El empresario Eduardo Dib Maluk, históricamente ligado al rubro de las alfombras y después al inmobiliario, anuncia que el próximo año inaugurará “Destino Valparaíso”: un magno espacio en el ex colegio alemán que se convertirá en un polo cultural y gastronómico con vistas oceánicas, teatro, acuarios, restaurantes y un inédito museo del inmigrante.
Por Alfredo López J. Retratos Alfredo López J. Fotos de proyecto Eduardo Dib
Llegaron con sus maletas, muebles antiguos, ropa para soportar el frío de los Andes y tazas de porcelana para tomar el té. Esas historias de heroísmo e inmigración le emocionan a Eduardo Dib Maluk, el conocido empresario viñamarino que, a sus 69 años, nos muestra –en un adelanto exclusivo– lo que será Destino Valparaíso. Se trata de un espacio cultural con desarrollo turístico y museográfico, que parece encarnar la última esperanza de una ciudad golpeada por incendios, delincuencia y desempleo.
Será un lugar único, donde además de poder internarse por los episodios históricos más emocionantes del puerto, permitirá recorrer una cervecería tradicional alemana y, luego, pasar a una trattoria italiana con vistas privilegiadas. Acuarios, salas de exhibición y un teatro decorado con molduras neoclásicas son otras de las promesas de un proyecto que, a la fecha, ya superó un 75% de avance.
“No queremos que la gente venga a un museo y después no vuelva más, sino que regresen a ser parte de una programación entretenida, de actividades y de espacios de encuentro”, añade Eduardo Dib con el mismo entusiasmo con el que confirma que, después de esta entrevista, jugará un partido de fútbol con amigos que conserva desde hace más de treinta años. Con agilidad recorre los seis niveles de la planta, nos muestra las salas de prueba, los pabellones y una antigua sala de bolos elaborada en finas maderas y que parece ser su rincón favorito.
–¿Cómo llegó este lugar a sus manos?
–Era el año 2016, vi el aviso en El Mercurio de Valparaíso y dije: Esto es demasiado bueno como para dejarlo pasar. Estaba deteriorado a morir. Sus sostenedores, el actual Colegio Alemán, posiblemente no podían hacerse cargo y lo pusieron a la venta. Yo trabajo en el mundo inmobiliario y, aunque el propósito inicial era convertirlo en lofts, lo observé bien. Inmediatamente, me di cuenta de que, por su historia y emplazamiento, no podía tener otro futuro: un espacio cultural, turístico y, sobre todo, donde funcionara el Museo del Inmigrante.
–Usted desciende de inmigrantes que llegaron a Valparaíso, ¿imagino que en ese momento se activó una hebra emocional para usted?
–Es algo que yo he sentido siempre de manera muy profunda, porque creo que Valparaíso se hizo de inmigrantes. En mi caso, de libaneses, fenicios y sirios que llegaron a estas costas sin idioma, sin costumbres, sin nada. Llegaron a esta otra parte que estaba a mundos de distancia. Y, sin embargo, fueron capaces de salir adelante. Creo era hora de rendirles un homenaje.
Sus abuelos se establecieron en la región alrededor de 1900 y su padre, también llamado Eduardo, tenía 12 años. Era la época de la Primera Guerra Mundial y se establecieron definitivamente en el puerto para dedicarse a la industria textil. Un legado que hoy, Eduardo hijo, sigue manteniendo al frente de su negocio de alfombras y que, con los años, amplió al rubro inmobiliario, además de su firme labor como director del Sporting Club de Viña del Mar.
Casado con Lilian Gorke y padre de tres hijos, Felipe, Macarena y Pablo, se formó en The Mackay School y en la Universidad Adolfo Ibáñez. Su familia, confirma, ha sido un apoyo fundamental para tomar la decisión de comprar este inmueble patrimonial. Al igual que el Depósito Brasil, otro edificio que junto a su equipo acaba de recuperar en el plan de la ciudad. Ese emplazamiento urbano ha llamado la atención del gobierno regional para instalar ahí sus oficinas.
Cuando compró el antiguo Colegio Alemán “era un momento en que la ciudad iba para arriba, pero después vino lo que todos sabemos… Quedamos a la deriva. Pero creo que estamos en un punto de quiebre. En Valparaíso ya no se puede estar peor. Soy de la idea que de frente a la duda, procede. Jamás abstente. ¡Hay que hacerlo!, me propuse. Total, ¿qué se va a perder?”.
–A pesar del estallido, la pandemia y los incendios…
–Siempre fui adelante porque pienso que, gracias a Dios, hemos podido surgir desde Valparaíso. Siempre he entendido de que no hay empresas exitosas en comunidades con problemas. Entonces uno tiene que ayudar a su comunidad y una forma es crear empleo, pero también crear visiones, optimismo, dar vuelta la página, ir más allá de lo que tenemos frente a nuestras narices. Estamos hablando de una historia de 200 años del Valparaíso moderno. El hecho de que hayamos tenido un muy mal gobierno comunal y que la ciudad decayera más de lo que debiera, no significa que no podamos revertir las cosas.
