Lejos de lo que se puede pensar o de lo que se ha dicho, la Región de O’Higgins está lejos de ser un lugar de tránsito. Desde San Francisco de Mostazal, adentrándose en Santa Cruz y Colchagua, hasta llegar a la costa de Punta de Lobos y Pichilemu, conforma una zona geográfica imperdible, una ruta gastronómica, natural y llena de tradiciones, teniendo al vino como el gran protagonista. Acá está lo mejor de lo nuestro y a disposición del disfrute de todos. ¡Vengan!
Insospechadas son las sorpresas que puedes encontrar si decides emprender un escape al sur de Santiago, a solo dos horas y media de la capital. Un destino cuya puerta de entrada es un gran complejo de entretenimiento, que se ubica a un costado de la carretera. Para muchos podría ser un oasis para ludópatas consumados, pero Monticello promete y ofrece lo que conocemos como “una experiencia 360”. Un lugar común que acá se cumple a cabalidad, que supera el universo de las máquinas tragamonedas y el Black Jack.
Monticello puede convertirse en un tour sorprendente, una suerte de mundo paralelo que te absorbe, te divierte y te estimula. Perfectamente podrías comenzar este tour y quedarte acá, pero la idea es seguir. Pero quedémonos acá un rato porque además de probar suerte en salones que parecen un laberinto de luces, donde por más que avanzas encuentras mayor espectacularidad y recovecos privados solo para grandes y exclusivos apostadores, este gran complejo ubicado antes de llegar al Peaje de Angostura, ofrece shows en vivo en el llamado Arena Monticello, donde se han presentado grandes de la música mundial.
Saliendo del espectáculo puedes irte a uno de los tantos restaurantes que célebres chefs han instalado a modo de residencia en el Boulevard del lugar: Yann Yvin, Sergi Arola, China Bazán y Daniel Greve tienen sus espacios gastronómicos con una oferta tentadora para gozar el paladar antes de probar suerte en alguna mesa o en cuánta máquina hay. O incluso antes de irse a un merecido descanso al Hotel Monticello.
Habitaciones confortables y de gran nivel, instalaciones que incluyen piscinas temperadas, salas de masajes y spa, salones de convenciones y un gran comedor con exquisiteces, es lo que puedes disfrutar antes de seguir una ruta, la que puedes planificar perfectamente para un fin de semana largo, porque la región de O’Higgins tiene todo para convertirse en uno de los puntos altos del turismo de nuestro país. Y es que cuenta entre sus principales maravillas uno de nuestros productos de exportación estrella: el vino.
Así es, porque esta ruta gastronómica seguirá en dirección al Valle de Colchagua. Comer rico acá no es una promesa al viento. Si sales del Hotel Monticello en la mañana, puedes parar a almorzar al interior de la Viña Viu Manent, ubicada a minutos de Santa Cruz, donde se encuentra el restaurante Food & Wine Studio. En este lugar, la chef Pilar Rodríguez, quien es oriunda de la zona y embajadora de la Organización Mundial del Turismo, presenta platos realizados con materias primas de la región y maridados con los vinos de la misma viña. Para asistir a esta parada obligada e imperdible, para reservar puedes hacerlo a través de su página web. Si eres vegano o no consumes gluten, debes avisarlo con anticipación para que te preparen un menú acorde a tus necesidades.
Una vez instalados en Santa Cruz, una alternativa ideal es hospedarse en el emblemático Hotel Santa Cruz, donde su estética te envuelve de lo que te encontrarás durante el resto del recorrido: tradición y vinos. Cómodas habitaciones, desayunos buffet pantagruélicos y una ubicación que deslinda con el celebrado Museo Colchagua, que puede convertirse en una genial opción para terminar este día con cultura, en una institución de carácter privado y que es propiedad de la Fundación Cardoën, donde una de sus principales curiosidades es contar con la versión original de la Cápsula Fénix, con la que se realizó el rescate de los mineros de la Mina San José, en aquella hazaña histórica ocurrida en agosto de 2010.
El día dos hay que comenzarlo con un gran desayuno en el Hotel Santa Cruz y decididamente irse a sumergir a las viñas del sector. Y es que a eso vinimos. Comencemos con la Viña Maquis, ubicada en un terreno donde desde el siglo XVIII se plantan uvas para producir vino. Maquis se encuentra ubicada entre dos cursos de agua, el río Tinguiririca y el estero Chimbarongo, los que finalmente se unen. Esto crea un microclima que le otorga un sello especial a la producción vitivinícola. La especialidad de la casa es el llamado Cabernet Frac. De hecho, ha sido elegido el mejor de Chile y también uno de los mejores del mundo en esta cepa.
La Viña Maquis destaca su producción por su carácter sustentable. Sin ir más lejos, su edificio principal tiene una enredadera en su fachada que impide que llegue directamente la luz del sol y filtra la humedad. También tiene una planta de calor geotérmica, donde tratan sus propios riles, no usan pesticidas y su producción es vegana. Maquis ofrece tours y también almuerzos con degustación de vino en su huerta orgánica. Todo esto se puede reservar desde su sitio web.
El día dos debe seguir y terminar en una gran viña. Se trata de Montes. Ubicada en el sector de Apalta, a minutos de Santa Cruz y en pleno Valle de Colchagua, se encuentra esta tradicional productora de vinos conocida por su excelencia mundial. La Viña Montes tiene la particularidad de que sus vinos se producen bajo los principios del Feng Shui. Por ejemplo, antes de entrar a sus dependencias hay una pequeña laguna donde el agua va hacia adentro de la construcción, para que así fluya la energía. Mientras que en la sala de barricas se produce un momento mágico: los vinos premium en reposo “escuchan” cantos gregorianos durante los 365 días del año.
“Los cantos gregorianos emplean un ritmo similar al de la respiración, creando una armonía entre la fase cantada y la respiración del ‘cantor’. Por esta razón, esta música es conocida por favorecer la meditación y la interiorización: la respiración se calma y el latido cardíaco disminuye, generando un estado de relajación potente”, dicen en la web de Casa Montes. Sin embargo, una de las particularidades de esta viña es que en su interior se ubica el restaurante Fuegos de Apalta, liderado por el conocido chef argentino y especialista en carnes, Francis Mallmann, donde se puede probar lo mejor de la gastronomía con productos locales. Nada mejor para terminar el día. Viña Montes tiene una oferta enoturística que, además de la cata de vinos, incluye el trekking botánico, tours y picnic.
El tercer día podemos terminarlo en la costa. Y es que la gracia de O’Higgins, cuyo lema es “Lo natural es venir”, es que sus atracciones van de cordillera a mar. Y Punta de Lobos, balneario famoso por el gran mirador natural rompeolas, cuenta con un hotel pero también restaurant, donde todo es un viaje inmersivo al mundo del surf y la relajación. Se trata de Alaia, que con su rústica sofisticación ofrece desconexión, minimalismo y una cocina simple pero de alto nivel. En su web ofrecen clases de surf, muros de escalada, tours a Cahuil, donde se fabrica la emblemática sal -y que ojo, es otra de las paradas obligadas de la región. Si tiene ganas de más, al lado tiene otro balneario estrella cada vez con mayores atracciones: hablamos de Pichilemu.
Si creía que la Región de O’Higgins no lo tenía todo para pasar días inolvidables, se equivocaba. Lo mejor de lo nuestro está acá, esperando por nosotros. Usted no se lo pierda.