Es imposible lograr una buena vida sexual en pareja sin comunicación. Comunicar lo que nos ocurre de forma transparente y directa permite además que nuestra pareja no sienta el peso de ser el responsable de darnos placer.
¿Qué ocurre cuando la comunicación está empañada de información que no es tan cierta? ¿Qué pasa cuando por alguna razón u otra decidimos fingir los orgasmos? Motivos pueden haber muchos, y si bien esta es una práctica que se les ha atribuido principalmente a las mujeres, déjame decirte que no excluye a los hombres. Aunque en menor porcentaje, ellos también lo hacen.
– El orgasmo estaba demorando mucho en llegar y me sentía aburrid@
– Fingí porque quería que el encuentro se terminara. Lo que hacíamos no me estaba gustando.
– Fingí el orgasmo porque no quería herir los sentimientos de mi pareja. Quise darle un premio al esfuerzo.
– Me sentía cansad@, tenía sueño y ya me quería dormir.
Cuando el sexo se entiende o se convierte en una obligación, se siente la presión de cumplir y de seguir un guión de cómo se supone debe ser un encuentro sexual con todas sus letras. Hay una especie de “talla estándar” de encuentro sexual dictado por los medios, las películas y el porno, el cual culmina siempre con un orgasmo simultáneo después de poco tiempo y casi nada de estimulación. Entonces, entendemos equivocadamente, que un orgasmo vendría a ponderar el rendimiento sexual del otro y el propio, y a dar cuenta de que no hay problemas dentro de la pareja.
Cuando se decide fingir un orgasmo, quien resulta mayormente engañada es precisamente la persona que finge. Porque refleja algo que va en contra de lo que se está sintiendo o lo que realmente se desea, y transmites información totalmente errónea acerca del encuentro. Tu pareja pensará que la actividad que acaban de tener es placentera y deberían repetirla la próxima vez.
No transparentar al otro que no lo pasaste bien esta vez, o la mayoría de las veces, no decirle que te gustaría probar otras cosas, o que eso que él o ella hace te desagrada o no te excita, no es un buen método para elevar su autoestima, cuidar sus sentimientos o para resguardar la relación, sino todo lo contrario. Con todo lo que no dices, terminas alejándote de tu pareja. El deseo se alimenta del placer: mientras más placer experimentes, más deseo. Así que, si no logras la satisfacción, tus ganas de acudir al encuentro sexual van a ir disminuyendo.
Es mejor admitir que el cansancio o las preocupaciones te tienen sin ganas, pero que quizás con un poco de creatividad y de juego te puedes encender. Que a veces tener un orgasmo te resulta esquivo, pero que te encantaría conseguirlo. Hablar desde la empatía y la comunicación honesta sirve para que ambos se pongan en modo “buscar el disfrute” sin ninguna mentirilla de por medio.
Además la respuesta sexual no tiene que ser siempre lineal, ni seguir un guión definido que indique que hay un principio y un término. Se puede dar un paseo circular, dejando que los elementos que convergen en el acto sexual aparezcan, entren y salgan en cualquier momento del encuentro.
El deseo, por ejemplo, no siempre viene de manera espontánea, se puede activar e incluso estimular con una palabra o un recuerdo. Lo mismo pasa con el orgasmo. Se puede disparar en cualquier momento, iniciado o no el acto sexual. Puede incluso no aparecer siempre. Lo que quiero decir es que enfocarse solo en el orgasmo para “terminar”, nos desvía de un recorrido que puede ser tanto más interesante que el final del trayecto. Lo importante no es que el encuentro se “acabe”, sino disfrutarlo.
Preguntas que puedo hacerme para colaborar en la búsqueda de un orgasmo auténtico para no fingir:
¿Cómo disfruto más?
¿En qué partes de mi cuerpo siento más placer cuando me toco a solas?
¿Qué caricias o prácticas en pareja no me gustan?
¿Qué partes de mi cuerpo debo enseñarle a tocar y a conocer a mi pareja?
¿Qué otros aspectos no sexuales de mi relación están evitando que yo consiga disfrutar con el otro?
Finalmente, la vida real es muy distinta a lo que se muestra en las películas y conseguir un orgasmo no siempre es fácil. Diversificar el modo en que nos provocamos placer es la clave. Comunicar, aceptar y también estar dispuestos a jugar y explorar pueden ser incluso mucho más efectivos para conseguir ricos orgasmos, que solo tocar los genitales o penetrar.
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