La diva indiscutida de la escena chilena revisa con Velvet su vida y detalla su nueva meta en la fundación Care: el acceso rápido al tratamiento efectivo contra el cáncer. “Mi vida parece de cuento, pero son sólo pedazos”, asegura. Un camino que siempre tiene giros inesperados y en el que ella ha elegido “reinventarse en el éxito”.
Fotos Carlos Ortega Dirección de arte Romina Meier Maquillaje Poli Picó Producción general Carolina Lazo Vestuario Colección 2024 de Cecilia Bolocco
Cecilia Bolocco nunca imaginó que a estas alturas de su vida estaría tan llena de actividades, aventurándose en proyectos nuevos y abriéndose camino como filántropa, que la tienen definitivamente “en llamas”. Menos aún se vislumbraba incidiendo en políticas públicas, logrando –al poco andar– la ley que exime el requisito de orden médica para el examen preventivo de mamografía.
En paralelo, la encontramos entre sus continuos viajes a Francia e Italia, donde ha ido en busca de los mejores proveedores para armar sus diseños para su nueva colección de moda que lanza en octubre, la que –adelanta para Velvet– revolucionará el estilo de las chilenas.
“Lo que viene en mi trabajo como diseñadora es un salto cuántico, con cambios contundentes en la manera de presentar las colecciones; una propuesta en diseño corregida, aumentada y mejorada. Será una especie de Cecilia Bolocco 3.0”, asegura con entusiasmo la ex Miss Universo (59), quien lleva más de 15 años en esta industria.
Nos recibe en su casa, donde elige algunos de los looks de su nueva colección y posa radiante para la sesión de fotos que acompaña esta entrevista.
Con esa misma energía la vimos hace unas semanas liderando la campaña “El cáncer no espera”, para advertir sobre la urgencia de reducir las listas de espera oncológicas y recaudar fondos para su Fundación Care. Esta última nació hace tres años, luego de que su hijo Máximo Menem Bolocco (20) superara un tumor cerebral tras someterse a una radioterapia con protones en el Hospital St. Jude, en Memphis, Estados Unidos. Un tratamiento innovador que no toca el tejido sano y que salvó al joven –luego de un devastador primer diagnóstico que le daba apenas dos años de vida– sin dejarle ningún tipo de secuelas.
“¡Más de 18 mil personas esperan algún tipo de atención oncológica, mientras que 86 mueren al día por esta causa! ¡¿Qué están esperando?!”, fue su llamado casi desesperado en esos días de campaña y que la llevó a encabezar una marcha junto a 80 organizaciones que se movilizaron por todo Chile en paralelo el mismo día, el sábado 17 de agosto pasado, con el fin de visibilizar el tema y emplazar a las autoridades a poner el cáncer como prioridad nacional.
Esa acción motivó a la Comisión de Salud del Senado a realizar una sesión extraordinaria, donde Cecilia fue la invitada central. Firme y sin tapujos habló de la precaria realidad del cáncer en Chile, a la vez que exigió un registro actualizado y digital de enfermos, el aviso inmediato del vencimiento del plazo GES a los pacientes en lista de espera y fomentar la alianza público-privada.
La ex reina de belleza sabe de su influencia y de su enorme poder de convocatoria. Con la libertad que le da su posición de no depender de nadie va de frente, dice las cosas por su nombre, desnuda las falencias del sistema público de salud y advierte que no escatimará en esfuerzos y gestiones hasta lograr un cambio sustancial en la manera en que enfrentamos, tratamos y curamos el cáncer y se convierta en prioridad en Chile, lo que a estas alturas –reconoce– se transformó en su propósito de vida.
“Cuando viví la experiencia con Máximo, su enfermedad tan dramática y devastadora, sabía que era para enseñarnos algo profundo. Y se lo dije en la clínica el día que lo hospitalizaron y estaba en la UTI: ‘Mi amor, esto no es un por qué, es un para qué…’. Y tenía que ver finalmente con poner al servicio de otros esa enseñanza; el camino que transitamos con tantas vivencias; con descubrir un panorama oscuro en que debes encontrar la manera de cambiarlo, porque lo que acompaña al paciente y a su familia durante la enfermedad es un recorrido lleno de trabas, inquietudes, incertidumbre, de tomar decisiones –quizás las más importantes de tu vida–, sin información ni certezas”.
