Revista Velvet | Detox Digital: Experta explica cuándo es necesario pedir ayuda
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Detox Digital: Experta explica cuándo es necesario pedir ayuda

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Detox Digital: Experta explica cuándo es necesario pedir ayuda

POR equipo velvet | 02 marzo 2024

Hoy, no son pocos los que atribuyen una cuota importante de los problemas a la conexión permanente. Hablamos con una de las chilenas más exitosas de Hollywood, una psicóloga especialista en el tema, clínicas de rehabilitación y dos ejecutivos con una dependencia que los obligó a buscar ayuda.

Por Claudia Paz González

En un escenario marcado por el aumento sostenible de adicciones, que experimentaron un alza de más del 25 por ciento en relación con igual periodo de la década anterior, ¿son las redes sociales nuestro nuevo talón de Aquiles?

No sólo las celebridades son quienes abandonan las plataformas y promocionan los beneficios de estar ‘off the grid’ (OTG), hoy los detox digitales son una tendencia transversal en los cinco continentes y cruzan desde el escolar hasta el alto ejecutivo, quienes buscan una pausa de la pantalla, el scroll infinito y los likes.

Para la psicóloga y especialista en el tema Andrea Serrat, este problema debe generar alarma. “Cuando alguien no hace su vida común, deja de comer y dormir por estar inserto en la red social o conectado, es precisamente cuando la persona está complicada frente a esta dependencia. Si se da cuenta de que no puede con ello, debe buscar ayuda”, asegura.

La profesional afirma que hay muchos que no advierten la gravedad del problema que enfrentan y el impacto que genera a su alrededor algo tan simple como no estar presente. “Estos papás que nunca sueltan el celular, cómo no entienden que en algún momento deben literalmente desconectarse”.

Para ella, los tiempos que vivimos serán recordados por la dependencia a las redes sociales. “Estamos insertos en un mundo donde las plataformas y redes llegaron para quedarse. Darles un buen uso, poder ocuparlas de manera positiva, teniendo horarios y conociendo bien cómo manejarlas, hace la diferencia. Creo que la idea de dejarlas completamente no es la solución. ¡Para nada! El tema pasa por cómo se usa, cuándo y cuánto tiempo, y entender para qué se usa; es decir cuál es el fin”.

PANTALLA Y ADICCIÓN

Pero muchos no logran detenerse y están tomando decisiones más radicales que poner el celular en un cajón cerrado y entregar la llave. La falta de sueños, los problemas interpersonales y sentir que la vida ‘real’ les pasa por el lado sin advertirlo por estar frente a la pantalla, los motiva a ingresar en centros especializados.

En la mayoría de las clínicas tradicionales y centros de salud mental del sector oriente de Santiago –como Clínica Bretaña, Instituto Santa Sofía y Vida Nova– confirman a Velvet que en los últimos tres años han vivido un aumento explosivo de pacientes que presentan problemas en el uso de sus aparatos electrónicos y redes sociales que dificultan su calidad de vida.

“Independiente de la causa, para todos quienes entran a nuestro programa, la suspensión del consumo de contenido digital es obligatorio, lo que claramente es más complejo para quienes presentan problemas de adicción. Sin embargo, en todos los casos suele estar asociado a cuadros de ansiedad y angustia”, detallan en la recepción de una clínica, donde también hablan de un antes y un después de la pandemia.

“El uso abusivo se da cuando lo virtual interfiere en lo real y esa pérdida de control es algo muy tenue”, nos aseguran desde el Instituto Delete en Río de Janeiro, creado en 2013 para el tratamiento de lo que la Organización Mundial de la Salud define como “nomofobia”.

Después de ser evaluados por un equipo multidisciplinario, los pacientes son divididos en conscientes, abusivos o dependientes. Al igual que en el resto de los centros que aborda esta problemática, el tratamiento incluye terapias individuales y colectivas. La extensión del detox depende de cada caso, pero la mayoría habla de un mínimo de tres meses antes de reincorporar gradualmente el uso de dispositivos.

Para Nicolás, un ejecutivo de la industria aeronáutica, la costumbre de revisar su teléfono celular periódicamente aumentó su ansiedad cuando su crisis matrimonial atravesaba su peor momento. “De adolescente era adicto a los videojuegos y para mí revisar las redes era algo que hacía de manera ininterrumpida todo el día. Con mi quiebre matrimonial me volví obsesivo y, de alguna manera, mi estado de ánimo comenzó a depender de lo que veía en mi ex. Ya venía con un cuadro de estrés importante de la pandemia y, de repente, colapsé. Me fui con licencia médica y la primera recomendación fue dejar las redes. Al principio, me costó mucho, pensaba que me estaba perdiendo de cosas importantes, estaba inmerso en esa cultura de aprobación sin darme cuenta del daño que me generaba esa búsqueda”, relata.

Tras su paso por el Costa Rica Treatment Center, dice que volvió a conectarse con la vida. “Nuestra rutina incluía mucho ejercicio y sesiones grupales que al principio no le veía mucho sentido, pero que me sirvió para entender que no estaba solo con este problema”, continúa, al tiempo que confiesa que actualmente sólo tiene Linkedin, la única red social que no le “genera ansiedad”.

Uno de los espacios más exclusivos para abordar esta patología está en California, Estados Unidos. Se trata de la Clínica Paradigm ,que sólo atiende a personas de entre 12 y 18 años con la promesa de reprogramarlas de manera que puedan reconstruir su relación con la tecnología, el entorno y las actividades offline. Por 40 mil dólares mensuales, los jóvenes tienen un programa de actividades y talleres que incluyen el uso de computadores por espacios breves de tiempo. Según el equipo, para tener éxito en el tratamiento hay que estar un mínimo de 45 días.

