“El guión es bastante evidente”, sostiene el convencional de Evópoli, quien apunta al propio gobierno de intentar amarrar su programa a la futura Carta Magna a través de sus representantes en la Convención. Y advierte: “Si la Constitución se cae, la salida institucional y democrática que nos dimos como país será una oportunidad perdida”.
Es la hora de almuerzo y en el centro de Santiago el calor supera los 33 grados. En los jardines del ex Congreso Nacional algunos convencionales conversan con los medios, otros se juntan para continuar sus negociaciones o comen un sandwich a la sombra de algún árbol mientras revisan mensajes y noticias en sus teléfonos.
Hernán Larraín Matte busca una banca en algún lugar fresco. Notorias ojeras revelan largas jornadas de deliberación, votaciones que muchas veces terminan pasada la medianoche y que ahora también se extienden a los sábados, mientras la cuenta regresiva indica solo cuatro meses para el plebiscito de salida (septiembre).
“Se cumplieron ocho meses desde que iniciamos el trabajo de la Convención; dos tercios del tiempo –recalca– y ha sido muy intenso, no solo en lo profesional sino también en lo personal”, admite.
Con su pareja, Manuela Garretón, son padres de Domingo (3 años) y Samuel (10 meses), nacido algunas semanas antes de la elección donde Larraín Matte –fundador de Evópoli, expresidente de este partido y quien firmó el acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución de noviembre de 2019– se transformó en uno de los 155 convencionales electos con la misión de escribir la futura Carta fundamental.
“Samuel es un hijo ‘constituyente’… La familia te permite encontrar el equilibrio y distinguir qué es lo importante, porque la pega es muy absorbente, muchas veces frenética; se ha agudizado el horario y hay mucha presión. Son tiempos interesantes…”, dice evitando las quejas, aún cuando señala que las propuestas de su sector han sido excluidas y que tampoco los escuchan ni buscan dialogar con quienes hoy representan una minoría en este órgano.
–Tiempos interesantes y complejos también…
–Sí… La Convención está en un minuto frágil y se ha ido generando un cuadro que me preocupa. Voté Apruebo en el plebiscito porque creo que Chile necesita una nueva Constitución. Confío en este proceso y he buscado colaborar, aún cuando en la centroderecha somos minoría. Pero lamentablemente hay grupos de izquierda que han ido generando un cuadro político que no es bueno para el país, aprobando normas muy complejas y debatibles, muchas de las cuales ya son parte del texto que se presentará para ser votado el plebiscito.
–Todo esto en medio de un ritmo frenético, sin mucho tiempo para estudiar las propuestas y reflexionar como corresponde…
–De los 12 meses con los que contamos, nos pasamos prácticamente seis construyendo el reglamento y haciendo muchas actividades que no tenían que ver estrictamente con nuestra pega, como el tema de los supuestos presos políticos de la revuelta. Y ahora nos vemos enfrentados a una fecha de salida que ha hecho que apuremos el proceso de deliberación, sin la profundidad en la reflexión y la deliberación que se requiere.
Sobre algunas de las iniciativas ya aprobadas por el pleno, detalla:
–Hasta ahora hay cerca de 50 artículos que ya son parte del texto definitivo y que resultan muy preocupantes, por ejemplo, como que vayan a existir dos sistemas de justicia paralelos, sin jerarquía, uno para los pueblos originarios y otro para el resto de los chilenos. En esta nueva forma de Estado, también se aprobó un estatuto regional que fragmenta y desmiembra el territorio. En este sentido se le da autonomías territoriales que son verdaderas formas de separatismo. Se aprobó que para cualquier política pública o proyecto que afecte a un pueblo indígena en su territorio, tengan que ir a consulta con su consentimiento. Esto va acumulando una serie de luces amarillas y de alertas que hay que ver con atención.
Preocupado agrega: “Está bien el reformismo, pero esto se está acercando más a una Constitución que quiere refundar todo cuando las demandas de la ciudadanía, que son las que movilizaron el estallido, eran la educación, salud, pensiones y recuperar la dignidad. Da la impresión de que la Convención no escucha, pero cuando se levantan críticas, hablan de que estamos frente a un coro catastrofista y no permiten ningún tipo de observación a nuestro trabajo, ¡por favor! Hay cosas que podemos mejorar y corregir, pero algunos convencionales son extremadamente sensibles de piel y no aceptan ningún tipo de críticas ni comentarios. Esta izquierda más dura no necesariamente ha buscado hacer de esta Constitución un pacto de convivencia o una casa de todos, sino la oportunidad de imponer el programa de gobierno de Apruebo Dignidad”.
–¿Se refiere específicamente al rol que ha jugado el Partido Comunista?
–El PC ha logrado articular con los movimientos sociales, la ex Lista del Pueblo y los escaños reservados, el tercio que se necesita para aprobar las normas. Esto les ha permitido establecer condiciones de negociación e imponer sus términos incluso sobre el PS y el Frente Amplio. En las múltiples materias actúan en relación con causas como la indígena, la feminista, las regiones, el medio ambiente. Y han sido muy exitosos en eso.
–¿Con la anuencia del gobierno?
–Giorgio Jackson ya lo dejó claro al decir que para el éxito de la administración de Gabriel Boric es fundamental sacar adelante la nueva Constitución, que esto les permitirá hacer las reformas. El guion es bastante evidente: se quiere transformar a la Constitución en un programa de gobierno y no en un pacto de convivencia…
Se pasa la mano por la frente:
–Cuando Gabriel Boric vino para acá, unos días antes de asumir la presidencia, fue muy claro en decir que no quería una Constitución partisana (guerrillera). Pero entre dicha declaración y los hechos hay una gran distancia; están empujando hacia una Constitución de ultraizquierda, profundamente indigenista y excluyente, y lo han ido logrando por etapas en el nuevo texto.
–¿Aun cuando el riesgo sea fracasar o que el texto sea aprobado por estrecho margen, afectando su legitimidad?
–Están muy conscientes, tienen muy claro que implica estresar el proyecto de salida, pero aún así están dispuestos a hacerlo y van con todo.
–El presidente Boric ha dicho que esta carta debe representar a todos los chilenos, que hay que dialogar sin caricaturas de un lado y otro. ¿Hay un doble discurso?
–O sea… Entre lo que dice y lo que esta administración está haciendo a través de su coalición, claramente se está avanzando hacia una Constitución partisana. El sabe muy bien que tiene un Congreso dividido y que, para poder avanzar en su agenda, requerirá consensos… Pero no se puede pretender tener vocación de diálogo en el Legislativo y, en la Convención, pasar la máquina para imponer sus términos. Efectivamente hay un doble discurso.
–¿Ha hablado con el presidente Boric o con el ministro Jackson? Entiendo que tienen una buena relación…
–Le he remitido esta alarma a su entorno y no he sido el único. Pero al ver que todo ha seguido igual, decidí hacerlo público.
–¿Está primando la versión del Gabriel Boric de primera vuelta entonces?
–Simbólicamente el nuevo gobierno se parece más al del balotaje, pero, respecto a la Convención, sigue operando con la antigua lógica.
Y advierte:
–Están haciendo lo mismo que le criticaron a Pinochet, que también amarró su programa a la Constitución del 80, excluyendo a una parte de la ciudadanía.