“Aparentemente es el único récord que tengo”, dice con humor la directora porteña Valeria Sarmiento cuando saca la cuenta de las películas que ha hecho; son 25. Y quizás hubiese filmado más pero ha tenido un “obstáculo”; ser mujer. Un ejemplo: cuando hace unos 30 años presentó en la TV alemana el proyecto del documental El hombre cuando es hombre, los ejecutivos creyeron que ella quería hacer cine porque era la esposa de Raúl Ruiz. “Yo estudié cine antes de conocer a Raúl. Siempre se imaginan cosas y me dicen ‘Raúl Ruiz era su profesor, entonces por eso usted quería hacer cine’. Y no, Raúl hacía clases en la Universidad Católica y yo estudié en la Universidad de Chile; lo conocí cuando pasé a segundo año de la escuela de cine”, cuenta al teléfono desde París, ciudad donde la pareja se exilió en 1974.
—¿Y no le molesta que muchas veces la presenten como la esposa de Raúl Ruiz?
—No, porque lo fui durante 42 años, qué quieres que te diga. Es como una maldición (se ríe).
—Su primera película, Un sueño como de colores (1972), era sobre mujeres que hacían striptease. En ese momento todos estaban haciendo cine político en Chile ¿Usted fue consciente de esa trasgresión?
—Sí, estaba consciente de que quería hacer una película con mujeres, tenía ese deseo. También había algo de provocación; la hice porque me interesaba más ese tema que ir a filmar obreros a las fábricas (…) En ese momento era mal visto que una persona no hiciera una película de oda al régimen.
—A propósito, El planeta de los niños (documental filmado en Cuba) es bien interesante porque, siendo usted una persona de izquierda, no es para nada condescendiente con el régimen cubano.
—No, porque me parecía que esa escuela — La Escuela de Pioneros fundada por Fidel Castro para enseñar diferentes oficios a los escolares, entre ellos entrenamiento militar — encarrilaba demasiado a los niños, era como las escuelas católicas; finalmente eso es adoctrinamiento. Al final (del documental) los niños juegan a la guerra porque los preparaban para eso. Pero hubo dos cosas que no me dejaron filmar en esa escuela. Una fue los procesos que hacían los niños “abogados” en las poblaciones. Me dijeron que eso podía ser mal visto. Y lo otro que no me dejaron filmar es que en la guerra los niños gritaban contra Estados Unidos. Me dijeron que no, porque la Unesco ya había reclamado. Finalmente yo creo que (como imagen) se ve peor, porque atacaban a un enemigo que no se sabía quién era.
—Ahí hay una coincidencia interesante con Diálogo de exiliados, de Raúl Ruiz. Esa película (filmada en Francia) fue muy mal vista por la izquierda chilena ¿Ustedes siempre fueron críticos de la izquierda a pesar de ser de izquierda?
—Más que críticos era necesario ser lúcidos.
Finalmente Valeria Sarmiento obtuvo el financiamiento para hacer El hombre cuando es hombre. En ese documental aparece la particular historia de un taxista. “Era un señor que conocimos cuando estábamos buscando las locaciones. Nos empezó a contar de su vida y dijo que tenía tres mujeres. ‘Si quieren las llevo a conocerlas’, nos dijo. Y nos llevó a la casa de las tres mujeres. Nosotros no lo podíamos creer. Él estaba muy orgulloso. Decía ‘yo soy Stallone’. Y era flaquito y chiquitito pero pucha que era poderoso, se sentía fantástico él”.
—El machismo siempre fue un tema que le interesó
—Siempre, porque siempre lo padecí (…) Mira, nosotros somos de la generación en que las cosas se “debían” hacer. Las chicas “debían” llegar vírgenes al matrimonio, las chicas no podían salir de noche con muchachos y tenían que llegar a cierta hora a la casa. Todo era obligaciones, era terrible, Tú no podías ir de excursión con un muchacho porque te decían “no, te puede violar”. Te metían miedo a tener amistad con chicos.
—Y en ese sentido ¿qué le parece la fuerza que ha tomado el feminismo en los últimos años?
