“Conviviendo con el duelo, entre el dolor y la gratitud”. De esto escribe el cirujano plástico Cristián Arriagada (44), viudo de la joven periodista y conductora de tv Javiera Suárez (1982-2019), quien murió por un cáncer generalizado y conmovió al país por su valiente lucha por ser mamá. Además de esquivar por años la enfermedad con fe, energía y manteniendo siempre su inolvidable sonrisa.
El 12 de junio se cumplieron cinco años de la muerte de Javiera; y está de más señalar que no es mi época preferida del año. Por eso, un amigo cercano –y que me conoce muy bien y sabe cómo me afecta esta fecha– llamó para saber cómo estaba y preguntar si ya había “superado” un poco el duelo con el paso de este tiempo.
La verdad no supe muy bien qué responder. Lo más honesto habría sido decirle que no y que cada año que pasa, ingenuamente, espero que sea un poco más fácil que el anterior. Pero no lo es.
Cuando llega junio, con sus días fríos y grises, sin darme cuenta aparece un sentimiento de vacío y tristeza. Es algo incontrolable y difícil de explicar, además de expresar.
La sensación de soledad crece y, en buena medida, se alimenta por mi incapacidad de compartirla. ¡Cuánta falta me ha hecho una mayor educación emocional!
En mi interior conviven y luchan el dolor y la gratitud, como si fuera incompatible que pudieran ocupar un mismo espacio. El primero lo gatilla la pérdida, por lo incomprensible de la muerte y la incertidumbre de qué habrá después. Pero, sobre todo, se produce algo casi más orgánico: duele porque duele.
En la otra vereda, la gratitud es por Pedro, nuestro hijo que ya cumplirá 8 años, por la infinidad de recuerdos y momentos compartidos, por el regalo de haber tenido más tiempo de lo pronosticado para vivir y amar.
Hoy sólo me queda comprender que el duelo no es un proceso para olvidar o superar la pérdida de alguien amado, sino más bien una experiencia que te acompaña, es un ejercicio del que cada día se aprende.
Parte de sanar se trata de ser real y vivir sin complejos con aquello que se siente.
Aceptarlo y tratar de compartirlo para que no se transforme en una carga imposible de llevar. Tarde o temprano todos vamos a lidiar con la pérdida; y el tiempo es el maestro que enseña a llevarla como parte de nuestra existencia.