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“Con la pandemia quedó en evidencia que somos un país tremendamente edadista”

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“Con la pandemia quedó en evidencia que somos un país tremendamente edadista”

POR Vero Marinao | 09 noviembre 2020

Aunque el edadismo es un tipo de discriminación por edad que se puede vivir en cualquier etapa de la vida, la psicóloga Agnieszka Bozanic, magíster en psicogerontología de la Universidad de Barcelona, se ha especializado en la que viven los adultos mayores. Esa exclusión se hace evidente en nuestro país en cosas tan cotidianas como hablar de los ‘abuelitos’ o ‘abuelitas’ y, otras más graves, como cuando comunicacionalmente se minimizan sus muertes por Covid-19, como si sus vidas fueran menos importantes. La fundación GeroActivismo, organización que ella preside, es una forma de lucha contra esa marginación.

A las mujeres de mediana edad ls preguntan “¿y usted todavía no tiene guagüita?”. A las adolescentes como Greta Thunberg les dicen que “son muy niñas” para hablar de cosas tan importantes como el cambio climático. Y sobre las adultas mayores se comenta que “ya no están en edad de usar esa ropa” o que “ya no califican” para ese puesto laboral.

Eso es el edadismo (ageism), término acuñado por Robert Butler en 1968 para describir la discriminación por edad en cualquier etapa de la vida. La psicóloga chilena Agnieszka Bozanic conoció el concepto cuando realizaba su master en Psicogerontología en la Universidad de Barcelona. “El edadismo es un fenómeno brutal que lamentablemente está extendido en todos los países y que afecta a aquellas personas que son visibilizadas como ciudadanos de segunda clase, en este caso las personas mayores, les niñez y les adolescentes. Para que haya edadismo tienen que existir tres componentes; los estereotipos, que son las creencias; los prejuicios, que son las sensaciones; y las acciones o conductas discriminatorias”, explica esta profesional que se ha especializado particularmente en el edadismo hacia los adultos mayores.

“A veces lo siento hasta como un designio, como si fuese la misión a la que vine a esta tierra, porque yo nací el 1 de octubre, que es el Internacional Día de los Adultos Mayores”, comenta la presidenta de la Fundación GeroActivismo, organización que promueve una visión positiva del envejecimiento, y fundadora de la Red GeroFeminista Latinoamericana.

Geroactivismo es un neologismo que ella inventó en 2015 y, desde este 2020, es el nombre de su fundación. Anteriormente –explica Bozanic– han existido grandes geroactivistas, entre ellos Robert Batler, pero no había un nombre que los definiera.

“Geroactivismo nace de las palabras gerontología y activismo, fue una forma de poner un nombre a todas estas personas (que luchan contra el también llamado ‘viejismo’), para intentar crear un movimiento político y social que abogue por los derechos humanos de las personas mayores. Me he ido encontrando con varios geroactivistas en estos años, sobre todo en Latinoamérica y Norteamérica. Esto existe desde hace mucho tiempo pero no tenía un nombre. Y para mí era importante ponerle un nombre, porque lo que no tiene nombre, no existe. Una vez que existe esta palabra ya nos podemos identificar con esta lucha”, dice Agnieszka Bozanic.

“En Chile el edadismo funciona como una profecía autocumplida; cumpliste 60 años y ya tienes que funcionar como la sociedad te está pidiendo que funciones. Mi idea (al crear el término Geroactivismo) era intentar ser un aporte y visibilizar las discriminaciones múltiples que viven las personas mayores en la actualidad; debía ser identificado y visibilizado para que finalmente pudiésemos luchar en contra de eso. También es un poco una forma de homenaje a mis abuelos y abuelas que forman parte de lo que soy hoy y de esta lucha que llevo”.

–¿Qué rol juegan los medios de comunicación en el edadismo?

–Juegan un rol fundamental sobre todo por la violencia simbólica que ejercen sobre las personas mayores. Porque cuando uno habla de violencia y maltrato, piensa inmediatamente en lo físico, pero hay otras formas de violencia y maltrato que son simbólicos, que no
se entienden de buenas a primera, que pasan muy solapados. El edadismo es un fenómeno muy sutil, muy complejo, muy naturalizado en nuestra sociedad, por lo tanto pasa muy oculto. Cuando los matinales hablan del ‘abuelito’ o ‘abuelita’ y muestran a las personas mayores como vulnerables, cuando los asocian generalmente con enfermedades, cuando están hablando de personas mayores pero no invitan a ninguna persona mayor al panel, cuando hablan de ‘asilos de ancianos’ en vez de ‘establecimientos de larga estadía’… todas esas son violencias simbólicas, son maltrato, por lo tanto los medios de comunicación tienen un rol fundamental en perpetuar o derribar estereotipos.

