Revista Velvet | Felipe Harboe: “Tenemos que recomponer el centro político para espantar al populismo”
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Felipe Harboe: “Tenemos que recomponer el centro político para espantar al populismo”

Felipe Harboe: “Tenemos que recomponer el centro político para espantar al populismo”
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Felipe Harboe: “Tenemos que recomponer el centro político para espantar al populismo”

POR Paula Comandari | 02 agosto 2022

El ex PPD –quien fue uno de los 155 constituyentes elegidos– anunció su rechazo a la propuesta de nueva Constitución. Ya escribe un libro sobre su experiencia en la Convención y este mes hará campaña para explicitar por qué, a su juicio, el texto no le hace bien a Chile. Asegura que, de ganar el Rechazo, el 5 de septiembre hay que trabajar en un nuevo documento y, al mismo tiempo, reconstruir a la centroizquierda, que en su opinión está completamente destruida.

Fotos Maglio Pérez

Fue en abril cuando Felipe Harboe, ex PPD, decidió que votaría rechazo, si bien dejó el Senado y la posibilidad de reelegirse para trabajar en una nueva Constitución que dejara atrás la que se escribió en 1980. En esta entrevista, que hacemos el día después de que el exdiputado y senador transparentara públicamente su postura, habla de su experiencia en la Convención, de su partido y de la crisis que vive la centroizquierda, la que dice, asume, “hay que reconstruir”. Un proceso que, según él, ya comenzó y en el que trabaja un grupo importante de personas.

¿Trampolín para una candidatura presidencial? No lo descarta, aunque por ahora asegura que su máxima preocupación es la campaña por el Rechazo y recomponer la centroizquierda. Pretende viajar por Chile explicando los graves defectos que le ve al texto, aunque reconoce que el proceso ha sido sanador para muchas personas que llegaron a esa instancia con dolor, rabia y sufrimiento.

–Dejaste el Senado para ser parte de la Convención que crearía una nueva Constitución y vas a votar Rechazo. ¿Qué tal se siente?

–Es una decisión difícil y dolorosa, porque la madrugada del 15 de noviembre me jugué por entero para que tuviéramos una salida institucional a la crisis que estábamos viviendo. Llegué con muchas esperanzas y por eso renuncié al Senado, pudiendo haber sido reelecto fácilmente. Pero llegué a la convicción de que esta era una tremenda oportunidad para el país.

–Se te veía bien entusiasmado al principio…

–Mi idea era aportar en este proceso para tener un nuevo texto constitucional y poder decir a los hijos y nietos: no estamos bajo la Constitución de Pinochet, tenemos una Constitución democrática. Pero al inicio me encontré con un nivel de hostilidad muy fuerte hacia todo lo que representara la política, los partidos, los 30 años. Una gran parte de las personas que había llegado a la Convención, legítima y democráticamente, venía con mucho sufrimiento, rabia, rencor y resentimiento, por legítimas vivencias personales. Y se empezó a imponer la emoción por sobre la razón. Hubo un núcleo que no estuvo disponible para buscar acuerdos con la derecha, por ningún motivo, pero tampoco con el mundo de la centroizquierda. Lamenté profundamente que aquellos que podrían haberse constituido como bisagra del proceso, con un rol de responsabilidad institucional, más bien abrazaran la causa de desconocer los 30 años, de criticarlo todo.

–¿A quiénes te refieres concretamente?

–Estoy hablando de gente que fue funcionaria de gobierno por tantos años y de repente desconoció todos los avances. O algunos convencionales del colectivo socialista, que entendieron que era mu- cho más cool ser cercano al Frente Amplio. Yo no soy de aquellos que son autocomplacientes, pero creo que cuando uno va a discutir la Constitución tiene que entender el objetivo. Hubo algunos que no entendieron la naturaleza del encargo. Hay muchos que vivieron lo que yo llamé borrachera electoral. En su primera votación se sentían como dioses, como si hubieran caído del cielo, sin disposición al dialogo.

