En exclusiva para Guía Comino, la Head of Studio de Rebel Rebel adelanta su primer proyecto en Chile.
Por Patricio Durán.
Diseñadora gráfica, docente, fotógrafa, cineasta, interiorista, escenógrafa. Confinar a Eme Carranza bajo una única etiqueta es pensar su trabajo dentro de limitaciones que no existen en su universo. Es la mente detrás del diseño de Don Julio, Niño Gordo, El Preferido de Palermo, Cochinchina, La Uat, Boticario o Fabric Sushi, entre otros que se suman a más de una veintena de proyectos, donde ha plasmado su firma con mayúscula en la escena gastronómica argentina.
La creatividad en la construcción de experiencias de su estudio atrajo miradas de distintas partes de todo el mundo y la llevó a cofundar Rebel Rebel junto a Tiago Raimundo, para expandirse más allá de sus fronteras. Juntos, han desarrollado conceptos que rompen con la rigidez tradicional del diseño de interiores y sumergen al visitante en atmósferas únicas.
Tiago Raimundo y Eme Carranza
“Lo que la gente busca no tiene que ver sólo con lo que percibe a través del gusto o del olfato. Tiene que ver con una gama más amplia de lo sensorial: lo que vemos, lo que tocamos, lo que oímos. Buscamos generar espacios que estimulen todos los sentidos porque es ahí cuando uno guarda recuerdos y frames de la vida. Una salida a comer no tiene por qué ser algo simple, tiene que ser memorable. Por eso decimos que somos creadores de experiencias”, plantea Eme con convicción.
“Todo el espacio tiene que ser un potencial escenario y la experiencia tiene que sentirse inmersiva. Un viaje a un universo donde el tiempo y la ciudad desaparecen”.
Antes de fundar su estudio Eme Carranza, desarrollaba instalaciones para marcas, específicamente en escenografía y vestuario. Era un quehacer donde podía crear, pero con limitaciones. Diseñaba el escenario, luego se utilizaba de forma guionada y finalmente había que desmontarlo. No había espacio para que la gente se apropiara de ellos.
Esto la llevó a fijar la mirada en la gastronomía y la hospitalidad, un universo donde los espacios coexisten; son transitados, fotografiados y habitados de múltiples formas. En un comienzo creaba el storytelling y concepto de los proyectos, cuya idea debía convivir con la visión de equipos de diseño y estudios de arquitectura. En ese recorrido los cambios de direcciones a su bosquejo inicial la hicieron ver una necesidad. Decidió crear un equipo interdisciplinario donde pudiera ejecutar de principio a fin. Así nace el estudio “Eme Carranza”.
El Preferido
“Mezclé mi curiosidad por el mundo gráfico, el escenográfico, el desarrollo de marca, los oficios y el interiorismo en un solo lugar, para entregar algo que tenga la cualidad de ser único”, continúa en su relato.
En este punto, fue cuando amplió su perspectiva respecto a elementos claves como la iluminación, la acústica, las plantas y se dio cuenta que la mayoría de los locales gastronómicos no abordaban lo ella denomina ‘la cuarta dimensión’. Un territorio invisible. Casi imperceptible, pero omnipresente. El espíritu intangible que conecta los hilos de un espacio.
“La gente no quiere la obviedad. No le interesa ir a sentarse al fondo de una sala donde está el espacio para la fotografía. Todo tiene que ser un potencial escenario y la experiencia tiene que sentirse inmersiva. Un viaje a un universo donde el tiempo y la ciudad desaparecen. Tienes que sentirte como dentro de una película, donde te emocionas, te ríes, te da miedo. Esa es la pausa que la gente busca darse”, reflexiona.
Niño Gordo
La elección de la materialidad es un factor relevante. Gran parte del mobiliario es customizado y las piezas que fabrican para un proyecto no las vuelven a utilizar. Como no trabajan con producciones seriadas, el vínculo con artesanos y personas de oficio que aporten calidad, identidad e historia a los objetos es otro de sus distintivos. “Es una forma más romántica del consumo. Lo que buscamos es lo único, lo irrepetible, aquello que tiene historia y que viene con el alma de quien lo hizo”.
“Salir de la experiencia empaquetada y distante de los restaurantes nos permite concebir el local de forma distinta y apropiarnos de los espacios de otra manera”.
A mediados de este año, será la apertura del primer local de Rebel Rebel en Chile: Loft (nombre aún en proceso creativo), en MUT. Detrás de este concepto de bar está el empresario gastronómico Raúl Yáñez, reconocido por su pasado en 040, Room 09, Olam y Nkiru, quien no dudó en contactar a Eme para darle vida a su idea.
“Raúl vino con un proyecto que nos pareció desafiante. Dijo: ‘Quiero hacer un restaurante que sea como si recibiese a gente en mi casa’. Además, está en MUT, lo que aporta un gran trasfondo. Son jugadores en el tablero que tienen mucho peso y limitantes que, a nuestros ojos, son muy interesantes”, detalla.
Eme explica que Loft será un espacio vivo, diseñado para que la gente tenga una experiencia relajada, tal y como si estuviera en casa de un amigo. No quiso adelantar todas las sorpresas, pero reveló que para darle forma, pasaron por el proceso de imaginarse todo lo que puede ocurrir dentro de un loft.
“Es una tendencia que está empezando”, agrega. “Salir de la experiencia empaquetada y distante de los restaurantes nos permite concebir el local de forma distinta y apropiarnos de los espacios de otra manera. Si lo tomamos, es porque creemos que esto debe comenzar a suceder con más frecuencia en la gastronomía”, sostiene, reafirmando su visión.
El diseño, cuenta Eme, a diferencia del arte, nace de una necesidad concreta. No se trata de una expresión personal ni de un impulso creativo autónomo, sino de un proceso estructurado que responde a las problemáticas de un cliente real. Cada uno parte de premisas y objetivos definidos por quien lo encarga y la labor de Rebel Rebel es encontrar la mejor solución.
“Es un juego con reglas predefinidas, que cambian según cada caso”, cuenta Eme. “Aunque inevitablemente el diseño lleva nuestra impronta, nuestros ojos, nuestras manos, el enfoque debe estar puesto en la experiencia del usuario y en lo que el cliente busca transmitir. No se trata de apropiarnos de un concepto ni de firmarlo como propio, sino de darle forma a una identidad que ya fue previamente imaginada”.
Tanto Eme como Tiago coinciden que lo más interesante y enriquecedor de su trabajo es ver cómo los espacios cobran vida más allá de la intención inicial. El uso que le dan las personas es una dimensión inesperada. “Es en ese punto donde el diseño demuestra su verdadero valor: su capacidad de adaptarse, crecer y cobrar vida como una entidad propia que trasciende el diseño original y perdura en el tiempo”, cierra.
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Don Julio