–¿De qué manera trabaja la fundación GeroActivismo? ¿Cuáles son los lineamientos?

–En la fundación tenemos tres líneas de desarrollo. La primera es la promoción y la divulgación que, en ciertos aspectos, es la más conocida en nuestras redes sociales; hacemos memes en Instagram, Facebook, Twitter. Intentamos informar a la población sobre qué es el edadismo y cuáles son las consecuencias que tiene el discriminar a otras personas y, sobre todo, discriminarnos a nosotros mismos por motivos de edad. Eso es el autoedadismo, como por ejemplo, cuando decimos ‘no estoy en edad de hacer esto’, o ‘ya no me voy a poner esta falda porque ya no estoy en edad’, o teñirse las canas porque se ven muy feas en vez de teñirte porque en realidad te gusta tal color de pelo, etcétera. La segunda línea es de asesoría; en el último tiempo hemos estado asesorando a fundaciones como Senama (Servicio Nacional del Adulto Mayor), Fundación Teatro a Mil y también a universitarias, estudiantes, personas naturales y compañías de teatro. Y la última línea es la investigación. Ya sacamos nuestra primera investigación acerca de los edadismos presentes en los profesionales de la salud en pandemia y estamos ad portas de comenzar otra investigación en la red de estadías del Senama.

–¿Cómo podemos ayudar a promover un cambio cultural que termine con el edadismo o que al menos lo disminuya?

–Es importante partir por casa. No podemos esperar no discriminar a otros si nos discriminamos a nosotros y nosotras mismas, por lo mismo es importante identificar los autoedadismos que tenemos, esto de decir ‘no estoy en edad’ o ‘estoy muy vieja para hacerlo’, etcétera. Identificarlos e intentar derribarlos, pero no en el sentido de ‘body posi- tive’, sino más de ‘body neutral’. Porque yo antes era mucho del ‘body positive’, de decir ‘abraza tu envejecimiento’… hasta que alguien me dijo ‘pero cómo yo voy a abrazar mi envejecimiento si se asocia a tanta miseria, obvio que nos da miedo’, y yo dije ‘sí, es verdad, tiene razón’. Quizás es muy luego para decirle a la gente que hay que abrazar el envejecimiento, pero sí que –al menos de a poco– podemos ir aceptando que el envejecimiento es un proceso, que tú te levantas y estás más vieja o viejo que el día anterior, que es incontrolable.

–¿Cómo sueñas ese cambio, cómo sería el país ideal respecto a las personas mayores?

–Ad portas de la nueva Constitución, sueño que en la Constitución estén consagrados los derechos hacia las personas mayores. En Chile actualmente existe la Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores, que es un tratado internacional, y ahí están consagrados todos los derechos humanos de las personas mayores. Me encantaría que ese tratado internacional, esa convención, se plasmase en la nueva Constitución, y, así como estamos luchando por una nueva Constitución paritaria y feminista, también lucháramos por una nueva Constitución anti edadista o de no discriminación por edad.

–¿En qué países se vive con más fuerza el edadismo y por qué?

–Bueno, para explicar eso me puedo remontar a la hipótesis que propone Simone de Beauvoir en su libro La Vejez, de 1970, en donde dice que una de las causas del edadismo son los sistemas capitalistas. Los sistemas capitalistas ponen en valor la juventud y no sólo la juventud, sino que ser un “hombre blanco y joven”, en desmedro de otros grupos etarios, otros grupos de género, etcétera. Ella dice que estos sistemas vienen a imponer el valor de la juventud por sobre la vejez, y me hace mucho sentido que en Chile y Estados Unidos, que son países con sistemas económicos similares, neoliberales, se vean a las personas mayores como ciudadanos de segunda clase, como objetos de caridad, en vez de sujetos de derechos.

Agnieszka Bozanic dice que hará todo lo que esté a su alcance para pavimentar un Chile diferente. “Un país donde se pueda envejecer con tranquilidad y en dignidad, no como ahora. Chile no es un país para envejecer”.