–Algunos le han puesto apellido al Rechazo. ¿Tú le pusiste alguno?

–Yo rechazo, porque aprobar para reformar no es real. Algunos consideran que esta es una gran Constitución para Chile, y un sector del Frente Amplio y el Partido Comunista dice: ‘no vamos a reformar’. Van a tener el derecho a veto; el mismo que tuvo la derecha, ahora lo van a tener ellos. Entonces pasamos de una Constitución con derecho a veto de la derecha a una Constitución con derecho a veto de la izquierda. La pregunta es dónde quieren vivir los ciudadanos que queremos un texto constitucional que no sea ni de derechas ni de izquierdas, sino una que permita que la gente elija legítimamente y que se pueda gobernar tranquilamente, con condiciones de paz y tranquilidad. En ese escenario creo que el Rechazo es necesario como condición básica de un nuevo proceso.

–En tu opinión, ¿qué es lo más complejo si gana el Apruebo?

–El 4 de septiembre no va a terminar el proceso, gane el Rechazo o el Apruebo. Pero con el Apruebo vamos a tener un proceso de conflictividad política mayor. El poder se desplaza de la Convención al Parlamento, porque ahí se van a discutir las adecuaciones. Pero habrá un parlamento con cerca del 40% jubilado, un Presidente con 60% de rechazo, una inflación que crece día a día, un dólar en los mil pesos. Estamos hablando de una situación económica muy delicada, entonces el contexto en el que se produciría el escenario político del Apruebo es muy adverso para la estabilidad del país. Pensemos qué espacio legislativo le queda a un presidente debilitado, con dos coaliciones que además están con dudas sobre por dónde avanzar en su programa de gobierno. Y surgen preguntas como ¿de dónde va a sacar los recursos el ministro Marcel para implementar las normas constitucionales que tienen un costo superior a los 50 mil millones de dólares? ¿Qué va a dejar de construir: viviendas, escuelas, hospitales?

–¿Y los problemas bajo el escenario del Rechazo?

–Si se rechaza, el poder se puede desplazar al Presidente, que se transforma en una institución fundamental para darle continuidad a esto. El Presidente debería, al día siguiente, emulando al Presidente Lagos en su primera vuelta, salir a decir: hemos entendido el mensaje… La gente quiere una nueva Constitución, porque el 80% votó a favor, pero no quiere este texto constitucional. Por tanto, convoco a un nuevo proceso constituyente. En ese mismo minuto, el Presidente puede pasar a la historia como un estadista que le dio conducción a un proceso. Ahora, si no lo hace en las primeras 24 horas, se le puede adelantar el Presidente del Senado, que también pasaría a la historia como la persona que fue capaz de hacer este tránsito.

–Debería llamar a qué concretamente, ¿un nuevo plebiscito?

–A un proceso constituyente, un plebiscito donde la gente decida entre diferentes alternativas: una asamblea, un comité de expertos. Lo importante es que el 4 de septiembre, el Presidente ya tenga preparado un escenario. Estoy convencido de que el Presidente está trabajando en eso.

¿UN TRÁNSITO HACIA LA DERECHA?

–¿Conversaste con el Presidente Ricardo Lagos antes de tomar la decisión de rechazar?

–Con el Presidente Lagos hemos conversado mucho en este tiempo, de manera formal y también informalmente: ha ido acompañando el proceso constituyente. Evidentemente está muy interesado en el devenir del país.

–Quienes se han reunido con él me comentan que está muy interesado en el proyecto de los 4/7, para que los cambios realmente se puedan concretar…

–Aquí ha habido un tránsito de un personaje que al principio se supone que iba aprobar, y que después consideró que no era tan bueno llegar y salir a hacerlo. Creo que el Presidente Lagos no le está hablando a los fanáticos del Apruebo ni del Rechazo. No le está hablando ni a la izquierda ni a la derecha. Está diciendo ¡Ojo! Es muy importante una nueva Constitución porque este país cambió, pero el texto como está, no garantiza gobernabilidad, ni la independencia del poder judicial, que son dos elementos clave de estabilidad democrática.

