Revista Velvet | El adiós de Coni Fantuzzi: “A los 18 años mi padre me llevó a conocer la cárcel”
Entrevistas

El adiós de Coni Fantuzzi: “A los 18 años mi padre me llevó a conocer la cárcel”

El adiós de Coni Fantuzzi: “A los 18 años mi padre me llevó a conocer la cárcel”
Entrevistas

El adiós de Coni Fantuzzi: “A los 18 años mi padre me llevó a conocer la cárcel”

POR equipo velvet | 13 agosto 2025

La hija de Roberto Fantuzzi, el empresario chileno que murió el 27 de junio a los 82 años, cuenta cómo su progenitor exigió el ataúd más barato para su funeral. Se despidió con sandalias rotas y su urna se llenó de papelitos de post-it amarillos con mensajes de admiración y, sobre todo, de gratitud.

Por Alfredo López J. Fotos Bárbara San Martín y álbum familiar

De todas las banderas políticas y también sociales llegaron a la casa de Roberto Fantuzzi para despedirlo. Sus excompañeros cantaron el himno del Saint George durante el velorio y la gente, representada por dirigentes vecinales, empresarios, exconvictos y personas que ayudó a escapar de la pobreza, lenta y ceremoniosamente iban pegando papeles de post-it en el austero ataúd de madera con mensajes de agradecimiento por tanto apoyo y confianza. Una escena fiel a lo que él había pedido expresamente a su familia.

Hijo de italianos que llegaron primero a Argentina y luego a Chile, se casó con María Lourdes Cuesta y fue padre de Francesca, Coni, Bernardita y Roberto. Estudió ingeniería comercial en la Universidad Católica y dedicó su vida a la defensa de las pymes y a la superación de la pobreza.

Junto a su padre y a su hermano Ángel, también fue un destacado industrial, al punto que desde los años 70 y hasta principios de este siglo no había una casa en Chile que no tuviera una olla enlozada o una sartén de marca Fantuzzi. Una empresa que partió en el cordón industrial de Maipú-Cerrillos y que fue una de las primeras plantas tomadas por los trabajadores en los tiempos de la UP.

Su gran preocupación, sin embargo, fue Asexma, una organización que promociona oportunidades comerciales para empresas de manufactura y servicios en Chile. Siempre cercano a los medios de comunicación, en los últimos años se dedicó a defender sus ideas a través de Instagram e incluso TikTok. Una tarea que enfrentaba en paralelo a su labor de continuo apoyo a la Fundación Nacional para la Superación de la Pobreza, el Hogar de Menores Cardenal José María Caro y la Fundación Niño y Patria.

Ahora es su hija, Coni Fantuzzi, reconocida paisajista y ambientadora de eventos y matrimonios, quien revela los últimos momentos junto a su padre, el mismo que también pidió que le dejaran sus viejas sandalias rotas hasta el final.

–Han pasado los días y seguramente usted imagina cómo su padre fue tejiendo una personalidad de gran altruismo.

–No creo que haya tejido esa personalidad, siento que siempre la tuvo. De hecho, nosotros, sus hijos, tuvimos una niñez bastante atípica. En Navidad, él siempre estaba dando comida debajo de los puentes, o se iba a la cárcel, siempre del lado de los más desprotegidos. Fuimos testigos de mucha mezcla social, eso le gustaba, con la idea permanente de compartir y de ayudar para que las personas pudieran crecer.

–¿Qué cosas de su padre han quedado en usted?

–Aparte de esos ideales, creo que el empuje del emprendimiento. Yo y mi hermano Roberto lo hemos sido. Para salir adelante siempre tuvimos su consejo y nos decía con frecuencia que lo más importante era que los trabajadores estuvieran felices. Recuerdo que en el 2013 se quemó la empresa de ambientación de eventos que teníamos junto a Hugo Grisanti. Mi padre fue el primero en darme su apoyo y me instó a seguir adelante y a levantarme otra vez.

–Como jefe de familia, como papá, como marido, ¿era un hombre entretenido, activo? ¿Cómo lo recuerda?

–Súper activo. Hasta el final jugó ajedrez con los nietos en la cama. Siempre unido a mi mamá. Muy encantador y extremadamente sencillo.

–¿Hay un gesto, un acto que usted recuerde y que deje de manifiesto esa absoluta austeridad?

–En muchas cosas. Por ejemplo, nunca se compraba camisas y las que tenía era porque alguien se las había regalado. Jamás fue a un mall a comprarse ropa y tampoco era de los que tenía dos cosas de lo mismo. No le importaban las cosas físicas, sino más bien lo espiritual.

–¿Cuáles eran sus consignas?

–Pensaba que todos debíamos tener un acceso igualitario a la salud y a la educación. Y, desde el punto de vista político, se rodeaba de representantes de todos los bandos. Ahí era muy valiente y no le tenía miedo a nada. No le importaba enojarse y golpear la mesa si sentía que estaba hablando con justicia.

