Revista Velvet | Ignacio Briones: “Siento que no le debo nada a nadie”
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Ignacio Briones: “Siento que no le debo nada a nadie”

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Ignacio Briones: “Siento que no le debo nada a nadie”

POR Jon Reyes | 18 julio 2021

Del tiempo en que el exministro de Hacienda y actual precandidato presidencial de la centroderecha por Evópoli, Ignacio Briones (48), vivió en París, quedó con uno de esos mejores recuerdos personales que nada tienen que ver con algo material o logro laboral. Fue justo para una de las tantas huelgas generales de la ciudad y que en esa ocasión paralizó por completo el Metro. Por primera vez en mucho tiempo la nieve empezó a caer sobre los Campos Elíseos; y en ese instante, decidió tomar su bicicleta y dar un paseo por la capital francesa. Esa experiencia la lleva consigo, como un momento de pura felicidad.

Su infancia transcurrió junto a sus padres y cuatro hermanos en una casa en El Arrayán, rodeada de naturaleza. Solo habla bien de esa época y cuenta que con uno de sus hermanos hacían mu- chas travesuras, una vez hasta prendieron una fogata al interior de su pieza. En su colegio –la Alianza Francesa– era un buen estudiante al que le gustaban las matemáticas, la historia y la química. Aunque confiesa que, a ratos, era un alumno desordenado.

A su mujer, la arquitecta Francisca Cifuentes, la conoció en París, cuando ella fue a ver su hermana, pero ahí no pasó nada porque él era “muy pololo”. Fue a su regreso a Chile –luego de terminar el doctorado en el Instituto de Estudios Políticos de París– cuando ambos coincidieron en una fiesta. Comenzaron a salir y ya llevan trece años de matrimonio, con tres hijos, dos mujeres y un hombre.

El 28 de octubre de 2019, en pleno estallido social, recibió un llamado de su amigo Gonzalo Blumel, en ese entonces ministro del Interior. Blumel lo comunicó con el Presidente Sebatián Piñera quien le pidió que fuera ministro de Hacienda. Briones le dijo de inmediato que sí, se subió a su moto y manejó raudo hasta La Moneda; le avisó a su familia que se encontraran en Palacio.

–¿Cómo fueron sus días en el Ministerio de Hacienda?

–Muy intensos. Fue un período de una maduración personal grande porque me tocó tomar muchas decisiones. Siempre tuve grados altos de independencia, me sentí muy autónomo, disfrutaba mucho de la pega porque estaba muy consciente de lo que pasábamos como país, haciendo la distinción entre el estallido social y la pandemia. Lo primero fue de mucha violencia y de angustia. La vigilia del acuerdo constitucional fue clave: ahí nuestra democracia estuvo en riesgo y quiero ser muy categórico en eso. En La Moneda había mucha preocupación por lo que podría haber pasado si no se lograba a un acuerdo. El Presidente tuvo la sabiduría de tomar la decisión correcta al elegir la vía institucional y los partidos se cuadraron en favor de nuestro país.

Lo dice de una manera muy seria y convencida. Incluso detalla que hablaba siete veces al día con el presidente del Banco Central para prepararse “por si llegaba a pasar un descalabro financiero, algún ataque contra el peso”. “Ese fue uno de los momentos más críticos de mi paso por el ministerio. Hay quienes son muy contrarios a las decisiones que se tomaron en ese minuto y la verdad es que otra cosa es con guitarra. Hay que darles gracias a también a la oposición y fue clave no haber sacado a los militares a la calle. El 18 de octubre nos obligó a mirar a futuro, a pensar en qué cosas hicimos bien, las que fue- ron muchas desde el retorno a la democracia –nunca hubo tanto progreso económico– y también en el tema de las libertades”.

–Si hicimos tantas cosas bien, ¿por qué tuvimos que llegar al 18 de octubre?

