otros ángulos, muchas otras cosas que hacer. Y además puede ser que elijas no tener hijos, como mis dos nietas, que eligieron no tener hijos y tener vidas perfectamente realizadas. Mi nuera nunca pudo tener hijos y es una mujer completamente realizada. O sea, eso de que solamente en la maternidad se justifica tu existencia en el planeta… ¡Déjate de vainas!

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