–Como papá, ¿qué cosas trataba de inculcarles?

–Era muy divertido. Jamás nos castigó y el estudio le daba lo mismo. Nos decía que, en el colegio, no debíamos tener más de un 4.3 en las notas, para no despertar la envidia de nadie. Me perdonaba los rojos y que hubiera repetido de curso. Me decía, “prefiero mil veces que tengas malas notas, pero lo más importante es que seas buena compañera”.

HUMOR ESPECIAL

Cuando Coni terminó los estudios, se fue a España y luego viajó a Pakistán, Irán, Turquía y la India. En ese momento su padre fue, por primera vez, rotundamente exigente. “Si te vas por el mundo, siempre tienes que estar llamando. ¡Todos los días!”, le retrucó con voz dura.

–Mirando hacia atrás, ¿recuerda un momento difícil que le haya tocado enfrentar?

–Sí, claro. Cuando subió la muñeca inflable a la cena anual de Asexma, en el 2016. Le hizo ese regalo al entonces ministro como una forma de decir que había que ponerle calor a la economía, de excitarla. Pero él no lo hizo con una intención sexual ni nada. Fue malinterpretado y lo humillaron públicamente. Un montón. Lo acusaron de sexista, de no respetar a las mujeres. Y, simplemente, había sido una broma que no se entendió. Mi papá era así, de un humor muy especial.

–¿Cómo era su humor?

–Era de los que reía todo el rato. Al final, pese a estarlo pasando mal, seguía riéndose. Era de risa fácil, de humor directo.

–¿Qué cosas promete seguir manteniendo de él?

–En lo personal, prolongar su legado en relación a las obras sociales y, específicamente, el trabajo en torno a las mujeres que están privadas de libertad, las presas. Hace algunos años hice una empresa que trabajaba con mujeres vulnerables y él me apoyó mucho. Es algo que viene de hace tiempo. A los 18 años me llevó a conocer la cárcel. Desde entonces llevo más de dos décadas trabajando junto al penal y, desde este año, estamos con el proyecto ‘Flores con Fe’, junto a Macarena Matte, en el MUT. Trabajamos con papel crepé y la idea es unir mundos, dar oportunidades a personas a las que, por sus antecedentes penales, les cuesta conseguir un empleo. Así dignificamos su trabajo creativo y lo vendemos.

–Siguieron la senda del emprendimiento social…

–Así es. Mi hermano Roberto también emprendió en Valparaíso con un hotel, y hacía los adobes a mano. En los emprendimientos de ambos, nuestro padre participó en un 99 por ciento, incluso hasta el último tiempo, con mucha fortaleza.

–Frente a la enfermedad, ¿cómo respondía?

–Hace siete años le descubrieron cáncer a la próstata y nunca siguió los tratamientos al pie de la letra, porque no le gustaba tomar remedios. Desgraciadamente, el cáncer después avanzó a los huesos y a los pulmones. Su actitud, al final, era de mucha tristeza. Decía que si a él le había costado tanto luchar contra el cáncer, cómo sería para la gente pobre. Por eso se metió al plan Auge, para saber por dentro cómo funcionaba. Le tocó hacer colas y quedó impactado. Claro, en algún momento tuvo la ‘tentación’ de cuidarse mejor…

–¿Y por qué no lo hizo?

–Tenía una conciencia social tan grande que no quiso ir a la clínica.

–¿Qué fue lo último que conversó con él?

–Que continuará con el proyecto de la cárcel. Me decía: ‘Coni, por favor’ nunca dejes de ir al penal. Yo le respondía: ‘Papá, es lo que más me gusta en la vida’. De hecho, una de las primeras cosas que hice después del funeral fue ir a la cárcel a saludar a la gente que no pudo salir a despedirlo.

–¿Cómo era su relación con Dios, con la iglesia?

–Afirmaba mucho su fe en Dios. Iba a misa, aunque era católico a su manera y estaba muy unido a curas como Felipe Berríos, Fernando Montes, Cucho Moreira y Pablo Walker. Creo que se alejó un poco de la iglesia cuando murió su hermano Ángel… Desde ese momento, nunca más volvió a comulgar.

–¿Siente que dejó temas pendientes, cosas que le faltó hacer?

–Sí. Le faltó terminar el proyecto que tenía junto a Pablo Walker para ir en ayuda de los inmigrantes. Sentía que él también lo era, entonces cómo no iba a ayudar. Decía: “¡Qué sería de Chile sin la historia de sus inmigrantes!”. Ojalá ese proyecto continúe.

–Finalmente y en sus palabras, ¿qué es lo más lindo, lo más valioso de su papá?

–Su sentido de justicia social, de igualdad de clases. Eso es algo me ha servido para la vida entera. Tengo la misma posición y el mismo pensamiento. Me gusta tener amigos en todas partes, rodearme de personas de todo tipo. Eso, mi padre, lo tenía demasiado claro: vivir siempre de cara a un mundo real.

Te puede interesar