UNA ACCIÓN FILANTRÓPICA
Con una rotación de 150 personas diarias trabajando a toda velocidad, la meta es inaugurar el proyecto en el 2025 y, de ese modo, restaurar y habilitar más de 5.500 metros cuadrados a mitad de la falda del cerro Concepción. Un inmueble histórico que, a un costado de las iglesias anglicana y luterana, le dio al barrio un aire cosmopolita desde sus orígenes. “Puedo hablar de todo en esta entrevista, pero el único tema vedado tiene que ver con los montos de inversión”, desliza.
En el relato museográfico habrá más de treinta ubicaciones que hablan desde la partida de los inmigrantes y su heroico viaje, para luego articular distintos escenarios que abordan el arribo de alemanes, españoles, italianos franceses y árabes.
“Los ingleses, sin embargo, son los más importantes. Porque esta ciudad fue fundada prácticamente por ellos. Recién pasada la Independencia comienzan a llegar con un gran espíritu de aventura y de colonialismo también, hay que decirlo. Cruzan el Atlántico, el Estrecho de Magallanes y descubren las guaneras del norte de Chile que serían fundamentales para enfrentar las crisis de las cosechas en el Reino Unido de entonces. Pero se dan cuenta de que el clima es duro cerca del desierto y deciden hacer de Valparaíso su hogar”.
Son los tiempos de María Graham, quien escribe las primeras observaciones sobre esta nueva metrópolis que comienza a desarrollar una noble arquitectura. Luego, el progreso de la aristocracia castellano–vasca con su aporte agrícola también fue otro factor relevante. El colegio alemán, cuyas estructuras originales soportaron el terremoto de 1906, habla de una construcción inaudita para sus tiempos.
Prácticamente ‘colgando’ desde el cerro como si flotara frente al mar. En su tiempo, fue necesaria la intervención de la ladera, mediante muros de contención, para ganar superficie edificable. Sus arquitectos fueron los hermanos Bliederhaüser, los mismos del Teatro Municipal de Iquique.
Cuando, en 1914, William Wheelwright abre el ferrocarril trasandino surge una nueva corriente de inmigración desde el otro lado de la cordillera. A ello se suma, el mismo año, la apertura del Canal de Panamá como otro hito clave. “La decadencia viene, sin embargo, en 1929, cuando los alemanes patentan el salitre sintético y se desencadena la llamada Gran Depresión Económica. Es un momento en que Valparaíso, una ciudad dedicada al comercio internacional, es cercenada de golpe”.
–Se nota que ha estudiado mucho el tema…
–Es que después de tanto tiempo no hay otra forma.
–¿Cómo asumió este desafío? ¿Se dio solo, se lo propuso, le tocó?
–Todas las anteriores. Porque si se te ocurre una idea, luego aparece un escenario y, además, tienes ganas. Hay que unir todo, creo yo.
–Se lo pregunto porque en Valparaíso, desde el punto de vista cultural y del patrimonio, es notoria la falta de liderazgo en estos últimos años…. Y, de repente, aparece usted con dos proyectos de gran envergadura. ¿Le acomoda?
–En principio no tanto. Pero ahora me doy cuenta de que no debo eludir esta responsabilidad y reflexiono: ¡Cómo no voy a hacer algo más! ¡Cómo no voy a aportar a mejorar el espíritu de las personas!
–¿Una acción filantrópica?
–Claro, todo esto es una filantropía. No pienses que algún día vamos a recuperar la inversión que hicimos. ¡Jamás! Y está pensado así. Cuando como familia tomamos la decisión de hacerlo, siempre supimos que iba a ser algo sin retornos económicos. Pero apostamos por dar un aire, una pequeña brisa para sacar adelante la ciudad. Estoy convencido de que Chile tiene una responsabilidad histórica con Valparaíso. Una responsabilidad que no han tomado los gobiernos. Somos la única ciudad Patrimonio de la Humanidad del país, el único polígono que realmente es un lujo. En cualquier parte del mundo esta ciudad sería un boom.
–¿En qué se ha fallado?
–Realmente hemos tenido muy malos líderes desde el punto de vista comunal y también hemos sido víctima de malas políticas. Si bien el presidente Lagos ha sido uno de los mejores para Valparaíso, se equivocó en algo: dijo que quería impulsar un polo tecnológico y lo hizo en Curauma. En lugar de hacerlo aquí, en el centro. Imagínate lo que hubiera sido, lleno de ingenieros, centros de desarrollo y más.
–Sin embargo, pareciera que el despliegue cultural de los centros urbanos siempre viene de la mano del mundo privado. Un ejemplo: si no fuera por Carlos Cardoen, la comuna de Santa Cruz no sería la misma… ¿Le acomoda la comparación?