A través de su consulta, Andrea Serrat ha tenido acceso a distintas realidades que le dan certeza de que el daño real que genera la dependencia digital es el cognitivo: dificultad en la concentración, aumento de la irritabilidad, continuos cambios de humor.

“En el caso de los púberes y adolescentes, es la antesala de otras adicciones. Debemos acompañar y educar en el buen uso de las pantallas y celulares, entendiendo que no hay una edad en donde la mente este más preparada para su uso. Algunos educadores plantean que un niño puede usar un celular desde los 12 años, ya que lo ayudará a comunicarse y a ser más autónomo. No obstante, esa mente se está desarrollando y requiere del acompañamiento y monitoreo del adulto”, explica.

Una aspiración que cada vez se aleja más de nuestra cotidianidad a nivel global. Así lo enfatiza una reciente portada del The New Yorker, que muestra una mesa en la que los comensales están concentrados mirando sus teléfonos, como la confirmación de un futuro que ya está entre nosotros.

La hiperconectividad es un problema y por eso que –entre las recomendaciones más recurrentes entre los psicólogos– está apagar el teléfono y desconectarse antes de las 19.00. Aunque determinar el grado de contribución de las redes en el colapso del sistema de salud en el mundo entra en el terreno de lo desconocido, nadie oculta que el anuncio de abandonar las redes por razones de “salud mental” apunta a la búsqueda del bienestar.

DETOX PREVENTIVO

Para la actriz Lorenza Izzo (Érase una vez Hollywood, de Quentin Tarantino) es indispensable encontrar un método para mantener la higiene mental para sobrevivir estos tiempos.

Mi relación con las redes sociales es compleja, podría compararlas con esas intensas historias de amor un poco tóxicas que te llevan a terapia y que deberías poder manejarlas antes. Son un arma de doble filo; por un lado, ayudan a expandir, informar y crear comunidad. En lo personal, me ayudan a poder compartir mis proyectos, pero son parte de la adicción al teléfono”.

Al otro lado, la voz clara y potente de la artista chilena reflexiona sobre su decisión de abandonar nuevamente las redes por un tiempo, para recuperarse del estrés que significó la huelga del Sindicato de Actores y Escritores y la suspensión de todos los compromisos.

“Fue súper emocionante haber podido lograr algo que era justo; se siente bien. Pero fue un año muy difícil y muchos sindicatos de los Estados Unidos perdieron demasiado”, cuenta.

“Todos los años paso algunos meses sin redes sociales. Eso me sirve para dimensionar la cantidad de tiempo que pierdo conectada y que, de verdad, no es necesario. Es un espacio que me hace volver a mi centro, poner los pies en la tierra y dejar ese ruido incesante tan propio de las redes, para volver a un lugar donde encontrarme conmigo misma. Eso es algo que siempre recomiendo. He notado los beneficios y es increíble cómo te das cuenta de que se puede existir sin esa conexión y reconectar con tu entorno desde un lugar muchísimo más sano”.

Lorenza enfatiza en que todas las aplicaciones –como está comprobado– se diseñan para mantenernos atrapados. “Es aterrador como, además, generan polarización. Ahí hay que ejercer el derecho de discernir y tomarse el tiempo para evaluar no sólo lo que consumes, sino que, además, el porqué. No hay nada blanco o negro y todo está evolucionando muy rápido. Por supuesto, la salud mental se ve golpeada y empiezas a cuestionarte qué debería haber hecho distinto y todo eso claramente no ayuda a la salud mental, no te lleva al centro”.

La búsqueda frenética por la pérdida del anonimato es de las más inquietantes características de la última década. Incluso, motivó hasta un nuevo síndrome conocido como FOMO (“Fear of missing out”, por sus siglas en inglés) que está vinculado a las redes y al miedo a perderse experiencias que están viviendo los
demás.

Lo anterior fue exactamente lo que le ocurrió al abogado que acaba de llegar de un retiro digital en Costa Rica. “Tuve unos cinco años durísimos en que mi vida fue solamente trabajar y trabajar. Yo juraba que estaba perfecto, pero vivía para la pega, mi conexión con el mundo era digital. Cuando me tocó ir a un lugar donde había buena conexión, lo pasé realmente pésimo y me volví más consciente de que tenía un problema. Claro que antes de resolverlo pasó mucho tiempo. Son temas que para bastante gente parecen no tener importancia, pero que trastocan tu calidad de vida”, reflexiona desde el anonimato.

“Después”, continúa, “pasaron otros temas en mi vida que noté se vieron potenciados por esa tendencia a revisar el feedback de mis posteos. Abordando otras conductas autodestructivas, tomé conciencia de su gravedad, de que dependía por completo del qué dirán, que se me iba la vida en cada comentario y, lo peor, era de las personas que no veía hace más de 20 años y ni me importaban. ¡Era esa maldita voz social la que me atormentaba!”.

Detalla que en el campamento de desintoxicación digital, los especialistas siempre recomendaban realizar periódicamente caminatas y estar el mayor tiempo posible del día en contacto con la naturaleza.

“Admitir que tenía un problema para relacionarme con el mundo fue el punto de partida y, aunque extraño estar al tanto de lo que pasa en la vida de todos, vivo más tranquilo”.

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