—Bien, pero el feminismo también fue lo que me salvó a mí, porque en mi época ya había un movimiento feminista que venía sobre todo de Estados Unidos y fue lo que nos permitió a nosotras, las pocas mujeres (cineastas) que tratamos de hacer cosas en Chile, realizarlas. Nos salvó porque nos dio fuerza, hizo que no nos marginaran.
—Pero aún así me imagino que fue marginada.
—Siempre, siempre fue difícil. Cuando había que presentar proyectos en Chilefilms se los daban a los hombres, no a las mujeres.
—¿Le gustó el trabajo de Lastesis?
—Me pareció lindísima, genial. Me encantó. Y además viene de alguien de Valparaíso.
—¿Su cine es feminista?
—No, mi cine es cine. Es lo que yo pretendo, no le pongo etiquetas. Y preferiría que no le pongan etiquetas.
—Pero usted, Valeria Sarmiento, ¿siempre fue feminista?
—Yo creo que sí, de chiquitita. Siempre decía ‘por qué yo no puedo hacer esto y esto otro’.
—¿Cree que hasta hace pocos años en América Latina no había consciencia del machismo?
—En América latina hay machismo y misoginia, son dos cosas distintas. El machismo es entretenido en algún momento, porque la mujer es la maravilla a la cual se le dedican las canciones, etcétera, etcétera. Y está la misoginia, que es el desprecio por la mujer. Yo diría que en América Central existe el machismo más bien, las pueden hasta matar, etcétera, Pero en Chile yo siento que hay más misoginia que machismo. Hay un deprecio por la mujer, no la consideran. Los machistas en algún momento dado convierten a la mujer en la reina y le dedican todo. En Chile yo no veo eso. Veo más bien todo lo contrario. Pucha, es difícil clasificar porque no me gustan las etiquetas, pero diría que esa es la temperatura.
—Y desde que usted se fue hasta ahora esa misoginia ha evolucionado o estamos igual.
—No, indudablemente ha evolucionado; los jóvenes en Chile son distintos a los de mi época.
Valeria tiene un particular interés por la cultura popular, en especial por las novelas rosas. “Indudablemente mi interés por la cultura popular viene de una educación. Yo leía Corín Tellado pero tenía que leerlo escondidas”, dice.
—Era muy erótico…
—Sí había algo de erótico, las mujeres siempre tenían cintura de avispa, caderas cimbreantes y senos turgentes, toda esa tontera, pero lo interesante —y es lo que yo siempre he explicado— es que cuando leía Corín Tellado, yo me daba cuenta de que estaba leyendo una estupidez, pero uno se deja llevar por la historia. Entonces el entrar y salir del folletín es lo que lo hacía atractivo.
—Y esa sensación la traspasó al cine…
—Lo hice en Mi boda contigo. Lo que traté de reproducir es la sensación que yo tenía cuando leía esas novelas rosas, esa sensación de entrar y salir. Cuando la gente ve Mi boda contigo”de repente se sonríen y de repente se dejan llevar por la historia. Se produce eso que los franceses llaman ‘faux rire’, que en el fondo es una sonrisa suave.
Valeria dice que es tímida, una característica que le inculcaron porque era “una cualidad buena para las mujeres”. “Me hubiera gustado ser menos tímida para ir a buscar dinero para mis proyectos, hasta hoy me cuesta”, cuenta.
Por eso mismo le parece curioso ser miembro de la Academia de Hollywood, algo que ella no buscó; “no sé quién me propuso, un día me dijeron que yo era”.
—Es divertido porque su cine no tiene nada que ver con Hollywood.
—Sí, es muy raro. Es genial porque ahora en París me invitan a todas las proyecciones. Para las elecciones que recién pasadas de Hollywood, todos los días recibí invitaciones para proyecciones privadas para que fuera a votar.
EL LEGADO DE RAÚL RUIZ
Valeria Sarmiento cuenta que durante el confinamiento en Francia vio muchas series nórdicas, entre ellas The Killing y En el Nombre del Padre. Pero, claro, extrañó la oscuridad del cine. “Hay una empatía en el hecho de esconderse en la oscuridad para mirar. Se produce un voyerismo y es muy interesante el efecto”, dice.