Junto a Care ya crearon una plataforma digital que reúne la información completa y actualizada que requiere un paciente oncológico. Mientras, buscan alianzas para traer al país la tecnología con protones que logró salvar a su hijo y, a futuro, construir un centro oncológico.
“Máximo probablemente hoy habría tenido serias secuelas por el tratamiento convencional que existe en Chile y en todo el hemisferio sur. Hablo de bolsones de territorios que no acceden a la primera tecnología porque los gobiernos no tienen la capacidad y para los privados no es rentable, ¡pero la salud no puede ser un bien de consumo! Debemos hacer alianzas y conseguir estos avances. No puede ser que porque naciste en el lugar incorrecto estés impedido de acceder a la mejor tecnología”, se lamenta.
–Llama la atención que, a pesar de las cifras alarmantes, el cáncer siga sin ser prioridad, ¿cuál es su diagnóstico?
–Hay un problema de gestión. No es una cosa puntual de este gobierno, pero nunca habíamos estado peor. Entiendo que la salud mental sea prioridad para esta administración, y está muy bien. Pero, hoy en Chile, de cada tres pacientes que mueren de cáncer, uno pierde la vida por no tener un pronto diagnóstico y tratamiento. Esto no puede continuar así. ¡Estamos perdiendo demasiadas vidas sin razón!
–¿Cuánto la frustra esta realidad?
–Es una frustración tremenda, pero también me da fuerzas para seguir en este rol de decir las cosas por su nombre: no se está cumpliendo con el GES –que por ley debe derivar a pacientes en lista de espera a un segundo prestador–, ni tampoco la Ley Nacional del Cáncer. Y no sólo no disminuyen las listas de espera, ¡empezaron a desaparecer los registros! Hay que hacer modificaciones para que las prestaciones del Estado sean más eficaces. Por ejemplo, que hagan la mamografía cada tres años y a partir de los 50, cuando debiera ser a los 40.
–Es un tema que conoce a fondo por la historia de cáncer de mama de su madre.
–Por el historial de cáncer de mi mamá, de mi abuela, de mi bisabuela, de mi única tía por parte de mi madre, de mi prima mayor que murió muy joven. Desde los 30 que me hago la mamografía y una ecografía, y si hay algo alterado, me avisan de inmediato. A eso me refiero con que ese plan está mal diseñado. Esta enfermedad es silenciosa y cuando aparece puede ser mortal. Por eso la prevención y el pronto diagnóstico es esencial.
Desde 2020 que Care (siglas para cáncer, acceso, red, esperanza) aparece como una organización sin fines de lucro dedicada a brindar información a pacientes con cáncer y sus familias, y a mejorar el acceso al tratamiento de esta enfermedad.
Hoy, la fundación ofrece -con apoyo público y privado- servicios y muchos beneficios. En los primeros, está facilitar el acceso a una segunda opinión médica y orientación (salud y administrativa). Tienen precios preferenciales en exámenes genéticos, teleconsultas de especialistas, farmacia, oxigenoterapia hiperbárica y quimioterapias, el proyecto Red Care para atenderse con un segundo prestador de salud (con convenio con la fundación), además de donaciones mensuales de radioterapia, prótesis de pezón y otros.
–No la tienta postularse a un cargo político para una mayor injerencia en políticas públicas. Es de imaginar que se lo han propuesto…
–Desde mi posición puedo hacer mucho más que desde la política. Entrar al aparato público siempre me ha merecido respeto. Estuve casada con un presidente y me partía el alma ver las traiciones, los intereses… Desde mi lugar actual puedo decir sin tapujos lo que siento, pienso y veo. De esta manera, sin ningún interés, ni presión política, puedo ir al Congreso a decir las cosas como son.
–Una libertad que no tiene precio.
–Absolutamente, no tengo que rendirle nada a nadie. Esa libertad es impagable. Siempre fui así, es mi modo porque yo era mi propia empresa. Lo que he hecho en mi vida tiene que ver con mi mirada, con mi intención y mi propósito. No debo convencer a nadie. Soy autosuficiente en tantos aspectos. Hasta en el trabajo decía lo que encontraba mal, no tenía que hacer concesiones.