–La verdad es que admiro mucho a Carlos Cardoen, lo que ha hecho por Santa Cruz es fantástico, tremendo. Pero no yo me siento así. ¿Sabes por qué? Porque si bien Santa Cruz es precioso, aquí estamos hablando de una ciudad enorme, que es Patrimonio de la Humanidad, algo gigantesco. Y eso significa que necesita más que el empuje de una persona, si no del compromiso de un Estado. El mismo que alguna vez se comprometió a cuidarlo, a no dejarlo botado. Pero ha pasado lo contrario. Por eso creo que es una responsabilidad histórica impedir que esta urbe se siga muriendo.
¿LAS AUTORIDADES? “NI ME HAN LLAMADO”
–Hace algún tiempo el presidente Gabriel Boric dijo ante ONU que la inmigración a Chile no daba para más. ¿Cómo responde un Museo del Inmigrante a un tema tan polémico hoy?
–Prefiero circunscribirme a la época que nosotros hemos definido, porque el escenario actual evidentemente tiene otras problemáticas. Esta inmigración fundacional fue bastante pequeña, de gente, en general, muy preparada. No quiero extenderme a todo lo que ha pasado en el país, porque todos sabemos que no se han tomado las providencias del caso. Aun así, sigo pensando en que emigrar es heroico. Desarraigarse es algo muy duro. Imagínate mi abuelo, que a los 12 años tuvo que escapar de la dominación turca que obligaba a los jóvenes a ser carne de cañón en el frente de guerra con los macedonios. Son cosas que marcan mucho y que a mí me hacen reflexionar mucho.
–Cuando toma estas decisiones de inversión, ¿a quién escucha? ¿Se asesora?
–La verdad es que ha sido un camino inicial, entre comillas, muy solitario. Luego hubo que armarlo y se abrió un camino muy entretenido a través de equipo estupendo. Gente que trabaja fundamentalmente en mi empresa, además de restauradores, museógrafos y un número muy grande de profesionales de todas las áreas. Nos juntamos todos los viernes. Al principio, fue algo más personal, sobre todo a la hora de las definiciones. Luego me acompañó mucho Pablo Rosen, que es el jefe del proyecto.
–¿Cuándo vamos a ver todo finalmente terminado?
–Pienso que en el primer trimestre del próximo año. Yo esperaba que fuera este año, pero seguramente nos va a demorar el proceso de marcha blanca.
–Ha sentido apoyo, ¿de las autoridades por ejemplo?
–Nada. Ni me han llamado. Eso demuestra el verdadero interés que demuestran las autoridades locales. Soy un crítico absoluto de la decadencia que ha impulsado el alcalde (Jorge) Sharp en estos últimos ocho años. Encuentro que ha sido un desastre. En lugar de que la ciudad mejore, que se vea más linda y más limpia para atraer gente y más inversiones, han hecho lo contrario. La gente sale arrancando y creen que así ayudan a los habitantes de Valparaíso
–¿No se siente un náufrago nadando contra la corriente?
–No, ¿sabes qué? Porque estoy seguro de que todo va a cambiar. Primero, porque habrá un reconocimiento cada vez mayor a los atributos de Valparaíso como Patrimonio de la Humanidad. Segundo, porque ya no se puede estar peor. Y tercero, porque confío en que habrá instancias gubernamentales de calidad para mejor la posición cultural del puerto. Todo eso me hace estar muy optimista. En Valparaíso ocurrirá un milagro.
–¿Cómo se imagina el futuro? ¿Piensa que la sociedad va a agradecer su contribución?
–No, no tengo esa expectativa. Para nada. Te juro que me da un poco pudor esta relevancia pública que ha tenido el proyecto. Pero me he dado cuenta de que a la gente le importa Valparaíso y espera que se desarrollen proyectos que escapen de la esfera estatal, de personas que persiguen quimeras para lograr cosas que trasciendan en el tiempo. Si uno mira hacia atrás, hay tres personajes que dejaron una impronta impactante: Carlos van Buren, Isabel Caces de Brown y Federico Santa María. Entonces, cómo no vamos nosotros a ser capaces de seguir esa huella. Siento que uno no tiene que trascender por la vía del reconocimiento, sino por vía de las obras. Ojalá muchos sigan esta posta. Algo que en mi caso no tiene que ver la relevancia personal, sino por el espíritu de trascendencia que quiero para una ciudad que le dio vida a este país.
Que hermoso proyecto lo admiro por su empeño de crear un valparaiso bello y agradable para todas las personas que aman Valparaiso
Oh !!! Es increíble todo lo que sabe sobre historia. Siempre creí, desde que vivo aquí, que nadie o poca gente sabe lo emocionante vibrante que es recorrer las calles de este puerto. Su valor histórico. .
Hablar de Mary Graham, de los ingleses, franceses e italianos además de los macedonios
Pues las personas si conocieran como se desarrollo esta ciudad no la tratarían como lo hacen. Tampoco tienen idea de lo importante que es cuidar el turismo.
Felicito a Don Eduardo por su proyecto.