Compañera de partido, distanciada tras un quiebre televisado, en los últimos años la alcaldesa de Providencia fue su colaboradora fiel en La Moneda y aliada fuera de ella. Cercanía y complicidad de las que fuimos testigos en la celebración del 10o aniversario de Velvet, donde compartieron mesa y una charla uno a uno. En estas páginas ella nos escribe sobre el legado político que le deja el exmandatario y de esa evolución personal que observó en primera fila.
“Sebastián Piñera recibió dos dones excepcionales al nacer: una inteligencia fuera de lo común y una energía desbordante. Durante su niñez y adolescencia desarrolló, además, un fuerte espíritu competitivo. Esta combinación de dotes y actitudes lo llevó a descollar en todas las tareas que emprendió: estudios, negocios, política.
Pero como todo en la vida, las grandes fortalezas traen aparejadas debilidades: su rapidez mental y su energía –probablemente– le provocaban aburrimiento cuando tenía que tratar con personas más lentas o en reuniones en que los argumentos se alargaban sin tomar decisiones. Su competitividad, por otra parte, lo llevó a enfrentamientos a veces duros con diversas personas. De hecho, durante las primeras etapas de su carrera política se oían con cierta frecuencia críticas respecto de su comportamiento: “No saluda”, “no escucha a nadie”, es “mal educado”. Porque cuando se vive en forma acelerada –como siempre lo hizo– no es fácil detenerse con gracia a escuchar lo que para él debieron ser muchas obviedades. Seguir las ideas u ocurrencias de su propia mente debió ser bastante más interesante que concentrar la atención en las opiniones de terceros.
Por todo lo anterior, es muy impresionante que el sentimiento que prevaleció en los chilenos esos días que siguieron a su prematura muerte, no fue el de admiración ante una inteligencia fuera de serie y sus múltiples logros, sino que el cariño y la gratitud. Los que se acrecentaron al observar el amor y cohesión que demostraron los integrantes de su familia entre sí y hacia él, además de los altos grados de camaradería de sus excolaboradores. Resulta evidente que no sólo fue un gran hacedor, también supo dar y nutrir el afecto entre quienes lo rodearon.
Los que tuvimos el privilegio de conocerlo en sus diversas etapas fuimos advirtiendo el cambio que experimentó durante su vida: los intereses personales fueron cediendo frente a un profundo sentimiento de responsabilidad y dedicación por nuestro país.
No me cabe duda de que presenciar de niño los sueños y adversidades que enfrentó el gobierno del Presidente Eduardo Frei Montalva, del que su padre fue integrante, influyeron en él. También su señora y compañera, Cecilia Morel, mujer inteligente, sensata y sensible. Los amigos de toda una vida contribuyeron a moldearlo.
Sin embargo, creo que lo que más lo marcó fue la banda presidencial en 2010. La recibió en el Congreso en medio de una fuerte réplica del terremoto y tsunami que había azotado a Chile días antes. Ese día dejó a todos los mandatarios extranjeros en Cerro Castillo mientras él se trasladaba a los lugares que habían sufrido los estragos del fuerte sismo.
Vio tragedias, advirtió el miedo, palpó necesidades conmovedoras en esos primeros días. Pueblos arrasados, casas destruidas, niños necesitados, personas que habían perdido familiares. Y él estaba a cargo. Ahora tenía el mando y se hizo cargo de su enorme responsabilidad. Todos conocemos la rapidez, eficacia y eficiencia con la que actuó, la asombrosa prontitud con que se logró la reconstrucción. Pero no fueron solamente esas capacidades, ya que también conectó con las personas, con sus dolores y transmitió que estaba actuando con un profundo sentido de responsabilidad. Aquella que un padre siente hacia sus hijos.
Ahí demostró en forma definitiva que llegar a la Presidencia no fue un objetivo más a conquistar en su vida, sino que el ejercicio profundamente humano, virtuoso y responsable del poder al servicio de los chilenos”…
Un comentario en "Carta abierta: Evelyn Matthei escribe sobre el estilo de liderazgo de Sebastián Piñera"