–Está muy lejos del perfil de muchos políticos.
–La política tiene complejidades; yo soy feliz en mi posición. Por eso son tan importantes las fundaciones; están en contacto con la población real. Es el escenario perfecto que necesita el Estado de cualquier nación para mejorar sus políticas públicas.
Es una de las tantas mañanas frías del fin del invierno, y mientras Cecilia se prepara un café en el living de su casa en Lo Curro, donde vive con su marido Pepo Daire (70) y Máximo, con una generosa vista de un Santiago abochornado, reflexiona sobre cómo logró un estado de felicidad plena luego de haber experimentado uno de los dolores más desgarradores y profundos.
“Y es porque al fin entendí algo que para mí era un gran misterio; comprendí por qué me pasaban las cosas que me ocurrían en la vida. Porque, claro, una cosa fue ganar el Miss Universo como tantas jóvenes de otros países, que luego seguían con su vida normal, pero en mi caso la gente hasta hoy lo recuerda con mucha emoción. Tuve una exposición pública desmedida, en momentos llegó a ser de locos. Y siempre me pregunté: ¿por qué tanto?, ¿por qué tan fuerte?
–Y ese interés excesivo por su figura fue siempre en aumento.
–Sí, talvez porque constantemente me reinventaba. Siempre me preocupé de realizar actividades que me apasionaran, de seguir mi impulso vital, mi corazón, motivarme en la vida. Entonces, fui haciendo muchas cosas, desde trabajar en prensa en CNN, pasando por una teleserie, hasta animar en México el Miss Universo para el mundo. Me fui abriendo camino. Y si voy a Colombia, la gente me reconoce y saluda en la calle; en Miami pasa un poco lo mismo. Llego a Estados Unidos y me quieren entrevistar de CNN por mi labor con la fundación. Entonces, de repente empecé a entender y me calzaron las piezas: todo lo que he vivido tiene sentido porque me mostró, me expuso y me conocieron transversalmente. Me estaban preparando para esto, por eso me llevaron al infierno, me rescataron, sobreviví y estoy para generar ese cambio. Entonces, es una sensación de gratificación, de entender los procesos.
–¿Qué valora hoy?
–Imagínate, si fui capaz de no victimizarme y de ser feliz en medio de la tragedia y de gozar cada instante con Máximo ante la posibilidad de que se podía ir, hoy tenerlo aquí me da una fuerza infinita para seguir con mi propósito. He leído mucho sobre el tema espiritual de diferentes religiones y, te digo con certeza, que uno es escribe su destino. Cuando te dicen que a tu hijo le quedan dos años de vida –que puede ser; en muchos casos la medicina no se equivoca–, quizás, a pesar de ese pronóstico tan oscuro, si logras gozar la vida, llenarla de amor, de intención, de alegría, de agradecimiento, a lo mejor, te sanas y no llegas a ese final. Tengo muchas interrogantes que me llevan a pensar que uno puede cambiar lo que la lógica indica. Y esto lo empecé a entender desde muy chica, a los 21 años…
–¿Cuándo comenzó a tener esa visión?
–Salí Miss Universo sin haber ganado el Miss Sudamérica y la lógica me decía que, si no había clasificado dentro de las mejores de Sudamérica, ¡cómo iba a conseguir el Miss Universo! Y gané porque decidí que, aunque no tuviera ninguna sola posibilidad de triunfo, sería la mejor versión de mí, ¡lo daría todo! Ante las circunstancias no puedes echarte a morir; sólo tú puedes hacer algo por ti y sacar afuera tus miedos y temores.
–¿No cree en el factor suerte en la vida?
–Los grandes personajes que he conocido nacieron en medio de la nada. Por supuesto que es nuestro deber que todos puedan optar a un mejor sistema de vida y mayores oportunidades; pero si no lo tienes, no te puedes abandonar.
–¿Esa mirada ha sido su bastón para no derrumbarse?