–La introspección es fundamental. Acá hay cosas que son buenas y hay que potenciar y otras que son malas y hay que dejar de hacer; ese análisis permite mirar hacia adelante. Ahora tenemos un desafío país grande, tenemos que hacer reformas sociales profundas en lo económico y lo social con una hoja de ruta, concepto que instalé en diciembre y en el que creo pro- fundamente. Esa reflexión se vio interrumpida por la pandemia; ahora todo es inmediatez para poder salir pronto de esto que nos afecta. Uno ve mucha angustia.

–¿Cuánto le duele la desigualdad que existe en Chile?

–Mucho y sobre todo la desigualdad de trato. Tenemos un tema de desigualdad material que es evidente, pero hemos avanzado. Nuestro Coeficiente de Gini ha caído en las últimas décadas, ahí hay un avance innegable, pero también me duele mucho el clasismo que existe acá, me parece indignante. Hay una incapacidad de reconocernos de forma horizontal, independiente de las etnias, de nuestros orígenes, de tus preferencias sexuales. Me dolió mucho también ver las ollas comunes en las calles al comienzo de la pandemia.

–¿Llegó tarde el gobierno con las ayudas?

–Como país hicimos un esfuerzo gigantesco, no solo como gobierno, sino como país. Eso ha sido reconocido por entes internacionales. Tenemos una tendencia a siempre mirar el vaso vacío y uno no puede construir futuro si no hay una posición honesta de reconocer lo bueno y lo malo.

–¿Qué autocrítica se hace en ese sentido?

–Hay cosas que me hubiera gustado hacer mucho más. Una de ellas es haber tenido más contacto con la gente en la calle, aceptando las críticas, porque es parte de lo humano. Pero técnicamente era imposible hacerlo, porque tenía jornada de 16 horas diarias. Cada vez que quería salir no podía y eso era frustrante, me lo pasé en el Congreso; tuve 150 sesiones ahí.

–Aun así, hay voces de la oposición muy críticas con su gestión. El diputado Daniel Núñez, presidente de la Comisión de Hacienda de la Cámara de Diputados, dijo que usted será recordado como el ministro de la letra chica.

–Esos comentarios me entran por un oído y me salen por el otro, porque son parte de una política mezquina; él sabe que eso no es así. Todo lo que uno hace en el Congreso es transparente, entonces de qué letra chica estamos hablando. La política es el arte de generar acuerdos. Las 28 leyes que me tocó aprobar hablan de esa voluntad de diálogo y de acuerdos. Creo que la única forma de avanzar son los acuerdos; las críticas hagámoslas de frente, sin caricaturas. Quedé muy sorprendido del individualismo que prima en el Congreso, de todos los lados: cada diputado rema por él mismo, es un show, hay mucha banalidad y eso es nefasto.

–En línea con esa política de los acuerdos tuvimos el primer retiro de las AFP y luego el segundo. ¿Cuál es su postura frente a un eventual tercer retiro?

–La desconfianza en la política es tremenda y parte de eso tiene que ver con que los políticos venden la pomada o se dan vuelta la chaqueta buscando un voto. Lo quiero decir con mucha honestidad: el que se da vuelta la chaqueta es un mentiroso y la gente está cansada de eso. Uno empatiza con el dolor que hay detrás de esta crisis; en Hacienda hicimos varias medidas potentes, con aciertos y errores, pero trabajamos mucho porque hay dolor en la gente. Las personas saben mejor que uno cuáles son sus necesidades, me refiero a la plata de ellos, muchos pagaron sus deudas con los retiros de las AFP. He advertido que los retiros tienen costos al momento de tener una vejez digna, pero entiendo que la gente necesitaba sacar su plata para vivir y pagar deudas. Empatizo, pero estoy en desacuerdo con el sistema del retiro y que se hace a través de un mecanismo que viola nuestra Constitución.

