Revista Velvet | El hermano de la princesa Diana reveló desgarrador trauma infantil
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El hermano de la princesa Diana reveló desgarrador trauma infantil

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El hermano de la princesa Diana reveló desgarrador trauma infantil

POR admin | 12 marzo 2024

En sus nuevas memorias, A Very Private School, Charles Spencer, de 59 años, historiador y hermano menor de la princesa Diana, relató con desgarro su brutal experiencia en un internado cuando era niño.

En su libro, que saldrá a la venta hoy, Charles, el noveno conde Spencer,  repasa su infancia en Maidwell Hall, un elitista internado inglés. Y profundiza sobre el impacto duradero de sus experiencia, incluidos los casos de abuso.

El desgarrador trauma infantil del hermano menor de Diana

Según un extracto publicado por People, Spencer, recuerda vívidamente el abandono que sintió cuando fue enviado a la escuela a la edad de 8 años y reflexiona sobre los efectos duraderos del trauma en su vida y sus relaciones.

Su libro, revela como la encantadora infancia de Charles se vio sacudida por el abandono de su madre, Frances Shand Kydd, que dejó a su marido por otro hombre y se fue a vivir a Australia durante seis meses.

“Cuando la hermana mayor de mi madre, Mary, señaló que un alejamiento tan prolongado pesaría en su contra en una batalla por la custodia, mi madre replicó: “Pero si lo piensas, ¿qué importa?“.

“Mis cuatro hijos estarán en un internado dentro de cinco años, cuando Charles se vaya. Y entonces tendré el mismo tiempo con cada uno de ellos, en vacaciones, en cualquier caso“. 

A los 8 años, Charles fue dejado en Maidwell Hall por su padre John Spencer, 8º Conde Spencer. “Me sentía agotado y enfermo. Sabía que, por inconcebible que pareciera la perspectiva, mi padre estaba a punto de abandonarme“.

Mi hermana Diana había contrarrestado su desesperación del primer día al llegar al internado con el heroico desafío: “Si me quisieras, no me dejarías aquí”. Pero ella había sido una niña de diez años y yo un niño de ocho”.

Charles no tardó en darse cuenta de que algunos alumnos sufrían palizas diarias, “a veces con una vara en las nalgas desnudas”, a manos del director Porch, a quien los alumnos apodaban “Jack”.

“Poco después de llegar a Maidwell, me enteré de que en la escuela nunca había un día sin víctimas. Después del té, nos tocaba a al menos media docena de chicos desaparecer en un pasillo poco iluminado“.

“Cuando por fin llegó tu hora, el subdirector te hizo pasar. Cuando entraste en el lúgubre estudio, tus ojos se aclimataron para encontrar a Jack sentado, desprovisto de compasión, listo para dispensar dolor físico“.

“El director de la escuela era testigo de estas palizas nocturnas mientras permanecía en las sombras detrás del director, su trabajo consistía en registrar en la lista de la escuela quién había sido golpeado, por qué, qué día y cuántas veces“.

Durante una de sus patrullas nocturnas, el director sorprendió a Charles y a sus compañeros en su dormitorio hablando después de “apagar las luces”. “El picaporte de la puerta del dormitorio giró lentamente. Terror. Era Jack”.

Nos quedamos quietos, esperando pasar por inocentes dormidos. Jack encendió la luz. ‘¿Quién estaba hablando?’ preguntó, con su voz baja ahogada por la excitación, mientras se sentaba en la cama más cercana”.

“Cuatro manos se levantaron, incluida la mía. Nos hizo señas para que nos acercáramos a él mientras se calzaba una zapatilla con la mano derecha. Uno a uno, nos colocó sobre sus rodillas y nos propinó golpes antes de apartarnos“.

“Ya me había golpeado varias veces con una zapatilla, durante sus rituales posteriores al té, pero había sido a través de los pantalones. El pantalón del pijama no me protegía y el dolor era de una intensidad espeluznante“.

La razón de su trauma infantil

A los once años, Charles fue seducido y abusado sexualmente por una matrona de 19 o 20 años del colegio. “Se sentaba al lado de mi cama. Era sonriente, amable y charlatana”, reveló en sus memorias.

“Me pareció emocionante tener un intercambio tan fácil con un miembro del personal. Hablaba de cosas que me importaban. En el ambiente duro y masculino de este internado tradicional para chicos, en el que echaba mucho de menos a mi madre“.

“Este despliegue calculado de calidez femenina no podía dejar de atraerme, seducirme y atraparme. Parecía tener una jerarquía no oficial entre sus presas. Nos enteramos, por nuestras conversaciones secretas, de que elegía a uno de nosotros cada trimestre para compartir su cama y lo utilizaba para el coito”.

“Me añadió al segundo rango de sus víctimas: aquellos a los que tocaba íntimamente. El efecto de lo que me hizo fue profundo e inmediato, despertando en mí deseos básicos que no tenían cabida en alguien tan joven”, señaló.

Escribir este libro le ayudó a aceptar su pasado

“Al analizar los restos de mi primer y mi segundo matrimonio, aprendí pronto en terapia que haber sido enviado a un internado a los ocho años significaba que no entendía casi nada de intimidad“, aseguró en sus memorias.

“Es una consecuencia casi inevitable del trauma, cuyo síntoma más evidente era la nostalgia. Además, me volví muy reactivo, de modo que cualquier desaire o amenaza de abandono me ponía en modo de supervivencia de “lucha o huida””.

“Estoy seguro de que algunas cosas murieron para mí entre mi octavo y mi decimotercer cumpleaños, cuando estaba al cuidado de Jack. La inocencia, la confianza, la alegría…”.

Todas fueron pisoteadas y desechadas en ese pequeño mundo anticuado, esnob y vicioso que la alta sociedad inglesa construyó, respaldó y luego entregó al cuidado de personas que podían ser realmente muy peligrosas”.

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