El verano ya casi aterriza y para muchas, especialmente las que tenemos hijos, esa temporada está lejos de ser sinónimo de un período de descanso.
“¡En el verano jamás bajes las dosis!”. Eso me dijo una vez mi psiquiatra y me quedó grabado para siempre. La razón es simple: el tan ansiado verano muchas veces no es sinónimo de vacaciones ni de descanso. Para un buen número de personas esta estación trae consigo una buena dosis de estrés.
Una mujer, una vez que tiene hijos, no tiene vacaciones, son ellos quienes las tienen. Quedamos agotadas y sólo queremos regresar a nuestra rutina. Nos sentimos culposas por querer matarlos muchas veces. Se trata de ese escenario de agotamiento que produce la crianza que tiene un nombre: “burnout parental”.
Las vacaciones son entretenidas porque cambiamos de aire, pero seguimos siendo mamás 24/7. ¡Y pucha que necesitamos vacaciones después de esas vacaciones!
No es fácil tener a los niños en la casa el día entero: se aburren, a nosotras la creatividad se nos acaba, ellos pelean la mitad del día y la otra mitad… pelean, comen, juegan y vuelven a pelear. Por lo menos, para las “mamis” de hoy existen talleres de un cuanto hay donde mandarlos.
Yo soy de la ‘vieja escuela’, de esos años en que no había mucha oferta extraprogramática. Además, mi filosofía es que si se aburren, que sea así. El aburrimiento es positivo, les estimula la creatividad y ayuda a tolerar la frustración. Algún día lo agradecerán.
Hoy, con niños más grandes, agradezco ya no ser ese ser burro de carga que acarreaba un bolso XXL lleno de baldes, toallas, paletas, pañales, jockey, quitasol, cosas para comer, etc. Con suerte, entraban mis anteojos y un pareo.
Días en que el bloqueador, para mí, era lejos lo peor. No había niño que lo tolerara y era un drama perseguirlos para ponerles factor y repetirles: “Te va a dar insolación, pareces jaiba”.
No entiendo cómo con mis amigas no nos ha dado aún cáncer, porque jamás nos echaron ningún UVA ni UVB. Es más, creo que ni existía tal producto. Lo peor era que nos embetunábamos con Coca Cola y aceite emulsionado, nuestro propia versión Monoi.
Con niños grandes, el angustiante tema del agua también se acabó. Adiós a esas instrucciones en mar y piscinas de “¡Métete con cuidado!”, “¡No muy adentro!”, “¡Ahí no topas!”. Porque, aunque tuvieran ‘alitas’ puestas y supieran nadar, había que estar híper atentas para que no se hiciera realidad ese dicho de las mamás: “Las desgracias ocurren en un segundo”.
Ni hablar de arena, esa guerra que se iniciaba desde el primer día de vacaciones y que estaba perdida de antemano. Instalarse, extender la toalla y creer que era tu momento, para que un niño pasara corriendo y, en un santiamén, te dejara como escalopa. ¡Hoy me pongo lo más lejos posible de ellos!
Y, por último, el presupuesto. Bastaba con pisar la playa para que a los hijos les diera hambre (aunque recién tomaran desayuno o almorzaran). Entre helados, bebidas y el interminable ir y venir de vendedores de cuchuflís, barquillos y palmeras no había bolsillo que aguantara. Ítems aparte eran el paseo a la feria artesanal, el paseo en burro, los churros.
Créanme que todo eso pasa y que los problemas de baldes, arena y bloqueadores mutan a choferear gran parte del día, escuchar reggaetón a altos decibeles, poner el despertador a las 3 am para recogerlos del carrete, pelear que no se coman todo por el bajón, despertarlos casi a los 2 de la tarde para que tomen desayuno, etc. Pero, por lo menos, ya puedo tomar sol, conversar y leer tranquila.
Por todo eso es que debería ser un derecho y una obligación para nosotras tener vacaciones de las vacaciones.
Las únicas mujeres que de verdad tienen verdaderas vacaciones son mis amigas separadas. Son tres semanas de goce cuando el padre se lleva los hijos. Ellas recuperan energía y, lo mejor, no escuchan la palabra “mamá” por un buen rato. Pueden juntarse con amigos, irse de compras, pinchar, dormir, leer y todo lo que quieran sin tener unos ojos y unas orejas encima de ellas.
Para las demás, algún día llegará el momento en el que los hijos sean autónomos e independientes. Cuando eso suceda empezarán nuestras verdaderas vacaciones. En ese momento descansa, pásalo bien y aprovéchalas al 1.000% porque no nos vamos a dar ni cuenta y nos van a mandar a los nietos a veranear con nosotras.