—Usted es montajista de la mayoría de las películas de Ruiz, pero no de las suyas ¿Por qué?
—Porque necesito cierta distancia, no puedo estar metida en la imagen. Tengo que caminar y volver a mirar. Es muy importante no estar todo el tiempo frente a la pantalla cuando uno está dirigiendo un montaje (…) Yo hacía montajes porque no podía realizar películas, porque no encontraba presupuestos para filmar, entonces bueno, había que ganarse la vida y hacer montajes. Además de Raúl, yo solamente trabajé con dos realizadores, pero con Raúl era entretenido porque él me daba libertad, no había problema; no me gustaba trabajar con otra gente.
En febrero pasado Valeria presentó en el Festival de Berlín El Tango Del Viudo, película que lleva la firma de ambos en la dirección y que tuvo una excelente acogida. No es el único proyecto en torno al Premio Nacional de las Artes y la Representación. Estamos terminando La telenovela errante y ahora queremos terminar Realismo socialista. Creo que es importante porque son parte del patrimonio chileno. El cine de Raúl es muy chileno, las cosas que hizo en Chile no deben perderse y tienen que ser parte de la historia del cine chileno. Entonces salvarlo es lo que tratamos de hacer, para mí es importantísimo que su patrimonio quede salvado.
—¿Y a usted le gustaría tener más presencia, que su obra como directora se conociera más en Chile?
—Sí, pero yo no me preocupo mucho en realidad. Las películas que he hecho me han producido bastante placer hacerlas, algunas ha sido difícil y todo, pero estoy contenta de haber hecho esas 25 películas. Además a mí no me gusta rever mis películas, me carga, porque quiero pasar a otra cosa, para mí es quedar en el pasado.
—¿No es porque sienta que puede encontrar un error?
—No, no, no. Muchas veces me sorprenden. En la retrospectiva que me hicieron en la cinemateca francesa, me hicieron participar en un debate y tuve que ver Mi boda contigo (1984) y quedé sorprendida, porque me gustó. El público estaba fascina- do, fue increíble, fue cómo “oh, he hecho esto”. Uno se acuerda de cosas de esa época además, estaba filmada en la Isla de Madeira, yo era joven.
—¿Cuál es su proyecto más inmediato?
—Primero terminar El realismo socialista. Vamos a trabajar con todo el material que había; son cuatro horas de material. Creo que es muy importante porque es una análisis bastante irónico, yo creo va a ser tan fuerte como Diálogo de exiliados. Es sobre el proceso de la Unidad Popular y yo creo que eso es muy necesario. Y, después de eso, tengo el proyecto de un documental, pero eso está preparándose en mi cabeza todavía (…) Además, hay dos películas más de Raúl que me gustaría que se rescataran; La colonia penal y Nadie dijo nada. Esas están terminadas, sólo habría que digitalizarlas. No hay un trabajo de terminación propiamente tal, sino de restauración. Ya no queda ninguna por terminar, creo que El realismo socialista es la última. Después es nada más que restaurar películas, sacar buenas copias porque los negativos se empiezan a perder.
—¿Y cómo va a ser filmar para usted en medio de la pandemia, va a haber mucho cambio?
—Para el documental no hay problema, quiero hacerlo con el iPhone, me parece interesante las posibilidades nuevas que da ahora la técnica, porque tú no invades; cuando haces un documental con un pequeño aparato no invades, entonces es muy interesante lo que se puede lograr.
—¿Ha visto cine chileno?
—Vi una película de la Dominga Sotomayor, me gustó muchísimo. Después vi Rara (de María José San Martín) y también me gustó. Y vi Play y El futuro, de Alicia Scherson. Son películas buenísimas y no andan buscando un público tipo Hollywood como hacen las películas de hombres en general.
A sus 71 años, Valeria Sarmiento dice que las dificultades para filmar siempre están; “Hoy en día es difícil hacer cine no tanto por ser mujer, sino porque consideran que uno ya está vieja. Pero uno tiene que dejar paso a los jóvenes”.