–Ha sido mi bastón eternamente y yo no he tenido una vida fácil, aunque lo parezca. Habrá gente que piensa: “¿Y ella qué se cree, si siempre tuvo todo?”. ¡Mentira! Yo pagué mi colegio, la universidad la terminé de financiar cuando empecé a trabajar. Mi padre lo perdió todo. Sus amigos nos llevaban cajas de mercadería porque no teníamos qué comer. Al año siguiente murió mi hermano… Mi vida parece de cuento, pero son sólo pedazos; detrás de cada triunfo hay mucho esfuerzo.
Entre las postales que rescata para reflejar lo que era su imagen pública, en contraste con lo que vivía interiormente, está su epifánico diálogo en la telenovela “Betty, la fea”. “Recuerdo que en uno de los capítulos en que me invitaron a participar, yo -supuestamente la más linda, la Miss Universo- debía darle consejos a la más fea. Improvisé unas ideas y le dije: ‘¿Tú crees que tu problema es que eres fea?, el dolor no tiene rostro, todas sufrimos… Dices que te maltratan, se burlan y te utilizan porque eres fea; bueno, a mí me usan como trofeo. Todas queremos lo mismo: que nos vean el alma, que nos valoren por quienes somos’”, recuerda.
–¿Ha sentido muy fuerte el prejuicio hacia usted?
–A mí me han discriminado toda la vida. Voy a cumplir 60 años (en mayo de 2025) y me abrí paso en un mundo tan distinto al actual, donde las mujeres no teníamos los derechos de hoy. Recuerdo cuando llegué a trabajar a CNN, tuve que llenar un formulario y frente a la pregunta qué raza era, debí responder: latina. Ahí entendí que era una minoría y no sólo era latina, también la única chilena. Y del equipo que hacía las noticias era la más chica y la única mujer. Y, para colmo, Miss Universo, título que me suelen sacar hasta hoy cuando me quieren atacar. O sea, ¿qué hacía esta mujer en el mundo de los inteligentes? Por lo mismo, me preocupé 50 mil veces más que el resto. Me preparaba, no descansaba.
–¿Cómo se siente hoy a sus casi 60?
–Contenta, satisfecha, entusiasmada… A veces muy cansada porque estoy más grande y los años pesan, pero fíjate que el entusiasmo hace maravillas. Una de las cosas que aprendí de Gonzalo Bertrán fue lo de reinventarse en el éxito. Y eso es para mí crucial. Mucha gente diría que, si está todo bien, para qué moverse de ahí. No puedo estar en una zona de confort; necesito darle sentido a mi vida, sentirme entusiasmada.
–¿Le queda algo pendiente por hacer en lo personal?
–En lo personal estoy muy agradecida de lo que la vida me ha dado. Y en el ámbito laboral… eso no lo puedo contestar porque soy una caja de sorpresas, ¡hasta yo me sorprendo de mí!
–¿La televisión ya no está en su radar?
–No, no, no. La televisión no es un trabajo, es un estilo de vida, una cosa muy demandante. Además, creo que hoy existen otras maneras de comunicación que son tanto o más efectivas que la televisión. Mi trabajo formal, lo que estoy haciendo para impactar con el tema de la salud en Chile, específicamente el cáncer, es a través de la Fundación Care.
–¿Qué siente cuando ve a su hijo Máximo como influencer, en programas de TV y portadas de revistas?
–En un comienzo me tuvo alerta porque es un área compleja, uno se expone mucho, pero él nació expuesto desde la cuna. O sea, a mí me perseguían y yo con una guata enorme esperándolo a él…, ¡hasta con carreras de auto para sacarme fotos…! Desde que nació ha sido una persona pública; entonces, evitar esta exposición es imposible.
Cecilia relata que él siempre supo lo que hacía y hasta se entusiasmó en un momento porque ella regresara a la televisión: “Mamá, eso es lo tuyo, eres una figura, la gran diva de Chile y de Latinoamérica”, le decía.
Así como ella tomó la sana decisión, por autocuidado, de nunca ver reportajes sobre ella, está atenta a que Máximo tampoco sea dañado. “Con su experiencia y precoz acercamiento a la prensa, ha aprendido mucho. Él es un joven sano pues, y eso es muy importante. Se da cuenta cuando las cosas vienen con maldad y el olfato lo tiene. Y fíjate que me encanta; no tiene un pelo de tonto. Máximo ve debajo del agua”.