Fue en octubre de 1965, cuando la cultura pop y la monarquía se fundieron en un abrazo. Si de algo podía enorgullecerse la isla de Gran Bretaña, era de su rock y los reyes absolutos eran The Beatles. Con dos películas exitosas a nivel comercial y varios sencillos encumbrados al tope de las listas, los de Liverpool eran las estrellas musicales del momento.
Además, habían logrado conquistar el mercado estadounidense, lo que permitió la entrada al resto. Y no solo por su buena música; habitualmente se mostraban afables y simpáticos, lo que les hacía queribles por el público y la prensa. Probablemente, eso fue lo que se ponderó en el palacio de Buckingham, cuando decidieron entregarles la medalla de la Excelentísima Orden del Imperio Británico.
Se trataba de una distinción fundada en junio de 1917, en plena Primera Guerra Mundial, por el Rey Jorge VI. Esta premiaba a los méritos civiles y militares en nombre del Reino Unido, y por entonces, conquistar el mundo a punta de armonías vocales, melenas y guitarras eléctricas no era una cosa menor.
Los Beatles habían lanzado el álbum Help!, en agosto de ese año, momento en que volvieron a Estados Unidos para una segunda gira americana, la que tuvo como gran hito su multitudinaria presentación en el Shea Stadium. De vuelta a casa, y luego de tomarse un receso de vacaciones, los Fab Four se enteraron del nombramiento por parte de la casa real.
“Una tarde, cuando estábamos en los estudios cinematográficos Twickhenam, apareció Brian [Epstein, mánager del grupo] y nos llevó al camarín muy en secreto -recuerda Paul McCartney- y nos dice: ‘Tengo noticias, el Primer Ministro [Harold Wilson] y la Reina les quieren entregar la Orden del Imperio Británico”.
La Casa Real había intentado sondear a los Beatles con anticipación para saber si aceptaban este reconocimiento, pero ocupados en su rutina y con cientos de cartas de fans, la invitación del Palacio de Buckingham quedó en el correo. “Antes de que te concedan una Orden de este tipo, el palacio te escribe preguntándote si vas a aceptarla, porque no puedes rechazarla públicamente. Puse la carta con el correo de mis fans, hasta que Brian me preguntó si la tenía”, recordaba John Lennon.
Luego de aceptar las medallas, a los Beatles se les informó que tendrían que asistir a una ceremonia en el Palacio con la misma Reina Isabel II, entonces de 39 años, una experiencia que para ellos resultó inolvidable. Así, la mañana del 26 de octubre, vestidos de impecable traje negro, los músicos llegaron al evento en el Rolls Royce de John Lennon. En las afueras, una multitud de fans clamaba por sus ídolos. Poco acostumbrados a ese tipo de instancias, los Beatles tuvieron que aprender rápido.
“Un funcionario de la Reina, un oficial de la Guardia, nos condujo y nos indicó lo que teníamos que hacer: “Acérquense a Su Majestad así y nunca le den la espalda, y no le hablen a menos que ella les hable a ustedes”. Todas esas cosas. Para los cuatro muchachos de Liverpool esto era demasiado. “Fue bastante divertido. Pero ella era dulce. Creo que nos pareció un poco dulce porque éramos niños pequeños y ella era un poco mayor”, recuerda McCartney.
La leyenda dice que por los nervios, los Fab Four fumaron marihuana en el Palacio. “Para empezar, queríamos reírnos. Pero cuando te pasa, cuando te están condecorando, ya no te ríes. Nosotros, nos reíamos como locos porque acabábamos de fumarnos un porro en los baños del Palacio de Buckingham; estábamos tan nerviosos -aseguró John Lennon en 1970-. No teníamos nada que decir. La Reina estaba plantada en una gran cosa.
Ella dijo algo como ‘ooh, ah, bla, bla’ que no entendimos del todo. Es mucho más simpática que en las fotos”. Pero George Harrison aclaró los hechos años más tarde. “En la investidura no fumamos marihuana. Lo que ocurrió es que había una cola larguísima con centenares de personas esperando y estábamos tan nerviosos que fuimos al baño. Y ahí nos fumamos un cigarrillo, todos fumábamos en aquella época”.
“Aunque no creíamos en la Familia Real, no puedes evitar sentirte impresionado cuando estás en el palacio, cuando sabes que estás frente a la Reina -recordó John Lennon-. “Fue como en un sueño. Fue hermoso. La gente estaba tocando música, yo miraba el techo, no estaba mal el techo. Fue histórico. Era como estar en un museo”.
Cuando les llegó el turno, los Beatles se acercaron a la Reina. “El hombre gritó: George Harrison, John Lennon, Paul McCartney y Ringo Starr. La palabra Starr fue la señal para que camináramos hacia adelante, con el pie izquierdo hacia adelante. Era como un espectáculo”, recuerda McCartney.
La soberana los miró con curiosidad y al primero que le dirigió la palabra fue al baterista, Ringo Starr. “La Reina me dijo: usted puso en marcha al grupo ¿no?, y yo le respondí: no, fui el último en unirme. Y luego preguntó: ¿cuánto tiempo llevan juntos? y sin dudarlo, Paul y yo dijimos: “llevamos juntos cuarenta años y nos parece poco. Nos miró de manera burlona como si fuese a reírse o estuviera pensando ‘que les corten la cabeza’”.
A John Lennon también le habló. “Ella me dijo: ¿Has estado trabajando duro últimamente?” Y no podía pensar en lo que habíamos estado haciendo, así que dije: “No, hemos estado de vacaciones; cuando en realidad habíamos estado grabando”. Tiempo después, los Beatles lucieron las medallas en la sesión fotográfica del álbum Sgt.Pepper’s Lonely Hearts Club Band, e incluso la soberana pudo ser la inspiración para Her Majesty, el tema que fue incluido al final del álbum Abbey Road. Por su parte, Lennon devolvió la Orden del Imperio Británico a modo de protesta en 1969.
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