–Por tu postura en la Convención se percibía que ibas a votar Rechazo, pero explicitarlo es distinto. ¿Cómo te tomas las críticas?

–Hay personas que me dicen que hace tiempo no se veía gente tan coherente, que pase por alto los costos personales al tomar una decisión. Otra cosa distinta son las redes sociales: ahí recibí muchas descalificaciones, sin argumento alguno. Alguien por ahí me dijo que no transparentara mi postura, pero en mi opinión, si uno ha sido electo, tiene la obligación de transparentar no solo cuáles fueron sus votaciones, sino que también sus decisiones acerca de si el texto es correcto o no. Creo que en este proceso voté cada indicación en su mérito, sin importar si el que lo presentaba era alguien de Apruebo Dignidad, el colectivo socialista o la UDI.

–La sensación es que ha habido un tránsito de Felipe Harboe hacia la derecha…

–Pienso que el PPD, como estructura, quedó completamente desdibujado. Hoy no tiene incidencia en la política nacional y más bien toma decisiones intermedias, producto de su necesidad de sobrevivencia a través de pegas del Estado: uno ve que muchas determinaciones se producen más bien a la espera de algún cargo y eso no es bueno. Por eso tanta gente se ha ido del partido, que fue muy relevante para la política, pero se sometió a una izquierda más dura. Entonces no es que uno se derechice. Creo que hay que romper con la lógica binaria del Sí y del No, porque el mapa se está redibujando.

–¿Te agrede que te digan que ahora eres de derecha?

–No me ofende. Yo sigo siendo el mismo liberal de siempre. En la Convención voté siempre a favor de los temas valóricos, del aborto.

–¿Pero reconoces un cambio en ti?

–Creo que sí. Es una evolución natural. Cuando uno va mirando, estudiando, aprendiendo, y uno no es fanático de una posición, va encontrando argumentos positivos en un lado y en el otro. Tuve la capacidad de conversar largamente con Carlos Montes (PS) cuando éramos senadores y tener puntos de encuentro y puntos de divergencia, pero también con Rodrigo Galilea (RN). No tengo ningún problema en estar ni con uno ni con otro, porque cuando uno está al servicio del país tiene que hacer lo que cree es correcto.

–Dicen que consideras que la izquierda dejó temas de lado que para ti son esenciales. ¿Es así?

–La izquierda abandonó dos temas que hoy le están pesando. Primero, la seguridad, garantía para los más pobres. Y, en segundo lugar, la cooperación público-privada. Observo que es cada vez más popular estar en contra de ella. Creo que el Estado tiene que tener un rol muy importante y por eso voté a favor del Estado social y democrático de Derecho. Pero en materia de salud y educación, por ejemplo, debe haber una provisión mixta con una buena regulación.

–Hablemos de la seguridad. Hay mucha gente preocupada de que, si gana el Rechazo, podría generarse un enfrentamiento en Plaza Baquedano.

–Lo que va a pasar el 4 de septiembre en la noche es que el Apruebo o el Rechazo va a ganar por dos o tres puntos. Tendremos un país más dividido que el que teníamos el 18 de octubre de 2019. Segundo, vamos a tener enfrentamientos, probablemente en ambos escenarios. Pero en la misma tónica de siempre: este es un país que se ha latinoamericanizado desde el punto de vista de la inseguridad.

–Un tema que nadie ha podido solucionar…

–Que a tres años del estallido del 18 de octubre todavía no tengamos condenados por lo que ocurrió en las estaciones de metro, o que todavía tengamos incidentes todos los viernes, habla de una incapacidad del Estado francamente vergonzosa. Los países vecinos tienen que estar mirando esto, y diciendo: ¿Qué le pasó a Chile?

PUERTAS ADENTRO

–¿Cómo definirías tu paso por la Convención?