“Creo”, continúa, “que el gobierno debe seguir desplegando ayudas sociales y así será. Ya se concretó un nuevo apoyo a la clase media con bonos y créditos, cada retiro de las AFP es una magnitud de plata que ningún Estado puede asumir, con tres retiros es lo mismo que haber vendido Codelco completo: cada retiro es un tercio de Codelco, cada retiro es más que el presupuesto anual de toda la educación de Chile. Yo propongo un mecanismo para que la persona pueda bajar su carga financiera y eso se puede hacer a través de un préstamo estatal que vaya para pagar sus deudas con el retail, por ejemplo. El monto debe ser hasta dos veces el sueldo de la persona y pasa a estar endeudado con el Fisco a una tasa cero”.

“SIENTO QUE NO LE DEBO NADA A NADIE”

–¿Qué lo hace ser candidato a la presidencia?

–Por una razón muy simple: creo que estamos en un momento definitorio en lo que viene y eso requiere de liderazgos que estén dispuestos a llevar adelante esas reformas. Eso implica enfrentarse con sectores de interés tanto en el Estado como en el mundo privado. Siento que no le debo nada a nadie, siempre he sido libre para hablar y cuando no tengo argumentos prefiero pasar. En esta reflexión que he hecho creo que tengo muchas cosas que aportar porque hay un sentido de urgencia; acá requerimos reformas profundas y bien hechas. Yo no voy a prometer algo que no puedo cumplir.

–¿Cuáles son los grandes ejes de su campaña?

–Hay un primer eje que tiene que ver con un cambio profundo en el Estado y eso implica toparse con el primer grupo de interés que son los gremios y la Anef. Ellos han bloqueado cambios que son fundamentales y te doy solo un ejemplo: el teletrabajo. Ellos bloquearon esos cambios con la ayuda de muchos parlamentarios y eso es inaceptable.

–¿Cuáles son los otros grupos de interés que quiere combatir?

–En el sector privado hay cambios que se bloquean. Me declaro un ferviente partidario del mercado, pero ser promercado es distinto a ser proempresa. Por eso necesitamos más competencia para abrir la cancha, pensar en el consumidor y en los emprendedores y no que estemos enfrentados a una percepción de jugadores con cartas marcadas, eso es terrible porque mina la legitimidad del mercado. Un tercer eje tiene que ver con una reforma social bien profunda.

–¿En qué consiste?

–Soy un convencido de que la gran reforma debe ser la educacional, para emparejar todas las canchas. Hay que meter más recursos y generar capacidades formativas que sean distintas; hay que repensar una educación del currículo con el pensamiento crítico y saber respetar al otro. Pensamiento crítico, trabajo colaborativo e innovación: con eso tienes la capacidad de reinventarte el día de mañana en cualquier trabajo. La segunda parte de mi plan social es un cambio bien de fondo. Hay que reformar la política social que hemos tenido, la cual ha sido muy exitosa, pero tiene un problema muy grande: nuestra política social está estructurada en torno a si calificas o no para recibir ciertas ayudas y subsidios, eso es un fuerte incentivo a la informalidad porque si yo me esfuerzo más y tengo pegas por otro lado, me van a ver que gané más y pierdo el subsidio. Esto es más que una reforma a la Ficha de Protección Social: hay mucha evidencia de que esto distorsiona todo, la informalidad significa precariedad y también este sistema deja afuera a una clase media muy grande. He escuchado a la gente en la calle, he recorrido el país y la gente se queja de que son demasiado ricos para el subsidio y muy pobres para que el Estado les preste plata. Hay que hacer ese cambio de paradigma. Planteo un ingreso universal básico para todos con un piso mínimo. El Pilar Solidario tiene esa lógica.

–¿Cuál es su principal diferencia con Sebastián Sichel?

–Creo en los proyectos colectivos y soy parte de un partido político joven como es Evópoli. No me cambio de lugar, creo que ahí tenemos una diferencia clave. Su historia ha sido la de cambiar de partido en muy poco tiempo. Es legítimo, pero yo he sido parte de un proyecto que hemos construido, tratando de ser un partido sano, de no caer en malas prácticas y en el mundo del progresismo. Soy un liberal de tomo y lomo, creo que las personas deben tener la libertad para construir sus proyectos. Estoy a favor del matrimonio igualitario con adopción incluida, a favor de la eutanasia, pero en contra del aborto libre.

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