Y ahonda: “Muchos tomadores de decisiones hablan y dicen que en 2050 Chile va a ser el país más envejecido del Cono Sur. Y en verdad Chile ya es un país envejecido. Siempre estamos trabajando sobre la marcha en vez de hacer políticas públicas serias con un enfoque más preventivo y eso, por supuesto, se traduce finalmente en baja calidad de vida para las personas mayores (…) Creo que será un futuro sombrío si no cambiamos la situación ahora. Se sabe que la vejez es la etapa más heterogénea del ciclo vital, no es lo mismo ser mayor y vivir en Rapa Nui que ser mayor y vivir en Arica o en Magallanes, o que ser hombre o mujer, por eso hablamos de “vejeces”. Las políticas públicas tienden a generalizar, pero las personas mayores tienden a ser un mundo de por sí. Por lo mismo han fracasado ciertas políticas públicas que han intentado poner a todas las personas mayores en el mismo saco. Es el mismo fenómeno que se ha dado ahora en la pandemia, eso de decir ‘todas las personas mayores de 60 años son grupo de riesgo’. Eso es un error comunicacional porque en el coronavirus la edad cronológica no es lo importante. Es la edad biológica lo que im- porta, es decir cómo está la persona cognitivamente, nutricionalmente, físicamente, funcionalmente… Ese error es edadismo”.

–¿El edadismo es aún más evidente en mujeres?

–Sí, de todas maneras. Tomando en cuenta lo que decía Susan Sontag; ‘los hombres maduran y las mujeres envejecemos’. Yo creo que eso es súper real hasta el día de hoy, a las mujeres se nos pena- liza doblemente por ser mujeres y por ser envejecientes. Y después puedes ir, desde el enfoque interseccional, viendo discriminaciones múltiples que podemos vivir las mujeres, como por ejemplo, ser pobres, ser de un pueblo originario, ser perteneciente a la población afrodescendiente, LGBT+, población migrante… Todas esas discriminaciones son peores en la población mayor, pero en las mujeres mayores es doblemente peor.

La especialista, además, explica una cruel realidad: “Se piensa que las mujeres mayores, por tener cuerpos envejecidos y entre comillas ‘poco atractivos’ y porque además están en el climaterio, pierden su identidad de mujer. Como ya no están en su edad reproductiva, se cree que las mujeres mayores no sufren de violencia sexual y eso ha quedado en evidencia en la pandemia. Ya han matado a dos mujeres mayores”.

Por eso, cuenta, durante la pandemia ella y un grupo de profesionales crearon la Red Gerofeminista Latinoamericana. “Se podría decir que nació a propósito de GeroActivismo, pero ha agarrado su propia fuerza, está volando con sus propias alas. Somos siete profesionales de la gerontología de México, Argentina, Panamá y Chile, que estamos intentando articular una red diferentes colectivos que aboguen los derechos de las mujeres mayores. Nos llamamos Gerofeministas porque somos feministas, pero queremos visibilizar las demandas particulares de las mujeres mayores que han estado invisibilizadas incluso en los mismos feminismos, porque se sabe que incluso las mismas feministas mayores no se identifican con el grupo etario que les corresponde, entonces era importante saldar esta deuda histórica tanto en la academia como en la gerontología feminista”.

Y asegura: “Con la pandemia quedó en evidencia que Chile es un país edadista, que así como los chilenos y chilenas somos clasistas, también somos edadistas”.

–¿Me puedes dar dos ejemplos de edadismos que hayas visto recientemente?

–Uno fue apenas comenzaba la pandemia. El ministro de Salud de ese tiempo (Jaime Mañalich) hablaba de los fallecidos y decía “persona de 82 años con Alzheimer’. Eso es un edadismo porque estás poniendo la edad como si tuviera un rol en esta pandemia, y también se da esta idea de que hay vidas que valen más que otras, es como decir “bueno pero si esta persona tiene Alzheimer y más encima tiene 82 años”, es como ‘qué importa que muera’. Otro ejemplo son los salvoconductos que había que sacar por Internet, eso es muy edadista porque el 54% de las personas mayores no tiene acceso a Internet ni a un teléfono inteligente. No es una política pública o ley o proyecto inclusivo, sobre todo pensando en las personas mayores.

Finalmente, dice Agnieszka Bozanic, es importante que todas las personas nos hagamos parte en esta pelea contra el edadismo: “Hay que pensarse como vieja a futuro, preguntarse qué quiero para mi vejez, qué puedo hacer hoy para que mi vejez sea mejor, que está en mis manos y, sobre todo, ir derribando estereotipos para vivir una vejez en libertad (…) Hay que involucrarse en esta lucha, es una lucha que no tiene edad”.

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