Las tiendas virtuales y apps de delivery nos acostumbraron a la inmediatez y las mujeres, con una eterna lista de tareas que cumplir a diario, lideramos el aumento del e-commerce. Queremos seguir con esta tendencia más digital y menos presencial para alcanzar esa esquiva meta del tiempo de calidad y en gran cantidad.
Cuando chica me encantaba ir al supermercado, era un gran panorama de fin de semana. Mis contemporáneos se acordarán del desaparecido Almac de Estoril –local de la clase alta por excelencia lleno de delicatessen y productos importados– o del Jumbo de Kennedy, el primer hipermercado del país. En este último, el mismísimo Sr. Paulmann saludaba y nos pasaba el carro, en ese espíritu de “atendido por sus dueños” cada vez más escaso en este mundo impersonal.
Apenas entrabas, sonaba de fondo el órgano de don Rolando Urbina, que se detenía solamente cuando por micrófono se anunciaban las inolvidables “Jumbo Ofertas Relámpago”, momento en que veías cómo todos corrían desesperados por sacar la mayor cantidad de productos en promoción que les podía caber en las manos, aunque no lo necesitaran ni les gustara. En segundos te convertían en un comprador compulsivo, adquiriendo cosas innecesarias de manera exagerada e irracional.
Ya de adulta, casada y con niños, ese ‘panorama’ del pasado pasó a convertirse en un suplicio: en la compra semanal me demoraba como mínimo dos horas, si es que no se me perdía el carro (lo que me pasó en más de una ocasión). La mayoría de las veces iba después de la oficina, con todos mis hijos (madre de cuatro y culposa) y terminando la tarea en el pasillo de los juguetes para que cada uno eligiera un premio por “portarse bien”. Aclaro, antes de que me pelen, que sólo podían sacar algo que no costara más de mil. Hoy ni para un M&M les alcanzaría.
Ese viaje incluía un desafío final: llegar a las larguísimas colas de las cajas con el carro repleto, suplicando porque hubiera algún ‘estudiante’ desocupado –y que no se hiciera el leso– para que me ayudara con las bolsas (aún plásticas y gratis) y que mis niños, bajo amenaza de quitarles el regalo, no se terminaran matando.
Fui inmensamente feliz cuando los supermercados implementaron la venta online, aunque en esos inicios el despacho se demorara casi una semana. Por lo menos, servía para ahorrarme el agotador acarreo de las pesadas cajas de leche, bebidas y detergentes, además de todo lo aparatoso, como esos castillos de papel confort.
Con la pandemia, las tiendas y apps de delivery crecieron de manera desorbitada y nos acostumbraron a la inmediatez. Ahora, que hemos vuelto a la normalidad, las mujeres lideramos las compras por e-commerce (según diversidad estudios en los últimos tres años) y queremos seguir con esta tendencia más digital y menos presencial.
Nuevos hábitos pospandemia apuntan también a una cultura de pago digital. Tan así que, incluso, a nuestros hijos les depositamos la mesada, dejando cada vez más de lado el efectivo. No por nada el Banco Central hizo llamados para poner en circulación esas monedas “retenidas” en las casas.
Hoy casi todo lo compro online. Sólo voy a la farmacia por el descuento y al supermercado para alguna urgencia. Y cuando entro a este último, siempre termino llevando más de lo que necesito y comprando bolsas que se acumulan por toneladas en la maleta del auto.
Me confieso compradora digital. Soy inmensamente feliz de no tener que salir a comprar ropa, flores, regalos, remedios, comida, etcétera. A pesar de haber nacido en el ‘siglo pasado’, soy ultra fan del uso de las tecnologías y medios digitales que reemplazaron los hábitos que se tomaban gran parte de mi vida diaria.
Por esa razón afirmo que “todo tiempo pasado NO fue mejor”, ya que hoy puedo vitrinear y comprar dónde y cuándo quiera. Además, tengo una satisfacción adicional: logro que esas horas buscando estacionamiento, empujando un carro, haciendo colas, subiendo y bajando paquetes se transformen en tiempo en cantidad y calidad. Y, como si eso fuera poco, también coopero con dar trabajo a muchísimos “shoppers”.
@pilimartinezn
Ingeniera comercial y socia de Basyco, oficina de arquitectura, asesoría y gestión inmobiliaria. Desde siempre le ha gustado escribir y hoy es parte de Velvet con su columna “De todo un poco”. Título que la representa al 100%, dada su versatilidad. Esperamos que su opinión y mirada sobre distintos temas nos sigan acompañando por mucho tiempo más.