Rosalía estalló en 2018 con El Mal Querer, ganador de un Grammy, que rehizo la música flamenca usando texturas electrónicas junto con las antiguas herramientas de la guitarra acústica y la percusión manual. En los años posteriores al lanzamiento del álbum, tocó en Coachella y vino a la versión chilena de Lollapalooza, se hizo amiga de Kylie Jenner, apareció en el video WAP de Cardi B y Megan Thee Stallion y grabó canciones con J Balvin, Billie Eilish, Travis Scott y con The Weeknd. Por si fuera poco, fue invitada a la última Gala del MET y Pedro Almodóvar la tuvo como una de sus chicas en un rol secundario en Dolor y Gloria.

El Mal Querer significó un boom que la tuvo de portada en revistas y rápidamente, a las horas de haber lanzado el disco, era el más escuchado en Spotify. Algo inédito para una artista en español. En eso estaba, viviendo lo más alto del éxito cuando nos aplastó la pandemia del COVID-19 y todo el mundo se tuvo que encerrar. En una reciente entrevista, la joven cantante reconoció que este tiempo en pausa le sirvió para poner en orden su vida, sus prioridades, cómo quería continuar y básicamente convencerse de que todo lo que haría post el éxito de este bombazo de disco, no sería igual, porque la experimentación en esta carrera meteórica parece no tener techo. Y así cumplió, porque este nuevo disco Motomami es todo lo caótico e hipnotizante que se podría esperar. Pero vamos de a poco.

A diferencia de El Mal Querer donde la cantante sonaba algo más épica y solemne tanto en sonoridad como en sus líricas, Motomami termina siendo un derroche de experimentación y energía poca antes visto. Una suerte de expansión de estilos como los que logró Beyoncé con su disco Lemonade pero acá no se vislumbra tanto cálculo. Motomami es más primitivo, arrebata, desconcierta y fascina por partes iguales. Un disco que apela a los sentidos y que no resiste tantos sesudos análisis como los que estamos haciendo acá.

Quizás sea un objeto perfecto que captura como pocos el signo de los tiempos. Motomami es full contemporáneo. Hay estilos variados, todo suena fragmentado e incluso raro, y finalmente eso es lo que le imprime belleza. No le pidamos pureza musical a Rosalía ni que repita fórmulas que hace un par de años le fueron muy exitosas.

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Motomami es un mix disfrutable de estilos musicales que pasan del hip hop a la bulería con auto tune, del jazz al reggaetton. Del bolero a la bachata, todo con harto spanglish y también mete electrónica bien oscura. Se da todos los gustitos que podrían ser resumidos en los versos de una de las 16 canciones que contiene el disco y que ya es el más escuchado en todas las plataformas: “Soy igual de cantaora con el chandal de Versace que vestidita de bailaora”. Así de claro, que nadie lo dude. La Rosalía está de vuelta y no pretende irse.