–Yo reivindico el proceso. Creo que era súper importante y sanador para el país. Por lo tanto, me alegro de que haya existido, aunque no estoy de acuerdo con el resultado. También me permitió conocer gente que no habría conocido en mi vida, por diferencias territoriales, sociales e intereses diferentes. Soy de aquellos que cree que cada experiencia es un aprendizaje y cada consejo o crítica es un regalo. Por lo mismo, lo valoro. Ahora, tengo cierta sensación de frustración, de no haber podido sacar adelante un texto que, junto con correr el cerco, garantizara gobernabilidad, separación de poderes; que tuviera ciertos elementos propios de nuestra tradición republicana. Porque Chile no se creó ni con los millennials, ni en Ñuñoa, ni tampoco el 18 de octubre.

–¿Qué es lo que más te incomodó y cuál fue tu punto de quiebre para alinearte con el Rechazo?

–Recuerdo una discusión en el marco de la Comisión de Derechos Fundamentales, donde dije que era importante mirar la evidencia… una convencional me miró y me dijo: ‘Compañero, pongámonos de acuerdo en que la evidencia es oligárquica, por lo tanto no la consideramos’. Ahí me di cuenta de que no tenía mucho que hacer. Porque mi vida, mi trayectoria como diputado y senador, la he hecho sobre la base de la evidencia. Me puedo equivocar muchas veces, pero siempre sobre la base de la evidencia. Que de repente te digan: aquí estamos en la lógica de lo que creemos, no de lo que dicen los textos, es frustrante. Fue cuando decidí escribir mi libro, que puede ser que lo titule así: ‘La evidencia es oligárquica’. Que tiene que ver con mi experiencia en la Convención.

–Si se abre un nuevo proceso, ¿volverías a participar?

–Creo que no, yo ya contribuí. Pienso que es hora de que otros participen.

LA CRISIS DE LA CENTROIZQUIERDA

Harboe cree que el sector la tiene muy difícil, con la proliferación de personas y organizaciones antipartidos más anarcos. Por lo que el gran desafío político, dice, es aportar al proceso de reconstrucción de la centroizquierda y particularmente el mundo de centro social- cristiano, o sea, liberal en lo valórico, que cree en la participación del Estado, donde la equidad, el medioambiente, los temas tecnológicos digitales sean parte de la agenda obligatoria.

–¿Estás trabajando en esa reconstrucción?

–Voy a trabajar y ayudar para reconstituir el mundo de la centroizquierda.

–¿Hay un grupo que ya está concentrado en ese objetivo?

–Te diría que hoy día son procesos y como tales van evolucionando. Nosotros tenemos un movimiento que se llama Proyecto Chile, y tenemos presencia en nueve regiones. Hay gente del sur focalizada en el sur. Están los amarillos. Por otro lado están los del grupo de Óscar Alvear, y los escindidos de la Democracia Cristiana, otros ex radicales, ex socialistas.

–¿Están coordinados?

–Hemos conversado y nos hemos reunido varias veces. Hay múltiples personas, gente joven de regiones, que hoy nos sentimos huérfanos, porque los del Frente Amplio nos miran como si fuésemos fachos o los más malos de todos. Nuestro partido se compró eso.

–¿Esto podría confluir en un partido político nuevo?

–Puede confluir en algún partido en algún minuto, pero hoy uno observa que la relación es más bien de ‘touch and go’, más de causa que de militancia. La militancia es permanente en el tiempo. Las causas, los movimientos, son, nacen y mueren. Mi percepción es que debe ser un intermedio.

–¿Podría ser un trampolín a una presidencial?

–Podría ser, pero hoy no estoy en eso. Mi preocupación es otra: tenemos que recomponer el centro político para espantar al populismo que se está instalando. Hoy, como decía Churchill, hay que ser más bien útil que importante. El punto es cómo tú ayudas a un proceso para que a Chile le vaya bien, que tenga una Constitución progresista, ecologista., una Constitución digital, pero que también le dé gobernabilidad al país. Hay que ser responsable desde la experiencia de uno, desde el Gobierno, desde el Parlamento. Ahí estaremos apoyando.

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