Por Verónica Marinao
A sus 60 años, Mónica de Calixto, cantante y dueña de la casa de reposo “Hogar dulce Hogar”, es pieza clave para proteger a sus residentes.
Dos semanas antes de que el presidente Sebastián Piñera anunciara la prohibición de visitas a hogares y residencias de larga estadía, Mónica de Calixto ya había decretado cuarentena para los residentes de “Hogar dulde Hogar”, la casa de reposo que lleva el nombre del emblemático programa radial de humor que, en 1939, creó su padre, Eduardo de Calixto.
Hoy Mónica está particularmente preocupada por la pandemia, pero se percibe serenidad en sus palabras. “Con los años uno va acumulando experiencia, yo sé que estos viejitos son de alto riesgo porque tienen enfermedades crónicas y, así como me adelanto para las temporadas de influenza, hace varias semanas también compré alcohol y mascarillas”, dice.
Los familiares de los internos entendieron muy bien la importancia de la cuarentena. “Armé un grupo de WhatsApp con los tutores y, cada tres o cuatro días, les envío un video hecho por mí para que ellos (los internos) les hablen y les manden saludos”, cuenta.
La mayoría de los residentes tiene Alzheimer y no se dan cuenta de quienes los visitan; sólo cuatro personas están lúcidas y entienden lo que está pasando. “Pero no lo van a pasar mal, cariño no les va a faltar”, dice Mónica.
En “Hogar Dulce Hogar” viven 2 hombres y 14 mujeres, entre ellas la reconocida actriz Violeta Vidaurre (91 años), quien sufre un avanzado Alzheimer. Mónica es la dueña del lugar; y su hermana, Marcela, la administradora. Pero la cantante también trabaja asistiendo y “regaloneando” -como dice ella- a los internos (que van desde los 74 hasta los 98 años).
En la casa de reposo trabajan 9 personas y, desde que Mónica impuso la cuarentena, realizan en turnos 24/24, es decir un día completo sí y el otro libre. Pero, si en algún momento fuese necesario que nadie saliera del lugar, Mónica cuenta que hay dos personas comprometidas a quedarse mientras se requiera: “Si pasara algo así, tenemos manos, gracias a Dios. No las suficientes, pero vamos a tener manos”. Y, si alguna de las internas se contagiara con el coronavirus, la podrían aislar. Además, dice, todas están inscritas en unidades coronarias en caso de agravarse.
Desde que el coronavirus se convirtió en amenaza, en el hogar tienen un nuevo protocolo: a las 8.15 llega el primer turno y, antes de trabajar, las empleadas se sacan toda la ropa, se bañan, se visten con el uniforme, se lavan las manos nuevamente y se ponen mascarillas. “Acá todos nos podemos infectar –el cambio de pañales es un peligro, por ejemplo-, pero estamos tratando de que los cuidados se realicen a una distancia no muy corta, todo se puede hacer desde un poquito más lejos”, dice.
“Si el virus llegase al hogar lo traeríamos nosotros, por eso estamos tratando de salir lo menos posible. Mientras menos estemos metidas en los supermercados, menos nos vamos a contagiar. Gracias a Dios no nos falta nada, estamos abastecidas para un mes con comida, útiles de aseo, y medicamentos. Un mes clavadito”, dice y aclara que está lejos de sentir pánico. “A mí no me da susto contagiarme, me da susto por las terceras personas, porque yo soy re sana. Aunque igual tengo 60, me veo más joven, pero tengo 60 (…) No sé si soy desubicada pero no me da miedo, yo ya tengo mis nietos y mis hijos están grandes… No tengo ni marido ni nada, soy independiente y sola”, dice con humor.
En estos días, se mueve -siempre en auto porque en locomoción colectiva el riesgo es mayor- desde “Hogar Dulce Hogar” hasta su casa o a la casa de su mamá. “Antes iba a ver a mi mamá todos los días, pero ahora voy cada dos días. La voy a ver y la saludo desde la puerta con mi mascarilla y mis manos lavadas. No la beso, no la abrazo, a lo más me acerco un metro y medio y le llevo lo que necesite. No voy a ver ni a mi hermana, ni a mis nietos, ni a mis hijos, porque tengo que cuidarme”, cuenta.
Aunque la mayoría de las personas que viven en “Hogar Dulce Hogar” tienen Alzheimer u otras enfermedades que afectan la memoria y no saben nada del coronavirus, unas pocas mujeres están lucidas y se muestran más preocupadas por Mónica que por ellas mismas. “Me dicen que no vaya a verlas, que no me exponga, tratan de cuidarme. Y bromeamos, me dicen ‘qué haríamos sin usted’ y yo les contesto ‘si se muere la jefa, se corta todo’, jajaja. Y nos reímos. Hay mucho cariño, son solidarias. Son exquisitas. Yo les voy a dar todos los cuidados del mundo y, Dios quiera, que salga airosa”.